Desde hace unos años he notado, desde que están de moda los pitillos, que las mujeres miran mucho mi bulto al subir al metro. Tengo 26 años, mido 1.75 y tengo una buena condición física. Ah! Y creo que es importante mencionar que Dios me dotó de un calibre que suele ser apetecido por las féminas.
Desde ese descubrimiento que, reconozco, suelo acomodarlo hacia un lado (izquierdo) para que se realce y tenga espacio para crecer mientras es observado.
Es que es un círculo vicioso. Lo notan, las veo, me excito y más lo miran. Y la verdad es que las reacciones de las mujeres al ver mi erección, que suelen estar sentadas al frente, llegan incluso a ser de desesperación. Estoy casi seguro que más de alguna ha llegado incluso al orgasmo solo observándome.
Este verano 2022 durante la quincena de enero subí en la estación plaza de armas del metro de Santiago me acomodé algo a mi amigo y nos subimos. El calor y el ejercicio me tenían bien activado al amiguito con ganas de captar la atención de alguna fogatita.
Al subir noté que en los asientos que quedan de frente venían dos mujeres. Una mayor durmiendo y una joven con unas tetas grandotas que me robaban la atención.
Me hacía el desinteresado hasta que la joven soltó su teléfono y clavaba su mirada en mi amigo que ya estaba palpitante. Sin mirarla directamente notaba su nerviosismo. Guardaba y sacaba el teléfono. Se tocaba el pelo. Cruzaba las piernas. Agachaba la cabeza para asegurarse de que no la viera mirándome.
Todo esto me tenía muy erecto y cada vez que notaba que se disponía a mirar hacia palpitar intensamente mi pene. Esto la volvía loca y miraba hacia todos lados y me miraba a la cara. Llevábamos unas diez estaciones en este juego caliente ya llegando a Vicente Valdés, la última estación. (Yo me bajaba tres estaciones antes). Me puse pegado a la puerta para bajar y ella se posó tras de mí absurdamente pegada considerando que no venía tanta gente. Al bajar le pedí su Instagram. Me lo dio. Resultó que tenía 18 años. Por chat conversamos un poco y le reconocí mi "accidente". Ella me dijo que lo había notado y que por eso no se había bajado en la estación que le correspondía.
Igual que yo, sé había quedado hasta la última estación de puro caliente. Le dije que nos juntáramos. No quiero ser demasiado explícito porque sigue siendo mi amiga, pero ha sido la única mirona de mi bulto en el metro que he podido culear. La única admiradora de mi pene que ha podido disfrutarlo. Después me reconocía que iba muy mojada y que no podía mirar cuando me palpitaba porque se mojaría demasiado.
Aún a pesar de esta grandiosa experiencia no me he atrevido a pedir el contacto de aquellas mironas que babean al mirarme el bulto. Supongo y espero por sus expresiones, los movimientos de sus lenguas o sus miradas hipnotizadas que llegan a sus casas a lo mismo que yo. A masturbarse.