Nuevos relatos publicados: 16

Me corro en tu polla, papá

  • 20
  • 62.745
  • 9,26 (27 Val.)
  • 1

El final.

Berta era una joven morena y delgada, sus ojos eran azules, su cabello negro y largo, sus tetas eran redondas y su culo importante. Tenía más de dieciocho años cuando se casó y lo hizo para empezar una nueva vida lejos de su tía, de su padre y de su hermano, pero pasado un tiempo lo que le hacía su marido en la cama no la llenaba. Una noche le habló de lo que necesitaba en el sexo para ser feliz.

-... Ya ves, soy una mujer muy rara.

Benito era un hombre enamorado de su esposa y compresivo.

-Vamos para la habitación que haré realidad algunas de tus fantasías.

Berta estaba decidida a volver para su casa, por eso le dijo:

-Prefiero que vayamos al cementerio y las hagas realidad allí.

Benito la miró con miedo.

-¡Ah no, eso si que no!

Berta siguió con su plan.

-Eso es porque no me quieres lo suficiente. Mañana vuelvo para la casa de mi padre.

Benito medía casi un metro ochenta de estatura, pero por la noche le tenía miedo a los cementerios, mas amaba demasiado a su esposa y no quería perderla. Se echó el alma a la espalda y le preguntó:

-¿Encima de qué tumba quieres hacerlo?

La pregunta cogió a Berta fuera de juego, pues ella de noche también le tenía miedo a los cementerios, pero pensando que lo iba a acojonar, se levantó, cogió las llaves del auto sobre un mueble y le dijo:

-Sobre la de Amalia. Yo conduzco.

-¡¿Quieres follar encima de la tumba de una bruja?!

Berta se puso muy seria para decir:

-Sí, y si no lo haces es porque no me quieres lo suficiente.

Benito estaba entre la espada y la pared. Eligió clavarse la espada.

-Vamos.

Al llegar al cementerio estaban los dos cagados de miedo. Saltaron la tapia con la luna menguante en todo lo alto y medio escondida entre unas nubes. Los recibieron dos mochuelos. A Benito le temblaron las piernas al oírlos ulular, pero a Berta aquella música nocturna, aquel olor a barniz mezclado con cera quemada y con otros olores fuertes la excitaron y el miedo se le fue.

Berta, que iba detrás de su marido, al llegar a la tumba de la vieja bruja le puso una mano en el hombro. Benito con el susto cayó de culo sobre la lápida de la tumba y meó por él. Berta le dijo:

-Te iba a decir que te sentaras sobre la tumba pero parece que tenemos telepatía.

Benito no podía ni hablar. La polla se le había encogido tanto que se perdiera entre los huevos. Berta bajó la cremallera de sus vaqueros, después bajó las bragas y el pantalón hasta las rodillas y le dijo:

-Abre la boca que voy a hacer realidad una de mis fantasías…

Benito abrió la boca. Berta comenzó a orinar, pero no tenía puntería y el chorro de orina que salió de su coño le cayó en la cabeza, después fue bajando y mojó su cara, luego entró en su boca y al final mojó su cuello. Benito lo agradeció, así su mujer no sabría que con el miedo se había ido por la pata abajo. Al acabar de mear por él le dijo:

-Ahora me vas a comer el coño hasta que me corra cómo una perra.

No iba a poder ser. El enterrador tenía una casa al lado del cementerio y se ve que los habían visto saltar la tapia y lo habían avisado. Sintieron su voz:

-"Os encontraré, hijos del diablo."

Berta subió las bragas y los vaqueros y luego saltaron la tapia del cementerio por la parte de atrás para luego subir a su auto y regresar a casa.

Al día siguiente Benito llegó a casa con un paquete y se lo dio a su esposa. Berta le preguntó:

-¿Qué es esto?

-Ábrelo.

Lo abrió y se encontró con un arnés con una polla, pinzas metálicas, unas cuerdas, lubricante y un látigo.

Berta mirando el material, dijo:

-Joder, joder, joder.

-¿Qué pasa?

-Que me bajó la regla esta mañana.

Benito se lo tomó con calma.

-Todo lo que hay en la caja no se va a escapar de ella.

Seis días después, Julio, el cuñado de Berta, un veinteañero, alto, moreno, de ojos negros, pelo negro y rizado, ancho de espaldas y con un buen culo, tomando un café sentado a la mesa de la cocina, escuchaba cómo le decía su cuñada:

-... Me dijo tu hermano que vas a sentar la cabeza.

