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Mi odiosa hermanastra (Parte 4)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Cuando me decidí a ir tras ella, ya no había rastro de Florencia en la calle, sólo quedaba el delicioso perfume que se había puesto para ir a ver a su profesor/amante, que flotaba despiadado en el aire. Me metí en la casa, y a pesar de encontrarme completamente solo en ella, me encerré en mi cuarto, sintiéndome totalmente humillado por la situación. 

Era cierto, Florencia no era mi novia. Y dado que era mi hermanastra, era difícil imaginar que algún día lo seríamos. Pero me sentía terriblemente bardeado al estar ahí mientras ella pasaba una noche romántica con su profesor universitario ¿Qué era yo? ¿Un boludo? (Solo estabas herido en tu orgullo Marianito).

Pensé en hablar con alguno de los pibes, para que me diera un consejo. Pero todavía no les había contado que había tenido relaciones con Florencia. me daba mucha paja narrar toda la historia completa, además, supuse que me iban a salir con cualquiera, y que sus consejos, más que ayudarme, me iban a dejar con la cabeza quemada. Gonzalo, Manu y los demás son más virgos que yo, así que no podía esperar mucho de ellos. 

Decidí pegarme un baño, ponerme mi mejor pilcha y salir a algún bar. Algo tranqui (Fuiste a ver si me encontrabas, no te hagas el boludo). A lo mejor hasta tenía suerte y me levantaba alguna minita. Desde que la puse a Florencia me sentía más seguro de mí mismo. 

Deambulé como zombi por las calles de Buenos Aires. Me decidí por un bar que parecía bastante canchero y no tenía muchos clientes en ese momento. Pedí una birra artesanal. Miré a una veterana que estaba sentada en la barra. Tenía las piernas largas y los pechos grandes. De cara no estaba muy bien, los cuarenta y pico años que tenían se notaban mucho en las pata de gallos que rodeaban sus ojos. Pero de cuerpo venía muy bien. No tendría por qué verle la cara, un buen polvazo poniéndola en cuatro me harían sentirme menos estúpido esa noche. (cuánta inseguridad Nini)    

La mina se dio cuenta que le estaba clavando los ojos. Me miró. Le sonreí. Y entonces un hombre que supongo venía del baño se sentó junto a ella y comenzaron a hablar animadamente. 

Estuve un rato, haciéndome el gato, pero las chicas que no estaban en una cita, estaban con varias amigas, y tantas mujeres juntas me intimidaban. No me animé a encarar ni a una. Tomé otra cerveza y volví a casa, más solo de lo que ya estaba. 

Mientras volvía me hacía la cabeza pensando en qué estaría haciendo Florencia en ese mismo momento. Hacía ya un par de horas que había salido de casa. la cena ya habría terminado, probablemente estarían camino a un hotel alojamiento (¡Cuanto formalismo, se dice "telo" Marianito!) O quizás ya estaban en el cuarto del hotel. A lo mejor ese hermoso vestido Blanco que se había puesto mi hermanastra ya estaba tirado en el piso, mientras el profesor la despojaba de su tanga y empezaba a montarla. Seguramente el profesor cogía mejor que yo. Tendría cuarenta años, o al menos treinta y pico. Mucha experiencia encima. Tendría la barba frondosa, y un look tirando a hípster. 

¿Qué haría con Florencia? Ella me había contado que él parecía sólo interesado en su cuerpo. Y no lo culpaba. A mí me pasaba lo mismo ¿O había algo más y todavía no me daba cuenta? Seguro besaría su culo. Seguro los estrujaría. Quizás hasta lo mordería, pero solo una o dos veces, porque a Florencia no le gustaba que se ensañen mucho con sus glúteos. ¿O con él haría más concesiones? Después de todo, él era el hombre que realmente quería. Yo sólo fui una diversión pasajera (Que llorón, por favor)  Quizás hasta se dejaría penetrar por atrás, todo con tal de retenerlo, de convencerlo de que ninguna mujer lo complacería como ella. 

Entré a casa, imaginando que mientras yo caminaba hacia mi cuarto, Florencia estaría gimiendo de placer mientras era perforada una y otra vez por el profesor. 

Fui al baño para darme una ducha de agua fría. La luz estaba encendida, cosa que me extrañó. Abrí completamente la puerta y me encontré con Florencia, quien estaba completamente desnuda, a punto de meterse en la ducha. 

