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Las casadas necesitadas y sus singulares maridos
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Jugaba el Real Madrid en el Camp Nou contra el Barcelona. A la una de la tarde se habían marchado desde la Coruña para Barcelona Secundino y Lucho, que eran hermanos. El partido era a las nueve de la noche y no volverían hasta el día siguiente. Sus esposas, Carmen y Josefa habían quedado en encontrarse en el piso de la primera.

Sonó el timbre de la puerta del piso de Carmen. La mujer se arregló el cabello y fue a abrir la puerta… Allí estaba su cuñada Josefa con un paquete de pasteles en una mano y una sonrisa en los labios. Carmen le dijo:

-Pasa, Josefa, pasa.

Josefa tenía 22 años, era de estatura mediana, morena, de ojos claros, tenía un buen cuerpo y llevaba puesto un short rojo, una camiseta blanca y calzaba unas zapatillas de deporte. Vio a Carmen medio sofocada y le dijo:

-¡Qué colorada estas! ¿Qué estabas haciendo?

Carmen tenía 24 años y era de la misma estatura que su cuñada, erra rubia, de ojos claros y tenía un cuerpo de escándalo. Vestía un short azul, una camiseta amarilla y calzaba unas sandalias. Le respondió:

-Estaba haciendo unos ejercicios.

Pasó y se sentaron en dos sofás del salón. Tomado unas copas de Tío Pepe y comiendo unos pasteles, le dijo Josefa:

-¿Por qué no pones uno de esos vinilos que eran de la abuela de tu marido?

-¿Un LP de Camilo Sesto te vale?

-Sí, me gusta cómo cantaba.

Carmen puso en un viejo tocadiscos el vinilo y volvió a sentarse en el sofá. Carmen le peguntó:

-¿Bailamos? Hace años que no lo hago.

Josefa la miró raro.

-¿Estamos solas y me pides que bailemos una canción lenta?

Carmen le pegó un mordisco a un pastel de crema, Pasó la lengua por los labios para limpiar la crema, y después le dijo:

-¿Y?

-¿Estás intentando seducirme, Carmen?

-No, solamente me apetecía bailar, ya te he dicho que llevo años sin bailar.

A Josefa le hubiera gustado que le dijese que la quería seducir, pero se hizo la decente al decirle:

-Si es por eso, bailemos.

Se pusieron en pie. Se cogieron las manos izquierdas y las pusieron en alto. Josefa le echó una mano a la nuca, y metió una pierna entre las de su cuñada. Carmen le echó una mano a la cintura y comenzaron a bailar contoneando las caderas. Josefa le dijo:

-Bailas bien, cuñada.

-Tú no te quedas atrás.

Acabó "El amor de mi vida has sido tú" y comenzó: "Vivir así es morir de amor." Josefa le echó los brazos al cuello a su cuñada y Carmen le echó las manos al culo. Con las tetas apretadas, las piernas cruzadas, rozando sus pelvis y mejilla con mejilla, bailaron sin apenas moverse del sitio. Con la canción por la mitad les ardían las mejillas a las dos. Carmen separó la cara de su cuñada, la miró a los ojos, sus labios se fueron acercando y se fundieron en un beso. Ya iba con otra canción cuando se separaron sus bocas. Tenían las bragas mojadas. Carmen le preguntó:

-¿Lo hacemos?

La decente se esfumó por arte de magia

-¿Llevas mucho tiempo con ganas de follar conmigo?

Carmen puso las cartas sobre la mesa.

-Desde el día en que te conocí.

Josefa estaba deseando jugar.

-El mismo tiempo que llevo yo desando follar contigo.

Josefa le metió una mano debajo del short y dentro de las bragas y se encontró con el coño mojado. Dos dedos se introdujeron dentro de la vagina y comenzaron a masturbarla. Carmen besó de nuevo a su cuñada, que después de un rato dejó de masturbarla. Le levantó la camiseta y le lamió los gordos y duros pezones de unas tetas grandes con areolas oscuras. Después amasándoselas se puso en cuclillas y lamió su coño Carmen le cogió la cabeza y movió su pelvis de abajo a arriba y de arriba a abajo con la lengua dentro de su vagina. Josefa sintió cómo su lengua se iba cubriendo de jugos. Oyó los gemidos de su cuñada y su coño abriéndose y cerrándose no paró de mojar sus bragas.

Cuando Carmen sintió que iba a descargar en la boca de Josefa, le dijo:

-¡Me corro para ti, cuñada, me corro para ti!

