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Lágrimas de amor entre hermanos

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El relato que os traigo hoy es una historia de un deseo entre hermanos, de sexo prohibido. Comenzaré contando que casi todos los viernes mi hermana pequeña hace una pequeña fiesta en mi casa, aprovechando que mis padres suelen ir a la ópera o al teatro, sabe muy bien que hasta la madrugada no suelen llegar nunca, tiempo suficiente para reunirse con dos o tres amigas a veces solas, a veces con sus novios y cuando esto suele suceder juegan a las cartas o cualquier otro juego de mesa mientras cenan unas pizzas antes de irse de marcha, pero aquel día la cosa cambio, el juego de roll al que estaban jugando se les fue un poco de las manos, quizás estaba todo amañado desde un principio, quizás no lo sé, lo que si sé de seguro es que ella no sabía que estaba en casa a esas horas, pero aquella noche tenía demasiado que hacer, demasiado que estudiar.

El juego les llevo por unos derroteros, digamos que algo subidos de tono en los que tenían que hacer una serie de pruebas, pagar prendas y cosas por el estilo, seguro que todos vosotros habéis jugado a algo parecido en algún momento u otro y como podéis imaginar, primero vinieron las pruebas inocentes, besos castos, caricias, luego llegaron las prendas, un zapato, unos pantalones, una blusa, se iban excitando cada vez más, hasta que al final terminaron quitándose poco a poco la ropa y empezó una verdadera orgía en el salón de mis padres con mi querida hermana como protagonista y anfitriona.

Así a grosso modo es lo que paso y por suerte, yo tenía la presentación de un trabajo aquella semana, así que ese viernes me quede estudiando en casa, mi hermana tan siquiera había reparado en mí cuando llegaron a casa y al cabo de una hora al notar tantas risas me acerque al salón con la intención de asumir el rol de hermano mayor, de un adulto que les dijera que bajaran la voz para no molestar a los vecinos, pero la realidad fue otra, al llegar y antes de abrir la puerta oí su risa, sabía que era la risa de Lara, no sé por qué mire como un ladrón por el quicio de la puerta y empecé a espiarles, empecé a mirar a mi hermana, sus gestos, su cuerpo semidesnudo, como movía la cabeza meneando su larga melena echándola hacia atrás, su risa que iluminaba el salón entero, su figura cuando se quitó toda la ropa salvo unas braguitas minúsculas y el sujetador, calentando tanto a su novio como a sus amigos que a pesar de estar con sus novias no dudaban en mirarla.

Mi nombre es Alberto y tengo 24 años, sé que como hermano mayor tuve que cortar aquello de raíz, pero no pude, yo caí quizás el que más en su red, estaba tremendamente caliente, notaba como mi pene se elevaba, no podía dejar de mirarla, no sabía que me estaba pasando, era como si mi hermana hubiera soltado todas sus feromonas y nos hubiera hipnotizado a los cuatro, era la reina, la sacerdotisa y sus amigas sus más fieles seguidoras, sentía envidia de no poder participar en aquella locura, pero me quede sin hacer nada mientras tocaba mi miembro por encima de mis pantalones mirándola solamente a ella, sabía que aquello estaba mal, me avergonzaba de mi mismo, me fui a mi habitación tantas veces como volví a espiarla, realmente en esos momentos estaba enamorado de mi hermano, aunque desde hacía tiempo ya la veía con otros ojos, de otra forma y luchaba contra ese sentimiento de deseo, ese patito feo se había convertido a sus 20 años en una mujer impresionante, un culto al deseo de los hombres que yo tenía que ver todos los días sin poder hacer nada. Por aquel entonces yo salía con una chica, se podía decir que iba en serio con ella al llevar más de tres años juntos, pero ese día me di realmente cuenta de que a quien deseaba a quien quería en mi vida era a mi hermana pequeña.

