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Mamá ¿Qué estás haciendo?
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Tiempo de lectura: 4 minutos

A mis 20 años he tenido suerte con las chicas en todo sentido, perdí la virginidad junto a una compañera terminando el colegio y desde aquel invierno he descubierto el dulce placer entre hombre y mujer. Actualmente trabajo como asistente contable, aburrido así como mi carrera, ciertamente jamás se me había pasado por la cabeza lo que estaba sucediendo tan bruscamente. Mis padres se separaron ya hace unos 7 años por infidelidad de él, siendo hijo único pues no tuve más remedio que echarle ganas a todo, escuela, trabajo, etc.

Chico con suerte, piel blanca y cabello hasta los hombros, 1.80 centímetros de altura y ojos cafés. Mi madre por su parte es una mujer muy amorosa, 1.65 de altura, para sus 41 años se mantiene muy bien, ojos cafés, grandes pecho y un trasero que ciertamente es un deleite absoluto.

La cuestión fue realmente brusca, un viernes saliendo del centro de la ciudad después del trabajo pensé que era ganado pasar por unas cervezas antes de ir a casa, junto a una compañera fuimos al bar a lo que el alcohol empezó a hacer efecto, nos besamos y acariciamos saliendo del bar, pero no pasó a mayores pues ella decía no tener tiempo y debía regresar a casa. Con la verga dura pedí un auto y llegué a casa en unos 20 minutos. Disimuladamente me acomodaba la verga a lo que mamá me recibe con el típico abrazo.

– Hola hijo, creí que tardabas!

Deleite del cielo, no traía sujetador y esas grandes tetas rebotaban acercándose y luego las sentía muy pegadas a mi. Un abrazo poco común diría yo ya que jamás había abrazado a mamá teniendo la verga efecto y con unas cervezas encima. Tanta fue mi sorpresa y deleite que mi pene palpitaba y por lo cercano del abrazo ella así lo sintió, a lo que creí prudente despegar un poco mi pene de ella.

– Voy a tomar una ducha mamá!

Caminaba disimulando esa cosa dura que realmente se puso peor al sentir ese par de tetas enormes besando mi torso.

Por descuido quizá me metí al baño sin siquiera llevar ropa ni toalla alguna, torpeza que terminó en mi pedida de auxilio.

– Mamá me pasas una toalla por favor?!

A lo que ella solo me daba el OK y en contados segundos llegaba hasta la puerta del baño.

– hijo, ten

Decía mientras yacía parada frente a la puerta del baño. Torpemente abrí la puerta, no pude siquiera masturbarme y eso empeoraba mi nerviosismo. Al abrir la puerta a medias resbale levemente y pude sostenerme del inodoro que estaba cerrado con mi ropa de trabajo sobre él.

– Ten cuidado hijo

Decía mamá entrando al baño con la toalla en mano pero su expresión quedaría helada y sus ojos fijos al entrar. Sujetándome contra el inodoro con mi mano izquierda y del piso con la derecha mi cuerpo estaba enteramente desnudo y mi verga expuesta a ella. Luego de entrar ninguno dijo nada, era yo mirándola y era ella sin vergüenza con la mirada en mi entre pierna. Realmente no sé si fueron segundos o minutos pero estábamos congelados, yo no me cubría el pene, éste permanecía duro en su máximo esplendor y ella levemente boquiabierta aún deleitaba la escena, mi cuerpo al piso en su mayoría y mi verga imponente.

No sé cómo pero me incorporé lentamente a lo que ella seguía mirando fijo en ese pedazo de carne. Me consta que en todo ese tiempo que estuvo separada no tuvo pareja alguna y esa hambre estaba voraz ante aquello que se veía para ella realmente apetitoso. Tomé la toalla de su mano y la estiraba pero ella no la soltaba, tres intentos y entonces despertó de ese trance en el cual mi hipnótico pene la tenía atrapada.

– Estás bien hijo?

Me decía tomándome del hombro y sin soltar aun la toalla.

