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Mi tía Rosario me enseña el sexo oral
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Hola de nuevo amigos lectores. Continuando con el relato de mi primera vez con mi tía Rosario les cuento que después de esa primera vez que cogimos, las noches siguientes que ella pasaba en la casa de mis abuelos lo hicimos casi todas las veces.

Como les había dicho, uno de mis fetiches es la ropa interior femenina, así que esta vez les contaré de una ocasión que era su cumpleaños y nos tocó quedarnos solos en casa, ya que mis abuelos salieron a visitar a unos parientes en otro estado y por lo regular se iban casi una semana, así que tendríamos un fin de semana solos.

Yo con algo de ahorros que tenía le compré un camisón, un cachetero de encaje y unas pantimedias, su regalo. Esperé hasta el sábado para dárselos, me dio un abrazo y un beso y cuando abrió su regalo y vio el cachetero me dijo que había un problema, su panocha tenía mucho pelo, le propuse si quería que la rasurara y me dijo que sí. Fui por un rastrillo, nos metimos al baño y sentada en una silla empecé a enjabonar su pelambre y a pasar con cuidado el rastrillo por su monte de Venus y luego abrió las piernas para rasurarla toda, lo hice con mucho cuidado para no lastimarla. Cuando terminé de enjuagar y secarla, quedó muy suave. Se me antojó pasar mi lengua por sus labios vaginales y soltó un gemido, me retiró y me dijo que la esperara que iba darse un baño, salí del baño y luego de bañarse salió ella, y fue mi turno de entrar a bañarme.

Cuando salí ella tenía puesta la ropa que le regalé, me fui directo sobre ella, mientras la besaba acariciaba su cuerpo sobre el camisón y sobre las pantimedias, algunos de ustedes lectores, me entenderán cuan excitante es la lencería y todo lo que nos provoca ver a una dama vestida de forma sensual, a mí desde siempre me pone al 100. Disfrutaba esa ropa sobre mi tía y ella me entendía, tomaba mis manos y las pasaba x sus nalgas, sobre sus tetas, sobre sus piernas. Me empujó sobre la cama y fue al cajón de su ropa y como en muchas ocasiones sacó uno de sus brasieres y me amarró la verga con varias vueltas, se me hincho mucho con la excitación que tenía.

Se quitó el camisón y se subió en mí para chupar sus tetas lo cual hacía yo fuerte y eso a ella le gustaba porque apretaba con su mano mi nuca, mientras frotaba su panocha con mi verga. Chupé sus pechos un rato y luego se bajó de mí, se quitó las pantimedias y el cachetero e hizo algo delicioso, se montó sobre mi cara, sus piernas en mis orejas y la visión que tenía de su panocha color rosa, húmeda y lo negro de su ano al alcance de mi lengua, empecé un lengüeteo de un extremo a otro de su panocha, qué sabor más delicioso!!!

Se inclinó un poco y empezó a liberar mi verga de su brasier, deseaba tanto que metiera mi verga en su boca y así lo hizo, apretaba sus dientes y chupaba fuerte mientras con una mano apretaba la base de mi pene y acariciaba mis huevos. Mientras me la chupaba empezó a masturbarse frotando su panocha contra mi cara, ponía lo más dura que podía mi lengua y ella ahí se concentraba porque ella era quien ponía el ritmo de sus movimientos, se movía y hacía presión sobre mi nariz, mi lengua y mi mentón, ya deseaba su orgasmo en mi boca. Lo cual no tardó en llegar por la casi violenta masturbada que se daba en mi cara. Me encantó el sabor de su orgasmo mezclado con sudor y mi saliva, todo lo tragué.

Se dejó caer a un lado de mi y me pidió que se la metiera, yo me puse el condón, abrí sus piernas y se la metí, entraba y salía, sintiendo lo apretado de su vagina, entonces puse sus piernas sobre mis hombros y seguí bombeando por un rato, me sentía en las nubes con esas cogidas tan ricas con mi tía y más porque ella disfrutaba mucho también. Me vine delicioso. Nos quedamos así abrazados un rato.

Después de reponernos lo hicimos de nuevo de misionero, patitas al hombro y de perrita. Le hice el comentario de cuánto me gustaba tenerla así como lo hacían los perros y me dijo que a ella también le gustaba mucho así, que la montara como a una perrita. Le pregunté si no le molestaba que le dijera perrita y contesto que al contrario, que le dijera así cuando yo quisiera. Y resultó que teniéndola en esa posición y diciéndole "perrita que rico coges, sácame la leche", movía más su cola hacia atrás y yo empujaba hacia enfrente hasta que casi nos venimos juntos, gimiendo los dos. Esa noche se quedó dormida en mi cama, desnudos y besándonos como si fuéramos novios. Todavía teníamos el día domingo a solas para hacerlo otras veces.

Mi perrita tía Rosario me enseñó muchas cosas, experimentó conmigo y realizamos algunas fantasías suyas que después fueron mis fantasías, su mente sí que era y es muy abierta.

Les sigo contando más en el próximo relato. Saludos.

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