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Mi abuelo y el festín de mi senos rebosantes de leche

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Era un verano de lo más caluroso en Veracruz. Yo tenía poco tiempo casada con mi ex esposo. Acababa de tener a mi primer hijo. Mis senos rebosaban con la más fresca leche materna con la cual disfrutaba alimentarlo. Mi hijo era muy glotón, se la pasaba exigiendo mi pecho con llantos desesperados y yo acudía a él sin pensar. Gozaba al sentirlo tan cerca y la estimulación en mis pechos por su sensibilidad casi me llevaban al orgasmo cuando le daba de comer.

Mi esposo en ese entonces había ido a un viaje muy importante de negocios a Houston Texas. Donde iba y venía por su trabajo constantemente. Las separaciones me ponían muy caliente porque a veces pasaban días sin que yo tuviera acción de ningún tipo, incluso en ocasiones semanas. Mis senos producían tanta leche que en varias ocasiones me vi obligada a exprimirlos porque el peso y el dolor eran muy molestos y me mantenían incomoda durante el día hasta que no me daba ese alivio de vaciarlos.

Un día como cualquiera de ese verano recibí una llamada, era mi padre. Sonaba un poco alterado y no le comprendía muy bien lo que trataba de expresar. Cuando por fin pudo mantener la calma me explico todo con serenidad.

-Julia, tu abuelo tuvo un accidente.

-Pero ¿qué fue lo que paso, ¿dónde fue?

-Ocurrió cuando tomo un taxi del aeropuerto para nuestra casa, venia de visita unos días al país.

-Hay no dios mío, ¿y cómo está el?

-Pues ahorita lo están revisando ya en el hospital, vente pronto mi amor para que me ayudes.

Yo encargué a mi bebe con mi hermana en su casa y me fui para el hospital. Me angustie mucho porque yo siempre había tenido una relación cercana con mi abuelo. Me consentía mucho cuando era niña y siempre había sido muy bueno conmigo. Cuando llegue al hospital solo estaba mi padre con una cara de preocupación.

Me acerque a él y lo abrace entre mi pecho. El me abrazo preocupado y yo le di ese consuelo que tanto necesitaba. Parece que ahorita lo están evaluando y haciendo unos análisis -dijo mi padre con el rostro desencajado-. Yo lo mire y le dije que todo estaría bien, que no tendría que preocuparse más, que cuando llegara el momento yo me haría cargo de él y lo cuidaría. El me abrazo de nuevo y en ese momento llego el doctor con una tabla preguntando por los familiares de mi abuelo. Mi padre se levantó enseguida y nos dirigimos hacia él.

-El señor se encuentra en buen estado, tuvo algunos golpes de consideración, pero con cuidados en su casa y una dieta blanda estará bien -dijo el doctor con una voz sobria y áspera.

- ¿Entonces hoy mismo nos lo podemos llevar? -pregunto mi padre.

-Lo más recomendable es que se quede en observación por el día de hoy, pero yo estimo que mañana ya podrá irse a casa sin ningún problema.

-Qué bueno doctor muchas gracias por todo -le dije y le di fraternalmente la mano.

-Por nada es mi trabajo -respondió el médico.

Se fue y nos fuimos a sentar a la sala de espera. Yo le acaricie el rostro a mi padre y le dije -lo ves, te dije que estaría bien, yo lo voy a cuidar y veras como se repone de inmediato.

-Muchas gracias hija, no sabes cuánto te agradezco que siempre para mí.

Yo le puse su cabeza en mi pecho y lo conforté de nuevo.

Después de un día completo de estar en observación le dieron el alta a mi abuelo. Estaba algo golpeado por lo que tuvo que salir en silla de ruedas, pero al final pudo dejar el hospital por su propio pie.

-Yo lo voy a cuidar abuelo en mi casa, se va a venir conmigo ¿está bien?

-Si hija, muchas gracias por aceptar a este viejo en tu casa, yo sé que tal vez tengas otras cosas que hacer y yo voy a ir a incomodarte.

-No abuelo, usted no se preocupe por nada, ahorita no estoy trabajando, así que puedo cuidarlo perfectamente, yo me puedo encargar de usted y de mi bebe muy fácilmente. Es curioso porque esta anécdota la recordé cuando entre a mi cuenta personal en fb /dradelsex y uno de mis seguidores me había preguntado que si nunca había tenido algo de manera íntima con mi abuelo, y me di cuenta que creo que nunca lo había mencionado en este foro, y supuse que sería bueno que ustedes lo supieran.

Se subió al auto con un poco de dificultad y nos fuimos a casa. Ese día que fui a recogerlo al hospital llevaba un vestido amarillo algo escotado, uno que me gusta usar porque me resalta la figura y hace ver mis senos aún más enormes, y con la leche acumulada parecían sandias del tamaño en el que estaban. Varias veces tenía que reacomodarlas para que no se salieran de lugar y dar un espectáculo gratis. Lo gracioso era que Había sorprendido un par de veces a mi abuelo durante el camino que era largo, viendo hacia mi escote con una mirada casi penetrante. Hasta que por fin una pregunta de él me tomo por sorpresa por completo.

- ¿Hija, y le estas dando pecho a mi nieto, o le das de esa porquería enlatada en polvo, porque esa cosa nunca es buena para los niños en crecimiento?

-No abuelo -respondí sonriendo-. Yo no quise darle eso, pienso igual que usted. Decidí alimentarlo con leche de pecho, es más nutritiva para él y eso hará que crezca más sano y fuerte.