Daban las cuatro en el reloj de pared que había en la sala, cuando Julio le respondió:

-Eso fue antes de saber de tus fantasías, hasta que encuentre una mujer cómo tú no la siento.

Berta luego de oír a su cuñado se sintió cómo si le hubieran dado una puñalada trapera.

-¡¿Tu hermano te contó nuestras intimidades?!

-Me lo cuenta todo. ¿Ya se te fue la regla?

Berta quiso saber hasta dónde llegara su marido.

-¿Lo del cementerio también te lo contó?

Julio tomó un sorbo de café y después le respondió:

-También.

Berta estaba indignada.

-¡Hijo de puta!

-¿Por qué me llamas hijo de puta?

-Se lo llamé a tu hermano.

-Viene siendo lo mismo.

-Pes no lo retiro.

-Cambiemos de tema. ¿Ya estás potable?

Berta estaba cabreada con su marido y se las iba a hacer pagar metiéndole los cuernos.

-Pues sí, mira, ya estoy potable.

-Sabes.

-¿Qué?

-Que a mí también me gustan las cosas raras en el sexo.

-Dime una.

-¿Te lamieron las axilas alguna vez?

-¡No me jodas! ¿Te gusta lamer las axilas?

-A mí me las lamió un hombre y me gustó.

-Eso sí que es raro. ¿Eres medio maricón?

-Para nada, pero a ese hombre le comenté que si me lamía las axilas le dejaba follarme el culo.

Berta no entendía a su cuñado.

-Como no te expliques.

-Me explico, quien me lamió las axilas era un viejo que se me insinuara muchas veces. Quise humillarlo, y a lo mejor darle unas hostias, sin embargo, cómo ya te he dicho, me gustó que me las lamiera.

A Berta le costaba creer lo de las axilas.

-¿Lamiéndote las axilas te pusiste cachondo?

-Ni te puedes imaginar cuanto, tan cachondo me puse que le dejé que me lamiera el culo, que me masturbara y que me mamara la polla. ¡Qué corrida le di en la boca!

-Eres medio maricón. Te la mamó Jacinto. ¿A qué sí?

-¿Cómo dedujiste que me la mamó Jacinto?

-Lo deduje porque la gente habla y una escucha, pero parece mentira que unas lamidas de axilas...

Era verano y Berta llevaba puesta una camiseta blanca donde se marcaban los pezones de sus gordas tetas. Julio le dijo:

-Quita la camiseta si quieres saber que se siente.

-No llevo sujetador.

Mirándole para las tetas le dijo:

-Lo sé, se te marcan los pezones en la camiseta.

Berta lo que se quitó fue la careta.

-La vamos a liar, yo al írseme la regla tengo muchas ganas y sé que tú me deseas.

-¿Cómo lo has sabido?

-Para esas cosas las mujeres tenemos un sexto sentido.

-Quita la camiseta.

Berta ya se lanzó a la aventura.

-Quítamela tú.

Le quitó la camiseta y dejó al descubierto sus redondas tetas con areolas marrones y gordos pezones. Julio le sujetó las manos a su cuñada detrás de la cabeza y lamió sus brazos y sus axilas, las lamió varias veces y después buscó su boca. Al encontrarse los labios y las lenguas se comieron vivos. Luego Julio le soltó las manos y los brazos de Berta le rodearon el cuello.

-No sabes donde te has metido, cuñado.

-Me gusta el peligro.

Julio le echó las manos a las tetas y se las magreó, pero luego de unas mamadas, le dijo Berta:

-Voy a mi habitación. Desnúdate y ven cuando te llame.

Julio se desnudó. Su polla era importante, era gorda, era larga, era una buena polla. Cuando lo llamó entró en la habitación de su cuñada con la polla mirando al techo. Berta estaba desnuda. Tenía el coño emboscado y en su mano derecha sujetaba un látigo de siete lenguas. Le dijo:

-¿Empiezas a saber dónde te has metido, Julito?

-Me doy una idea, Bertita.

Berta se sentó en el borde de la cama.

-Arrodíllate y ven a mi caminando cómo un perro.

Julio fue a su lado caminando a cuatro patas.

-Lame mis pies, y más te vale lamerlos bien si no quieres que use el látigo contigo.

