Nuevos relatos publicados: 9

Mi historia con una mujer maltratada (2)

  • 15
  • 10.506
  • 9,50 (12 Val.)
  • 0

Cuando llegué a Buenos Aires de vuelta, lo primero que hice fue visitarla. 

Toqué timbre, bajó y me abrió.

Se abalanzó sobre mí y me dio el abrazo más fuerte y largo que tuve con alguien jamás.

—Te extrañé, me dijo.

—Yo también, mi vida.

—¿Querés pasar?

—Me fascinaría.

Ni bien llegué al departamento y ví lo desordenado que estaba, casi me agarra un patatús.

—Che, está muy desarreglado todo esto, reproché.

—¿Ordenamos un poco?

—Y... estaría bueno.

Nos pusimos a ordenar. Había bombachas sucias tiradas, corpiños, comida, platos y vasos sucios. Luego subimos a tomar unos licuados que ella había preparado a la terraza de su edificio.

Llegó la noche y no estaba nada resuelto, ¿qué íbamos a comer? ¿Qué íbamos a tomar? Se me ocurrió pedir sushi. Llamé a Fabric y pedí 24 piezas de esas delicias y unas cervezas.

Nos sentamos en el sillón, y nos pusimos a ver una serie mientras comíamos. Creo que la serie se llamaba Vikingos, está en Netflix. No nos interesaba lo que pasara en la serie. Ella en un momento me pidió que le diera de comer. Así lo hice. Agarré un sushi y se lo metí en la boca, metía mis dedos en sus fauces mientras que ella los lamía y los chupaba.

Cuando terminamos de comer empezamos a juguetear un poco. "¿Puedo estar encima tuyo?", preguntó. "Nadie te obliga a no hacerlo", le dije. Se sacó el short y la blusa que tenía puesta, me sacó la remera a mí, todo lentamente y en silencio, casi que me hizo un striptease. Por último, me pidió que me saque el pantalón. Se subió arriba mío. Fue lo más erótico que había visto en mucho tiempo. Yo la tocaba y ella de la misma manera lo hacía conmigo. "Te ves tan provocativa", susurré en su oído. "Vos también sos muy sexy ¿eh?", opinó. Terminamos durmiendo en el sillón. Pero no pasó nada fuera de tono.

Al día siguiente, me levanté y preparé café para los dos. Ella todavía estaba durmiendo, durmió como una bebé aquella noche. Se despertó a eso de las 9:30. Se estaba por pegar una ducha y le pregunté si nos podíamos bañar juntos. Era una propuesta loca. Miró el baño, me relojeó a mí y me dijo: "Bueno, dale. No veo porque no, entrá". Nos metimos al baño y me pidió que la desnude, acaté la orden al pie de la letra. Ella me desnudó a mí sin que yo se lo pidiera, abrió el agua, esperamos a que estuviera bien calentita, nos metimos a la ducha y me empezó a tocar los abdominales, el pecho, los brazos, los hombros, la espalda, que tanto le gustaba a ella. Yo la besaba, le mordía la oreja, le tocaba la espalda también, el abdomen, el pelo. Hasta que la cosa fue escalando y empezó a manipular otra cosa. "¿Te gusta esto?", preguntaba con una voz muy sugestiva. "Sí, me encanta", aclaré. Yo no me quedé atrás y la toqueteé un poco. "Se te está poniendo durísima", dijo. "¿Por qué te pensás que puede llegar a ser?", cuestioné. Sentía su respiración, sus besos y sus lamidas en mi cuello. Nos enjabonamos, nos enjuagamos, nos terminamos de bañar, salimos de la bañadera y nos pusimos unas toallas. Tenerla abrazada mientras caía el agua por nuestros cuerpos desnudos fue, sin duda alguna, una de las mejores experiencias que he tenido. Le pregunté si le había gustado. "Me estás jodiendo ¿no?", replicó, "¡Me encantó!". "Me alegro de que te haya gustado, chiquita", le dije.

Tomamos el café y los dos nos pusimos a hacer cosas, yo me puse a hacer dos resoluciones del juzgado y a hacer el curso de ingreso de la IUPFA, ella empezó a trabajar. Cayó la tarde y Anen empezó a hacer unas pizzas (que le salen muy bien de hecho), la ayudé a hacer la masa y la salsa. Agarramos dos cervezas y nos tiramos en el sillón, esta vez sin ver nada en la tele. Sólo charlábamos de boludeces, se siente bien tener a alguien igual de estúpido que uno mismo para hablar de estupideces.

