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Marisqueada

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No es algo nuevo, todos mis seguidores saben que me echo un maratón, que casi siempre comienza en viernes en la noche, y termina el lunes al mediodía. Lo que sí va a ser diferente es el enfoque de Semana Santa que tuvo.

Para los que no saben, me encamo con mi marido desde el viernes en la noche, sólo tenemos espacios para descansar y comer algo, y lo suelto el lunes en la mañana, después de que cumplió con el mañanero que puede ser darme un biberón o regarme la leche en mi interior. Mientras él se baña, yo le preparo el desayuno y me vuelvo a acostar. En el momento que mi marido sale, yo me levanto, me visto y me voy al despacho de Bernabé, mi amante, quien me recibe ya encuerado. Me desviste y se pone a chupar todas y cada una de las partes donde mi cornudo me puso leche, o yo me la embarré para que la disfrutara Bernabé. Claro, lo que más le gusta es limpiarme las verijas y la panocha, esto último lo hacemos en un 69. Practicamos unas posiciones más y nos metemos a la ducha, donde él termina enculándome. En resumen, antes de mediodía salgo limpiecita y satisfecha de haber hecho feliz a alguien más, y me voy a casa para atender mis labores de ama de casa.

El lunes 3 de abril, al regresar de mi habitual servicio de limpieza, me puse a ver el correo y contestarlo. En uno de ellos, Jonathan me preguntaba “Hola muy buenas tardes, ¿cómo está esa bodega recolectora de leche?”, a lo cual le contesté “Buenas tardes. Ya fue limpiada a pura lengua y vuelta a llenar...”

También leí uno de Tita quien me preguntaba por algunas recetas para la cuaresma. Le anoté algunas que seguramente ya conocía, pero le cuestioné si su pregunta era para comida, o de las otras recetas que nos pusimos a escribir una vez. “Era pregunta real, pues no quiero ponerme a pensar, pero si tienes alguna nueva de las otras que son más ricas, no te olvides de dármelas”.

El martes y el miércoles no hubo mucho qué decir, sólo asuntos de los correos. Como: “mándame otra foto”, pero ellos no me mandan nada; “Quiero conocerte”, “dame tu teléfono”, etcétera. Lo exigen, como si yo fuera a estar haciendo caso de caprichitos. ¡No señores!, aunque no lo crean, soy muy discreta. Mi marido cree que él es el único, mis hijos saben que soy una abnegada ama de casa y que, si me oyen gritar pidiendo “más”, es porque mi esposo me está dando mucho amor y, en todo caso, temen que su papá quede tieso en una de esas, muriendo con la sonrisa de felicidad puesta. De mis encuentros clandestinos, sólo doy cuenta aquí, en mis relatos y sólo sabe algo la ex de mi amante, pues comparto al sujeto con todo y cama, incluido un juguetito que nos compró (bueno, lo compró para ella, pero lo usamos las dos) y porque ella, así como yo, me conoce en fotos. La esposa de mi amante sólo sabe de la ex, pero no de mí, aunque alguna vez, hace muchos años, la conocí cuando fue a la oficina donde yo trabajaba a recoger algo (bonita, unos ocho años mayor que yo y once menos que la ex).

En otras palabras, mis pecados lo saben los lectores y el padre que me confiesa, quien no siempre es el mismo, desde que ya no voy con el lujurioso que pedía detalles (¡hasta le tuve que dar la dirección donde habíamos subido mis fotos!, ¡Qué bueno que ya cerraron ese sitio web!). Todo eso lo saben los lectores, pero nunca faltan los que sólo han leído un relato mí y me preguntan cosas que están en otros; Yo los mando a que los lean, pero no es costumbre que lo hagan.

Sin embargo, el miércoles releí las recetas que hicimos Tita y yo: “Crema batida”, la cual comienza con “Se toma un plátano macho y se agita fuertemente durante unos minutos para que suelte la crema a chorros”; otra más, llamada “Tamal de pescado con salsa blanca”, es para que la prepare un hombre y dice así: “Tome un tamal con olor y sabor a pescado. Abra un poco las hojas, lo suficiente para introducirle un chile a manera de inyección. Agite fuertemente el chile dentro del tamal hasta que escurra en el interior suficiente salsa blanca. Descanse un poco, sin sacar el chile y aproveche el tiempo para degustar un par de ubres sudadas, oprimiéndolas suavemente con los labios y las manos. Cuando el chile se haya salido, cambie de posición para que la dueña del tamal chupe el chile en tanto que usted degusta la salsa y el contenido de jugos del tamal. Si desea cocina de alto nivel, puede rellenar el tamal con la salsa de varios chiles y dejar reposar minutos u horas entre un chile y otro.”

