Nuevos relatos publicados: 17

Me salvó del violador y me cogió él

  • 13
  • 30.810
  • 9,61 (38 Val.)
  • 0

Seis meses atrás con mi hija nos mudamos a una casa en un barrio bastante acomodado del Gran Buenos Aires. Luego de mucho sacrificio, sobre todo después del divorcio, compré esa casa para empezar una nueva vida las dos solas.

Aunque mi hija me jorobaba para que busque novio, yo no quería. Los últimos años con su padre habían sido muy traumáticos y violentos. Ahora solo quería dedicarme a ella, que con 16 años había pasado momentos muy feos por nuestra relación, y ahora por el padre que ni la llamaba.

Todas las tardes salgo a correr por un parque cercano, no solo por la parte física sino por la mental, me ayuda a despejarme. Hace una semana, iba corriendo cuando de atrás de unos arbustos, salió un tipo apuntándome con un arma. Traté de escapar, pero me retuvo agarrándome de un brazo y apuntándome a la cabeza. Cuando me arrastraba hacia los arbustos, apareció un muchacho, que de una trompada lo tiró al suelo, para después seguir golpeándolo en la cara hasta que el otro perdió el sentido.

Con su celular llamó a la policía. Yo estaba temblando de pánico y me largue a llorar. Otros runners que pasaron se quedaron tranquilizándome y algunos le daban patadas en todo el cuerpo al tipo, y evitaban que se escape.

Llegó la policía, se lo llevaron y el muchacho y yo debimos ir a declarar. En todo momento se mantuvo a mi lado y me abrazaba. Era más alto que yo y más o menos la misma edad. Y un muy buen físico. Yo fui la primera en declarar y luego él. Me quedé esperando ya que en ningún momento le agradecí, no le dije nada realmente.

Él salió de declarar y se sorprendió al verme.

“Hola, mi nombre es Marisa, quise esperarte para darte las gracias. No sé que hubiera pasado si vos no intervenías. En realidad si sé, pero no sé como hubiera terminado.”

“Lo importante es que estás bien y no te lastimó. Ah, mi nombre es Ricardo, pero las damiselas hermosas que salvo de los malos, me dicen Rick.” Dijo bromeando para distender la situación.

“Entonces gracias Ricardo, porque yo de damisela y hermosa, poco tengo.” Dije respondiendo a su broma.

“Claro, eso seguro. Bueno, vuelvo al parque a buscar mi auto. Un gusto conocerte Marisa.”

“Espera, por favor. Deja que te alcanzo hasta el parque, yo pedí un auto y está afuera.” Dije.

“Gracias, sos muy amable.” Dijo.

“Es lo menos que puedo hacer por quien me salvó.”

Llegamos al parque y fue como revivir la situación. Empecé a temblar y él se dio cuenta.

“Flaca, no estás bien, por favor dejame que te lleve a tu casa. ¿Hay alguien?”

“Debe estar por llegar mi hija del colegio.” Dije.

“Vamos, cualquier cosa esperamos en el auto hasta que llegue.” Dijo.

Acepté y fuimos hasta la puerta de mi casa. De pronto me di cuenta lo ridículo que era esperar en el auto, como si tuviera miedo del hombre que me salvó de una violación.

“Rick, esto es ridículo. Por favor, pasemos y te convido un café o lo que quieras.” Dije.

Él no quería para no generar una situación con mi hija. Lo pude convencer y entramos. Charlamos, me contó que era soltero, de mi misma edad, que hacía un mes había cortado con una chica, que trabajaba como desarrollador de software, y que vivía a unas 5 cuadras. Yo le conté por arriba mi historia y estábamos en eso cuando entro Carla, mi hija.

“Hola, ¿cómo están? Soy Carla, la hija descarriada como te habrá contado” Dijo sin saber nada de lo ocurrido.

“Hola Carla.” Dijo él y me miró.

“Hija, él es Ricardo. Hoy cuando corría en el parque un tipo me apuntó con un arma, me tironeó hasta unos arbustos, pero apareció él, y de una trompada lo durmió. Se quedó conmigo y fuimos a declarar a la comisaría. Como si esto no bastara, me acompañó hasta que vos llegues.”

“Por Dios mamá, no te puedo creer. Gracias Ricardo, sos un capo, gracias por jugarte la vida por mi vieja. Te podía haber pegado un tiro a vos.” Dijo Carla.

Ahí reaccioné. Lo que decía Carla era totalmente cierto.

“No fue tan grave. Lo importante es que tu mamá está bien. Bueno, ahora las dejo.”

Fuimos hasta la puerta y Carla me preguntó algo al oído, para ir corriendo hacia el auto de Ricardo.

“Perdona a mi mamá Ricardo, pero entre su edad avanzada, lo lindo que sos vos y el cagazo que le queda, se olvidó de pedirte tu teléfono por si necesita ser rescatada nuevamente.” Dijo mi hija.

“Carla, te voy a matar.” Grite yo al escuchar lo que decía.

Ricardo se rio y le pasó su número. Luego se fue y entramos a la casa.

“No me digas que no te gusta mamá, es un bombonazo.”