Estaba tan excitado y cada vez más al verla casi desnuda, con sus pechos redondos y firmes terminados en unos pezones increíblemente hermosos y seductores, un cuerpo de reloj de arena maravilloso con piel de terciopelo, suave, sin apenas estrías, ni celulitis, evidentemente la edad también ayudaba a tener aquel aspecto, la guinda, la corona del cuerpo de mi hermana era un hermoso culo terminado en unos glúteos redondos y su vulva, que decir de ella, en cuanto se quitó aquel minúsculo tanga, su monte de Venus con algo de vello arreglado, con los labios finos dejando ver cuando se abrían una vagina rosada y sedosa, me imaginaba en el lugar de su novio, me imaginaba acariciándola, besándola y absorbiendo sus pezones con mi boca, ver como mi hermana gemía de placer y como su rostro iba cambiando mordiéndose los labios antes de abrir la boca emitiendo un gemido que termino por excitarme por completo cuando sintió el pene de su novio entrar dentro de ella, en esos momentos aun con los ojos abiertos imaginaba e incluso podía sentir en mi glande su humedad, podía notar lo que notaba su novio cuando empezó a penetrarla despacio.

Lara era todo lo que yo siempre había deseado en una mujer, simpática, inteligente, risueña, al sonreír que era muy a menudo me iluminaba con sus labios carnosos y detrás de ellos el blanco perfecto de su dentadura, sé que puedo exagerar, pero no veía ningún defecto, bueno si uno, que era mi hermana y que realmente él, su novio no se la merecía, de hecho siempre pensé que estaba por aprovecharse de ella, por su belleza, pero por nada más y tanto ella como sus amigas pecaban de inocentes, ese día las tres se vieron abocadas a una orgía provocada por sus novios, o eso quería pensar yo, era mi querida hermanita y no podía imaginármela haciendo aquello por propia iniciativa, no es una excusa, porque permitieron que el juego continuara, que se desbordara en algún momento sin que ninguna de las tres lo cortara y que las arrastrara a un plan seguramente urdido días antes por ellos, ya que antes de empezar la orgía ellos sacaron unas vendas para que todos se taparan los ojos, tanto ellos como ellas y así no saber con quién estabas, tanto ellos como ellas no sabrían de quién era aquel cuerpo, aquellos pechos, aquel pene o aquella vagina, aunque estoy seguro de que alguna idea tendrían al acariciar, tocar, besar, estoy seguro de que alguna idea tendrían.

Mira que yo había hecho locuras, pero aquello se llevaba la palma, allí estaba yo con mi pene entre mis manos, subiendo y bajando por él, sentía como bombeaba sangre por todas las venas, lo tenía como nunca lo había tenido y no podía más que masturbarme mirando como mi hermana follaba a cuatro patas, con sus pechos suspendidos bailando sin que su novio disfrutara de ellos, él solo se dedicaba a cogerle de la cadera para sujetarla y empujar su pene dentro de su vagina una y otra vez, sin cariño, sin pretender que aquello fuera cosa de dos, la veía como gemía, pero sabía que no la estaba gustando, conocía bien a mi hermana, se la notaba en su cara a pesar de llevar una venda en los ojos, sin embargo, su novio se comportaba como en una película porno, todo erguido con una mano en su cadera y sin parar de darle palmadas en uno de sus glúteos, con penetraciones tan fuertes a veces que la echaban hacia delante.

Ninguno de los seis hablaba, únicamente gemían, cada uno de una forma diferente, pero se notaba la inexperiencia, se notaba que ellos iban a lo suyo, se notaba que ellas no disfrutaban, no disfrutaban plenamente de un juego que debería ser de dos, no sé por qué empecé a pensar en colarme en la fiesta, pero como hacerlo, todos tenían pareja y a mí solo me interesaba Lara, la suerte apareció de repente, las chicas estaban todas juntas, una al lado de la otra ofreciendo sus hermosos culos a sus novios, las tres apoyadas con su cuerpo sobre el asiento del enorme sofá del salón, las tres estaban disfrutando al ser penetradas ahora en turno por los chicos y detrás del novio de mi hermana el siguiente en penetrarla era su amigo Luis que llego a tener un tremendo orgasmo nada más penetrar el coño de Lara, sacando la polla de su vagina con el preservativo lleno de su semen y como les pasa algunos chicos se relajó tanto que se quedó dormido no me digáis como, ni porque, pero así fue, literalmente se levantó, se sentó en una butaca y cayó redondo.

