Como nunca enfrenté a Gaby tras descubrir todos los mensajes en su teléfono durante el tiempo que estuvo inconsciente por el accidente, supongo que ella pensó que todo seguía normal. Lo normal era que yo no revisara su celular, así que lo dejaba descuidado por ahí como siempre.
Yo aprovechaba esos descuidos para enviarme cada conversación sospechosa y todos los archivos que pudiera encontrar en ellas. Después, ya solo, generalmente en el trabajo, me encorvaba sobre mi teléfono para revisar cada detalle.
-¿Mañana en el mismo sitio? – Decía un tal Andres.
-Si mi amor, como siempre
-¿Te llegó el dinero?
-Si corazón, gracias. Me compré lo que me pediste.
Otra conversación decía:
-No puedo esperar al jueves para verte, deberíamos vernos más, un día contigo no es suficiente – Decía Juan Pablo.
-Jajaja amooor, sabes que mi agenda es ocupada, mucho trabajo, pero siempre saco el rato para ti
-¿Y los sábados ¿No podrías los sábados?
-imposible, mi esposo está encima
Era mentira, si quisiera lo podría hacer los sábados también. De varias conversaciones similares deduje dos cosas, una era que tenía un calendario muy estructurado para ver a los sujetos, y dos, que le sacaba dinero. No cobraba por follar como una puta, pero el contrato tácito era medio de sugar daddies, todos le enviaban dinero para cosas que ella les decía que necesitaba, pero yo sabía que no.
Generalmente esas revisiones terminaban en una paja en el baño cuando empezaba a ver el material audiovisual. Mi esposa en cuatro, boca arriba, chupando, fotos y videos amateur que me generaban un enojo enorme pero a la vez una excitación incontrolable. Mi favorito era uno en el que salía chupando el trozo a un tipo arrodillada en cuatro sobre la cama, el ángulo tomaba un par de nalgas bien iluminadas y empinadas que se movían al ritmo de su cabeza.
-Me gusta tu verga mi amor, encaja muy rico en mi boca – Decía Gaby.
-La chupas como nadie – Le respondía un tipo al que no se le veía la cara mientras ella sacaba su lengua y repasaba esa verga desde la base hasta la punta para terminar con una risita.
Me sentía un perdedor. A pesar de que casi a diario me follaba a Gaby y ella parecía disfrutarlo, el saber que se veía con todos esos tipos a mis espaldas me mataba. Cómo sabía que siempre tenía sus escapes a medio día, a un motel convenientemente cercano a su trabajo y siempre pedía la habitación 201, yo me iba a espiarla escondido en la habitación 202. A veces iba solo, a veces me llevaba a una puta.
Cada ocasión era una puñalada en el corazón para mi, aunque me excitaba y me satisfacía, oír como mi esposa intimaba con alguien más era muy fuerte. Un día se rebosó mi copa.
Era martes, yo estaba en la 202 pegado a la pared solo. Oí los ruidos normales, los gemidos de siempre. Me enojé y me excité. Iba en medio de una paja cuando me llegó una conversación.
-Ya no lo amo, las cosas han cambiado – Decía Gaby. ¿Hablaba de mí?
-¿Y por qué no lo dejas? tú eres una mujer increíble, puedes vivir la vida que quieras
-No sé, él ha hecho muchas cosas por mi, siento que estoy medio en deuda
-¿Y el sexo?
-Normal, él se esfuerza bastante, pero nunca es tan rico como hacerlo contigo. Yo finjo para que no se sienta mal
-Déjalo, vente conmigo
-¿De verdad? ¿Me llevarías a vivir a tu casa?
-ufff claro que sí, sería un honor tenerte para mi
-Lo pensaré
Seguidamente gemidos y gritos. Estaba furioso, ella no solo me dejaba en ridículo frente a otro hombre sino que consideraba dejarme. Salí de allí descontrolado directo al prostíbulo donde pedí dos chicas para equilibrar mi orgullo. No solo era enojo y dolor, también era temor de que ella efectivamente decidiera dejarme, si algo había mantenido todo aquello era que Gaby seguía siendo mi esposa y a pesar de que otros se la cogían, aún me la podía coger yo.
Tal vez por la media botella de whisky que me había tomado, tal vez porque ya era hora de definir todo aquello. Esa noche cuando llegó a casa la estaba esperando ebrio sentado en nuestra sala. Gaby llegó con su bolso y su vestido de oficinista apretado, vaya culo que se mandaba, los que nos la cogíamos nos estábamos comiendo un buen pedazo.
