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Me follé a mi prima Bertha, en la comunión de su hijo

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Llegar al banquete, previa invitación, terminar follando con Bertha en la habitación de al lado. Casi delante de todos sus invitados, sabía que le atraía pero no tanto, aquella tarde de comunión, sería una de las más raras, un poco surrealista. Era el fin de los besos y abrazos.

Me llamo Diego, tengo cierta debilidad por mis primas, la verdad que ya me he follado a varias de ellas. La mayoría de veces, son ellas las que con toda la tranquilidad del mundo me pedían para follar, ya sea en alguna parte de la casa, la terraza de algún pariente, la camioneta de mis padres. En fin, el lugar casi siempre era lo de menos, importaba estar follando y haciendo algo útil en ese momento de placer.

En más de una ocasión, había tenido algunos encuentros con Bertha. Hasta aquel momento no habíamos consumado el acto de poder follar, ya que gran parte del tiempo, estábamos liados cada uno con su pareja. Pero siempre había un tiempo para meternos mano, y mantener ese morbo encendido. Algún rincón casi escondido era suficiente, para poder besarnos o acariciarnos frenéticamente los genitales. Lo cachonda que se ponía cuando le metía mis dedos por entre sus bragas, los efectos del alcohol siempre jugaban en nuestro favor.

De mi prima sé que caso, vivió un tiempo fuera del país, su esposo es agente de aduanas y siempre estaban viajando. Al inicio todo era normal, ya que no tenían hijos, eso hacía más fácil las escaladas en cualquier puerto. Pero ya con el pasar de los años, ella se quedó embarazada y la cosa se puso difícil, el niño se enfermaba mucho, debido a los constantes cambios de clima. Ellos decidieron asentarse nuevamente en su país de origen, así él bebe podría recuperar su salud, yo para esos tiempos casi que no la veía. Me enteraba por mi madre, que les pasaba esas cosas, las reuniones de tías es lo que tiene, todo se enteran y lo van contando por ahí.

Bertha es una mujer de 1.65 m. Era de contextura delgada, pero ya después del embarazo, le salieron unos enormes pechos, le creció el culo de una manera exponencial. Sé que solo tuvo un hijo. Había ciertos cambios en su anatomía, los cambios fueron para bien, ya que le dejo el cuerpo con muchas curvas. Pero habían pasado muchos años desde aquella ultima vez, que nos escondimos casi borrachos en la habitación de la plancha, estrechos en aquel pequeño cuarto, tirando todo lo que molestaba a nuestro fogoso momento.

Ella es de una piel blanca, una sonrisa brillante, dientes muy blancos, ya que por salud y estética siempre mantiene cuidada su dentadura, lo que decía líneas arriba. Después del nacimiento de su hijo, le quedo un curvado cuerpo, tenía una cabellera pelirroja, siempre retocada. Las pocas veces que nos veíamos, ella casi siempre pegada a su marido, ya no me hacía caso, pues estaría cambiando, ahora ya era una ama de casa. Acaso lo de jugar a los besitos conmigo, ya le estaba cansando.

En el transcurso del tiempo, yo también me case, decidí centrarme en la vida, ya dejarme de historias. Eso de estar metiendo y sacando el pirulito, me estaba agotando. Yo recuerdo mucho las veces que nos veíamos a escondidas, casi siempre tras la puerta del baño, siempre terminábamos enredados en esa puerta. Lo más que había podido llegar con Bertha, era de comerle los pechos. Los tenía tan duritos, redondos como dos toronjas, apetecibles para morder y lamer, lo mucho que disfrute en esas tetas hermosas.

Aquella tarde de comunión, me vino bien para mí. Llevaba una temporada mala en mi matrimonio, estábamos en problemas en nuestra relación, felizmente que mi pareja no quiso acompañarme. Me dice que se sentía cansada y más aun sabiendo quien era la madre del chico, es que ellas en una oportunidad, casi se lían a golpes. Bertha se iría de la boca en tragos y le soltó toda la sopa a mi esposa, como mi esposa no es nada celosa, se le fue encima. Todo quedo en un episodio de copas de más, y solo algunos sabían la verdadera razón.

Bertha nos había invitado a la comunión de su hijo, en un principio me anime mucho, en estas reuniones suele reunirse el grueso de la familia. Una buena comida y las bebidas que nunca dejan de faltar. Me vestí muy elegante para la ocasión, compre un bonito regalo, para el pequeño de la casa. Como siempre asistí al banquete directamente, no me gustan mucho las ceremonias, será porque no soy muy católico, pero bueno que eso no viene ahora al caso. Me dirigí hacia el banquete, que me quedaba muy cerca de casa.

