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Mi prima se viste de novia (Capítulo 4)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Cuando se calmó un poco, tomé la bolsa que había dejado en el suelo y la invité a pasar. La dejé luego sobre la mesa y volví a abrazarla. Detrás de ella y sobre el respaldo de una silla, había quedado su bombacha ensuciada completamente con mi semen. A pesar de los nervios que me generó imaginar la posibilidad de que la haya visto, pude actuar con rapidez: estiré un brazo, sin dejar de empujarla hacia mí con la otra mano que tenía en su espalda, tomé la tanga y la puse en su bolsa. Podría quitarla luego de allí, ahora lo importante era que no la viese.

-Contáme que pasó, Ju. – le dije al ratito.

Ella estaba destrozada, no recordaba haberla visto alguna vez así en toda nuestra vida. Me soltó y se sentó tapándose la cara, como queriendo ocultar su vergüenza. Un gesto habitual, cuando dar la cara no es algo tan simple.

-Fabián me cagó. – dijo con esfuerzo, como buscando letra por letra entre su respiración. – Se cogió a una pendeja en su fiesta de despedida.

La mente se me puso en blanco. No encontré ninguna palabra de aliento, nada que pudiera calmarla. Reaccioné unos segundos después. Fui hasta mi habitación, abrí el placard y busqué por todos lados algo que ya ni recuerdo qué era, pero que igual no encontré. Fui al baño, a la cocina y hasta abrí la heladera. Nada. Abrí las persianas del balcón y ahí si tuve suerte: tomé la escoba, la palita y el secador del piso y los miré. Descarte la escoba y la palita, tome el palo del secador y como si fuese un karateca en una película de los años 50, lo partí en dos con la rodilla.

-Lo mato. – Le dije, agarrando las llaves y sosteniendo en mi axila las dos mitades del palo de madera que ya no servía para nada. – Esperáme un rato. Vos no te muevas de esa silla.

Ella destapó su cara y me sonrió. Le di un beso en la frente y aunque me temblaban un poco las manos, logré acariciarla. Al abrir la puerta, mi prima me frenó.

-¡Vení para acá, Rodrigo! – me gritó, poniéndose de pie. Me abrazó y volvió a sonreír tímidamente. – Pareces una lavandera recién despedida. – Finalizó, tocando la goma donde se pone el trapo, que había quedado enroscada todavía en una de las mitades.

Me llevó de la mano hacia su silla, acercó otra y nos sentamos un poco más tranquilos. Estaba por preguntarle cómo lo sabía, cómo se había enterado, si él mismo se lo había contado, pero como por arte de magia, ella rompió el silencio primero.

-Por eso te adoro, primo. – Volver a hablar la hizo, también, volver a llorar -Porque no necesitaste saber ni por qué, ni cómo, ni si estaba segura. Me creíste sin dudar ni un segundo.

Me pidió la notebook y se la traje. Abrió su e mail y me mostró un mensaje.

“Usualmente pido 15 mil dólares en Bitcoins por este tipo de información, pero me desperté amigable. Adjunto igual mi dirección por si cree conveniente realizar una donación”, decía.

Debajo del texto tenía un link que llevaba a un post de Poringa y que contenía dos videos. En el primero, se lo veía claramente a Fabián, notablemente borracho, recibiendo sexo oral de una pibita, vestido como lo habían traído sus amigos unas horas atrás. En el segundo, Fabián le rompía el culo a la misma chica.

Me mostró a penas la mitad, cerró la notebook y volvió a apoyarse en mi pecho. Julia estaba destruida. Verla así me estaba destruyendo también a mí.

“El pelotudo me debería haber invitado a su fiesta”, volví a pensar. No porque habría podido evitarlo. Entre todos sus amigos, ponerme en pesado hubiese sido en vano. Irían a hacer lo que ya tenían planeado, de una forma u otra. Debería haberme invitado porque habría hecho cumplir la regla básica de cualquier fiesta: Nada de celulares. Nada de cámaras.

De ese modo, al menos, no existía la posibilidad de que mi prima se enterase de esa forma y en ese momento.

Volví a abrir la notebook, el mail, el post y me puse a investigar. Creía que si tal vez encontraba algún detalle extra, alguna prueba de vaya a saber qué cosa, ella dejaría al menos de taparse la cara para llorar. Sé que puede parecerles una estupidez, pero me dolía mucho sentirla tener vergüenza de ella misma.

“Tuvo que ser alguien de la fiesta”. Un amigo celoso, uno de esos invitados de último momento, o la propia mina, que al otro día se quiso vengar por haberla dejado rengueando…

Fui a ver el perfil del dueño del post. Tenía el mismo nombre que figuraba en el mail que había recibido: usuario_PsyExA. Y nada más. Recuerdo ahora que lo único que me llamaba la atención eran las tres primeras letras. “Psy” podría relacionarse con la carrera de Julia. Le pregunté si había allí algún psicólogo o psiquiatra, pero me dijo que no. Resignado, cerré una vez más la notebook y me quedé en silencio, acariciando la cara de mi prima que, como siempre, terminaba en mi pecho.