Josefa al acabar de tragar se puso en pie y besó a su cuñada con la lengua y los labios pringados de jugos.

Al recuperarse Carmen del tremendo placer que había sentido, puso a Josefa de cara a pared. Le quitó el short y las bragas, hizo que separara las piernas, abrió sus nalgas con las manos y lamió y folló su ojete mientras dos dedos frotaban sus labios vaginales, la entrada de la vagina y su clítoris. Josefa ya estaba muy cachonda de haber hecho correr a su cuñada y le iba a durar muy poco, tanto como unos tres minutos tardó en correrse. Con la lengua dentro de su ojete, los dedos frotando su clítoris y las piernas temblando, le repitió las palabras que le había dicho Carmen a ella:

-Me corro para ti, cuñada, me corro para ti!

Al acabar de echar el polvo, poniéndose las bragas y los shorts, le dijo Carmen a Josefa:

-¿Te apetece pollo asado para cenar o prefieres merluza cocida en salsa verde?

-Ahora mismo no me apetece nada.

-Ni a mí, pero más tarde nos puede entrar el hambre. ¿Pollo?

-Sí, pollo.

Se fueron a la cocina, Josefa pelando una patata le dijo a Carmen:

-¿Revelamos cosas íntimas?

-Revelamos.

-¿Cuántas veces a la semana lo hacéis tu marido y tú?

-Una, si son dos la segunda es por el culo.

-Pensé que era yo sola. Entonces es normal que nos den por el culo.

-Yo lo veo normal. ¿Te corres?

-No. ¿Y tú?

-Al principio no me corría, pero ahora acaricio mi clítoris y follo mi coño con los dedos y me corro.

-Yo la verdad es que disfruto más sola que con mi marido.

-Yo también me masturbo un par de veces a la semana.

-Yo lo hago todos los días y hay días que repito.

-Eso es normal, ves. ¿Te masturbaste alguna vez delante de tu marido?

-No, pero me masturbé pensando que lo hacía.

-Yo tampoco lo hice delante de mi marido, pero un día lo voy a hacer a ver si reacciona y me come el coño de una puñetera vez. ¿A ti te lo come el tuyo?

-No, no debe gustarle.

Al rato Carmen sacó otra botella de Tío Pepe de la nevera, echó dos copas y le dio una a Josefa. Echaron un trago, regó las patatas y el pollo con el vino y le dijo:

-Vamos a meter el pollo y las patatas en el horno.

Luego con los vasos en la mano regresaron a la sala de estar y se sentaron una enfrente de la otra, Carmen en el tresillo y Josefa en un sofá.

-¿Piensas en tu marido cuando te masturbas, Carmen?

-Para nada, me motivo mirando porno.

Josefa cogiendo un pastel, le preguntó:

-¿Te gustan las pollas grandes?

-Lo que más. Ver a dos negros con sus enormes pollas follando a una blanca me pone perra perdida… Ver cómo le meten las inmensas pollas por el coño y por el culo. Me imagino que soy yo la que está en medio del bocadillo y me acabo corriendo cómo una cerda

-Yo miro lésbico. Era de besos, de caricias, de sexo oral…

Carmen la miró con curiosidad.

-¿Eras?

-Era y soy, lo acabas de comprobar.

-¿Quién fue la primera?

-No la conoces, era una compañera de instituto. ¿Y la tuya?

-Tampoco la conoces. ¿Te quedarás a dormir?

-Sí, pero no para follar.

A Carmen la sorprendieron las palabras de su cuñada

-¡¿Por qué no?!

-Porque se nos puede ir el santo al cielo y podrían encontrarnos dormidas una en los brazos de la otra.

A media noche Josefa se levantó de su cama y fue a la habitación de Carmen. Vio que tenía la contra de la ventana medio abierta y que estaba tapada solo con una sábana azul. Le destapó los pies, le cogió uno y le lamió el empeine, luego chupó el dedo gordo. Carmen se quitó la sábana de encima y quedó totalmente desnuda, Josefa le preguntó:

-¿Me estabas esperando?

-Sí, sabía que vendrías.

