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Madre e hijo, experiencias eróticas (IV)

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Pasaron dos semanas y yo pensaba únicamente en que llegase otro fin de semana donde quedarme a solas con mamá. Finalmente ese día llegó, mientras en mi cabeza solo habitaban imágenes de lo sucedido con ella y de esa foto tan sugerente que me envió.

-Mamá, ¿quieres que entrenemos? –pregunté yo, sabiendo la respuesta.

-Por supuesto, me cambio y listos –dijo ella muy alegre

Como ya era habitual, tras el entrenamiento nos dirigimos a la ducha, nos desnudamos y entramos. Cogí el jabón y se lo pase a mamá, ella comenzó a extendérmelo por el pecho, yo me aproximé a ella rozando con mi pene erecto apuntando a su vagina. Mamá entonces me lo agarro con suavidad y comenzó a masajearlo suavemente. Mientras lo hacía tome el jabón, y comencé a extendérselo por sus pechos masajeándolos suavemente, y disfrutando de su suavidad.

Tras continuar un rato así, mamá se dio la vuelta, y pego su culo a mi pene, tomo mis manos nuevamente y continuo masajeando sus pechos con ellas. Poco a poco, fue bajando hacia su vagina, donde comencé a notar el bello. Yo dejaba a mamá llevar mis manos donde ella quisiera, dejaba que usara mis dedos para pasar por sus labios vaginales, no llegaba a meterlos, solo rozaba su precioso coño con ellos.

Finalmente, nos aclaramos el jabón y salimos de la ducha, nos secamos mutuamente y mama me dijo:

-Me encantan estos ratos contigo cariño –para, acto seguido, darme un beso rápido y breve en los labios.

-Y a mí también mamá –dije sonriendo de forma sincera.

Mamá se fue a su cuarto desnuda por la casa, y yo fui al mío.

Tenía claro que aquello estaba avanzando hacia un punto donde quizá, con algo de suerte podría alcanzar la meta que deseaba desde hacía tantos años, hacer el amor con mamá.

Tomé una decisión, llevar a mamá al pueblo el fin de semana siguiente, así pues le dije:

-Mamá, ¿quieres que vayamos a pasar el finde al pueblo, ya que va a hacer sol y buena temperatura?

-Me parece una idea genial cariño, me apetece mucho estar los dos solos en el pueblo –dijo mamá con un tono sensual.

El fin de semana llegó, cogimos el sábado temprano el coche, durante el trayecto mis ojos se desviaban de la carretera por el precioso escote de mamá. Cuando llegamos al pueblo, abrimos la casa y revisamos que todo estaba en orden. Así pues, fuimos al patio, y decidimos tomar el sol y relajarnos.

-Oye cariño, podemos aprovechar a hacer nudismo y ponernos morenos –dijo mamá mientras se descalzaba.

-Me parece buena idea además estamos solos y en la intimidad –dije yo de forma sugerente.

Mamá se desnudó por completo, se quitó el sujetador dejando libres esas hermosas tetas, y se bajó las braguitas de encaje que llevaba. Yo, por mi parte hice lo mismo, quedándome totalmente desnudo y con mi pene comenzando a erguirse.

Tras un rato tumbados mamá me dijo:

-Paul, vamos a echarnos algo de aceite, así nos protegemos y nos ponemos morenos –a la vez que me pasaba el bote de aceite.

-Vale, date la vuelta que te voy echando –dije yo con iniciativa.

Mamá se tumbó boca abajo, y yo comencé a echarle aceite por la espalda, baje por sus lumbares, y comencé a embadurnarle las nalgas, masajeándolas con suavidad.

-Bien, gírate y te echo por delante mamá –dije yo con ganas de tocarle los pechos.

Mamá se giró, y comencé a echárselo por el abdomen, subiendo poco a poco a sus tetas y embadurnando sus pezones rosados y grandes de aceite. Entonces poco a poco baje hacia sus ingles y sus muslos, y los recorrí por la parte interna rozando los labios de su vagina.

-Venga cielo, que te pongo yo ahora –dijo tomando el bote de aceite.

Yo me tumbé boca arriba, pues solo quería ver como sus pechos se movían mientras me masajeaba. Mamá comenzó a echarme aceite por los pectorales y el abdomen. Al poco rato, se echó aceite de nuevo en la mano, y la dirigió a mi pene. Comenzó un suave masaje de arriba abajo, recorriendo con su mano desde la base hasta la punta. Sus pechos me rozaban en mi pecho, y mamá se acomodó un poco más sobre mí. Yo disfrutaba mirando cómo me tocaba y como sus pechos se movían sutilmente. Tras un rato, mamá se quedó mirándome fijamente a los ojos, nuestras caras estaban bastante cerca. Yo, de forma casi subconsciente, iba acerándome a sus labios, hasta que quedamos a escasos milímetros.