Se escultural cuerpo se veía deslumbrante al estar sin ninguna prenda encima. Pero, aunque no pude evitar clavarle los ojos al tremendo orto que porta mi hermanastra, también noté el semblante triste de su cara. Sus ojos estaban rojos, por lo que supuse que había llorado (Todo un detective)

Al principio, al verse completamente expuesta frente a mi mirada, Florencia pareció sorprendida y algo disgustada. Pero después de un segundo, tal vez recordando todas las cosas que habíamos echo en la cama, su expresión cambió por una con la que quería demostrar dignidad. 

– No me digas nada, no quiero hablar. -dijo Florencia. 

No dije nada. Después de un tiempo me enteraría de que su profesor la dejó plantada, porque su mujer se había dado cuenta de que estaba tramando algo extraño.  Me desvestí al toque, y me metí en la ducha con ella. 

-¿Quién te invitó a meterte? – dijo Florencia. 

-Yo venía a bañarme, y vos se supone que no estabas en casa, así que si no te gusta, dejame terminar y volvé después. – contesté. 

-Qué bobo. A veces parece que tenés cinco años. 

-Perdón señora madurez, pero no estoy de humor para tus agresiones. ¿Te vas o te quedás?

Como estaba detrás de ella, me tuve que estirar para abrir la llave de la ducha. Mi pene, asombrosamente todavía flácido, rozó la rígida piel de sus glúteos. El agua tibia cayó sobre el cuerpo de Florencia. No dijo nada. Se quedó ahí. llevó sus manos al cabello y los frotó, hasta que quedaron completamente empapados. 

-Tomá -dijo, entregándome el Jabón, mientras se ponía shampoo en el pelo. Enseguida la espuma blanca se deslizó por toda la perfección de su ser (pintó el poeta, me está empezando a gustar). El agua llegaba a mí, salpicándome. No estaba tan mojado, así que preferí empezar a ayudarla a bañarse a ella primero. Apoyé el jabón en su espalda y comencé a frotarlo. 

Se dio vuelta y me clavó sus ojos tristes. Le di un beso. Nuestras lengas se entrelazaron bajo el agua. Hice movimientos circulares en su espalda, y bajé lentamente, encontrándome con las musculosas y carnosas nalgas enseguida. Pero seguí de largo, y metí el jabón entre sus piernas, masajeando los muslos. Mi dedo, también enjabonado, se resbaló y se enterró en su sexo.  Florencia gimió y su cuerpo se contrajo. Besé su trasero. Con la mano con la que no estaba penetrándola, sostuve el jabón y lo pasé una y otra vez en medio de sus glúteos. Un dedo se perdió dentro del pequeño orificio del ano. Florencia pegó un saltito cuando se lo metí por completo, de un solo movimiento. 

Me paré, la agarré de la cintura y la atraje hacia mí. Mi verga, totalmente empinada se apoyó sobre su culo jabonoso. La ayudé a terminar de enjuagarse el pelo. La abarajé. Ahora el agua caía sobre los dos (Como si fuésemos uno solo)  Florencia agarró mi mano y la dirigió hacia su entrepierna. 

-Ahí -dijo, indicándome que me concentre en el clítoris. 

Se lo masajeé, y cuando ella me lo pedía, lo apretaba con dos dedos. Florencia frotaba su hermoso orto con mi pija cada vez que gozaba con mis masajes. Estrujé sus tetas y pellizqué los pezones sin dejar de acariciar su sexo. Sentí en mi propio cuerpo cómo el cuerpo de Florencia se contraía. Al ratito largó terrible grito por el orgasmo que le acababa de sacar. Quedó toda agitada, abrazada a mí. 

-Quiero hacerte el orto -le dije al oído. 

No contestó con palabras. Apoyó las manos en la pared. Separó sus piernas y se inclinó.

-Despacito, es muy grande para hacerlo por acá, si te digo que no la metas más adentro, no lo hagas. -dijo mi hermanastra. 

Ya estaba algo dilatada por el dedo con el que la había penetrado. Separé mis piernas y me paré firme, no fuera cosa que me resbalara y terminara accidentado en pleno garche. La agarré de las caderas. Apunté mi cañón. La verdad, que la cabeza de mi verga se veía muy grande en comparación al orificio en el que pretendía meterlo. Empujé. Florencia gimió. Empujé de nuevo. Me daba cuenta de que no estaba adentro suyo, el glande chocaba con el arito de cuero, y más allá de eso no pasaba. pero no quería lastimarla, así que tuve paciencia. 