La suerte parecía aliarse conmigo, Lara se había quedado sola, sin ninguna compañía y armado del valor suficiente entré en el salón ya desnudo, la cogí con suavidad de las caderas, acariciando sus nalgas y pasando mi pene por sus labios, unos labios envueltos en sus jugos, dejando que mi pene se empapara bien de ella y subiéndolo hasta su clítoris el cual golpeaba suavemente, luego bajaba hasta la entrada de su vagina, no me lo podía creer, estaba allí con mi pene sobre su vagina, con mis manos acariciando y apretando con suavidad aquellos pechos que tanto me gustaban, pensaba que no me había equivocado, tenía un cuerpo de diosa, un cuerpo para el pecado, sus pechos duros y redondos con pezones que empezaban a despertar, sentía como Lara ahora si sentía, ahora si estaba disfrutando de lo que le hacían, como se movía junto con mis caricias, como respondía a ellas con movimientos sutiles de su cadera, para que la penetrase ya, yo no sabía si su novio se comportaba siempre así, lo que estoy seguro de que aquella noche Lara solo empezó a disfrutar conmigo, aquella noche su novio solo pensaba en él y no en ella y, por el contrario, yo solo pensaba en ella, en hacerla sentir, en que disfrutase. Aquella noche los chicos nada más querían follárselas, yo lamía su clítoris por detrás, hacía que Lara se retorciese de placer, que sus gemidos se oyeran más altos que el de sus amigas, lo que me llevaba a creer que pronto cambiarían de parejas así que una vez más me atreví a ser descubierto y la levante, la guíe con los ojos cerrados hasta el otro sofá justo en frente de donde estábamos, más o menos donde dormía la bella durmiente de Luis.

Senté a Lara en el sofá y abriendo sus piernas metí mi cabeza entre ellas, mi lengua subía y bajaba por sus labios metiéndose en su vagina y bebiendo el néctar que salía de ella, mis manos, una en sus pechos acariciándola y pasando las yemas de mis dedos por sus areolas y pezones, la otra, recorriendo sus labios humedecidos y llevándome esa humedad a su clítoris para que mis dedos resbalaran por él, acariciándolo de forma circular, Lara empezaba a mover sus caderas pidiéndome que no parara, gemía de placer, ahora si, su cara había cambiado, el rictus de su cara cambiaba continuamente, su boca se abría exhalando aire y expeliéndolo en un hermoso gemido.

Me puse de rodillas y no pude más que besarla, sus labios carnosos mordían los míos, nuestras leguas se retorcían fuera de nosotros en un juego de pasión incontrolada y mi pene tremendamente excitado reposaba sobre su vagina, sobre la entrada a esa vagina tan rosada y suave con la que soñaba desde que la vi espiándola por el quicio de la puerta no hacía ni media hora, los movimientos suaves de su cadera hicieron el resto, estaba tan húmeda, tan mojada y sin que yo hiciera nada iba absorbiendo mi pene dentro de ella, mi glande poco a poco se iba hundiendo en su vagina, la sentía entrar en una cavidad húmeda y caliente, se la metía con suavidad mientras veía como le cambiaba la cara, mi pene entro tanto dentro de ella que, no se notaba donde terminaba mi cuerpo y donde empezaba el suyo, mis testículos golpeaban sus glúteos una vez que empecé a mover mis caderas hacia delante y hacia atrás, un gemido, casi un grito salió de ella cuando empecé a sacársela y a metérsela pausadamente, mi pene había encontrado a su compañera perfecta, entrando y saliendo tan suave que notaba como seguía bombeando, como engordaba más mi pene, sentía un placer como nunca había sentido en la vagina de ninguna mujer.