-Dios… -dijo mamá en un suspiro.

Y nuestros labios se fundieron en un beso. Comencé poco a poco a meter la lengua, y mamá me correspondía juguetona. Su mano seguía acariciando mi pene, mientras que yo comencé a acariciar uno de sus pechos con suavidad.

Continuamos varios minutos así, hasta que mamá soltó mi pene, separo sus labios y se puso de pie. Yo pensaba que quizá se había arrepentido de golpe, pero para mi sorpresa, tomó mi mano ayudándome a incorporarme, y comenzó a caminar hacia dentro de la casa, guiándome tras ella hacia su cuarto.

Cuando llegamos, mamá se sentó al borde de la cama, y yo a su lado. Sus pechos me rozaban, mientras mamá volvía a besarme. Yo la rodeaba con un brazo por la cintura mientras nuestras lenguas jugaban, y con el otro comencé a acariciar sus muslos, subiendo hacia su coño. Cuando llegué note la humedad fruto de la excitación, y comencé a acariciar su clítoris suavemente con mis dedos, haciendo que mamá gimiese de gusto. Empecé entonces a besarla el cuello y a bajar hacia uno de sus pechos. Mamá tornaba la cabeza hacia atrás fruto del placer.

-No sé cómo hemos aguantado tanto para hace esto… -dijo entrecortada por el placer.

-Porque no estaba seguro de si querías o no –dije yo mientras chupaba uno de sus pezones.

-Mmmm… llevo deseando esto desde hace semanas… -dijo entre suaves gemidos.

Mamá comenzó a masturbarme despacio, ambos hacíamos movimientos muy suaves, fruto del miedo de esta nueva experiencia.

Tras unos minutos así, mama dijo:

-Túmbate en la cama Paul –separándose un poco de mí y dejando de masturbarme.

Yo, haciendo caso a mamá, me tumbe hasta apoyar la cabeza en la almohada, mientras ella escalaba sobre mí hasta tumbarse en mis caderas, dejando justo detrás de ella mi pene.

Nos quedamos así unos minutos, mirándonos con una sonrisa de felicidad. Entonces mamá, se incorporó un poco, tomó mi pene con una mano y lo situó a la entrada de su coño. Poco a poco se la fue metiendo, acostumbrándose a su tamaño, hasta que finalmente se la metió del todo en un suspiro de gusto.

Mamá comenzó a mover sus caderas sobre mí, de forma lenta pero continuada, mientras yo acompañaba su movimiento agarrando sus caderas. Mamá tomó mis manos, y las colocó en sus pechos insinuando que quería que se los acariciase.

-Es tan placentero como me había imaginado… -dijo mamá en voz alta entre gemidos.

-Mmmm… es aún mejor mamá –decía yo ahogado por el placer.

Entonces mamá se inclinó sobre mí, y comenzó a botar sobre mi pene a mayor ritmo. Yo agarraba sus pechos y lamia sus pezones con pasión.

-Me encanta que me los chupes hijo –dijo mama con voz entrecortada por el esfuerzo y el placer.

Mi pene entraba y salía con suavidad por su coño, notando el calor del coño de mamá abrazándolo y dándole gusto.

Al poco de estar así, agarré con firmeza del culo a mamá, hinqué mis pies en la cama y comencé a hacérselo de forma más rápida e intensa. Mis caderas chocaban contra las suyas.

-¡Mmmmhh… joder…! –dijo mamá en un quejido de gusto y placer mientras me besaba apasionadamente.

Continué a ese ritmo varios minutos, hasta que mamá comenzó a correrse de gusto y pocos segundos instantes yo la acompañé corriéndome también.

-¡Ahhh… ahhh… AAAAHHH! –gritó mamá de placer

- Ooohhh… -gemí yo de gusto.

Mamá se quedó como estaba, apoyando su cabeza en mi pecho. Ambos jadeábamos fruto del placer.

-Ahora nos vendría bien una ducha, ¿no crees cielo? –dijo mamá entre suspiros.

-Si, la verdad que me apetece mucho mamá –dije yo.

Fuimos a la ducha, abrimos el agua y nos quedamos varios minutos bajo ella, besándonos, muy pegados uno del otro, mí manos rodeaban a mamá y acariciaban su culo.

Tras la ducha, nos pusimos a comer para recuperar energías, y pasamos la tarde de forma tranquila, como si nada hubiera ocurrido.

