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Me viene otra vez, papá, me viene otra vez

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Musoke medía un metro setenta y cinco, era negra, delgada, tenía el pelo negro corto y rizado. En los lóbulos de sus orejas llevaba unos grandes aros de oro y de su largo cuello colgaba una cadena con un crucifijo. Sus tetas eran medianas, tirando a grandes, su cintura era estrecha, sus caderas anchas y su culo redondo y era guapísima. Si quisiera podría trabajar de modelo. Era una chica cariñosa, tímida y vergonzosa y aprendiz de beata. Acabara secundaria y era una buena estudiante.

Aurora era una chica de la misma edad y estatura que Musoke, tenía los ojos azules, el cabello largo y rubio, un cuerpazo y cómo su amiga era una aprendiz de beata, aunque ambas lo eran obligadas, ya que las beatas eran sus madres.

Eran las seis y algo de la tarde, habían vuelto de la piscina del chalet y estaban en bikini sobre la cama ojeando una revista Marie Claire. Aurora en bikini amarillo le dijo a Musoke que llevaba un bikini blanco:

-¿Tú te masturbas, Musoke?

-Sí. ¿Y tú?

-También. ¿Se lo confiesas al padre Daniel?

-No. ¿Y tú?

-Tampoco. ¿Enséñame cómo lo haces?

-Me da vergüenza.

Aurora soltó los lazos de las tiras de la braguita del bikini, se acarició el clítoris y echó la mano derecha a la teta izquierda.

-Yo lo hago así. ¿Cómo lo haces tú?

Musoke viendo cómo su amiga se masturbaba, se bajó la braguita del bikini, chupó un dedo y se lo metió en su coño, un coño rodeado por una pequeña mata de pelo rizado, y le dijo:

-Yo me masturbo así.

-¿Y en quién piensas?

-En algún chico guapo que me miró...

-¿Chicas no?

-Alguna vez.

-¿Y maduros?

-También. ¿Y tú?

-Yo la última vez que lo hice pensé en ti.

Musoke dejó de masturbarse y subió la braguita. Aurora no esperaba esa reacción y le preguntó:

-¡¿Tanto te molestó lo que te dije?!

-Una cosa es hacernos confesiones y otra...

-¿Te masturbaste alguna vez pensando en mí?

-¡No!

-No mientas.

-Bueno, sí, pero una cosa es la fantasía y otra...

No la dejó terminar. Andaba con prisas.

-¿Qué me haces en tus sueños? ¿Me haces lo mismo que te hago yo? ¿Me besas y me comes las tetas y el coño?

-¡¿Eso me haces tú a mí?!

-También te como el culo.

Aurora dejó de tocarse, le echó la mano a la braguita y le tiró por la tela y por los pelos con suavidad.

-Me gusta tu vello púbico.

Musoke miró para el coño de Aurora, que tenía una matita de pelos rubios, y le dijo:

-Es más bonita el tuyo. ¿Qué me haces en el culo?

-Te lamo el ojetito y te meto y te saco la lengua. ¿Me enseñas las tetas?

Musoke ya estaba cachonda, pero se le dio por decir:

-¿Seguimos mirando la revista?

Aurora dejó de jugar con los pelos y se quitó el sujetador del bikini. Aparecieron unas tetas medianas, aperadas y con areolas rosadas y pezones medianos y de punta.

-¿Te gustan mis tetas?

-Son bonitas.

-Seguro que las tuyas aún son más bonitas que las mías. Enseña.

-Me da mucha vergüenza.

Aurora le quitó el sujetador. Musoke tapó las tetas con las manos. Aurora se las quitó y vio sus tetas, eran más grandes que las suyas y tenían areolas negras y pezones gorditos y tiesos. Le echó las dos manos y le las amasó.

-Tienes unas tetas preciosas. Coge las mías.

-No.

Aurora le cogió las manos y se las llevó a sus tetas.

-Acarícialas.

Musoke acarició las tetas, luego Aurora se las chupó a ella, jugó con la lengua en los pezones, las magreó y después la besó, para acto seguido coger la cabeza de su amiga y llevarla a sus tetas. Musoke le hizo en las tetas tal cual le hiciera a ella Aurora. Al ratito, le dijo:

-¿Quieres hacer conmigo lo que hicimos en mi imaginación, Musoke?

-¿Qué hicimos?

-Te comí y me comiste el coño.

-Quiero.

Musoke se quitó la braguita. Aurora se dio la vuelta y de lado metió la cabeza entre las piernas de Musoke y le puso el coño en la boca. Ninguna de las dos había comido un coño más que en sus fantasías, pero sabían lo que les gustaría que le hicieran y eso fue lo que se hicieron una a la otra. Lamer el coño, el clítoris y follar la vagina con la lengua, y Aurora, que era la de las fantasías más guarras, lamer, follar, y acariciar el ojete de Musoke con la yema de uno de sus dedos. Sus gemidos se ahogaban en los coños que se fueron encharcando de saliva y jugos... Pasado un tiempo la soñadora queriendo hacer correr a su sueño, se empezó a correr ella.

