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Mi caliente y maduro jefe

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Comencé mi servicio social en un despacho jurídico, a decir verdad no tenía tantas ganas de ir, me aburría estar revisando papeles todo el día e ir de oficina a oficina para recolectar sellos y demás cosas, o bueno, eso me comentaron que tendría que hacer. Pero cuando vi a mí nuevo jefe, no me quedó duda de que haría todo menos papeleos.

Un hombre maduro de 42 años, alto fornido con barba, trajeado y siempre oliendo a loción cara, desde la primera vez que lo vi me imaginé arriba de su polla, imaginaba que estaba grande y la saboreaba en mi boca.

Pero pronto mi ilusión de montarme en él se fue a la basura, ya que era casado y parecía ser muy fiel o al menos eso decían en la oficina.

No perdí oportunidad, cada día iba con faldas ajustadas y accidentalmente desabrochaba un botón de más en mi camisa, pero no servía de nada, ignoraba cada señal. Resignada a trabajar en papeleos y cosas sin sentido, llegó el día que su secretaria tuvo que irse de incapacidad y buscaron una suplente la cual, fui yo.

Así que mi esperanza se avivó, ahora me tomaba más en cuenta ya que era su secretaria y mano derecha, entonces comencé a decirle a su esposa que estaba ocupado en juntas o con mucho trabajo, y siempre que entraba a su oficina trataba de acercarme un poco más, hasta que empecé notar su mirada rápida en mis pechos o en mi trasero, estaba logrando mi objetivo.

—Peach, mañana nos vamos tarde, hay que terminar el proyecto —Asentí antes de verlo salir. Esa sería mi oportunidad.

Me vestí con lencería negra y unos ligeros preciosos, mi tanga negra era minúscula dejaba ver mi culo redondo y apenas si tapaba mi coño que ya escurría por querer subirme en él. Y mi sostén tenía encaje, dejaba ver mis pezones paraditos. Encima coloqué una falda de tuvo verde oscuro muy ajustada y una camisa blanca justa con un botón desabrochado, me solté el cabello y puse unos tacones negros y mis lentes.

Al llegar, noté su mirada y dejé caer un lapicero para agacharme y enseñarle todo el culo, escuché que tosió un poco. Por la tarde cuando la oficina ya estaba vacía mientras él y yo checábamos expedientes me levanté a cerrar con seguro su oficina, no me importaba verme como una puta fácil, quería que me cogiera y tenía que cumplir mi capricho.

—¿Qué haces Peach? —Dejo de ponerle atención a sus hojas y me vio extrañado, traía su pantalón de vestir y una camisa blanca un poco desabotonada.

Sin ninguna pena, comencé a desabrocharme la blusa mientras caminaba hacia él sin dejarlo de ver, hasta que quedé frente a él y solo en sostén.

Justo en ese momento comenzó a sonar su teléfono, sabía que era su esposa y antes de que alcanzará el teléfono se lo arrebaté de las manos.

—Hoy no, estás ocupado vas a cogerte a tú secretaria —Subí mi falda para poder sentarme encima de él, me miró indeciso por un momento, pero cuando saque mi sostén y miro mis tetas redondas y con los pezones parados su mirada cambio, parecía que me quería comer.

Entonces metió su mano por atrás de mi cabello y me jalo hacia atrás y en un solo movimiento me subió al escritorio, se veía tan dominante, tan caliente.

—¿Quieres que te folle, putita? —Sentí que me palpitaba el coño, así que solo gemí en respuesta, inmediatamente comenzó a besarme con ferocidad y mi cuerpo reaccionó ante sus besos húmedos y mordidas, aún me tenía con la cabeza hacia atrás jalando mi cabello, me soltó un poco y comenzó a darme besos húmedos por el cuello hasta mi pecho. Se metió una teta a la boca con salvajismo y chupó tan fuerte que gemí escandalosamente y pegué un brinco cuando comenzó a morderme, no aguantaba más.

Me soltó un me sentó, abrió un poco las piernas y no necesite que me dijera que hacer, inmediatamente baje del escritorio y saque en un segundo mi falda, quedando en tanga. Me acerqué a él y fui directamente a su entre pierna, se veía un bulto considerablemente grande y muy ansiosa me deshice del cinturón, baje el cierre y moví la tela del pantalón y bóxer dejando libre a su deliciosa polla, larga y gruesa, inmediatamente salive y di un lengüetazo, su mirada estaba fija en mi, después pase mi lengua por toda su polla como si fuera una paleta para después atragantarme con ella. De nuevo agarro mi cabello con ferocidad y comenzó a mover mi cabeza al ritmo que se le antojaba.

Si polla sabía deliciosa y me encantaba chuparla y verlo mientras lo hacía, me jalo del cabello para después cargarme y dejarme en el escritorio, me abrió de piernas y se arrodilló.

—Que rico coño tienes, puta —escupió a mi coño para empezar a comérselo, su lengua masajeaba mi clítoris mientras con un dedo me penetraba y con el otro masajeaba mi ano. Me sentí en el cielo, chupaba con una rapidez y se tragaba todos mis fluidos, de la nada me volteo y me puso en cuatro, comenzó a masajear mi culo y con sus manos lo abrió para darle paso a mi ano, que empezó a lamer, después uso una mano para masajear mi coño, me dio una palmada en el coño y gemí de placer.

Ahora me pare y lo guíe hasta su silla, me senté encima de él y no dude nada en subirme en su verga, sentí una oleada de placer, más cuándo comencé a moverme a mi gustó como una puta, hacía enfrente y hacía atrás mientras lamía mis tetas y mordía partes de mi cuerpo. Soltó la primera nalgada y gemí, así siguió, me dolía el culo pero me encantaba que me azotará.

—Quítate —Me movió y subió mi pierna al escritorio mientras yo estaba de espalda, me la metió mientras se movía bruscamente, mis tetas quedaron pegadas al escritorio y mis manos las tomo detrás de mi espalda, me estaba dando tan duro que sentía mis fluidos correr a chorros por mis piernas, estaba tan mojada, excitada, caliente.— Eres una perra sucia — me soltó una nalgada, cada vez que me hablaba sucio mi cuerpo reaccionaba y me excitaba más.

—Dame más duro joder —las embestidas eran tan rápidas, tan salvajes y bruscas que mi sentía rebotar cada parte de mi cuerpo, con una mano agarro mis dos manos y con la otra pegó mi cara al escritorio que no aguanté más y entre gritos llegué a mi orgasmo y no solo eso, tuve un squirt, de inmediato me soltó y bajé rápidamente.

Él parado y yo de rodillas comencé a mamársela con fuerza, la saboreaba, me encantaba y sin esperar mucho que se vino en mi. Lamí lo que pude de sus fluidos, eran tan ricos, cayeron en mis tetas y ver su semen ahí me excitaba aún más, me levanto de un brazo y me beso salvajemente.

Agarré mi ropa rápidamente y me vestí.

—Nos vemos mañana Jefe —Mientras se abotonaba la camisa me miró.

—Si Peach, mañana también tenemos que quedarnos por la tarde — Sonreí y salí.

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