Al caer la noche, nos acurrucamos en el sofá a ver alguna película. Mamá acariciaba con una mano mi pelo y con otra mi pecho, llevaba de nuevo ese pijama de franela de la última vez, solo que en esta ocasión se había abrochado muy pocos botones de la camisa. Yo llevaba una camiseta corta y un pantalón corto de pijama. Mi pene se iba poniendo erecto, y mamá se dio cuenta. Comenzó a acariciármelo por dentro del pantalón, de forma suave y poco a poco se colocó frente a mí, y con gesto dulce me bajo el pantalón, liberando mi pene. Podía ver sus pechos colgando dentro de la camisa, mama comenzó a pasar su lengua desde la base de mi pene hasta la punta, dando un par de suaves lametones mientras me miraba con amor. Entonces a la tercera ocasión al llegar a la punta de nuevo, abrió la boca y se lo metió entero. Comenzó un movimiento de cabeza continuado, donde podía notar como jugaba con su lengua y mi pene.

-Mmmm… que bueno mamá… -decía yo entre gemidos de placer mientras cerraba los ojos.

Mamá continuó varios minutos, y yo al darme cuenta de que si seguía así me correría, y eso era algo que no quería aun, le dije:

-Para, espera, ahora túmbate tú y déjame hacerte a mí –le dije apartando con suavidad su cabeza de mi pene.

-Vale cariño –dijo con una sonrisa mientras me daba un beso en la boca.

Mamá se tumbó y yo le quité el pantalón del pijama. Tenía su precioso coño apuntándome, así que comencé a besar sus muslos en dirección a su vagina.

Empecé a besar su clítoris, pasando la punta de mi lengua mientras jugaba con él. Poco a poco comencé a dar lametones, y a hacer ventosa con mis labios sobre él. Mama comenzaba a estremecerse del gusto, a la par que agarraba mi cabeza y tiraba de mi pelo.

Continué succionando su clítoris, mientras iba metiendo poco a poco los dedos en su vagina.

-Ahhh Paul, me encanta cariño… -gemía y suspiraba mamá fruto de placer.

Note como mamá se iba corriendo a medida que succionaba su clítoris con más intensidad.

Me incorporé con el sabor de sus jugos aun en los labios.

-Vamos a tu cuarto mamá –le dije.

Cuando llegamos, le dije:

-Túmbate ahora tú en la cama mamá.

Mamá se tumbó en la cama y se desabrochaba sensualmente la camisa del pijama dejando sus preciosos pechos al descubierto, colocando sus piernas en ángulo y mirándome con deseo, diciéndome con sus ojos que me quería dentro de ella.

Me subí a la cama, y coloqué mi pene justo a la entrada de su coño., rozando con la punta sus labios vaginales. Poco a poco empecé a meterla, y me fui situando frente a frente con mamá. Cuando la había metido entera, comencé un movimiento suave y seguido, mientras mamá me agarraba la cabeza para acercarme a su boca y besarnos con pasión.

Comencé a subir la intensidad de mis movimientos y a besarle el cuello a mamá mientras ella comenzaba a estremecerse del gusto.

-Dios… me vas a matar de placer Paul… -dijo mamá suspirando.

Subió sus piernas hasta la base de mi espalda y las cruzó, en un gesto de no querer que se la sacase nunca.

Yo sentía que me iba a correr pronto, así que acelere el ritmo y subí la intensidad de mis embestidas.

-Cariño sigue así… me voy a correr… ¡Aahhh! –gimió mamá.

-¡Aaahhhh!, yo también me corro… -dije yo mientras nos corríamos ambos al mismo tiempo.

Tras recuperar el aliento unos instantes se la saque a mamá y me quede tumbado junto a ella. Ambos estábamos agotados, mamá me dio un beso en los labios muy maternal, y se giró tomando mi mano para abrazarla y quedarnos dormidos.

Al día siguiente mamá se despertó antes y preparó el desayuno, solo llevaba una bata y era evidente que nada debajo, y llevaba solo un pantalón corto. Desayunamos con calma, y tocaba volver, así pues recogimos todo y cerramos la casa.

De camino en el coche mamá me acariciaba la cabeza con ternura. Cuando llegamos y aparcamos en el garaje mamá me dijo:

-He disfrutado muchísimo cariño, no sé cuánto voy a aguantar para volver a pasar el finde solos –mientras me daba un beso en los labios.

Subimos a casa y mi padre ya estaba allí, le saludé y me dirigí a mi cuarto.

Me quedé tumbado en la cama pensando en todo lo que había ocurrido, y dándome cuenta de que aquello podía ser solo el principio, lo cual me hacía sonreír de felicidad.

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