Acariciando las plantas de los pies le lamió y chupó cada uno de los dedos, lamió entre ellos, lamió la planta del pie, los talones, los tobillos, el empeine…, luego subió lamiendo el interior de sus muslos. Al llegar al coño se puso cómoda, hizo que flexionara las rodillas, mojó en la boca el dedo medio de su mano derecha y con la yema acarició el capuchón de su clítoris. La yema haciendo una media luna lo recorría de un lado al otro. De cuando en vez bajaba y subía por la raja, se mojaba de jugos y volvía a acariciar el capuchón. El glande del clítoris totalmente erecto y fuera del capuchón pedía a gritos que lo acariciaran, pero Josefa lo miraba y lo ignoraba. Carmen gemía y movía la pelvis. La vagina se abría y se cerraba y de ella salían unos jugos claros con la densidad del aceite. Tempo después sintiendo que su cuñada se iba a correr, le dijo Josefa:

-¿Quieres dármela en la boca?

Carmen no le contestó, le cogió la cabeza con las dos manos, se la llevó a su coño y moviendo la pelvis de abajo a arriba de arriba a abajo y alrededor frotó el coño contra su lengua y se corrió cómo una perra, no sin antes decir:

-¡Qué puta soy!

Al acabar de correrse su cuñada, Josefa se echó a su lado y la besó, a ese beso siguió otro, y otro, y otro… Comiéndose las bocas la mano derecha de Carmen se metió dentro de las bragas de Josefa y comenzó a masturbarla. Cuando los quitó y se los metió en la boca, Josefa los chupó, luego se quitó la enagua y las bragas y le dijo:

-Dame sexo oral.

-No seas impaciente.

Carmen cogió sus tetas por los laterales con las palmas de las manos. Jugo con ellas juntándolas y separándolas, palpándolas… Luego mojó dos dedos en la boca y con las yemas acarició los pezones suavemente. A continuación le cogió las tetas, se las juntó, acercó la boca a los pezones y dulcemente se los lamió, se los succionó y le dio pequeños mordiscos antes de lamer sus areolas para luego mamar las tetas. Después bajo lamiendo su vientre, metió la lengua en su ombligo… Llegó al coño y lo olió profundamente, luego se lo abrió con dos dedos, lamió el pliegue donde sus piernas se unen al coño, luego puso sus labios en el agujero de la vagina, separó sus labios vaginales con la lengua y después se la clavó repetidas veces. Luego lamió de abajo a arriba cada vez más aprisa… A Josefa le empezaron a temblar las piernas. Carmen hizo una O con sus labios y le chupó el clítoris. Josefa explotó.

-¡Me corro!

Josefa, temblando, levantó la pelvis. Carmen no dejaba de chupar el clítoris, al contrario, lo chupaba con más fuerza acompañando los movimientos de la pelvis de su cuñada, y cuanto más fuerte chupaba más fuerte chillaba Josefa.

Fue una corrida brutal. La corrida le dio hambre. Salieron de cama y desnudas fueron a la cocina. Las esperaba el pollo y luego una noche ajetreada en la que no echaron de menos las pollas de sus maridos.

A muchos kilómetros de allí, en la habitación de un motel, Secundino le abría a puerta a una veinteañera con la que había contactado mediante "Fuego de vida." Era una joven morena, de un metro ochenta y algo. Venía cubierta con una gabardina larga de color gris. Miró para Secundino, que medía poco más de un metro setenta, y le preguntó:

-¿Lucho?

-Secundino, pasa.

La morena entró. Vio a Lucho sentado en un sillón y quitándose la gabardina, le dijo:

-¿No tenéis nada de beber?

Lucho vio que llevaba puesto un vestido negro de asas escotado y que calzaba unos zapatos negros de tacón de aguja. Sin levantarse le dijo:

-Si no nos engañaste traes de beber en tus tetas.

-Mi leche no tiene alcohol.

Secundino medio un vaso de Whisky de una botella que tenían encima de un mueble y se lo dio.

-Espero que no te haga daño, Cintia.

La muchacha se mandó el whisky de un trago, le devolvió el vaso y le dijo:

-Hace falta mucho whisky para ponerme yo mala. ¿Bueno, qué? ¿Vamos al tema?

Lucho se levantó del sillón, se puso detrás de ella, le echó las manos a la cintura y la besó en el cuello. Secundino le bajó la cremallera del vestido, el vestido cayó al piso. Cintia lo apartó hacia un lado con uno de sus pies. Quedó vestida con una lencería negra con encajes en las bragas y en el sujetador, sujetador que no sé como no reventaba con las tremendas tetas que estaba sujetando. Secundino se lo quitó, las tetas se liberaron y de los gordos pezones comenzó a gotear leche. Secundino las cogió por debajo y amasándolas mamó de una y de otra con gula. Lucho se agachó, le bajó las bragas, le mordió las nalgas, se las abrió, le lamió el ojete y metió y sacó la punta de la lengua de él. El cabrón no le comía al coño a la mujer, pero a Cintia le comía el culo. Luego sacó la polla y no esperó más, se la clavó en el culo muy lentamente. La muchacha sintiendo cómo le entraba le cogió la cabeza a Secundino y se la llevó Al coño, Otro cabrón que no se la comía a la mujer, pero a Cintia bien que se lo comió, se lo comió tan bien que al ratito se corrió cómo una cerda. Al correrse Lucho le llenó el culo de leche.