Tan siquiera mire hacia atrás, sabía que habían cambiado de parejas y no se habían dado cuenta de la falta de Lara y mientras nosotros seguíamos con nuestra fiesta particular, ahora más rápido y con mis penetraciones más profundas, paraba de golpe dejando mi pene dentro de ella unos segundos mientras la besaba y acariciaba, luego continuaba con nuestro baile, el cual me llevo a poner sus piernas en mis hombros y empezar una vez más, pero ahora mucho más rápido, más fuerte, notaba como Lara me cogía de los brazos y me arañaba con sus uñas, estaba realmente sintiendo un gran placer al sentir mi pene alojarse dentro de ella, tanto que empezó a temblar y a gritar cada vez más, mi pene la penetraba tan dentro como me era posible, dejándola allí dentro, llenándola por completo y apretando mi cadera contra ella más y más, luego la volvía a sacar para volverla a meter de un golpe seco.

Lara explotó en un orgasmo que heló mi cuerpo, sus gemidos y gritos ahogados me atravesaron de lado a lado, la sentí como se iba volando, como su boca no paraba de expeler gemidos terminados en gritos de un gran placer, mi pene notaba como ahora entraba y salía con tanta facilidad que navegaba por un mar dentro de ella y varios minutos después de haber empezado no podía más, pero tampoco quería esperar más, así que me deje llevar y empecé a eyacular dentro de mi hermana, uno, dos, tres y hasta cuatro chorros de mi semen empezaron a golpear con violencia y gran velocidad el interior de su vagina, fue en esos momentos cuando después de haberme corrido me di cuenta de que yo no llevaba preservativo, Lara también se dio cuenta de ello y con un gesto de desaprobación mientras que seguía sintiendo el placer de mi pene en su interior se quitó la venda de los ojos.

Los dos nos paramos de golpe, nos miramos en silencio fijamente a los ojos, pensaba que iba a gritar, a revolverse enfadada gritándome, pero no fue así, solamente me miraba extrañada a la vez que miraba al resto de sus amigos, me volvía a mirar y bajo sus piernas de mis hombros dejándolos en el suelo y cuando yo pensaba que ya me iba a delatar, cuando ya estaba sacando mi pene de su vagina Lara me empujó hacia atrás haciendo que cayera de espaldas y sin sacar mi pene de su interior se sentó encima de mí y empezó a mover sus caderas de un lado a otro.

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No me lo podía creer, aquel pene que tanto placer me había dado, aquellos labios que con tanta pasión me habían besado no eran de mi novio, tampoco de ninguno de sus amigos, aquella lengua que había lamido mis pezones y mi vagina, aquellas manos que me habían hecho vibrar y olvidar donde estaba, en cierto modo obligada por los chicos, eran de Alberto mi hermano mayor, no sé cómo lo había hecho, pero me alegraba que lo consiguiera, estaba un poco asqueada por todo aquello que estaba sucediendo, una estúpida apuesta que las tres perdimos, unas estúpidas por haber accedido y claudicado tan pronto a la petición de los chicos, estaba enfadada con Raúl, mi novio y, sin embargo, de alguna manera ahora le daba las gracias, ¿gracias? ¿Por qué las gracias?, estaba hecha un lío, pero me sentía de esa manera desde que sentí las caricias de mi hermano y ahora una vez descubierto, no podía entender por qué no grite, porque le deje seguir, es cierto que nos llevamos bien, que siempre está ahí para cuando lo necesito, es cierto que aunque sea mi hermano siempre he dicho que esta cañón, pero me acababa de follar y lo peor de todo, me había gustado.