Terminó de hacer las pizzas y nos sentamos a comer, en la cena me preguntó cómo me estaba yendo en el curso de ingreso, le dije que bien, según yo. Me faltaba una materia nada más, física. Cómo odio esa materia.

El caso es que esa noche terminamos haciendo un juego que lo patenté yo. Se trata de que uno se ponga perfume en diferentes partes del cuerpo y el otro vaya sintiendo donde están esos puntos de placer. En su caso, me acuerdo que ella se había puesto en el cuello, en el pecho, en la panza, en la ingle y en uno de sus muslos. El truco es que yo, que era el que iba a dar placer, fuera sintiendo, tocando, besando, lamiendo y mordiendo en diferentes partes de su cuerpo. Yo aguardaba nervioso detrás de la puerta de la habitación, esperando que me diera la señal para entrar. Me puse una venda en los ojos. Me dijo: "Ya está, pasá bebé", entré y cuando me estaba acercando a ella le dije: "Te aseguro que te voy a dejar temblando". Me dijo: "Faaa, re decidido el chabón. Bueno, demostrálo". Eso me la bajó un montón, por primera vez Anen no estaba confiando en mí, ni en mi virilidad. Primero empecé a rozarla para calentarla un poco. Después que yo ví que la temperatura había subido, busqué los puntos de perfume. "Estuve esperando un mes para este momento", dijo. "Yo igual", aclaré. Comencé de arriba hacia abajo. Lamí y besé su cuello. Bajé un poco, chupé sus tetas y jugueteé un poco con ellas, tampoco tanto porque puede llegar a ser un poco molesto. Lengüeteé su vientre, siempre con cuidado, porque me dijo que aún le dolía. Seguí bajando, y me encontré con su ingle, la empecé a tocar y estaba muy mojada. "Me excita muchísimo como me tocás", aclaró. "Y a mí me excita lo húmeda que estás", le dije. Opté por hacerle un oral. Empecé a lamer de abajo hacia arriba los labios menores, fuí haciendo círculos con la lengua, la metía y la sacaba. "Me encanta sentir tu lengua ahí abajo", dijo en un tono muy bajito. Una vez que ví que la zona estaba bien lubricada, empecé a meter un dedo y luego dos, tocando la entrada de su vagina y presionando suavemente, dejé que ella me dijera si le gustaba eso y gritó: "¡¡¡Seguí Tomás!!!". Una vez que ví que todas sus partes ardían, me concentré en su clítoris y lo empecé a succionar. Presionaba con mis dedos en su punto G. A veces mis manos iban a parar a acariciar su abdomen, frotar sus pechos, o agarrar sus piernas, que cada vez se abrían más. La clave está en no apurarse (ya que el placer de una mujer se cocina a fuego lento) y terminar el trabajo. En un momento su espalda se arqueó y me avisó de que iba a llegar. Escupí en su vulva, la masturbé un poco y eyaculó. Mis manos quedaron empapadas y su cara se deshizo del orgasmo. No tardé ni media hora en hacer que pasara. Por último, bajé a su muslo izquierdo y lo empecé a chupar, Anen tenía contracciones rítmicas, como si todo su cuerpo se hubiera inundado de placer.

Cuando todo terminó, nos tiramos los dos en la cama y me dijo que lo había pasado genial, que nunca había tenido una relación sexual tan amplia y hermosa, que por fin un hombre la había hecho sentir mujer en toda su vida. Le dije que había visto varios tutoriales en internet mucho antes de nuestro encuentro.

“En toda mi puta vida nadie me había llevado a un orgasmo parecido a este que vos me hiciste sentir, en los 25 años que tengo nadie me había hecho sentir mujer de esta manera, gracias nene". "De nada, nena... Ché, ¿pero al final te dejé temblando o no?" "Calláte".

Nos empezamos a tocar de nuevo y me dijo algo que me traumó muchísimo. Me contó que el hijo de puta este, la había como ´violado´, una noche que ella había llegado borracha de una fiesta, se acostó en la cama, vino este pelotudo, la empezó a tocar sin su consentimiento y él estaba totalmente sobrio "¿La sentís? ¡conchuda, hija de puta!", le decía y se la pasaba por el culo. De inmediato dejé de tocarla. "Qué... sucio de mierda, ¿hace cuanto pasó esto?", pregunté. "No me acuerdo, mi mente quiere olvidar esa parte de mi vida, creo que fue una noche antes de que lo dejara", me dijo. "O sea, ¿hace 3 años?", pregunté. "Exacto", respondió. "Él no te merece", le dije. "¿Y vos sí?", me cuestionó. "Mirá, yo no sé si te merezco, lo único que sé es que te amo. Nada ni nadie va a poder cambiar eso, lo tengo clarísimo". Me dio un beso en el cachete, no dijo nada más, se dio vuelta en su lado de la cama y se durmió. Yo no pude dormir esa noche por la barbaridad que me había contado Anen.