Le cogió el pie derecho, lo levantó, lamió la planta, lamió entre los dedos, los chupó uno a uno... Luego Berta de dio el pie izquierdo, pie al que le hizo lo mismo que al derecho, después puso las manos sobre sus rodillas, le abrió las piernas y lamió el interior de sus muslos hasta llegar al coño.

Berta se echó hacia delante y le dijo:

-Cómeme el coño bien comido.

Julio la desobedeció, le echó las manos al culo, la levantó en alto en peso, le clavó la polla en el coño y le comió la boca. Berta dejó caer el látigo al piso de la habitación, le rodeó el cuello con sus brazos y le dijo:

-Así nunca me habían follado.

Julio la acercó a la pared y le dio caña brava. Follándola se comían las bocas. Era tanta la lujuria que babeaban al chuparse las lenguas y la saliva caía en las tetas de Berta, tetas que se pegaban al pecho de Julio cómo dos lapas. Al rato, Julio, sujetando las nalgas de su cuñada y dándole a romper, le metió la punta de un dedo de cada mano dentro del culo, Berta exploto diciendo:

-¡Me corro!

Berta corriéndose echaba por fuera una cosa mala, tanto echaba que por el interior de sus muslos comenzaron a bajar regueros de jugos. Julio se corrió dentro del coño de su cuñada.

Al acabar de correrse no le quitó la polla del coño hasta echarla sobre la cama, allí se la quitó, luego metió la cabeza entre sus piernas y le dijo:

-Contrae el coño para que salgan mi leche y tus jugos.

Berta contrajo el coño y al abrirlo la leche y los jugos comenzaron salir de él. Julio lamió la mezcla. Berta sintiendo la lengua de su cuñado lamer su coño con la leche y sus jugos saliendo sintió que le venía de nuevo.

-¡Hostias que me voy a correr otra vez!

El coño se siguió abriendo y cerrando, Julio siguió lamiendo la leche y después lamió los jugos de la corrida de Berta.

Al acabar de correrse le dijo Julio:

-Fóllame tú ahora a mí.

-No te voy a follar, te voy a joder bien jodido.

Julio iba de sobrado.

-A ver si es verdad, Bertita.

Berta fue a un cajón del armario y cogió dos pañoletas, luego cogió en la caja las cuerdas y las pinzas metálicas. Le ató los pies a las patas de la cama y las manos a dos barrotes de la cabecera. Al tenerlo atado, amordazado y con los ojos vendados se sentó encima de él. Le lamió la cara, el cuello, las orejas, le mordió los lóbulos. Luego lamió sus brazos y axilas... Con su coño mojado le aplastó la polla y con la lengua le lamió las tetillas. Frotando su coño por toda la polla volvió a lamer su cuello y sus axilas. Luego se puso las pinzas en los pezones. Dejó que la polla se levantase y a continuación bajando el culo la metió toda dentro de su coño y comenzó a follarlo sin contemplaciones. Desde el segundo uno le dio a mazo. Su bello culo volaba de atrás hacia delante y de delante hacia atrás. A los tres o cuatro minutos, tirando de las pinzas con las dos manos y echando la cabeza hacia atrás se corrió diciendo:

-¡Tomaaa!

No paró de follarlo mientras se corría en su polla. Al acabar buscó un segundo orgasmo... Tuvo que parar de follar cuando vio que su cuñado se iba a correr. Le dio cuatro bofetadas de banda a banda.

Luego de abofetearlo, le dijo:

-¡Ni se te ocurra correrte antes que yo!

Al decirlo le apretó el cuello con las dos manos y lo folló de nuevo a toda mecha. Julio se corrió cómo un caballo dentro de su coño. Berta al ver su cara descompuesta por el placer se corrió como una palomita.

Al acabar de correrse le soltó una mano para que se diese la vuelta y después se la volvió a atar. Julio, boca abajo, no se podía imaginar la que se le venía encima. Berta salió de la cama, cogió el arnés con la polla de goma, cogió el lubricante y volvió a la cama. Su lengua lamió la nuca y el cuello de su cuñado, después lamió su espalda, lamió sus nalgas, las abrió y lamió el ojete repetidas veces antes de follarlo, lamerlo y volverlo a follar. Julio gemía dulcemente. Gemía cómo una nena cuando le cayeron dos zapatillazos que le dejaron el culo a arder.