Estaba emocionado, en gran parte porque me encontraría con Bertha. Hacía más de un año, desde el último lengüetazo que nos dimos en mi coche, y mira que ya somos adultos, casi siempre lo dejábamos para otro momento. Pues aquella ocasión buscaría que por fin sucediese, el banquete seria en un recinto al aire libre, muchas áreas verdes y lo mejor era que habían mas salones de banquetes aquella tarde. Seguro algo se nos ocurriría a ambos, es que yo creo que entre los dos había una deuda pendiente. Y ella también lo sabía.

Ya estando en el banquete, con las copas subiendo, una encima de otra, nuestras miradas empezaron a buscarse. Nuestros cuerpos buscaban la manera de frotarse, de sobarse, rozarse entre ambos, nuestras manos buscaban las partes íntimas del otro, para tener donde dejar sus caricias. El vestido crema que llevaba, le transparentaba unas pequeñas bragas de color rojo. El calzoncito que se había puesto, es que a más de uno lo había puesto cachondo. Se notaba como su marido, todo el tiempo casi detrás de ella, pegado a su culo. Una esposa celosa se llevó más pronto de lo normal a mi primo, es que no dejábamos de comentar el pedazo de braga que llevaba Bertha.

Alucinaba con tener esa braguita en mis manos, sacársela y metérmela al bolsillo. Entradas las 23 horas, la gente iba abandonando el salón de recepciones. Había mucho licor para aquel evento, eso más parecía una boda que una comunión. Me fije que al lado del baño de damas, había unos decorados, había una recepción que estaban terminando de decorar, para el día siguiente. Pase por ahí más de una vez, y ya estaban recogiendo las cosas para dejar eso listo.

Pues ahora, era solo de esperar que caiga la presa, que asome la cabeza, hacia dentro de aquel salón. Todo estaba casi apagado, solo se reflejaba por las grandes lámparas que alumbraban el verde jardín, me situé a un lado del baño de damas para esperar a Bertha. Esperar convencerla de al menos besarnos como siempre lográbamos hacer. Aquella vez fue algo más que eso, apenas la vi que se dirigía, sola hacia el baño, prepare mi estrategia. Saldría yo por el otro lado y la abordaría casi en la puerta del baño de damas. Ya la gente estaba muy ocupada, recordando cosas de hace muchos años atrás, que creo que nadie notaria por un momento nuestra ausencia.

Hábilmente la aborde, la tome casi por sorpresa, no se imaginaba que la estaría esperando a la entrada. Nos miramos y solo optamos por saludarnos, conversar sobre nuestras parejas, y es que ambos estábamos pasando por una crisis matrimonial. Ella se había percatado que dentro del baño, estaba la tía Felicita, una bocazas como pocas. Esta al salir de los servicios, se quedó dándonos algunos consejos sobre la paciencia y perseverancia en el matrimonio. Me despedí de aquellas mujeres, en mi afán de despistar a la tía, así tenía coartada por lo que fuese, Bertha aseguro que entraría al baño, que la mayonesa no le había sentado bien.

Al terminar de despedirnos, note en su carita la angustia de que fuera cierto, pensaba que sería en serio que me iba de ahí. Cuando vi que la tía Felicita había entrado al salón que nos correspondía, volví rápidamente al baño para encontrar a Bertha. Estaba maquillándose la cara, retocando sus labios, acomodando su vestido, que tantas miradas lascivas había logrado toda la noche. Nuestra primera reacción fue de abrazarnos y besarnos, nuestras lenguas se encontraban luego de un largo tiempo. Nuestras manos recorrían nuestras agitadas figuras, nuestras caricias, hacían olvidar todo el tiempo pasado.

Me la lleve hacia el decorado que estaba al lado, estaba casi desierto, no había nadie en ese recinto, era algo ventajoso. La oscuridad, nuestros cuerpos frotándose por encima de nuestras ropas, mis manos recorriendo su enorme culo. Mi cara metida en sus pechos, intentando desnudar esas tetas que tanto habían crecido, las ganas de besarnos y querer estar a solas eran ya demasiadas. El temor de que alguien pudiera fijarse de nuestras ausencias, no importaban ya para ese momento, estábamos solos y frotándonos mutuamente. Sentíamos las pisadas de las mujeres acercarse al baño, pero debido a que esta parte del reciento estaba oscura nadie asomaría a mirar siquiera.

Le levante el vestido para poder follarla, esta vez nos quitaríamos las ganas de terminar una cuenta pendiente, una cuenta que debíamos saldar desde hace mucho. Encontramos un sofá, que era parte de la decoración, en el cual dejamos caer nuestros cuerpos deseosos de estar uno dentro del otro. Nos dejamos llevar por la pasión acumulada de tanto tiempo, de tantas largas noches mirándonos de esquina a esquina, de tantas ganas de querer despertar uno al lado del otro. Me apoye en el sofá, iluminado por las sombras de la noche, toque por encima que no hubiera nada que pudiera hacernos daño, nada que pudiera interrumpir aquel momento.