-Amor, ¿cómo estás, qué haces? – Me dijo algo sorprendida.
-Siéntate por favor – Le dije tajante. Ella se sentó.
-¿Qué pasa amor?
-¿Qué pasa amor? pasa que lo sé todo maldita puta, sé que te follas a tus compañeros de trabajo y quien sabe a quien más, sé que follas en el motel Avenue los medios días, sé que siempre pides la habitación 201, la grande, con todos los juguetes, sé que te escriben mensajes y te mandan videos y fotos… los he visto todos… Lo sé todo, sé que te dan dinero y sé que hoy le dijiste a uno de tus amantes que ibas a pensar en dejarme – Lo solté todo.
Gaby me miraba fijamente, no era sorpresa, no era miedo, me miraba con seguridad. Colocó su bolso en el suelo pausadamente, cruzó sus piernas y se dejó caer en la silla completamente.
-Ya sabía que lo sabías – dijo y yo me quedé helado.
Se hizo un silencio.
-Quería ver cuánto ibas a aguantar, pusilánime, quería ver hasta dónde ibas a llegar viendo como se follan a tu esposa a diario y tú ahí, sin hacer nada, compartiendo, perdedor. Sé que me espías en el motel, te he visto. Sé que has visto mi teléfono, quería que lo vieras – me dijo.
-Maldita, traidora – Le dije con odio.
-Lo que sea… yo me voy, tengo mucho que vivir y no será con un tonto como tú
Lo siguiente fue una faceta de mi que nunca imaginé. No soportaba la idea de perderla, tampoco soportaba sentirme como me hacía sentir. Me levanté de la silla y corrí hacia ella, asestó un golpe en su frente. Gaby cayó desmayada. Fui rápidamente por unas cuerdas y algo de cinta. Amarré a mi esposa de pies y manos y cubrí su boca con la cinta. Mi auto estaba dentro del garaje de la casa y la llevé hasta la cajuela, la metí ahí.
Yo tenía un proyecto. Una pequeña cabaña alejada de todo en la que guardaba esperanzas de un retiro pacifico junto a Gaby. A ella no le parecía muy emocionante y nunca me apoyó en el proceso de construir y adecuar el lugar. Para entonces solo estaba en obra gris y tenía un cuarto muy precario con una cama de tablas sin colchón.
El trayecto era de más o menos una hora hasta el sitio alejado. Bajé del auto y abrí la cajuela, los ojos abiertos y temerosos de Gaby se encontraron con los míos. Entre gemidos trataba de decirme algo pero por la cinta no podía. La cargué y la llevé adentro. La dejé sobre la cama de tablas y le quité la cinta de la boca.
-¿Qué haces imbécil? suéltame!!! – Me gritó
-No mi amor, tú no me vas a dejar, y me vas a pagar todas las que me has hecho
Acto seguido bajé mis pantalones y mi verga se asomó apuntando al culo parado de Gaby. Ella, completamente inmovilizada, no pudo hacer mucho para evitar que le quitara parcialmente la ropa. Escupí en mi mano y esparcí el fluido sobre mi verga para llevarlo al coño de mi esposa, ahora mi rehén.
-nooo, déjame!!! – Gritó.
No hice caso, me la follé por el coño y por el ano y descargué mi leche sobre su cuerpo tendido.
-¿Qué haces? ¿Te has vuelto loco? no puedes tener así – Me dijo llorando.
-¿Te das cuenta de lo que me has hecho tú? Esto es poco – Le respondí y me senté en la cama a su lado mientras vibraba un teléfono recibiendo un mensaje, el teléfono de Gaby.
Lo tomé y abrí el mensaje.
-¿Mismo lugar misma hora? – Decía un tal Daniel.
-¿Qué le respondo? – Le dije a Gaby, ella me miró y bajó la vista.
Me quedé dormido allí a su lado. A la mañana siguiente desperté, ella aún dormía. Aterricé de la locura que estaba cometiendo, secuestro y violación. La desaté y se despertó.
-Vamos – Le dije.
Nos subimos al auto y emprendimos la marcha de vuelta a casa sin saber que sería de mí.
-¿Por qué lo hiciste?- le pregunté.
-¿Por qué hice qué? – Respondió.
-¿Por qué te los follas a todos?
-Me parece rico, y los controlo, me dan dinero
-¿No te es suficiente con lo que te doy? ¿Con lo que tenemos?