Seguía sin creérmelo, le miraba mientras mi cuerpo subía y bajaba por una polla medio flácida, de vez en cuando la tenía que volver a meter porque se salía de mi vagina, pero poco a poco la iba sintiendo más dura, tanto o más que antes, estábamos los dos locos, estábamos rodeados de mis amigos sin que nadie se hubiera percatado, Alberto me había dado algo que no conocía hasta ese día, hasta ese momento, me había hecho gritar y tener un maravilloso orgasmo que parecía no tener fin, mi cabeza seguía pensando una y otra vez lo que estábamos haciendo, nos mirábamos a los ojos, y solo veía ternura, deseo, amor, pero nada de lujuria, nada de sexo por el sexo, que me estaba pasando, mi cabeza iba por un camino diferente a mi cuerpo que subía y bajaba por el pene de mi hermano penetrando tanto en mí que me hacía gemir una vez más, sus manos en mis pechos acariciándomelos con fuerza, pero con cariño, haciéndome sentir deseada, las diferencia con Raúl, no había diferencias la verdad, esto era lo que yo quería en un hombre y no lo que Raúl representaba y me daba.

Sentía como su pene me empezaba a llenar mi vagina, a deslizarse dentro de mí en un mar de flujo y semen unidos únicamente en un fluido, me sentía tan mojada que notaba como bajaba por mi vagina goterones de flujo y semen, pero sobre todo sentía como su pene me hacía nuevamente gemir y gritar de placer, gemidos reales, gemidos no provocados por mí, sino todo lo contrario provocados por él, prácticamente nunca nadie me había provocado un orgasmo y pensar que fue él, mi hermano fue el primero cuando sentí sus caricias, sus besos, la suavidad de su pene atravesando mi vagina como nadie lo había hecho antes, sentía que aquello no estaba bien, quería marcharme, pero quería quedarme y mientras mi cabeza seguía andando solo por un páramo sin que nadie la hiciera caso, mi cuerpo seguía amando a mi hermano, seguía haciéndome temblar.

Sus manos cubrían mis pechos y yo jugueteaba con sus pezones, los dos nos mirábamos continuamente en silencio, los dos con los ojos descubiertos mientras que el resto los tenían tapados con aquellas vendas negras, oía los gemidos de los chicos como si fueran unos animales, los ronquidos de Luis agotado junto a nosotros, oía los gemidos de mi amigas como los míos, antes de Alberto, gemidos fingidos; sin embargo, Alberto y yo gemíamos realmente de placer, casi no se nos oía salvo cuando la sentía entrar muy dentro de mí que hacía que involuntariamente pegara un pequeño grito, no solamente era el sonido sino también nuestras caras que reflejaban todo el placer que nos estábamos dando mutuamente, quería besarle nuevamente, quería sentir su boca con la mía, intentar que sus labios apagaran el incendio de los míos, o que ardiéramos en un mar de llamas.

Me tumbé para besarle, uniendo nuestros cuerpos sudorosos, mis pechos aplastándose en su cuerpo, nuestros labios una vez más se unían y mojaban nuestras lenguas, Alberto levanto su pelvis y empezó a penetrarme con fuerza y velozmente, empujando mi cuerpo cada vez más hacia arriba debido a las penetraciones tan fuertes, sacando de mí los gritos que empezaron a inundar todo el salón y llenando mi vagina de flujo, sintiendo como se escapaba fuera de mí entre mis muslos, sentía como las fuerzas me abandonaban nuevamente cuando empecé a gritar a tapar con mis gritos todos los demás sonidos que hacían nuestros acompañantes, gritos que iban dirigidos a su boca y que únicamente besándome pudo callarme unos segundos.

Alberto se giró de repente poniéndose encima de mí, mis piernas rodeaban su cuerpo, mis manos rodeaban su espalda fuertemente arañándosela y después de un rato besándonos lentamente sin sacar su pene de mi vagina, sin apenar moverse dentro de mí, llenándome y rozando todo mi interior, sin que hubiera movimiento alguno por su parte ni por la mía, y con la sensación tan placentera de tenerla dentro que era algo que me hacía perder la razón, nos empezamos a mover al unísono, como si estuviera planeado, como si los dos ya lo hubiéramos hablado nuestros labios se separaron, su cuerpo liberaba el mío, dejando mis pechos caer hacia los lados y nuestras cinturas empezaron a moverse muy despacio, había ya movimiento dentro de mí, su pene bombeaba con suavidad en mi interior, su cuerpo se elevó sobre el mío con sus manos apoyadas a ambos lados de mis pechos y su pelvis empezaba a separarse de mí para luego volver a caer sobre la mía.