Berta le dijo:

-Esto por follar con la mujer de tu hermano, y esto por invitarme a hacer lo que te voy a hacer.

Julio no se quejó, estaba tan cachondo que le habían gustado. Berta le pasó una uña por una nalga y le hizo sangre. Al tener el culo tan dolorido no sintió el corte. Lo que sintió fue la boca de su cuñada chupar su nalga. Volvió a gemir cómo una nena. Berta parecía una vampira. El sabor de la sangre la volvía loca. Bebiendo la sangre de su cuñado metió dos dedos dentro del coño y se masturbó. Al dejar de echar sangre la herida, hizo otro corte con la uña en la otra nalga y volvió a chupar. Chupando se corrió de nuevo.

Al acabar se colocó el arnés y le echó lubricante a la polla. Deciros a estas alturas del partido que Berta sentía placer causando dolor y sintiéndolo no sería ninguna novedad, la novedad fue que echara lubricante en la polla de goma para no lastimarlo.

A Julio no le hizo ninguna gracia sentir la polla deslizarse entre sus nalgas. Presintiendo lo que le iba a hacer se reveló moviéndose de abajo a arriba, de arriba a abajo, hacia los lados y le llamándole a su cuñada de todo menos bonita, pero cómo es obvio, con la venda no se entendía lo que decía. Quien entendió fue Julio cuando Berta le dijo:

-No te pongas bravo que te va a gustar.

El que iba de sobrado se acojonó cuando sintió la polla de goma hacer círculos sobre su ojete.

-¡No lo hagas!

Lo hizo. La cabeza de la polla entró apretada de cojones. Julio se cagaba en todo mientras la polla entraba en su culo... Al rato con la polla entrando y saliendo de su culo dejó de insultar a su cuñada. Berta le preguntó:

-¿Te gusta?

Julio no dijo nada.

-Sabía que te iba a gustar, maricón.

Poco después, cuando Julio comenzó a gemir, Berta lo agarró por los pelos con su mano izquierda y tiró de la cabeza hacia atrás, le apretó la garganta con la otra mano y lo folló a romper. El roce del arnés el el clítoris de Berta la llevó al orgasmo y con ella se corrió Julio.

Miedo tenía Berta cuando lo soltó que se le rebotara, pero Julio después de quitarse la venda y la mordaza, le dijo:

-Eres increíble, Berta, ninguna mujer me había hecho gozar tanto ni tan intensamente cómo lo has hecho tú.

-Me alegra oírlo, pero vístete que tu hermano no tarda en llegar.

Dieron las seis en el reloj de pared que había en la sala cuando le respondió:

-El tiempo pasa volando a tu lado.

El principio.

Felisa sentada en una silla de la cocina tenía sobre sus rodillas a su sobrina Berta, la muchacha tenía las bragas bajadas. En la mano derecha de Felisa una zapatilla negra de piso de goma subía y bajaba a la velocidad del rayo para dejarle el culo en carne viva.

Berta con los ojos llorosos vio cómo la miraba su hermano Pedro que acababa de llegar a casa. Felisa también reparó en él. Para humillar a su sobrina la giró. Pedro vio el coño y el culo de su hermana. Felisa le dijo:

-Se lo iba a dar a su novio.

Berta le dijo a su hermano:

-Mentira, lo inventó para pegarme.

Felisa le volvió a dar.

-La que miente es ella.

Pedro le dijo a su tía:

-Aunque mintiera, es su novio, Felisa.

Felisa se quedó mirando a su sobrino.

-¡¿Qué?!

-Que tú no eres quien para azotar a mi hermana con una zapatilla.

Fue junto a su tía, le quitó a Berta de encima. Felisa se puso en pie y levantó la mano con la zapatilla para darle en la cara con ella a su sobrino. Pedro le cogió la mano con la suya, le quitó la zapatilla y se la dio a su hermana. Se sentó en la silla que había estada sentada su tía y la puso sobre sus rodillas. Felisa pataleaba, pero Pedro le levantó la falda, le bajo las bragas, le pasó un dedo por el coño, lo sacó pringado de jugos y se lo enseñó a su hermana.

-Mira porque te pegó, lo hizo para excitarse. ¡Dale!

A Berta le subió un no sé qué desde la punta de los dedos de los pies a la cabeza que la volvió tarumba. Le dio con la zapatilla:

Al acabar de darle, le dijo:

-¡Depravada!