Me levante para tomar agua porque estaba sediento. No daba más de lo seca que tenía la garganta. Se ve que Anen habrá escuchado que me levanté porque también se despertó y vino a la cocina. Yo me estaba sirviendo un vaso en la mesada.

—¿Qué hacés despierto?

Me giré.

—No puedo dormir... Y quiero tomar agua. ¿Vos querés?

—No, no, no... estoy... estoy bien.

Se estaba sosteniendo el corpiño con los brazos. Lo cual me pareció raro.

—Ey, ¿por qué te tenés el corpiño?

—No sé.

—Sacátelo, dale.

La miré a los ojos y le dije: "Esto no es gran hermano, estás conmigo, con tu novio, tranquila". En ese instante se sacó el corpiño, lo dejó tirado en la mesada y tuve la suerte de ver a un ángel caído directamente del cielo. La tomé de las manos y nos quedamos mirándonos a los ojos, callados, por no sé cuánto tiempo, (es increíble como dos personas se pueden entender sólo con una mirada). Hasta que ella decidió romper el hielo diciendo:

—Hay alguien acá que dio, y sin embargo, no recibió placer.

Me soltó una mano y pasó suavemente su dedo pulgar por mis labios, mientras que con los demás me tocaba el mentón.

—Ah ¿sí? ¿Quién?, pregunté curiosamente.

—Vos.

—Traje forros.

—¿Dónde están?

—En la mesita de luz, ¿vamos a buscarlos?

—Me encantaría.

Fuimos nuevamente a la habitación. Me dio un empujón y me caí a la cama de espaldas, agarró un preservativo de la mesita de noche, se me puso arriba, empezó a frotar mi pene por encima del bóxer con su vagina desnuda con movimientos lentos, después de unos minutos, notó que estaba suficientemente firme, me bajó el calzón, y dijo:

—Qué increíble, boludo.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—Ni mi ex pareja la tenía así de grande. Bah, ni mi primer novio.

—¿Me estás jodiendo?

—No, te juro.

—Bueno, eso ya es algo.

Eso me subió un montonazo la autoestima. Sentí que fue muy sincera conmigo, por la mirada y la seriedad con la que lo dijo.

Mordió el envoltorio del forro, lo abrió y me lo puso.

—Vos relajate, tranquilo, espetó suavemente.

—Yo estoy tranquilo.

—Te noto un poco nervioso.

—No, para nada.

Debo admitir que sí estaba nervioso, porque no sabía si me iba a gustar o no. Y tampoco tenía en cuenta si le iría a gustar a ella.

—Bueno. ¿Querés hacer cabalgata?

—Soy tuyo por esta noche, podés hacerme lo que quieras.

—No te olvides de que yo también soy tuya, bebé.

Y me empezó a montar. Después de este encuentro sexual con ésta mujer me gusta, en cierta medida, sentirme sumiso. Me agarraba de las manos y me las apretaba con un poco de fuerza sobre el respaldo de la cama, estaba a su merced. Subía y bajaba. Escuchaba como sus nalgas chocaban contra mis muslos. Yo gemía por la satisfacción que me daba, ella también. A veces paraba para darme besos en el pecho o en la boca, pero la dejaba adentro, eso me encantaba porque hacía presión. Subía la intensidad o la disminuía, depende de cuanto estuviera gimiendo. "Esto es terrible. Alto animal tenés entre las piernas, amor", dijo a la par que gemía. Cuando me dejaba libre y me soltaba, ponía mis manos en su cintura y ella ponía las suyas en mi pecho y me rasguñaba, lo más raro es que no me dolía porque estaba tan concentrado en mirarla, que ni me daba cuenta de lo que hacía con mi cuerpo. En todo momento hacíamos contacto visual. Se movía con una intensidad, ángulo, ritmo, fuerza y velocidad que me fascinaba. En un momento se detuvo y me dijo: "Quedáte adentro mío, quiero sentirte más". Después de unos minutos de estar acariciándonos, con su pecho casi pegado al mío, le rogué: "Seguí, por favor te lo pido. Lo estabas haciendo genial".

Me gusta la pose de ´Cabalgata´ como lo llama ella, porque ahí la mujer tiene el control sobre todo y es lo que necesitaba ella.

—Te amo.

—Y yo amo tu verga, chiquito.