Me sentó sobre aquel sofá, me bajó los pantalones, hasta las rodillas, dejo salir mi pene. Ella había tomado la iniciativa de ir más allá de lo acostumbrado, pasar aquel límite que siempre le poníamos a estos encuentros. Al asomar su boca a mi pene, ella al saborear mi glande, al testear mis huevos, sabíamos que no daríamos un paso atrás, seguiríamos con esto y no dejaríamos que nada lo interrumpa. Estábamos aquí por lo mismo, los deseos de poder consumar nuestras ganas de follar, nuestras ganas de hacer lo que tanto habíamos dejado pasar.

Me succiono la verga de una manera calmada, fue una succionada, un tanto especial, había prisa en salir quizás de aquel lugar, pero por ahora no. Me lamia la verga con mucho cariño, mucha paciencia, no había prisa por hacer que me corriese. El momento aquel se había pausado, era como si nada importase, como si todo lo demás, debía esperar a que terminemos de hacer, lo que habíamos empezado. Todo podría esperar, ya nosotros habíamos esperado mucho, ahora nos tocaba disfrutar de nuestro momento. Lo que debía de pasar, pasaría en aquel momento, pero ya habría tiempo para eso, ahora solo importaban nuestras ganas de estar juntos.

Se levantó el vestido apretado, aquel vestido rosado que tanto había deseado toda la tarde, ese vestido rosado fue de lo más práctico, todo para arriba y ya estaba en bragas. Lo que disfrute, ver sus nalgas descubiertas, morder cada una de ellas, besar cada cachete. Pasar mi lengua por el medio de su culo, rosar la tela de su tanga, sentir erizar su piel, agacharla y que deje ante mis ojos, su almeja tapada con la poca tela de su braga. Saborear sus labios, sentir sus pinchos en mi boca, restregar mi lengua en aquellos labios jugosos, carnosos, palpitantes del deseo de querer ser poseídos. Seguir siendo succionados por mi hambrienta boca.

Sus manos apoyadas contra el respaldar del sofá, mis dedos corriendo hacia un lado, aquella diminuta tela de su dilatado coño. Mi verga hacia camino para penetrar ese interior húmedo y necesitado de mi gruesa presencia. Hacer contacto dentro de ella, sentir sus primeros gemidos de placer, sus gemidos de pasión ahogada. Contener aquellas caderas para que no se doblen de tanta excitación, el vaivén de mis caderas, empujando hacia dentro. Casi como si quisiera tocar fondo, con mi verga erecta y seguro lubricando cada pared de su húmedo interior. Nuestras ganas iban en aumento, seguíamos disfrutando en aquel sofá tembloroso.

Pensamos en sentarnos, yo debajo y ella quería colocarse sobre mí, guio su vagina chorreante hasta la punta de verga, para penetrarse el coño ella misma. Para acomodarse a mi tamaño, a mi grosor, quería disfrutar las sentadas, sobre mi verga erecta. Acomodados en aquel estrecho sofá, mis manos solo podían acariciar sus grandes pechos, recorrer con mi lengua la suavidad de su piel. Sentir los poros de su piel levantarse, en cada beso que le daba en su espalda. Nuestros movimientos, apalancados en el sofá, eran más fuertes, había más rotación por parte de ella, sus caderas hacían circunferencias en mi bajo vientre, sus alaridos de placer no cesaban.

Correrse ella dos veces, dejando caer su gruesa figura contra mi pecho, sin intentar bajarse de donde se había acoplado tan bien. Correrse y exhalar con gran deleite, haberse corrido de gusto, tener las piernas casi temblando, el vestido levantado hasta el abdomen, y estar satisfecha, de que a pesar de todo, haber disfrutado del momento. El movimiento de levantarse fue más intempestivo, más rápido, no tuve una reacción para decir o hacer algo, ya estaba de pie y colocándose en su sitio el vestido rosa, sabía que disfruto del momento, había gozado estar ahí sentada sobre mí. Ambos lo gozamos, lo disfrutamos.

Recogí la braga roja que habíamos dejado caer en el suelo, sería un peligro llevármela a casa, pero la conservaría hasta devolverla a su dueña original. Esta devolución, será un buen motivo para volver a vernos, para poder encontrar un lugar, quizás menos incomodo, pero que en realidad no importaba. Ya habíamos pasado la línea que tanto tiempo nos mantenía a raya. Ahora sería diferente, haríamos las cosas, con más morbo y mucho placer, el gusto de buscar otro rincón y gozar de nuestros cuerpos. Agotar esta pasión que siempre nos ha unido, Bertha con los años se ha vuelto más fogosa, lleva un volcán entre las piernas, deseo mucho disfrutar de aquella lava hirviente que deje salir para mí. 

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