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Mi fetiche por las panties

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Espero todos estén bien. Hoy toca compartir uno de mis placeres más escondidos y por el cual he cometido un sin fin de locuras.

Comenzaré por presentarme. Soy Javi, y tengo 50 años muy bien vividos, o eso quiero creer. Delgado, estatura media, algo así como 1.74. y tez morena clara, sin vicios y amigable. Pero escondo un gusto por un fetiche que aunque muy común, es criticado.

Oler panties, ver como se marcan en la ropa, sentir la textura en mis manos, disfrutar de todas las sensaciones mientras las veo puestas en sus dueñas, o imaginar como lucirían en los cuerpos de las personas con las que no comparten su intimidad conmigo, es algo tan agradable, que ya forma parte de mi ser.

Es como si tuviera una parte de mi cerebro que pareciera estar dormida, pero que invariablemente siempre está alerta ante las palabras clave que ponen en alerta a todo mi ser, para conseguir algo. Una imagen, una prenda, información que me permita sumergirme en la intimidad de cualquier persona.

Obviamente una mujer hermosa, llamativa, me hará por supuesto a activar mi imaginación y ponerme alerta para saber como luce debajo de esa ropa. Que tipo de interiores usa, pues esto define mucho de como es esa mujer. Las hay que son sensuales y cachondas por naturaleza, pero también las hay que lucen sexys solo para dar gusto a sus parejas.

Me atrevo a asegurar que no hay mujer que no sea bella, solo por el cuidado que ponga en su apariencia íntima.

Cuando yo era joven, lo sexy era usar bikinis no muy pequeños. Las tangas eran un producto poco común, y las de hilo dental, eran demasiado reveladoras y quizá las mujeres las veían como una prenda solo para usar en la cama.

Lo más sexy y común, eran los bikinis con encaje y transparencias.

Recuerdo que en mi familia eran realmente pocas las mujeres que usaban prendas sexys. Un par de primas usaban bikinis y recuerdo que se quejaban de que sus prendas les costaban muy caras. Yo solo pude tocar alguna de ellas en el consabido baño, en donde como tantas mujeres, dejaban sus prendas mojadas colgando de las llaves de la regadera. Si tenía suerte y el baño tenía espacio, podía encontrar el bote de la ropa sucia en un lugar privado en el mismo baño. O en alguna recámara en donde como pretexto podría estar un rato solo con el pretexto de ver la tele.

Trabajando para un hotel, recuerdo que a varios ejecutivos nos daban casa en un edificio de la compañía. Así no solo conocí a muchas compañeras, sino también a esposas de compañeros.

Al ser un complejo grande, había una llave maestra, la cual no solo abría todos los cuartos del hotel, también abrían las puertas de los departamentos en que vivíamos los ejecutivos.

Siendo un hombre honesto, aclaro que jamás pensé en que tener acceso a una herramienta tan poderosa como es una llave maestra, esta podría ser usada para delinquir. Pero admito que por mi posición y autoridad, no desaproveché una oportunidad para deleitarme con tan gratificante acceso.

Contar mis aventuras en el mundo del fetiche por las panties, llevaría mucho tiempo. Pero para quienes les resulte interesante, con gusto compartiré mis experiencias a lo largo de mi vida. Aclarando que esto siempre fue de adulto y de manera muy discreta y sin afectar a nadie. Para no irnos en blanco, a continuación compartiré una historia de cuando estaba en la universidad.

Tenía una tía muy guapa, piel muy blanca, ojos verdes, nalgoncita, poco pecho pero rica. Realmente era muy recatada. Vestía siempre pantalones, y tenía con mi tío un departamento muy lujoso y lindo. A veces ella me ayudaba a escribir mis tareas y trabajos especiales, en su trabajo ya que era secretaria. Usaba una máquina de escribir eléctrica en donde mis trabajos quedaban muy profesionales. Así que a veces me quedaba en su casa pasar la noche.

Una de esas veces, recuerdo que fui por la mañana y entré al baño. Todo siempre en su lugar, ni por asomo que dejara su ropa interior ahí. Sin embargo esta ocasión había una bata de baño colgada. Solo por curiosidad, la toqué a ver si tenía algo más colgado, y bingo. En una de las bolsas de la bata, hecha un rollo, sus pantaletas usadas. Fue fantástico. El olor aunque tenme, era delicioso. Como me hubiera encantado encontrar más para poder quedarme con una como tesoro.

Pero lamentablemente no se pudo.

Recuerdo que ya con el morbo me aventuré a revisar su cajón de sus calzones, y luego de varios intentos, pude revisarlo con calma. Usaba panties muy de aquella época, de la marca creo que playtex, unas llamadas Super look. Tenía muchas perfectamente dobladas, y al fondo incluso varias cajas nuevas.

Para ser honesto, me pareció un gusto muy aburrido el de mi tía Celia. Sin embargo el premio lo tuve cuando al checar el cuarto de servicio, donde dormía Mary la sirvienta, pude encontrar un cajón lleno de tesoros. Bikinis de todos colores, muchos con transparencias, de encaje, todo un festín. Aún así, no pude ver ninguna prenda usada. Pero esa ropita cambió mi percepción de Mary, quien resultó ser una mujer muy cachonda.

Por último, para esta historia, les contaré que un día subí a la azotea, pues ahí estaban las jaulas donde se tendía la ropa.

Fue precisamente en la jaula del 103, que había un bikini muy sexy, de satén blanco, y cuya dueña era una señora joven muy seria. No pude aguantar las ganas, y con un gancho de alambre logre tomar dicho tesoro. El cual disfrute tocando e imaginando a la vecina vistiendo ese tipo de ropa.

Un buen día me entró la culpa, y no sabiendo que hacer con el calzón, decidí destapar la coladera de la regadera, y meter por ahí la prenda imaginando que el agua un día se la llevaría.

Años más tarde, haciendo arreglos a ese baño, tuvimos que romper esa área. Y a pesar del tiempo, ahí seguían esos calzones. Claro, negros de hongo y mugre, oliendo horrible, pero al parecer intactos. Esta es una de las muchas aventuras de un fetichista y las locuras que hace.

Espero haya sido de su agrado amigos.

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