Fue una tarea fina. Pasaron unos cuantos minutos hasta que le metí la cabeza. Una vez que logré eso, meterle unos cuantos centímetros del tronco no fue tan difícil. Florencia gemía cada tanto, pero la mayor parte del tiempo que duró la culeada, su expresión fue de dolor, o quizás de miedo a que la hiciera sufrir. M>e daba cuenta que el sexo anal era lo que menos le gustaba hacer, pero que lo hacía como una especie de agradecimiento, tal vez debido a que no le pregunté qué había pasado con el profesor. O quizás estaba tan vulnerable que era fácil hacerla acceder a cosas que normalmente no practicaba. 

Pero yo disfruté de ver cómo sus nalgas se separaban mientras mi pija se metía más adentro de ese culo de ensueño (qué cerdo) Acabé adentro suyo. Cuando saqué mi pija con cuidado, el semen empezó a salir por su ano. Florencia se dio vuelta y recibió el agua en sus nalgas. La leche se deslizó por sus piernas y fue a parar a la rejilla de desagüe. 

-Vení, te ayudo a bañarte – me dijo Florencia. 

Ahora yo empecé a enjuagarme la cabeza y Florencia me enjabonó la espalda. Enseguida sentí sus manos rodeando mi cintura para palpar mi verga. 

-¿Te gusta? -Le pregunté. 

-Sí. Tenés un lindo pene. -me dijo, al tiempo que lo masajeaba con su mano jabonosa. 

No tardé mucho tiempo en estar al palo de nuevo. Me dieron ganas de que me de una buena chupada, pero no estaba seguro de si lo querría hacer después de que mi miembro estuviese hurgando en su agujero prohibido. Pero después de enjabonarlo y enjuagarlo bien, como leyéndome la mente, cerró el agua de la ducha y se puso en cuclillas frente a mi. Sonrió por primera vez en esa noche, y se metió mi verga en la boca, haciéndome un pete como solo ella sabe hacerlo. 

Esta vez dejó que le escupa la leche en la cara. No me animé a pedirle que se lo tragara, supuse que si quisiera hacerlo lo haría y punto. Abrió la llave de la ducha nuevamente y se limpió la cara. Fuimos a su cuarto. Nos acostamos, abrazados, con los cuerpos húmedos y el cabello mojado. Disfrutamos de la compañía de otro, la mayor parte del tiempo en silencio. 

-Esto no va a funcionar -sentenció la pesimista de mi hermanastra. 

-Entonces disfrutemos mientras dure -propuse yo. 

-De repente parece que maduraste ¡Lo que logra un buen polvo? 

-Que boluda -le dije, y le comí la boca de un beso para que dejara de bardearme. 

-Te quiero -me dijo Florencia- No sé si lo suficiente como para sostener lo que sea que tenemos. pero te quiero. 

-Yo también -le dije. 

Hicimos el amor tres veces más (creo que fueron dos) y dormimos abrazados. 

……………………………………………..

De esto ya pasó casi un año. Y eso de disfrutar "mientras dure" sigue en pie. Con mamá y pedro nunca blanqueamos formalmente que había algo entre nosotros, pero no son boludos. Por suerte, a ninguno de los dos parece molestarle. Florencia sigue siendo la misma rompebolas de siempre. Quisiera decir que ya no tiene sus ataques de universitaria engreída que se cree la mejor del mundo (Que exagerado) Pero cada tanto tiene sus arranques y me re bardea. Incluso el hecho de haber empezado a trabajar no le alcanza. Como el laburo me lo consiguió su papá, cuando discutimos, no se pierde la oportunidad de echármelo en cara. Pero bueno, como dice mamá, algunas cosas siempre van a ser igual. Yo la perdono, porque tampoco es la bruja que era antes, y ni hablar de lo bien que me lo recompensa en la cama cuando nos reconciliamos. 

Esta es mi historia (nuestra historia), de cómo mi relación con mi odiosa hermanastra fue cambiando con el tiempo. De cómo una relación que parece imposible (y no lo digo porque fuera mi hermanastra, sino porque Florencia está demasiado buena en comparación de mí) realmente no lo es. Si notan algunas frases extrañas en el relato, es porque la pesada de Florencia descubrió que estaba publicando esta historia, y me obligó a mostrársela antes de subirla, y le hiso algunas acotaciones. Creo que es mejor terminarla acá, y no seguirla hasta que por fin se pudra todo, y todo lo lindo se vaya a la mierda. Pero quién sabe, a lo mejor ese "mientras dure" se extienda por mucho tiempo más. Les confieso algo: amo a mi odiosa hermanastra. 

Yo a vos Mariano, y por cierto, sé que me robaste la tanga.

Fin.

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