“Carla, lo que menos hice fue mirarlo. Además, ya te dije.”

“Si, pero por lo menos tenés que invitarlo a cenar, es lo menos que podes hacer con este tipo. “¿O pensas que tu vida vale un café?” me dijo y se fue a su cuarto.

Tenía razón, no tenía argumentos para rebatirla.

Al día siguiente, todavía me duraba la impresión. No fui a la oficina y me quedé en casa. Carla me llamaba a cada rato para preguntarme si estaba bien. Cuando llegó le dije que tenía razón, que debería invitarlo pero no me animaba.

“Deja vieja, yo me ocupo.” Dijo y lo llamó.

“Hola Ricardo, te habla Carla, la hija de la veterana que salvaste ayer.”

“Hola Carla, ¿todo bien con tu mamá?”

“Si genio, todo bien. Escuchame, el tema es que quiere invitarte a cenar en casa y no se anima. Viste como son las personas mayores. Por eso te llamo, para invitarte yo. Dale, ¿venís mañana a la noche, que es viernes y el sábado no se labura?”

“Carla, no la pongas en un compromiso a tu mamá. Cuando ella esté con ánimo, que me avise y tomamos un café.”

“No, es en serio. Espera. Mamá, jugate y habla con él. No seas chiquilina.” Dijo y me pasó el teléfono.

“Hola Ricardo, soy Marisa. Como veras, este monstruo no tiene ni límites ni respeto por su madre. En serio me gustaría que vengas a cenar. De alguna forma tengo que agradecerte.”

“Bueno, Marisa, acepto.” Dijo.

El viernes a las 21 Hs. puntual, estaba tocando el timbre con dos ramos de flores, uno grande y el otro más pequeño. Cuando entró me dio el grande y le agradecí con un beso en la mejilla. Su perfume me embriagó. Carla vino a recibirlo y cuando le dio el ramo pequeño, ella saltó y lo abrazó por el cuello y le dio un beso también en la mejilla.

“Escuchame bombón, sos un divino. ¿Por casualidad no tenes un hermanito menor tan divino como vos? ¿O mejor, no tenes ganas de ser novio de mi vieja, porque con vos seguro que va a estar “más feliz”?.” Dijo sin ponerse colorada pero haciendo que mis mejillas se pongan al rojo vivo.

Cenamos charlando de todo un poco, soportando las indirectas de Carla, él respondiendo con mucha altura y una pizca de doble sentido muy inteligente. Justamente el tipo de hombre que siempre me gustó: educado, de buen humor y con la inteligencia justa para hacer bromas sin que caigan mal. Su mirada hacia mí siempre fue seductora, como su actitud, una seducción natural, para nada forzada.

“Chicos los dejo. Voy a tener cyber sexo con un pendejo que me tiene loca.” Dijo. Yo me puse roja de vuelta. Me dio un beso y luego le dijo a Ricardo: “Es mentira, pero se pone loca cuando digo cosas así.” Luego le dijo algo al oído le dio un beso y se fue.

“Por favor, trata de hacer de cuenta que no te dijo nada. Tiemblo en pensar que te dijo.” Le dije.

“Tranquila, nada grave. En realidad me pidió que te parta la boca de un beso.” Dijo sonriendo.

“Que chica, por Dios.”

“Bueno, me voy yendo, te agradezco la invitación, excelente la comida y espero en algún momento aceptes que te invite a cenar afuera.” Dijo.

“Espera Ricardo, te sirvo un café o un whisky, no es necesario que te vayas tan pronto, a menos que te estén esperando.” Dije sin pensar las cosas ni saber por qué las decía.

“No me espera nadie. Acepto el café y el whisky.”

Nos sentamos en el sillón del living, y yo directamente me senté junto a él. Yo me sentía una tonta. Solo temblaba, no hablaba. Y cuando hable…

“Rick, por favor, abrazame.” Dije

El pasó su brazo por mis hombros y me abrazó atrayéndome suavemente junto a él. Lentamente me fui excitando. El aroma de su piel y su perfume, saber que fue capaz de arriesgar su vida por mí, sentir toda su masculinidad. Abrí su camisa y comencé a besar su pecho, su abdomen y fui bajando hasta su pene, que liberé rápidamente de su pantalón y su bóxer.

Primero fui lamiendo desde las pelotas hasta la punta, luego lo metía y sacaba de mi boca. Su mano buscó uno de mis pechos y los apretaba dulcemente. Su otra mano, me tomó por la cabeza y guiaba mis movimientos. Yo tenía una pollera amplia que con cuidado corrí al igual que la tanga para meterme esa hermosa pija en mi concha. Subía y bajaba cada vez con más ritmo y fuerza.

Me acerque a su boca y lo comencé a besar.

“Dios, ni sé que estoy haciendo, pero me gusta, no me puedo frenar, me calentas mucho.” Le dije.

El aprovechando la proximidad comenzó a chupar mis pechos en forma desaforada. Mi calentura subía a niveles extremos, que pocas veces había alcanzado y eso había sido hace muchos años. Sin sacar su boca de mis pechos, metió las manos por debajo del vestido y me apretó las nalgas con fuerza. Las separaba y las juntaba, de pronto uno de sus dedos comenzó a jugar con mi ano.

