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Mi placer al complacerlo

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Desde hacía unos minutos me encontraba encerrada en el baño del cuarto. Me miraba al espejo buscando alguna imperfección. Mi reflejo en el espejo denotaba inseguridad o solamente estaba muy nerviosa, a día de hoy no estoy segura, sin embargo se veía bien. La ropa interior color negro de encaje remarcaba mis curvas, me sentía sexy para él. Mi pelo suelto, los rizos sobre mis hombros, hoy estaban perfectos. Volví a verme, respire profundo y caminé hacia la puerta.

Abrí la puerta y me apoyé en el marco de la misma. Vi el entorno, buscándolo, estaba de frente a la cama, de espalda a mí. No me veía, así que caminé hasta casi llegar a él, haciéndole notar mi presencia con el sonido de mis zapatos. Muy lentamente se dio la vuelta, me observó de pies a cabeza, miraba atento cada detalle, hasta que llegó a mis ojos. Sus ojos me ordenaron que me arrodillara a sus pies, si bien la orden no estaba dicha nuestra conexión me hacía entender.

Mi cuerpo se desplomó en el piso. Quedé sentada sobre mis pies, con mi espalda recta y mi cabeza abajo. En ese momento me di cuenta que toda aquella inseguridad o nerviosismo había quedado en el baño. Sentía sus pasos alrededor de mí, me acechaba como un cazador a su presa. Sus pasos. Su mirada. Mi corazón comenzó a latir ansiosamente, deseaba saber qué pensaba cuáles eran sus planes…

Como leyendo mi mente (o tal vez mi cuerpo), me tendió la mano para ayudarme a pararme. Al hacerlo, su mano fue hacia mi barbilla levantando mi rostro y me susurro al oído:

-Eres perfecta, pequeña obediente.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, su voz sonaba tan sexy…

Puso su mano en mi cintura y me acompañó hasta un extremo de la habitación en donde se hallaba una mesa. Me puso justo al frente y acompañó mi cuerpo, hasta que quedó inclinado sobre la mesa, con su mano. Con su pierna obligó a las mías a separarse, quedando a la par de las patas de la mesa.

-¿Estás lista para mí, nena? -.Me preguntó inclinando su cuerpo sobre el mío.

La pregunta provocó que inmediatamente me mojara aún más.

-Sí, Amo, lista como a vos te gusta -.Respondí con casi un jadeo.

Con otro susurro escalofriante me dijo –Lo voy a comprobar, pequeña.

Mis piernas temblaron con la caricia casi imperceptible de su mano contra mi piel. Sentía sus dedos recorriendo suavemente cada parte de mi espalda, de arriba hacia abajo. Su mano llegó a mi culo, el cual apretó y masajeó, deleitándose con él. Rozó la parte interna de mis muslos, jugando conmigo, hasta que finalmente llevó sus dedos hacía mi tanga. Notaba contra mi piel, como su respiración aumentaba poco a poco, por lo que estaba segura que podía sentir la humedad a través de la delgada tela.

-Mmm, muy bien, pequeña -su voz revelaba que su excitación aumentaba muy rápidamente.

-Está completamente empapada -dijo en un susurro para él mismo.

De repente su mano azotó mi nalga, lo que me hizo sobresaltar. Una de sus manos se apoyó en mi espalda baja y acaricio la nalga azotada.

-Quieta, nena. Te voy a dar tu premio por ser tan complaciente -al terminar de decir eso su mano volvió a azotarme.

Mi cuerpo se tensionó por un momento, pero luego de sentir la nueva caricia y recordar quien me azotaba, se relajó por completo. Los azotes comenzaron a alternarse con caricias en mi concha provocando que se empape aún más. Gemidos comenzaron a escaparse de mis labios debido a la sensibilidad de mi cuerpo. Intentaba ver cómo me azotaba pero al notar esto sus golpes comenzaron a ser más fuertes. Así continuamos hasta que noto el grado de mi excitación, si continuaba un poco más seguro llegaba a mi clímax.

Me levantó de la mesa, me giró y me dio un beso. Mi lengua y la suya se entrelazaron, en un beso muy erótico. Me tomó por debajo de los hombros y me sentó en la mesa quedando él entre medio de mis piernas. Su verga atrapada en sus pantalones se hacía notar contra mí, lo que me hizo gemir. Mientras esto sucedía sus manos fueron hacia mi cuello el cual comenzó a apretar firmemente restringiendo el aire. Sus labios volvieron a atrapar los míos, su lengua jugó con la mía, exploró mi boca y robándome el poco aire que me quedaba. Sus manos aflojaron mi cuello permitiéndome tomar solo una bocanada de aire, porque al segundo sus manos volvieron a apretar.