—Lo sé.

—¡Tommy!

—No sabés lo bien que me hace estar adentro tuyo, dije.

—Te gusta estar adentro mío ¿no?

Asentí. Se empezó a mover más velozmente.

—¡Qué bien que te movés!

—¿Te gusta lo que hago?

—¡¡Sí, me encanta!!

—¿Sí?

—...

Llegó un momento en el cual el placer era tanto que ya no podía articular una sola palabra, no me podía mover, estaba completamente enajenado. Lo único que hacía eran sonidos parecidos a gemidos, trataba de tomar aire en bocanadas. Terminé teniendo un orgasmo y acabé a la hora de estar teniendo sexo. Ella tuvo cinco orgasmos seguidos esa noche.

Ella misma me sacó el preservativo, le hizo un nudito y se fijó.

—No está pinchado, me sorprende porque no es XXL, me dijo.

—Dale, son 20 centímetros, tampoco es para tanto, le dije.

—Bueeee, ¿te la mediste y todo?, me preguntó riéndose.

—No, pero debe andar rondando esa cifra, repliqué.

—Bueno, no me importa cuánto te mida, yo te sigo queriendo igual.

—Así me gusta.

—Igual... Tremendo monumento fálico tenés.

—Gracias.

—De nada.

—...

—No puedo creer que haya hecho esto con un pendejo de 18, que bajo estoy cayendo, boludo.

Se agarró la cabeza y se tapaba la cara, como si le diera vergüenza.

—Pero te gustó ¿no?

—Sí, obvio. Me encantó.

—Eso es lo único que importa.

—Pero es muy loco.

—Para mí también era muy loco un mes atrás cuando me tocaste la espalda y me apoyaste la mano en la cintura. ¿Qué estabas pensando? Fuera de joda.

—Yo quería tener algo más íntimo con vos esa noche, sino no te hubiera pedido que vengas a mi cama, lo que pasa es que no sabía cómo pedírtelo. Siempre me atrajo la idea de tener una relación sexual con alguien menor que yo, me sube mucho la adrenalina. Pero esto ya es mucho... Vos siempre me gustaste, desde que te vi la primera vez en Funcional, dije: "Está re bueno este pibe". Y ahora todavía más con esos músculos. Cuando estábamos caminando hacia el túnel esa vez… ¿Te acordás?

—Sí, me acuerdo que había hablado con un amigo días después y yo estaba re mal porque me habías dicho que eras de 25, y mi amigo me dijo “entrále, que para el amor no hay edad, o sea... si ella consiente que vos seas su novio”. ¿Te acordás de Nacho?

Nacho es un amigo mío que me ayudó a apoyar a Anen con todo el tema del tipo este. Me dió un montón de consejos, básicamente.

—Sep, no me cae bien. Pero te ayudó a ayudarme, así que yo estoy contenta con eso.

—...

—Vos también sos re atractiva.

—¿Posta?

—Sí, deberías saberlo desde que naciste.

Se sonrojó y dijo:

—Gracias por el cumplido.

—No es nada, le dije.

—...

—Bueno, cuando me dijiste tu edad, yo pensaba que eras más grande.

—¿Cuánto me dabas?

—Y yo te daba 19 o 20, por ahí, aclaró ella.

—¿Por qué 20?

—Porque sos alto como una torre, más o menos. Yo soy una enana, te miro desde abajo. Aparte ya tenías barba desde el momento en que te conocí. Eso alteró mis sentidos y me indujo a pensar que tenías mas años encima.

—No digas eso de vos misma.

—¿Qué cosa?

—Que sos una enana.

—Es que a veces me siento así cuando estoy de pie al lado tuyo.

—Bueno, tranquila.

—...

—¿Sabés que yo pensaba lo contrario de vos?

—¿Qué pensabas?

—Yo creía que tenías 19 o 20, también.

—No me sorprende igual.

—¿Por?

—Porque me lo dicen todos.

—Bueno, en fin… Ahhh, esperá. Tengo que mostrarte algo.

—¿Qué cosa?

—Ya vas a ver, yo sé que te va a gustar.

En ese momento, le mostré el poema que le había hecho hace un mes y algo en la ruta. Se emocionó mucho y me dió un abrazo. Me dijo que ella también me iba a hacer algo parecido o que iba a tratar de hacerlo. Antes de irse a dormir me dijo bien bajito al oído: "Los pecados como vos, merecen pecadoras como yo, pero yo te pertenezco sólo a vos y vos me pertenecés sólo a mí".

Ninguno de los dos dijo nada más y nos dormimos, inmediatamente.

(9,50)