Pero la mejor fue la marisqueada: Pulpa de Jaiba, Almeja en su concha, etc. Los mariscos son afrodisiacos para el hombre, dice la tradición y no está errada. Sin embargo, no a todos les parece así, sólo a aquellos que gustan del olor y del sabor fuertes de la vulva pues los mariscos y pescados pueden llegar a tener ese olor y sabor de la mujer que quiere ser preñada y lo intenta varias veces al día. Para aspirar y degustar la exquisitez máxima es necesario hacer una buena preparación: Habrá que rociar abundantemente la almeja con leche bronca varias veces en el día, cuidando de que no haya otro sabor más (evitar principalmente el agua y cualquier otra sustancia que demerite el proceso). En los lapsos que no pueda verter leche, puede estimular con masajes el botón y las partes más sensibles del marisco, no importando que se desprendan vellos por la fricción, para que la almeja suelte buena parte de su jugo que es imprescindible para marinar y que la leche se fermente. Cuando el olor pueda atraer al comensal sin necesidad de llamar a éste, dele una entrada previa de ubre tibia y suave (hay quienes las prefieren algo bofas, es cuestión de gustos y de lo que la cocinera tenga) para que pase a saborear el plato fuerte, que seguramente durante la degustación sacará más jugo. Es de buen gusto acompañarlo con una ordeña oral.

La almeja, cuando se tienen diferentes comensales y se les ofrece a todos para que la degusten (individualmente o en grupo), tiene muchas virtudes para la dueña, entre ellas la del políglota pues se conocen muchas lenguas.

En esta ocasión, puesto que jueves y viernes no trabajó Ramón, mi marido, el maratón y recolección de leche inició desde el miércoles en la noche. El tiempo de descanso fue mayor, así que tuve tiempo de atender correspondencia, la cual seguía con olor a mariscos: “¿Qué tal?, ¿cómo está esa almejita rica?”, que yo contestaba “Babeando, con ganas de pecar, después de misa, claro.” o también “Espero que mi marido se le antoje mi almeja que huele a jaiba de tanto uso que le dio, hoy es día de mariscos y pescado”. También me enviaron la foto de un buen ejemplar, en descanso y sin pelos con la recomendación “por si se te antoja un camaroncito”, ja, ja, ja, ¡y sí! cuando están en reposo, reponiéndose del fragor de tantos disparos, parecen un camarón. Contesté “me chupé el que me encontré en la cama y aumentó de tamaño, hasta los sesos se le salieron”.

El sábado, al despertarme, mi marido me cantó “Te voy a cambiar el nombre/ ahora te llamaras Gloria”. “¿Por qué Gloria?” pregunté. “Porque hoy la Gloria se abre y quiero entrar en ella”, me dijo con el palote muy crecido, y, abriéndome las piernas, ¡entró en la Gloria! ¡Fue divino!

El domingo, después que el sábado disfruto de muchas posiciones y me regó las tres entradas, pensé que habría poca acción, ¡pero no!, lo primero que vi al abrir los ojos fue una vergota con gotas de presemen en el glande. “¿Quieres desayunar…?”, me preguntó. Antes de abrir la boca para tomar mi biberón, le pregunté “¿Por qué la traes tan crecida?”, “Es que es domingo de resurrección, y se levantó para ir al Paraíso”, me contestó y abrí la boca…

Debo aclarar que yo no me bañe desde el jueves, imagínense como olíamos el lunes… ¡A puro pescado! Yo tenía las nalgas y las axilas bañadas varias veces con el sudor de las cabalgatas, además, me embarraba toda la leche que no entraba, la que se regaba en la panza o en la espalda.

Hoy, lunes 10, mi marido me dijo “Vamos a bañarnos, vieja cochina, ¡apestas a pura cogida y sudor!”. “Báñate tú, yo te voy a hacer de desayunar y me bañaré más tarde”, le contesté y fui a hacerle el desayuno. Al salir mi marido, le envié un mensaje a Bernabé: “Tu desayuno está listo, amor, al rato te lo llevo”. “Te espero, no tardes”, fue la respuesta. Llegué con mi amante y en un santiamén ya estábamos en la cama. Él, con la verga bien parada, me olió y lamió todo el cuerpo, sin dejar una zona por donde pasara la lengua. No sé cuántas veces se vino, sólo recuerdo la del 69 que fue abundante y la de la enculada en la ducha.

Limpiecita, llegué a mi casa y sonó el celular: “¿Cómo está mi esposa amada?”, preguntó mi marido. “Además de muy amada, también ya estoy limpia y bañada”, contesté. “¿Acaso lo segundo no implica lo primero?”, preguntó creyendo que cometí un pleonasmo. “No, papi, la limpieza es lenta, la hago por partes para gozar del olor y sabor del semen que me dejaste. Después, ya limpiecita, me baño muy bien con jabón”, le aclaré. ¡Qué Semana Santa, plena de recogimiento!

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