Cuando logró saciarse de mi boca sus manos fueron hacia mi espalda, buscando el broche de mi sostén. Al desabrocharlo lo dejó ahí y sus labios comenzaron a bajar por mi cuello, dejando besos húmedos. Su boca llegó hacía la tira del sostén la cual mordió y rozando su boca con mi piel se fue retirando despacio. Con mano derecha tomó la otra tira y terminó de quitarla del camino.

Sus labios ansiosos se lanzaron a mis pechos, los cuales chupó, mordió y disfrutó a su antojo. Mi cuerpo es suyo, y deseo que lo tome siempre. Mientras su boca se dedicaba a mi pecho derecho, su mano derecha apretaba y estiraba mi otro pezón. Una mezcla perfecta de dolor y placer inundaba mi cuerpo, provocando tantas sensaciones que me estaban volviendo loca. Era realmente increíble lo excitada que estaba, completamente entregada a él. Mi cadera inconscientemente, o tal vez no tanto, comenzó a rozar contra él buscando un poco más de alivio. Al frotar mi concha con su pronunciado bulto sus ojos fueron inmediatamente hacia los míos, como preguntándome qué hacía, yo solo le sonreí… Me lo permitió por unos minutos, mientras que jugueteaba y disfrutaba de mi pecho izquierdo.

Al terminar, me dio la mano, me hizo bajar de la mesa y arrodillarme a sus pies. Mis ojos no se alejaron en ningún momento de los suyos.

-Saca mi verga, pequeña viciosa -su ronca voz me hacía entender que lo estaba disfrutando enormemente.

-Sí, mi Amo.

Mis manos al segundo fueron hacia el botón y cierre del pantalón abriéndolos. La saqué de esa pequeña cárcel que la atrapaba torturándola e, instintivamente, me la llevé a la boca para aliviarla. Sus manos tomaron mi pelo formando una coleta y retiro suavemente mi boca de allí.

-¿Acaso te di permiso para hacer eso, puta? -su rostro demostraba desaprobación, aunque en cierto modo le gustaba mi ansia.

-Lo lamento, Amo. Solamente deseo complacerte, que me utilices a tu gusto.

Agarró aún más fuerte mi pelo y tiró de él girando ligeramente mi cabeza. Tomó su verga fuertemente y dio varios golpes secos en mis mejillas.

-Si la deseas, pídemelo como debes.

-Por favor, Amo. Deseo que me cojas la boca, que me uses- suplique en un jadeo.

-Está bien, pequeña. Ponte en posición -al decirlo retrocedió unos pasos dándome espacio.

Mi espalda se inclinó un poco hasta que mis manos se apoyaron contra el suelo, las palmas de mis manos tocaron el frío piso. Mis piernas se abrieron en “V” aún más abiertas de lo que anteriormente estaban, mi cabeza se alzó, mi boca se entreabrió, desesperada por complacerlo, y mis ojos buscaron los suyos.

Agarró nuevamente mi cabeza con ambas manos llevando su verga a mi boca. Comenzó a moverse, tirando también de mi pelo para mover mi cabeza al ritmo que deseaba.

Su verga entraba con fuerza hasta el fondo de mi garganta y, con cada embestida, mi concha se contraía de puro placer, empapando mis muslos…

Se dedicó a usar mi boca, metiendo y sacando su verga cada vez más rápido. Por momentos sus manos apretaban mi cabeza contra su pelvis, sujetándome con fuerza, privándome de respirar y luego alejaba mi cabeza muy lentamente. Una y otra vez, entraba y salía de mi boca, llenándome por completo. Continuó un rato hasta que me dijo:

-Acá va tu recompensa, nena -empujó mi cabeza contra él una última vez y acabó directamente en mi garganta. Podía sentir los espasmos de su verga recorriendo toda mi boca mientras recibía mi premio.

Lo tomé todo con orgullo mientras él sacaba su verga poco a poco. Lamí los labios, viéndolos a los ojos.

-Lo disfruté mucho, Amo. Muchas gracias- sonreí y esperé sentada, estaba completamente orgullosa de haberlo complacido tanto y de haber podido disfrutar, estaba completamente satisfecha. La felicidad que me inundaba era realmente increíble y no necesitaba nada más.

Me tendió la mano y me llevó hasta la cama. Me recostó y me pidió que lo esperara por un segundo, recogió mi sostén y al volver a la cama me lo puso. Se acostó conmigo y me abrazó muy tiernamente.

-Lo hiciste muy bien, pequeña.

-Gracias, bombón.

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