Felisa en vez de cabrearse se rio cómo una desquiciada.

-¡Jajaja! Cuando llegue vuestro padre os va a poner negros con el cinto.

Le volvió a dar.

Pedro le dijo a su tía:

-Tú no vas a decir nada. Dale en la cara si se mueve, Berta.

La puso en pie, hizo que se inclinara, le levantó el vestido y con las bragas sobre los tobillos le lamió el coño y el culo. Berta le preguntó a su hermano:

-¡¿Qué haces?!

-Asegurarme de que no le diga nada a papá.

Le comió el coño y el culo un par de minutos. Felisa durante este tiempo había estado callada como una muerta. Berta con la zapatilla en la mano había mojado las bragas. Luego Pedro sacó la polla empalmada, hizo que Felisa se sentase sobre ella le echó las manos a las tetas y magreándolas le dijo:

-Fóllame, Felisa.

-No te voy a dar esa satisfacción.

-Deja ya la representación. Fóllame cómo la última vez.

Berta los miró con sorpresa.

-¿Es que tú y Felisa...? ¡Comediantes!

Felisa moviendo el culo alrededor, le dijo:

-¿Quieres ocupar mi lugar?

-¡No!

Felisa se puso en pie y le dijo a Berta:

-Mámasela.

Berta miró para la polla de su hermano y vio que estaba cubierta de jugos.

-¿Te has vuelto loca? Mira cómo está.

Felisa miró para la polla,

-Conocerás el sabor de una polla y de un coño.

Para Berta, que ni siquiera se besara con su novio, hacer aquello era una guarrada de las gordas.

-¡Ni a punta de pistola metería esa cosa en mi boca!

Felisa la agarró por la cintura y le metió la lengua en la boca. Berta levantó la zapatilla para darle, pero la zapatilla acabó en el piso y sus manos acabaron rodeando la cintura de su tía. Luego Felisa le puso las manos en los hombros e hizo que quedase en cuclillas delante de ella, le dio la vuelta y Berta se encontró frente a frente con la polla empalmada y cubierta de jugos. Sin tocarla la metió en la boca y la chupó hasta que su tía le dio la vuelta. Felisa tenía la falda levantada. Berta vio su coño peludo... Lo fue viendo cada vez más cerca, ya que su tía le había echado una mano a la nuca para llevarle la boca al coño. Al poner sus labios sobre él abrió la boca y lamió el coño encharcado arrancando un gemido de la garganta de Felisa. Luego Berta se sentó sobre la polla de su hermano y comenzó a follarlo mientras le comía el coño a su tía. Al rato Felisa le volvió a echar la mano a la nuca y le apretó la boca contra el coño. Berta echó la lengua fuera y Felisa movió la pelvis de arriba a abajo y de abajo a arriba cada vez mas aprisa hasta que se corrió en la lengua de su sobrina.

Viendo cómo gemía al correrse y cómo le temblaban las piernas, le dijo Pedro:

-¡Pedazo de corrida, tía!

Fue, fue una corrida bestial. Al acabar de correrse se agachó y le comió la boca a Berta. Comiéndosela sintió que Berta se iba a correr. Dejó de besarla, le dio dos bofetadas y le dijo:

-Somos más putas que las gallinas.

Le apretó la garganta y la dejó sin respiración. Berta con la falta de aire y sintiendo la leche caliente de su hermano dentro del coño tuvo una corrida espectacular.

La asfixia era el principio, pues poco después estaban desnudos en la habitación jugando a un juego aún más peligroso... Pedro con una cuchilla de afeitar le había hecho un pequeño corte en el cuello a Berta y Felisa, como si fuera una vampira le chupaba la sangre. Pedro tenía una barrita que al contacto con la herida cortaba la hemorragia y eso hizo al dejar de chupar Felisa. Luego se lo hizo en el cuello a Felisa y la que parecía una vampira era Berta. Para acabar se hizo un pequeño corte en las muñecas y las dos chuparon su sangre. A las dos les gustaba el sabor de la sangre. Las excitaba, las ponía perras perdidas. Al cortar Pedro la hemorragia de sus muñecas le dijo Felisa:

-Te voy a follar hasta dejarte los ojos en blanco.

Berta no quería ser la segundona.

-Se los voy a poner yo.

-¡Tú no vas a poner nada!