-¡Me corro en tu boca, Musoke!

Musoke al oír las palabras de su amiga explotó. De su coño salieron unos potentes chorros de orina que pusieron perdida la cara de su amiga. Después de la orina salió del coño una cascada de babas que Aurora se tragó... Musoke se tragó los de su amiga.

Al acabar, Musoke, limpiándole a Aurora la orina de la cara con una sábana, le dijo:

-Fue divertido.

Aurora le dio un pico, y después le respondió:

-Y muy placentero.

Esteban, el padre de Musoke, era un empresario de casi cincuenta años, moreno, alto, fuerte y atractivo. Se casara 20 años atrás con Chayna, la madre de Musoke. Formaban una familia feliz.

Era una noche calurosa de verano, Esteban estaba en pantalón de deporte sentado en una mecedora en el jardín de su casa y con una botella de whisky y una cubitera al lado, Musoke, en bikini, estaba echada sobre una hamaca que colgaba entre dos árboles de los muchos que había en el jardín y que rodeaban la piscina, Chayna se había ido a África a visitar a sus padres y el servicio no venía hasta el lunes. Esteban, con un medio pedal, le preguntó a su hija:

-¿En qué piensas, hija?

-En África, debe ser bonita.

-Depende de que parte de África. En sitios se muere la gente de hambre y en otros aún existe el canibalismo. África es inmensa.

-Yo lo decía por la flora y la fauna.

-Para flor tú, eres la flor más bonita de África.

Musoke se debió poner colorada, pero al ser negra no se le notaban los colores.

-¿No te estará haciendo daño el whisky, papá?

-Daño me está haciendo verte ahí echada.

-No te entiendo.

-Ahora mismo te lo explico.

Se levantó, y al estar a su lado le pasó la yema de un dedo por el brazo.

-¿Qué haces, papá?

-Tienes una piel muy suave.

Le pasó el dedo alrededor del pezón de la teta izquierda y después hizo círculos sobre él. Musoke, sin moverse, le preguntó:

-¿Estás borracho, papa?

Pasándole el dedo por el otro pezón, le respondió:

-Tienes unas tetas divinas.

-Para, papá, para.

Le magreó la teta. La encontró dura. Se echó la mano al paquete, y le dijo:

-¡Qué buena estás, coño!

Le pasó el dedo por el clítoris. Musoke seguía sin moverse.

-Tienes que estar muy borracho para hacer lo que estás haciendo.

-No estoy muy borracho, aún controlo. ¿Quieres echar un trago de whisky?

-¡Déjame!

Musoke bajó de la hamaca y su padre la vio correr hacia la piscina, descalza y meneando las nalgas. Su cuerpo diez brillaba con las farolas que iluminaban el jardín y la piscina y por la cabeza de Esteban pasaron mil y una idea y ninguna buena. Musoke se tiró a la piscina. Esteban se quitó el pantalón de deporte. Musoke quedó anonadada mirando para la tiesa polla de su padre. Señalándola con un dedo, le dijo:

-¿Por qué me enseñas esa cosa?

Esteban se tiró a la piscina en busca de su hija, pero Musoke nadaba mejor que él y salió de ella por el otro extremo. Apoyado con sus brazos en el borde, le dijo:

-¡Con las ganas que tenía de hacerte cositas debajo del agua! Si hubieras tomado el Whisky...

-¿Qué cositas me querías hacer debajo del agua? -se quedó pensativa- ¡Ahora caigo! Me querías emborrar para abusar de mí!

-Abusar, no, ponerte contenta a ver si así te animabas.

-¿¡Animarme yo con un whisky?

Musoke salivaba pensando en la polla de su padre. Cogió el whisky triple que Esteban había dejado al lado de la hamaca y se lo mandó de un trago con la idea de hacerse la borracha y dejar que su padre la follara, pero las cosas no le iban a salir cómo ella quería. La garganta le comenzó a arder, los ojos a llorar y el cuerpo se le estremeció. Cuando pudo hablar, con voz ronca. Dijo:

-¡Esto es veneno!

Al momento tenía la cabeza caliente. Se sentó en la mecedora. Le entraron arcadas y comenzó a vomitar. Esteban salió de la piscina, le puso una mano en la frente y otra en la nuca, y le dijo:

-Echa todo fuera.

Musoke vomitó por la polla, las piernas y los pies de su padre... Acabó echando hasta su primera papilla. Al acabar de vomitar, le dijo a su padre:

-¡Qué mal me encuentro!

-No debiste tomar el whisky.

-No, no debí tomarlo.