-Si, que bueno que hayas decidido así hija, y no como esas madres modernas -dijo sin dejar de mirar intensamente a mis pechos.

Yo le sonreí y traté de cubrirlos un poco, pero la leche sin ordeñar de mi pecho lo hacía imposible.

Llegamos a casa y le dije que no bajara, que yo le ayudaría a caminar para que no cayera. Abrí la puerta y le dije que se sujetara de mi brazo con fuerza. Sentí que el aprovecho para dar pequeños rozones con sus manos a mi pecho cerca de mi brazo, pero lo deje pasar. Se sentó en el sofá cómodamente y yo le llame a mi hermana para ver si ya podía traer a mi bebe, porque ya lo extrañaba mucho y quería alimentarlo. No tardó más de quince minutos con mi hijo y paso a saludar al abuelo. Estuvimos platicando un rato los tres de buenos momentos cuando estábamos pequeñas y las travesuras que hacíamos. Reíamos y gozábamos. Un tiempo después mi hijo empezó a llorar, y a estrujar mi pecho. Ya era hora de comer para él. Mi hermana me dijo que tenía que recoger a su hijo de la práctica de futbol y se despidió de todos. Yo me senté en una mecedora que había comprado para alimentar a mi hijo porque le gustaba mecerse mientras lo alimentaba. En el momento que me saqué el pecho sentí de nuevo la mirada llena de lujuria de mi abuelo. Me sonreí un poco tratando de imaginar que sería lo que pasaría por su mente. Quise provocarlo un poco para ver cuál sería su reacción. Cuando empezó a comer mi hijo, que lo hacía de manera glotona gemí un poco al sentir su succión. El de inmediato reacciono.

- ¿Qué paso hija, estas bien?

-Si, no es nada abuelo, solo me mordió un poco el niño.

-Debe estar hambriento el pequeño, pero pues quien no lo estaría con tanta comida a placer.

-Ay si, muchas veces las tengo tan cargadas que me duelen y las tengo sensibles.

-Si solo me puedo imaginar hija. A tu abuela le pasaba lo mismo cuando alimentaba a tu papa. Se le inflamaban mucho, pero yo le ayudaba de cierta manera.

-Ah de verdad y como lo hacía abuelo?

-Cuando tu papa ya no quería más la teta, yo succionaba toda la leche de tu abuela, la dejaba seca, era muy bueno para hacerlo y le daba un alivio cuando lo hacía.

-Huy pues yo le pediría a mi esposo que a él le encanta, pero pues ahorita anda de viaje de negocios.

-Yo podría ayudarte hija, se cuánto puede sufrir una mujer por eso porque yo lo viví con tu abuela -dijo de manera tímida.

Mi hijo pronto se quedó dormido y lo lleve a su cuna a dormir. No dije nada ante la petición de mi abuelo. Regrese a la sala y el veía un partido de futbol soccer. Yo me senté a su lado y le dije que se recostara en mi regazo. Saque de un solo movimiento mi seno derecho y cayó sobre su rostro y como cualquier hombre lleno de deseo u lujuria y de una manera obscena comenzó a beber la leche de mi pecho pasando su lengua alrededor de mi aureola y succionando mi pezón con desesperación. La leche era tanta que fluía por su boca y mejillas. Su respiración era acelerada y violenta y sus manos apretaban mi seno de una manera inquisitiva como si quisiera exprimir cada gota de leche de él. La temperatura en la habitación comenzó a elevarse.

La excitación se combinaba con el alivio tan celestial que me daba el vaciar mi pecho. El de inmediato se percató de la presencia de mi pecho y empezó a magullarlo de tal forma que la leche empezó a brotar también profusamente. El palpitar de mi corazón podía escucharlo en mis oídos. Violento y salvaje como un tamborileo africano. Algo que paso a continuación me sorprendió. Un enorme e hipnótico bulto hizo presencia en el pantalón de mi abuelo. Imponía respeto con su sola aparición, era magnifico y enorme. La lujuria tomo el volante en mis pensamientos y perdí toda lógica y razón. Aquella verga gruesa y grande me hacia una invitación al placer. Mi abuelo seguía mamando mis pechos como un bebe hambriento. Yo con una sola mano y de manera hábil desabroche el pequeño botón de su pantalón de vestir y baje su bragueta. Me sorprendió que no llevaba ropa interior. Saque su falo, totalmente erecto, pero aun lo cubría su pellejo, un prepucio con un olor a sexo y suciedad intoxicante. Ese aroma fue aún más motivante para mí. Escupí en mi mano y el sintió mi mano húmeda lo que le hico estremecerse, pero no dejo mi teta. Hice el prepucio hacia atrás de manera firme y de un solo movimiento. Una gran proliferación de queso de verga envolvía su glande. Tome un poco con mi dedo, estaba pegajoso y fétido. Lo probé y eso me llevo a un nuevo nivel de excitación. Comencé a masturbarlo de manera violenta mientras el mordía mi pecho. Se escuchaba mi mano golpeando en su pelvis en movimientos a toda velocidad. Una y otra vez. Él se agito y su respiración se comenzó a acelerar aún más.

Pronto sentí como su cuerpo se estremecía y un gemido ahogado lo hizo eyacular sobre todo su cuerpo mientras se abrazaba a mi pecho hundiendo su cara y su verga explotando como un volcán. Pronto me di cuenta que se quedó dormido en mi regazo, quedo rendido pero su verga aún no estaba satisfecha y yo tampoco.

Continuará…

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