Se calentaron, se calentaron, se calentaron y acabaron agarrándose por los pelos, revolcándose por la cama y escupiéndose. Tras una docena de escupitajos se miraron a los ojos y luego se comieron las bocas. Acto seguido Felisa se dio la vuelta, se puso encima de Berta y se comieron los coños.

Pedro no se quedó de brazos cruzados, le levantó el culo a su hermana y le dio duro, poco tiempo, ya que en nada Berta dejó de lamer el coño de su tía, levantó la cabeza y le dijo:

-¡Me voy a correr!

Pedro la agarró por los pelos con una mano, la asfixió con la otra y Berta se corrió en su polla y en la cara de su tía cuando su hermano se la quitó del coño.

Al ratito Felisa hizo que Pedro se echase sobre la cama y lo montó con la cara llena de jugos, Berta se los lamió y le magreó las tetas. Luego la besó mientras lo cabalgó, la besó hasta que se corrió cómo una cerda.

Después de esto se vistieron pues el jefe estaba a punto de regresar del trabajo.

El jefe, o sea, el padre de Berta y Pedro y hermano de Felisa era un cuarentón, moreno, alto y fuerte, se llamaba Basilio y era una persona recta. Desde que enviudara no se le conocía relación alguna.

Aquel viernes por la noche Pedro y Felisa se habían ido con sus respectivas parejas a pasar la noche en un motel para hacer sus cosas, o eso habían dicho. Berta con la falda arremangada más de lo debido metía los pies dentro de una tina cuando llegó su padre del bar. Al verla mostrando sus hermosas piernas, le preguntó:

-¿Qué haces, hija?

-Se fue el agua corriente y me estoy aseando con agua del pozo.

Basilio fue a la alacena, cogió una botella de rioja tinto ya empezada, se echó un vaso y se sentó a la mesa de la cocina.

-¿Cómo es que no saliste hoy?

-Salí, pero discutí con el idiota.

-Ya te dije que muy listo no parecía.

Berta al inclinarse para lavar las piernas cómo llevaba puesta una camiseta escotada le dejaba ver a su padre la mitad de sus gordas tetas.

-Tonto no es, quiso pasarse de la raya.

Basilio mirando para las tetas de su hija, le dijo:

-No me extraña, hija, no me extraña.

-¿Y eso por qué lo dices, papá?

-Porque aunque sea tonto es un hombre.

Berta se volvió a inclinar, mojó la esponja, se levantó, la metió debajo de la falda y se frotó el coño con ella, frotando le preguntó:

-¿Todos los hombres piensan en lo mismo?

Ver caer la espuma por los muslos abajo descolocó a Basilio, pues mismo parecía que Berta se estaba corriendo, solo pudo decir:

-No debías hacer lo que estás haciendo delante de mí.

-Eres mi padre.

-Y un hombre, hija, y un hombre.

Berta sacó su lado coqueto.

-No me digas que te excité.

-Prefiero no responder a esa pregunta.

Berta se quitó la camiseta, mojó la esponja y sonriendo se frotó las tetas con ella.

Basilio ya no tenía duda de que su hija lo estaba seduciendo, se levantó y yéndose le dijo:

-Me voy, aunque tendría que haber sacado el cinto y ponerte el culo negro por descarada.

-Me gustaría que lo hubieras sacado.

La seriedad de Basilio imponía cuando le preguntó:

-¿Has bebido, Berta?

Su seriedad a Berta le resbalaba.

-No, pero me gustaría beber algo de leche.

-Tú has fumado.

-Un par de porritos.

-¡La puta que te parió!

-No digas eso de una muerta.

-Si era puta hay que decirlo. Mañana cuando te pasen los efectos del porro ya hablaremos de esto.

Basilio se fue para su habitación más serio que un palo y con la polla morcillona aunque al llevar los pantalones flojos no se le notaba el bulto.

A los pocos minutos Berta entró en la habitación de su padre completamente desnuda, con dos cordeles de tender la ropa en una mano y le dijo:

-O me atas y me follas o salgo así a la calle para que me ate y me folle el primero que me vea.

Basilio no se creyó la amenaza, más que nada porque no era creíble.

-Tú no vas a ir a ningún sitio. ¿Qué te meterías además del porro para estar así de caliente?

No le contestó a la pregunta, le dijo:

-A ver, papá, la tía está follando, mi hermano está follando. ¿Por qué no podemos follar tú y yo?

