Llegué a las 3. Como acordado. Tenía la tarde para acabar con eso.
Te había dicho que prefería que sea así, sin trago, listos, para estar plenamente conscientes de lo que íbamos a hacer. Quería que cada milímetro de mi cuerpo y que cada rincón de mí mente lo sienta y lo disfrute.
Subiendo las escaleras ya no sabía si era una solución, una buena o una tremenda mala idea. Lo habías aceptado así, de repente también querías terminar con la fantasía.
Se había vuelto insoportable la obsesión que me daba esta idea de “una última vez”.
Combatir fuego con fuego.
Busqué buenas razones de hacerlo y obviamente, las encontré. Una última locura antes de los 30. Cerrar este año desastroso con algo que, claro era infidelidad y egoísmo, pero que tal goce se anunciaba… Y sencillamente, quería encontrar algo de paz y dejar de sentir mi corazón adolorido en las noches por la angustia de volver a verte. Sí, hasta jodes mi ritmo cardiaco.
Es incómodo saludarte con un abrazo. Quería ser más efusiva, pero no me atrevo.
Tu barba es suave y llena de recuerdos. De nuevo, quiero irme de vacaciones allí, esconderme del mundo entre los hilos negros y sedosos hasta que pase la vida.
No espero más y te beso, con labios, lengua, miedo y placer. Un toque de coraje para no salir corriendo. Cierras la puerta. Ya fue, ya. No hay paso atrás.
Suelto mi mochila, cae en el piso, suena el metal vacío de mi termo. Te ríes. Sí, mucho café y poco sueño. Sí, es tu culpa.
No sé cómo entramos a tu cuarto. ¿Tan cerca estaba?
Las sábanas negras contrastan con lo inmaculado del estudio.
Se siente el sol detrás de la cortina, hace calor en este cuarto.
Una parte de mí está en otro tiempo y espacio, se está embriagando con el olor a hierro de tu cadena y repasa con emoción nuestra historia. Qué lindo era todo.
Te quité el polo. Rencuentro con tu pecho: When I got the music, I've got a place to go, sigue escrito.
Sí, adelgazaste.
Te abrazo todo, te agarro los hombros, la espalda, como un panadero que quiere imprimir la marca de sus manos en la masa. Moldeo el instante, es exactamente lo que me imaginaba.
Respiras hondo, yo también. Tus dedos corren por todos lados, exprimes mi cintura y siento como tu mano me toma el culo. Susurraste algo, creo que dijiste que estabas arrecho.
Yo también, mi amor.
De estas arrechuras furiosas que te dan ganas de morder, comer, tomar posesión de otro, incorporarlo.
Sí, dije “mi amor”. En este preciso momento me permito todo.
Se ve más rico así, ¿no?
No me voy a impedir nada, nos podemos dar todo, sin límites. Esto está fuera de tiempo, fuera de la vida. Es una burbuja. “Nadie se va a enterar de eso”, dijiste.
Ya nos estamos tocando, el uno apoderándose del otro, nos masturbamos sin que nuestras bocas se suelten. Te quiero lamer, tragar, quiero hacerte mío.
Me arrodillo frente a ti, mi mano tomó el relevo de la tuya en mi calzón. No sabes lo rico que es tocarse y tener tu verga en la boca. No sabes lo lujurioso que es y el morbo que me da.
Recorro todo tu sexo con la lengua, lo beso, lo sorbo un poco. Tienes los ojos cerrados, sigues de pie al lado de tu cama, solo me sujetas la cabeza suavemente. Me gusta escucharte suspirar y me excito a medida que te meto más profundo en mi boca. Te hago pasar entre mis labios, y terminas por entrar totalmente, me llenas hasta la garganta. Mi mano se sigue agitando contra el encaje negro de mi calzón, estoy chorreando. Me metí dos dedos y mi palma aprieta mi clítoris.
Así me vengo una primera vez contigo llenándome la boca.
Sonrío, aliviada. Tú no sonríes, tienes esta mirada que tan bien te queda. La que parece enojo y que grita un deseo que ya llegó al límite de lo aguantable.
Me besas, siento el esfuerzo que haces para contenerte y tomar el tiempo de quitarnos la ropa que nos queda. Caemos en tu cama.
Te amo horizontalmente. De nuevo. Por fin.
Una gota de formó en la punta de tu verga, me encanta verte tan arrecho. Te beso el cuello con los labios mojados, ya buscas mis tetas con tu boca y empiezas a devorar una mientras pellizcas el pezón de la otra entre tus dedos. Apenas una chispa deliciosa y fugaz de dolor. Suspiro y trato de hacer gestos lentos a pesar de las ganas que te tengo. Agarré tu sexo y te acaricio lentamente la punta con mi pulgar, se desliza en la superficie brillante. Sueltas mi teta para dejar escapar un gemido.
Quiero que me la metas, lento y profundamente.
Me acuestas, de nuevo pones tu mano entre mis piernas, te encanta sentirme así mojada. Nos besamos con los ojos cerrados y te siento entrar en mí. Lentamente. La tienes parada y rica como me acordaba. Eres exquisito.
Empieza el baile, las idas y vueltas, tus suspiros se aceleran. Levanto mis caderas y te abrazo con mis piernas. Voy a venir si sigues así, te digo. Me callas con tu boca y ahogas allí un gemido profundo.
Ahora sonríes tú. Hermosa sonrisa que entreabre tus labios. Eres muy guapo. Unas perlas de sudor empezaron a formarse en tu frente.
Pero en un instante, tu expresión se transforma y tus ojos risueños recuperan su mirada de fiera. Tu lunar exulta. No terminamos todavía.
Me pongo arriba y me apoyo en tus hombros, te voy a hacer venir bien rico. Me agarras las nalgas con fuerza y te hago entrar de nuevo, acogedora y húmeda. Empiezo a moverme lento, disfruto tanto tenerte adentro. La tienes dura e hinchada, me pongo a jugar un poco con ella. Te hago entrar y salir, me sobo en la punta, te atormento un poco, te hago esperar y de pronto te hundo de nuevo dentro de mí.
Volviste a apretar una de mis tetas, mis caderas se pegaron a las tuyas y mis movimientos son profundos y fuertes, nuestras lenguas se pelean con rabia. Me das tu dedo para que lo chupe, te lo lamo lascivamente, mirándote a los ojos, sé que te gusta. Tu mano vuelve a mis nalgas y me metes lentamente el dedo mojado. Me arqueo. Conocías el detonante. Acelero el ritmo.
¿Te gusta que te cache así? Tus gemidos me contestan, cerraste los ojos y fruñes las cejas.
Qué rico verte así a punto de venirte. Siento una ola de placer subir desde mis piernas, te siento tan rico, acelero más y trato de contener un par de segundos el orgasmo enorme que siento llegar.
Tu verga se contrae, te estás viniendo en un respiro inmenso. Se derrama mi ola y miro al techo mordiéndome el labio para no gritar.
Regresa la calma en tu cuarto. El silencio repentino y el desorden de la ropa en el piso son hermosos.
Linda tormenta la acaba de pasar.
Hace calor, pero seguimos abrazados, un animal de dos cabezas sudado y feliz. Me encanta ver cómo tus tatuajes se pegan a mi piel, es como si quisieran imprimirse en ella.
Busco tu cadena para respirarla de nuevo. Huele a amor.
Desaparecimos de la tierra y ni siquiera son las 4.