-Dejame aunque sea ir a hablarle – le pedí cuando pasaron unos minutos.-Te prometo que no llevo los palos… -Acoté mitad en serio y mitad sabiendo que mi berrinche anterior le había quitado una sonrisa.

-En serio, Ro. Yo ya le hablé – respondió haciendo comillas con los dedos al pronunciar la última palabra – Le partí la guitarra al medio. – aclaró al instante.

En ese momento la solté, estiré mi espalda hacia atrás y lleve mis manos a la cabeza.

-¿Estás loca, pelotuda? Te fuiste a la mierda. ¡Con eso no se jode! – le dije, simulando un enojo.

Julia soltó una carcajada que me hizo otra vez sentir en el paraíso. Esta vez sólo por escucharla reír, con mi mente y mi pija bien lejos de su cola.

-Estaba como nueva – agregué. Si Fabián conocía la posición de los dedos para los acordes mayores y menores, al menos, era mucho.

Ya más relajados, le pregunté qué quería cenar. Me dijo que nada, que prefería bañarse e irse a dormir. A los minutos entró a ducharse y me quedé sentado solo. Tuve tiempo para reflexionar sobre aquellos deseos que habían despertado en mí. En el animal salvaje que me había convertido. En el monstruo que quería coger con su prima. Y me propuse seriamente liquidarlo. En este momento no podía existir otra cosa en mi mente más que volver a ver sonreír a Julia. En eso debía enfocarme. Absolutamente nada más.

Cuando mi prima salió del baño recordé la tanga con leche que había puesto en su bolsa. No fue del todo mío el mérito de haberlo hecho: la recordé porque la tenía puesta. La reconocí de inmediato.

“Mi prima tiene mi semen en la conchita”. El monstruo se cagaba de risa de mi ingenuidad.

Había salido todavía secándose el pelo, con una musculosa blanca ajustada, esta vez no era larga. A simple vista se le veía la bombacha, también blanca, con mi leche secándose en la parte de la concha.

-¿Venís a la cama conmigo? – me preguntó, cómo invitándome al infierno.

Me puse de pie y la seguí hasta mi habitación. Me quité las zapatillas, el pantalón, la remera, las medias y estuve a punto de quitarme también el bóxer. Me acosté boca arriba, a su lado. Julia puso una vez más su cabeza en mi pecho y su mano en mi abdomen. Rodee su cuello con mi brazo y me dispuse a jugar con su pelo. Mis dedos lo sentían suave, todavía húmedo, mientras que disfrutaba del olor a shampoo que llegaba a mi olfato.

-No puedo creer que Fabián se haya cogido a otra – me dijo.

Intensifiqué a penas el masaje que le estaba dando a su cabeza como respuesta y ella me besó el pecho, como agradecimiento.

-Le hizo el orto a una pendeja de mierda. – continuó. – Fui tan pelotuda cuando me lo quería hacer a mí y yo me negaba…

-Nada de esto fue tu culpa, Ju. – la interrumpí de inmediato.

Ella pareció calmarse con mi comentario, pero sólo por unos minutos.

-Ni siquiera pensó en cuidarme usando forro.

-El único forro es él. Quedate tranquila que no se la va a llevar de arriba.

Volvió a calmarse. Yo entendía que todo esto le resultaba muy difícil. Necesitaba descargarse pero, sobre todas las cosas, necesitaba que alguien le dijese que todo iba a estar bien.

-Le puso la pija en el culo a una pendeja cualquiera, sin forro– repitió haciendo fuerzas para no largarse nuevamente a llorar – Y yo se la chupé. – dijo un segundo después.

Me tomé un momento para pensar que hacer, que decir, cómo ayudarla, hasta que detecté que mi mente se estaba yendo por las ramas pensando en otras cosas.

-Ya sé. – Le respondí.

Nos quedamos en silencio. Sólo nuestras respiraciones y mis dedos entrelazados en su pelo ponían movimiento a esa noche en mi cuarto.

-Ya me estoy quedando dormida, Rodri.

Se sentía en el ambiente una melancolía muy especial. Había tristeza, es cierto, pero también había una sensual complicidad dando vueltas.

-Si querés tócame la cola… -añadió casi susurrando.

No fui ni lento, ni perezoso. Quité la mano de su cabeza y la metí de lleno bajo su tanga, agarrándole una nalga. Julia me la sopapeó con cariño, como si estuviese haciendo algo indebido.

-Por arriba de la bombacha, degenerado. Que somos primos.

Seguí su orden, pero no le respondí. Al otro día era lunes y tenía que ir a trabajar. Miré el techo hasta que cerré los ojos.

En unas horas comenzaba una nueva semana laboral, pero me dormí sabiendo que, en verdad, lo que comenzaba, era otra vida.

Continuará…

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