“No…” le dije, pero no negándome sino pidiendo que no lo haga porque sabía lo que provocaría en mí. El entendió claramente el mensaje e introdujo un poco su dedo. Me transformé, me volví totalmente loca, subía y me tiraba sobre su pija provocándome dolor y placer al mismo tiempo. Mi mano buscó la mano cuyo dedo estaba en mi culo y lo introduje más.

“Desgraciado, encontraste mi punto débil.” Le dije mirándolo a los ojos. Cuando su dedo entró en su totalidad, llegué a mi mejor orgasmo en muchos años, incluyendo los de casada. Las palpitaciones de mi concha hicieron que el acabe dentro mío. Unos segundos después sosteniendo su dedo en mi culo, me fui levantando, me puse de rodillas a su lado y me subí el vestido para que vea como me penetraba su dedo.

Así ensartada y moviéndome contra su dedo, fui chupando y limpiando totalmente su pija. Mi excitación no bajaba, apretaba mis tetas y le mostraba como las apretaba al tiempo que apretaba su dedo con mi orto. Hice que introduzca el segundo y con cuidado lo hizo.

“Años hace que no me pone así un hombre, muchos más de los que hubiera deseado.” Dije y continué chupando por un rato hasta que su pija estuvo nuevamente a full. Me puse en cuatro patas y esperé separando mis rodillas, y los cachetes con mis manos. Para mi sorpresa, el volvió a enterrarla en la concha y metió forzando un tercer dedo en mi culo.

Lo miré por sobre mi hombro y su cara era de placer total. Me sonrió sabedor que me estaba haciendo desear. Levantó sus cejas, como preguntando si yo tenía algo que decir.

“Si desgraciado, quiero que me la metas en el culo.” Dije.

“Si te la meto en el culo, acabo y me voy. Y nunca más nos veremos. Si no, quizás en otro momento si lo haga. O sea, terminamos o recién empezamos. Vos decidís.” Me dijo dejándome helada. En ese momento con mi calentura al máximo, tres dedos en mi culo y una gloriosa pija en mi concha pretendía que decida.

“Seguí así.” Dije.

Sacó los dedos de mi culo, me tomó por la cintura y comenzó a embestirme como un animal. No solo me daba placer sino que las embestidas me provocaban un cierto dolor en mi concha y mis glúteos de como el los golpeaba con su pelvis. Cuando acabó me llevó a otro orgasmo para recordar toda la vida. Se salió de mí, y me dijo.

“Vamos a tu dormitorio.” Sin pensarlo subimos casi corriendo las escaleras, ni pensé que al lado del mío estaba el de Carla.

Entramos cerró la puerta y nos desvestimos. Subimos a la cama y él me puso de costado. Corrió la pierna de arriba hasta que tocó la rodilla mis pechos. Increíblemente, después de dos acabadas su pija seguía dura y firme. Me la metió en la concha y siguió con el ritmo frenético que veníamos abajo. Tomo mi mano, y escupió dos dedos. De inmediato entendí y los metí en mi culo mientras el apretaba mis pechos con todo. Al meterlos otro orgasmo me conmocionó.

“Hijo de perra, como me haces gozar.” Le dije totalmente alienada. Cuando vio que mis dedos entraban y salían con facilidad, sacó su pija y la comenzó a meter en el culo. Menos de un minuto después, me envestía con todo, abriéndome totalmente. Su mano buscó mi clítoris y lo comenzó a acariciar, yo no podía más, se me nublaba la vista, me faltaba el aire, pero ni loca quería que se detenga.

“Ah, así cogeme así.” Casi grité sin pensar.

Eso lo puso más loquito y ya sus embestidas eran totales. Sus dedos se movían sin parar y de pronto, acabó bien adentro de mi ano, y se quedó quieto. Mi cuerpo convulsionaba de placer, el orgasmo era totalmente irreal, increíble, incomparable para mí. Se dejó caer junto a mi espalda y me abrazó apretando uno de mis pechos, pero sin sacar su pija de mi culo. Increíblemente o me desmaye o nos dormimos. O ambas cosas.

Nos despertamos juntos, y nos dimos una ducha genial. El obviamente se puso la misma ropa y yo un jogging. Bajamos y en la cocina estaba Carla, que sin decir más que “hola”, siguió desayunando.

“Espero que por lo menos se hayan cuidado.” Dijo Carla seria.

Nos miramos y nos reímos, sabiendo que no había sido así. Ella entendió y dijo:

“Y bueno, tendré que aprender a cambiar pañales.” Y nos largamos a reír. De pronto me miró seria y me dijo:

“¿Estás bien má?”

“Si hija, muy bien.”

“Me alegro, te mereces estar muy bien. Y ni se te ocurra que le voy a decir papá. En todo caso puede ser: “papito, bombón, potro.”

Por suerte la relación siguió tan bien como comenzó, aunque esa noche no quedé embarazada un par de meses después sí. Hoy somos una feliz familia de cuatro.

(9,61)