-¿Será por qué soy tu padre?

-¿Entonces haga lo que haga, o diga lo que diga, no va a pasar nada entre tú y yo?

-Nada de nada.

Berta tiró con los cordeles al piso y volvió derrotada a su habitación.

Basilio estaba empalmado. Con la polla en la mano tuvo una conversación con ella y consigo mismo.

-Ya ni te acuerdas como huele un coño, gordita. No debía desperdiciar esta oportunidad. ¡Qué es tu hija! Tú calla, payaso...

Poco después Basilio entraba en la habitación de su hija y en la oscuridad decía:

-¿Si tu tía está follando y tu hermano está follando por qué no podemos follar tú y yo?

Berta encendió la luz, vio a su padre con la verga colgando y los cordeles en una mano y le respondió:

-Eso digo yo.

Se destapó, se sentó en la cama y estiró los brazos para que le atase las muñecas. Basilio la ató de pies y manos y luego la puso boca abajo sobre la cama. Le levantó el culo y se lo comió de tal manera que le dejó el coño chorreado. Cuando vio que ya estaba madura la puso de lado, la dobló y le lamió el coño. La lengua metiéndose entre sus apretados labios vaginales fue sacando jugos y más jugos hasta que sacó una deliciosa corrida, que Basilio lamió y tragó.

Al acabar de gozar la puso boca arriba y le comió la boca, después le magreó y le comió las tetas, sin dejar un trozo de ellas sin haber lamido y chupado. Al mismo tiempo que se las comía le frotaba el clítoris y los labios con un dedo. Después el dedo dejó paso a la lengua y esta lamió su clítoris... Berta no tardó ni un minuto en decirle a su padre:

-¡Me corro, papá!

Se corrió cómo un angelito, aunque era una puta de cojones.

Aún tiraba Berta del aliento cuando le volvió a dar a vuelta. Le levantó el culo y le dio otro repaso con la lengua en el ojete y en las nalgas que la dejó jadeando cómo una perrita. La perrita ladró cuando su padre le frotó la polla en el ojete:

-¡Por el culo no, papa!

-Por el culo sí, hija.

-No seas cabrón.

-No lo soy, si te duele me avisas que la quito.

Le desató los pies y le separó las piernas.

La cabeza de la polla entró en el culo muy, muy apretada. A Berta le dolía y le gustaba al mismo tiempo. Basilio le preguntó:

-¿Te duele?

Berta le respondió con una media mentira.

-No, me llena.

Echando saliva sobre cada centímetro que iba a entrar dentro del culo y magreando sus tetas la metió hasta el fondo. Después le folló el culo muy lentamente. Al rato Berta comenzó a gemir. Basilio le quito una mano de las tetas y le metió un dedo dentro del coño. Metiendo y sacando al mismo tiempo dedo y polla los gemidos de Berta se fueron haciendo cada vez más fuertes hasta que llegaron los que anunciaron la inminente corrida. Basilio también se iba a correr. Le quitó el dedo del coño y la polla del culo, le desató las manos, se puso boca arriba y le dijo:

-Dame coño hasta que me harte.

Berta le puso el coño en la boca, Basilio echó la lengua fuera, Berta frotó su coño contra ella y se corrió entre dulces gemidos.

Al acabar de correrse besó a su padre, luego cogió la polla, la puso en la entrada del coño, y le dijo:

-Mete, papá.

Basilio se la clavó hasta las trancas. Berta lo folló a lo bestia. Al ratito le apretó la garganta con las dos manos, y asfixiándolo, le dijo:

-¡Espera por mí, espera por mi!

La muy puta sabía que su padre no podía esperar. Basilio viendo que se iba a correr dentro del coño de su hija, le dijo:

-Quítala que puedes quedar preñada.

Berta no la quitó y Basilio le llenó el coño de leche. Con el coño echando por fuera siguió clavando con fuerza la polla en el coño mientras le decía:

-¡Quiero más leche, quiero más leche, quiero más leche...!

De repente se detuvo y con los ojos cerrados y temblando, dijo casi susurrando

-Me corro en tu polla, papá.

Al acabar de correrse, tumbado boca arriba sobre la cama, le dijo Basilio a su hija.

-Me parece que tu novio no es tan tonto como yo creía.

Mal sabía él que la escuela que tenía se la habían dado su hermana y su hijo.

Quique.

(9,26)