Despacio muy despacio se iba abriendo mi boca cuando empecé a sentir su pene entrar y salir de mi vagina, empecé a dar gritos sordos mientras le miraba y se me cerraban los ojos de placer, me había acercado más a él, mi hermano había desplazado mi cuerpo un poco más abajo para que pudiera penetrar mejor, mis manos le cogían de los glúteos y los apretaban contra mí cuando la sentía dentro, muy dentro en mi interior, mis gritos dejaron de ser sordos cuando una vez más empecé a explotar en un orgasmo quizás más intenso que el anterior y como antes, pero ahora siendo conscientes, Alberto se volvía a correr dentro de mí, llenándome con su esperma.

Acabamos rendidos, él encima de mí descansando y con su pene todavía en mi interior cuando observamos como Luis empezaba a despertar y de un salto los dos nos incorporamos y con un beso nos despedimos antes de que despertara del todo, antes de que se quitase la venda al igual que el resto que ya dejaban de follar entre ellos.

En el baño las chicas nos limpiábamos un poco, yo la que más porque el semen de Alberto resbalaba por mis muslos y hasta que no me puse las bragas empapándolas de semen no quede a salvo de miradas de mis amigas, hablábamos entre nosotras de unos y otros, la verdad que yo poco tenía que hablar además que no me apetecía, oíamos a los chicos bravuconear entre ellos y poco a poco antes de las 12 de la noche mis amigos salieron por la puerta de casa hacia ninguna dirección, unos quizás a seguir de marcha, otras como mis amigas a su casa a ducharse y yo me quede en la mía simulando un repentino dolor de cabeza.

Las cuatro de la mañana cuando oímos a mis padres entrar en casa, cuatro horas en las que mi hermano me volvió hacer el amor, cuatro horas de felicidad, de placer, cuatro horas en que el olor a deseo voló por la habitación de mi hermano, de lágrimas por el amor que sentía hacia él, lágrimas de felicidad, lágrimas de incertidumbre por todo aquello que había nacido, cuatro horas haciéndome el amor, aquella noche fue el principio y el fin de unas relaciones, el fin de una, la de un bravucón que se jacta de haberse follado a la vez a tres chicas una noche, una de ella su novia y de otra que empezaba, una quizás más peligrosa, más inquietante, más incierta, pero una relación basada en el respeto, el cariño, el amor, no sabíamos ninguno de los dos cuanto tiempo duraría esto, si solo era un capricho pasajero o era algo más, solo sé que llevamos dos años muy felices, ocultando al mundo nuestro amor, ocultando a familiares y amigos los que sentimos el uno por el otro, es difícil explicarlo, pero mi hermano me hace feliz, jamás fui tan feliz, quizás lejos, donde nadie nos conozca podamos salir libremente, besarnos libremente, acariciarnos sin que nadie piense mal de nosotros, quizás ese día ha llegado, quizás es nuestra oportunidad.

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Sé que Lara está igual de nerviosa que yo en estos momentos, seguro que más, esta historia que os hemos contado sucedió hace tres años y hoy la queremos contar antes de que nazca nuestro primer hijo, las lágrimas que derramamos al estar lejos de toda nuestra gente, lejos de nuestra familia, de nuestros amigos que nunca nos entendieron, lágrimas que hoy se tornan en felicidad por una nueva vida, lágrimas por tenernos el uno al otro, felices de que me atreviera aquella noche a traspasar una línea, una línea que la sociedad actual levanta como un muro alto e infranqueable, un muro que los dos juntos destruimos una noche haciéndonos el amor, sé que aquella noche fue el principio de nuestra unión y mañana será el comienzo de nuestra vida.

(9,40)