– Siéntate

Me dijo a lo que solo hice caso sentándome sobre la ropa usada que estaba sobre el inodoro y llevando la toalla extendió mi brazo y comenzó a secar ignorando mi enorme verga que seguía intacta.

– Debes tener más cuidado, no puedes ducharte sin traer calzado alguno, es resbaloso

Decía mientras continuaba secando esta vez mi otro brazo y parte de mi hombro. Por mi parte yo solo observaba callado y sin vergüenza de tener mi parte dura frente a mi madre de sangre. Ella no disimulaba, me secaba lo que podía pero su mirada iba una y otra vez a mi pene. Terminó con mi torso y con ayuda de mis calzados de trabajo se arrodilló para seguir secando, o al menos esa era la intención. Extendí mi pierna y teniendo a mamá de rodillas en el piso mi pene palpitaba aún más, estaba tan duro. Mamá terminó de secar mis piernas y se dispuso a sacar mi entre pierna con tal naturalidad como si de algo normal se tratara. Agarró mi pene en su mano izquierda, sosteniéndolo fuertemente, en sus pequeñas manos se veía enorme a pesar de ser promedio.

– Creciste mucho.

Decía en lo que mi verga respondía por mi dando una palpitación fuerte, ella lo sintió pues prácticamente le sacudió la mano. No dijo nada, eso no lo esperaba, abrió más mis piernas y lo metió entero sin siquiera dar un respiro.

– Mamá ¿qué estás haciendo?

Le dije feliz, excitado, sorprendido y agradecido mientras ella no decía absolutamente nada, solo chupaba, deleitaba. Su cabeza subía y bajaba, sus manos en cada muslo mío, solo se escuchaba el sonido de mi miembro siendo devorado. Tardé en reaccionar pero al fin ya decidido puse mi mano sobre aquel cabello enteramente lacio, acariciando la cabeza de mamá mientras chupaba como nadie lo había hecho jamás. Sinceramente estuve con varias chicas de varias edades y ninguna se comparaba con la maestría de sus labios y lengua que danzaba una coreografía antes nunca sentida en mi dura parte. Era muy extraño, pues el deleite era tan voraz, estaba que explotaba y a pesar de ello no había terminado de placer. Siguió su arte y en vista que mi pene no se rendía a darle lo que ella quería lo soltó y siguió besando mi vientre, subiendo por mi torso, llegando a mi cuello y susurrando muy muy despacio.

– Dejas que mamá suba?

No dije nada, sólo ascendí la cabeza en lo que rápidamente ella se ponía de pie, esa remera blanca era rápidamente desechada y se veía un par de enormes pechos, su mirada estaba fija en mi que quedaba inmóvil viéndola desnudarte. Llevaba solo una falda ligeramente llegando a las rodillas, no se la quitó, pero una tanga negra si. Se acercó y sin decir absolutamente nada se posó sobre mi, no había medido aún mi miembro en ella. Solo seguía viéndome, entonces tomó mis manos y más puso ella misma en sus tetas a lo que reaccioné de inmediato sobando y chupando aquella obra de arte que llevaba en frente. Orgullosa de su logro finalmente se levantó levemente y tomando mi pene desde atrás la puso en posición y dio la primera sentada.

Fue fulminante, se metió mi verga entera y empezaba a subir y bajar como si fuera una danza prohibida, cada vez que bajaba yo creía que me venía pero no era así, ella seguía como loca, en mi vida imagine ese talento que tenía en las caderas, me embestía duramente una y otra vez en lo que yo recordando mi infancia chupaba esas tetas sin parar. Finalmente ella estaba logrando llegar por si misma al máximo placer, gemía duramente, se retorcía, su cuerpo estaba contento devorando la verga de su hijo. Y lentamente, al sonido de su voz apagándose, el movimiento de caderas iba desacelerando y un chorro de felicidad se sentía sobre mis piernas. Agitada, sin aire, jadeante y satisfecha por el momento, bajó de su trono, volvió a ponerse de rodillas y en un par de chupadas tuvo su recompensa, blanco semen iba emergiendo y no era desperdiciado, lo tragaba, lo disfrutaba. Así era el inicio con mamá.

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