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Mi hermana Ana, su amiga y yo (Parte 2)

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Ana, mi hermana, se alejó por un momento, fue por un par de condones a su habitación, se desnudó por completo, igual que yo, y se me echó encima, su cuerpo se derretía como mantequilla sobre el mío.

La puerta del departamento empezó a sonar en el peor momento posible.

-¡Maldición! ve a ver quién es, no puedo dejar que nadie vea este volcán en mi cara -se levantó y se fue a su recamara.

Corrí por mis pantalones, la puerta insistía demasiado.

-¡Ahora voy! -grité mientras me abrochaba el pantalón.

Abrí la puerta y para mi sorpresa del otro lado de la puerta se encontraba Natalia, no pude evitar notar sus apretados jeans que delataban su gran… trato de no pensar en eso, pero parece que mis sueño se hace realidad, sobre todo con ese revelador escote.

-¿Está Ana? -me preguntó, lamentablemente estaba tan hipnotizado que le veía todo menos sus ojos, ella lo notó- Es decir, no la busco a ella, solo pasaba por aquí y tengo la boca muy seca- se relamió los labios -me regalarías un vaso de agua.

No soy muy inteligente, pero era obvio lo que quería, es decir, probablemente venía por ella para ir a la fiesta, pero después ¿me dice que no viene por mí hermana?

La dejé pasar y fui por un vaso con agua. Ella estaba sentada a un lado mío en el sofá, mientras yo veía sus húmedos labios tomar el agua, yo no entendía como esto podía estar sucediendo, hasta que por un segundo bajé mi vista y noté una gran erección, de la que por cierto, me enorgullece su tamaño, ¿era eso?¿por eso ya no se interesó en mi hermana?

Inmediatamente me acomodo para disimular, pero me era imposible ocultarlo, de seguro ella disfrutaba mi vergüenza porque escuché una pequeña risa. Luego de un incómodo silencio, sentí su mano en mi muslo. Mi cara volteó en dirección a sus ojos, de un momento a otro la tenía sentada encima de mí, besándome como una loca, sentada sobre mí bulto. Ella lamía mis labios, jugaba con mi lengua mientras despeinaba, más, mi cabello. Puedo sentir sus pechos pegados a mí, su calor, su sudor. Ella bajo sus besos a mi cuello.

-Natty -dije totalmente excitado- ¿aun duermo?

-Prepárate perra, estoy a punto de cogerte, como nunca te lo han hecho -murmuró Natalia.

Al parecer este era el sueño de cualquier pervertido, una sexy ninfómana, la diferencia es que, estoy despierto y no me considero pervertido… en público.

Empecé a responder cada uno de sus besos con unos más salvajes, los dos luchábamos por el control, pero definitivamente perdí, perdí en cada intento, cada vez que estaba sobre ella, lograba estar sobre mí y hacer que cada movimiento sea aún más caliente que el anterior. Me rendí, ella empezó a acariciar mi pecho desnudo, incluso jugó con mis pezones, mientras su cadera bailaba para causar una sensacional fricción en nuestros juguetitos.

-¿Estás listo, Marco? -me preguntó seductoramente, mientras su lengua paseaba por mi oreja derecha.

Sus manos bajaron aún más y se encontraron con la punta, de mi pene, que sobresalía de mi pantalón empezó a dar vueltas, con uno de sus dedos, hasta llevar el precum a su boca, intente decir cualquier cosa, pero ella me callaba cada vez.

-Las perritas no hablan -me dijo Natalia, juro que con solo escuchar esas palabras me estuve a punto de correrme.

Desabrochó mi pantalón, se arrodilló frente a mí, e incluso en esa posición era más poderosa que yo, escupió con desprecio pero seductoramente sobre mi pene. Su mano empezó a subir y bajar por toda la extensión, desde la punta hasta presionar mis testículos casi dolorosamente.

Ella colocó mis manos en su cabello, la razón era obvia, lo único que no entendía es como he podido resistir tanto calor. Empecé a empujar, hasta que entrara todo lo posible, una y otra y otra vez, por segundos quería parar porque sentí que la lastimaba pero ella lo evitaba, seguí y seguí, escuchando sus quejidos, el sonido de su saliva, mirando su rostro rojo, sus ojos llorosos, mirando como ella empezaba a dar un poco de placer metiendo su mano entre sus piernas, sintiendo como, a veces, estaba a punto de ahogarse, el cosquilleo de su largo cabello sobre mis piernas y un poco de sudor de ambos.

Estaba a punto de explotar y ella lo sabía por lo que rápidamente se detuvo y dijo.

-Ni lo pienses perra, no dejaré que manches mi ropa, tengo una fiesta -Natalia, tomó un vaso de agua y se marchó como si nada hubiese pasado.

Casi inmediatamente que se fue la visita, salió mi hermana de su habitación, mirándome todo sudado, y con una erección súper dura.

-Mierda, Marco, de verdad te dejé prendido, pero soy tu hermana imbécil, eres un cerdo, te dije que no fueras raro -dijo mi hermana mientras me abrochaba el pantalón y sudando, pero esta vez de vergüenza, obviamente no le contaría lo que hice con Natalia, o mejor dicho, lo que Natalia hizo conmigo- ¿Quién tocaba la puerta?

-Nadie, unos vendedores -contesté para despistarla.

-Qué raro se supone que Natty pasaría por mí, pero fue lo mejor, de lo contrario, probablemente me hubiera visto con la mascarilla que, por cierto ¡aun no me das! -me reprochó- de cualquier forma, decidí no ir a la fiesta, este grano crece con cada segundo -decía con desesperación, pero yo seguía sin poder verlo.

Repentinamente, Ana, mi hermana, corrió hasta mí acerco su rostro a mi dolorido pene, desabrocho mi pantalón.

-Mierda Marco, estás todo sudado.

Sin aviso enredó su mano en mi pene y comenzó a agitarlo con tal rapidez e intensidad, totalmente concentrada en el acto, que llegué a mi limite, medio segundo antes de terminar ella se puso en dirección al semen y exploté sobre su rostro, mientras me desmoronaba de la satisfacción que sentía, ella se untaba todo sobre su rostro como si de protector solar se tratará, aunque, a decir verdad, estaba casi igual de espeso, sin saber que su “mascarilla natural” estaba contaminada por la saliva, la abundante saliva, de su amiga Natalia.

Por mi mente pasó la idea de vender mi propio semen para esto, pero eso sería raro. Me pregunto cuando volveré a ver a Natalia, solo espero que no le cuente nada a mi hermana.

FIN

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