Musoke se fue para casa, se metió en su cama y no hubo más mujer hasta la mañana siguiente.

Se encontraron en la cocina. Esteban que vestía con ropas de ir a jugar al golf y que tenía la bolsa con los palos en una esquina, estaba avergonzado de lo que le quisiera hacer a su hija. Tomando un café y sin mirarle a la cara, le dijo:

-Siento mucho lo de ayer noche. ¿Me perdonas?

Musoke, que traía puesto un vestido largo y que calzaba unas zapatillas deportivas, le respondió:

-Perdonado, pero dime. ¿Por qué me acariciaste los senos y el sexo, papá?

-Por que ayer noche el alcohol me hizo verte cómo una mujer y no cómo a una hija.

-¿Esta mañana ya me ves cómo una hija?

-Eres mi hija.

Sonó el timbre de la puerta.

-Debe ser Aurora. Me voy a misa.

-¿No desayunas?

-Ya tomé algo antes de que te levantaras. Que lo pases bien jugando al golf. Nos vemos, papá.

-Nos vemos, cariño.

A las dos de la tarde acabando de comer una ligera comida china. Esteban le decía a su hija:

-¿A dónde vas a ir hoy con tus amigas?

-Al cine, después daremos un paseo por la playa, tomaremos algo y cada una a su casa.

-¿Qué vais a ver?

-Estamos entre Pinocho y Padre no hay más que uno 2. ¿Y tú que vas a hacer?

-Quedamos para hacer una timba de Póker en casa de Juan.

-No pierdas mucho.

-No suelo perder.

Unas horas más tarde Musoke y su amiga Aurora estaban en bikini en el jardín. Musoke estaba echada en la hamaca y Aurora pasándole la yema de un dedo alrededor del pezón, le decía:

-¿Te hizo así?

-Sí.

Le pasó el dedo alrededor del otro pezón y después se lo acarició.

-¿Y así?

-Sí.

Le acarició el clítoris con el dedo.

-¿Y así?

-Sí.

-¡¿Y tú escapaste y te metiste en la piscina?

-Sí.

-Eres tonta, te perdiste lo mejor.

-¿Qué crees que me iba a hacer?

Le dio un beso con lengua y sin dejar de acariciar su clítoris, le respondió:

-Hacer que te corrieras.

-Hazme correr tú.

Le metió la mano dentro de la braguita del bikini, le metió un dedo en el coño, le subió el sujetador y besándola y comiendo sus duras tetas la masturbó hasta que Musoke, dijo:

-¡Me voy a correr!

Sintieron el ruido del motor de coche de Esteban entrando en el garaje y se le cortó. Aurora se calzó y se vistió, le dio un beso, y antes de irse, le dijo:

-Otro día acabamos.

Cuando Esteban llegó al jardín en mangas de camisa su hija seguía echada en la hamaca cachonda cómo una perra en celo. Fue a su lado y le preguntó:

-¿Cómo te fue la tarde, cariño?

-Mejor de lo que podía esperar.

-¿Conociste a algún chico?

-No, Aurora y yo nos conocimos un poquito mejor.

-Cuenta.

-Son cosas íntimas, sexuales y húmedas, muy húmedas.

Esteban miró a su hija con cara de asombro, y le preguntó:

-¡¿Eres lesbiana?!

-No.

Sabía de sobra que sí, pero le peguntó:

-¿Estás intentando calentarme, Musoke?

-No me hace falta calentarte, sé que me deseas.

-¿Te excita que te desee?

La respuesta de Musoke fue cogerle la mano derecha y ponerle los dedos en su nariz. Tenían un aroma a coño que alimentaban. Esteban le preguntó:

-¿El olor es de tu coño o del suyo?

-Pronto lo sabrás.

Musoke le llevo la mano al coño. Esteban notó la humedad y su polla se puso dura.

-Fui mala, papá.

-¿Te corriste con tu amiga?

-No, papa. Vuelve a tocarme cómo me tocaste ayer. Hazme correr tú.

Esteban le pasó un dedo alrededor del pezón de la teta derecha y después por encima, luego jugó con su teta izquierda, después le pasó el dedo por el clítoris, Musoke le cogió la mano y la metió dentro de la braguita del bikini. Sintió el acolchado de su vello púbico y luego sus dedos se pringaron de jugos, ya que tenía el coño cómo una charca. Le metió dos dedos dentro. Le entraron apretados. Su polla soltó tanta aguadilla que en su pantalón apareció un lamparón de humedad. Tenía unas ganas locas de comer aquel coño empapado, pero en la hamaca no podía. La besó mientras la masturbaba, Musoke se le colgó del cuello. Aprovechó para cogerla en brazos y echarla sobre la hierba. Le quitó el sujetador del bikini y vio sus tetas redondas y duras con areolas negras y pezones gorditos y tiesos. Lamió sus pezones, magreó y mamó sus tetas...