Después de correrse y de limpiarse con una toalla la leche que le saliera del culo y de lavarse Lucho la polla, Cintia fue a echarse otro whisky. El alcohol la debió poner contenta, ya que les dijo:

-Os quiero desnudos.

Se pusieron en pelotas. Lucho tenía la polla flácida y colgando y Secundino tenía un tremendo empalme. Se puso en cuclillas entre los dos, les cogió las pollas y meneándolas y mamándoselas les dijo:

-No os podéis ni imaginar la cantidad de pajas que me hice imaginando esta situación.

Ya Lucho estaba empalmado y el piso perdido de la leche que había caído de las tetas cuando Secundino se corrió sin avisar en la boca de Cintia. La muchacha tragó la leche con más gula que Secundino cuando tragó la leche de sus tetas. Luego siguió mamando la polla de Lucho hasta que se la dio en la boca. Cintia no desperdició ni una gota.

Se encontró con dos pollas flácidas. Sabía qué hacer para volver a ponerlos a tono. Se puso de pie y les dijo:

-Vamos para cama.

Echada boca arriba sobre la cama, volvió a hablar.

-¿Quién me quiere comer las tetas y quién me quiere comer el coño?

Lucho se apresuró a decir:

-Me pido las tetas.

No las iba a comer él solo, a Secundino le había quedado la boca dulce. Echados uno a cada lado se las mamaron. Lucho le mamó la teta izquierda y Secundino la derecha. Cintia les cogió las blandas pollas y se las meneó. Su coño no paraba de lubricar. Sentía cómo le latía y como los jugos bajaban mojando su ojete. Les dijo:

-No ser egoístas, yo también quiero beber mi leche.

Llenando sus bocas de leche la fueron besando, primer uno, después el otro… Cintia le había dicho que le dieran a beber su leche para excitarlos, y funcionó, ya que sintió en sus manos cómo las pollas se les ponían morcillonas, y más tarde duras. Lo que no contaba fue que los dos con la boca llena de leche se dieran un morreo entre ellos que la puso aún más perra de lo que estaba. Sin saber que eran hermanos, les dijo:

-¡Sois bisexuales! ¡Qué callado os lo teníais, cabrones. Luego os quiero ver en acción.

La besaron los dos juntos para que callase la boca.

Después de besarse con los dos a la vez apretó su teta izquierda, de ella salió un chorro de leche que mojó la palma de su mano derecha. La pasó por el coño encharcado y luego metió dos dedos dentro de la vagina y se masturbó. Ellos al ver lo que hacía volvieron a mamarle las tetas hasta que Cinta les dijo:

-Me voy a correr. ¿Quién quiere que se la dé en la boca?

Lucho metió la cabeza entre sus piernas. Vio cómo los dedos entraban y salían de la vagina, cómo acariciaban el clítoris y luego ya no vio nada, pues Cintia al comenzar a correrse le llevo la boca al coño y frotándose contra su lengua se corrió en su boca.

Al recuperarse la burra volvió al trigo, o lo que es lo mismo, Cintia se echó otro buen trago de whisky. Envalentonada y volviendo a la cama, les dijo:

-Os voy a romper las pollas.

Dándole a espalda subió encima de Lucho. Metió la polla hasta el fondo del culo, después se echó hacia atrás y le dijo a Secundino

-Fóllame el coño.

Secundino le metió la polla en el coño. La polla con la de su hermano dentro del culo entró más apretada que un tornillo en la madera, pero entró. Después comenzó el mete y saca. Los gemidos de Cintia se sentían en la habitación de al lado. Tiempo después cuando se corrió oyeron en todo el motel.

-¡¡¡Qué pedazo de corrida!!!

Siguieron follando allí y en el piso, pero no me quiero extender.

Para terminar tengo que decir que no sé qué buscaban los dos hermanos fuera si lo tenían todo en casa. ¿Será que pertenecían al "club de los gilipollas?

Quique.

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