-No se trata de eso, no sé, me gusta, se siente rico
-¿Pensaste en mí al hacer todo esto?
-Al principio, luego ya no me importó
-¿Cuanto llevas haciéndolo?
-Un par de años
Le conté como me enteré, le conté cómo la espiaba y lo que hacía. Como coleccionaba sus videos, dejé salir todo. Al terminar mi historia llegamos a un semáforo y me detuve, la volteé a ver. Sus ojos me miraban con sorpresa e interés.
-Llévame a ese prostíbulo – me dijo.
Aquello me tomó por sorpresa. Más aún cuando Gaby se quitó el cinturón de seguridad y se inclinó sobre mí para abrirme la bragueta y sacarme la polla.
-Llévame a ese prostíbulo – Repitió.
Así fue. Llegamos al lugar. Las chicas que ya me conocían se sorprendieron al verme llegar con una mujer. Entramos a una estancia y nos sentamos. 7 putas desfilaron frente a nosotros.
-¿Cuál escoges siempre? – Me preguntó Gaby sonriendo.
-Varias, pero mi favorita es Carolina – Dije apuntando con un dedo.
Carolina será!!! – Gritó fuerte ella.
-Buena elección
-Sí, pero no aquí, vamos a la 201 – dijo Gaby.
Tomé la ruta conocida. Esta vez con mi esposa en mi auto y no en el de alguien más. Carolina iba en silencio.
-Entonces Caro,¿ tú eres la que se folla mi esposo mientras me espían?- Dijo Gaby jovial.
Carolina no supo qué responder, se quedó callada mirándome. Llegamos al motel, casi por instinto me dirigí a la 202… Gaby se adelantó a la 201, se giró, me miró sonriendo.
-Ven mi amor. Ven Caro – Nos dijo.
Estaba como pez en el agua, se fue desnudando y estirando su cuerpo. Su espalda se arqueó con sus brazos en alto y su culo hermoso se empinó ante mí.
-Bienvenidos a mi reino. ¿Quién quiere una chupada? – Dijo Gaby sonriendo.
Gaby caminó hacia mí, se puso de rodillas y sacó mi verga para empezar a chuparla. Carolina esperaba a un lado.
-Ven querida, este hombre está pagando por algo – Le dijo Gaby a Carolina invitando a ponerse junto a ella para chuparmela entre las dos.
Un mensaje llegó al teléfono de Gaby. Respondió algo y volteó el aparato mostrándome la pantalla.
-¿Gaby qué pasó hoy? ¿no nos íbamos a ver? – Decía.
-Lo siento, se me presentó algo más importante – respondió ella. Y me sonrió.
Con la experiencia de haber estado allí mil veces Gaby lideró toda la situación. Nos llevó de esquina a esquina y nos puso como quiso. En un momento nos llevó hasta el arnés. Se subió sin mayor inconveniente y quedó con las piernas flexionadas y el culo abierto hacia mi.
-Ven papi, dame por el culito que yo sé que te gusta – Dijo Gaby.
Me puse detrás del delicioso culo de mi esposa y tras posar mi glande entre sus nalgas empujé, un experimentado ano me recibió abriéndose para dar paso a mi verga.
-Ufff que rico papi, cometelo todito – Dijo Gaby.
Como todos los demás que se lo comen a diario – Se oyó la voz de Carolina que fumaba un cigarrillo sentada en el otro extremo de la habitación.
-¿Tienes algo que decir perra? – Respondió agresivamente Gaby deteniendo el bamboleo de nuestra interacción.
-Yo seré una prostituta, pero tú eres una verdadera mujerzuela. Espero que sepas lo que haces – Eso último fue para mí. Carolina tomó sus cosas, se vistió rápidamente y salió del lugar.
Gaby y yo nos quedamos un rato follando. Después tomamos el auto y nos dirigimos a casa.
-Entonces, ¿queda olvidado lo del secuestro y eso?- Le pregunté al llegar.
-Sí, queda olvidado. No te preocupes
Mientras nos cambiábamos para dormir no pude evitar preguntarle algo importante.
-¿Y ahora qué? – Le dije. Ella entendió lo que le preguntaba.
-Ahora ya lo sabes todo. Debes decidir si quieres tener una parte de mí o no tener nada. Los fines de semana son tuyos – Me dijo y se acostó a dormir.
-¿Te seguirás viendo con todos?
-Sí. Pero mira el lado positivo, ya no tienes que andar hurgando en mi teléfono, yo misma te mandaré los videos y las fotos.