Después le quitó la braguita del bikini y vio su vello rizado y su coño empapado. Musoke flexionó las rodillas, Esteban le abrió las piernas y con ellas se abrió el coño, un coño con labios rosados y mojados cuya vagina se estaba abriendo y cerrando. Le pasó la lengua plana por el coño, luego aplastó su clítoris con ella y después le metió dos dedos en el coño y lamió de abajo a arriba sin parar y cada vez más rápido hasta que sintió chorros de orina salir presión por los lados de sus dedos, chorros que impactaron en su lengua. Dejó de lamer. La orina le dejara la camisa perdida. Después se corrió cómo una pantera, solo le faltó rugir, ya que casi le rompe la camisa con las uñas.

Al acabar se levantó, se quitó el bikini, y le dijo:

-Voy a bañarme desnuda. ¿Vienes?

Esteban se desnudó y se metió en la piscina con su hija.

Nada más llegar a su lado, que era un sitio donde el agua les daba por la cintura, la levantó y su polla tiesa buscó el coño. Musoke se abrió de piernas y la polla de su padre se hizo sitio en aquel estrecho túnel engrasado con los jugos de su corrida. Con las piernas de su hija rodeando su cuerpo y sus brazos rodeando su cuello le metió un morreo de película porno. Musoke le dijo:

-¡Dame fuerte, papá!

Esteban le dio fuerte.

-¡Más rápido!

Le dio caña de la buena.

-¡Mááás!

Le dio a romper. Al ratito Musoke le clavó las uñas en la espalda. Entre temblores echó la cabeza hacia atrás y se corrió cómo una fiera.

Al acabar Musoke salió de la piscina, cogió una toalla, la puso sobre el cemento y se echó boca arriba sobre ella.

Esteban hizo dos largos y después, con la polla flácida y colgando se arrodilló entre las piernas de su hija, y le dijo:

-Me debes una corrida.

No sé dónde coño iban la timidez y la vergüenza de Musoke, ya que le respondió:

-Cóbrala.

Esteban cogió su flácida polla y se la frotó en el coño de abajo a arriba varias veces, después puso su meato encima del glande del clítoris y lo frotó muy despacito cantidad de veces... Cuando volvió a frotarla entre los labios ya la polla estaba dura cómo una piedra y el clítoris se había escapado del capuchón. Musoke estaba en la gloria.

-¡Ay, papá, ay qué gustito!

Volvió a poner su meato sobre el clítoris. Al frotarlo Musoke sentía cómo le pringaba el clítoris de aguadilla.

-¡Me voy a correr, papá, me voy a correr!

-Córrete, vida.

Esta vez su coño no soltó sus usuales chorros de orina, soltó babas mientras su cuerpo hacía un arco y su pelvis se levantaba gloriosa. Esteban no dejó de frotar hasta que acabó de correrse y el cuerpo de su hija quedó en posición natural. Ahí la cogió por la cintura, la levantó, le clavó la polla hasta el fondo y le dio caña brava hasta que le dijo:

-¡Me viene otra vez, papá, me viene otra vez!

No dejó que se corriera, se la quitó y se corrió él en la entrada del coño, luego la volvió a coger por la cintura, y le comió el coño hasta que se corrió en su boca, diciendo:

-¡Qué bello es pecar!

Al acabar de correrse, le metió la polla a media asta, le cerró las piernas, y besándola la folló despacito hasta que la polla se puso tiesa dentro.

Musoke disfrutaba de cada mete y saca, de cada beso, de cada mirada... Hasta disfrutaba del silencio que solo rompían dos verderones trinando en uno de los árboles y el ruido de la polla dentro del coño al chocar con los jugos que tenía en el fondo: "Chof, chof, chof..."

A Musoke le gustaba anunciar sus orgasmos, y le anunció el último.

-¡Me viene, papá, me viene!

Esteban aceleró el mete y saca y Musoke hizo algo que no debía hacer, meterle un dedo en el culo a su padre. Esteban, sin poder evitarlo, descargó dentro de su hija. La muy cabrita al sentir su leche dentro le aumentó el placer. Quitó el dedo del ojete y le clavó las uñas en las nalgas al tiempo que lo apretaba contra ella.

Fueron dos corridas grandiosas en las que gimieron, temblaron, se sacudieron y casi se mueren de gusto el padre y la hija.

Al acabar y aún con la polla dentro le dijo Esteban:

-Mañana te compro la píldora del día después.

A Musoke en aquel momento le importaba una mierda lo que pudiera acarrear el polvo que estaba echando.

-¿Seguimos?

-Sí, pero mañana...

-Sí, sí, la píldora. ¿Me dejas subir encima de ti?

-Sube, cielo, sube.

Quique.

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