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Mis bragas, empapadas de su leche

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La visita al ginecólogo no fue como yo había previsto, era una exploración rutinaria, pero al final me encontraba tumbada en aquella camilla con las piernas abiertas, con un montón de alumnos de ginecología mirando como me realizaban una citología y no era que me importase que me vieran, lo que me molestaba era que me metieran esa especie de pinza helada en mi vagina y que me rasparan el cuello del útero… cuanto lo odiaba.

Allí estaba yo como una atracción de feria, rodeada de tres chicas y dos chicos más mi doctora haciéndome la exploración, la verdad que cuando salí lo que más me importaba como siempre era irme a casa y ducharme, pero aquel día necesitaba desayunar algo, fue entonces cuando les vi a los dos alumnos que estaban tomando café y hablando sobre las prácticas, sobre todo de la que acababan de hacer.

-Joder te diste cuenta del coño de esa tía, a esa sí que me la follaba yo.

-Pero tío si podría ser tu madre.

-Mejor, que morbo no, la verdad que la metía el rabo bien dentro.

-Ja, ja, ja que burro eres.

La verdad que no me molesto el comentario todo lo contrario, me había subido la autoestima que un jovencito de 21 años se fijara en mí, yo ya no cumplía los 55 años y la verdad que esos chicos me alegraron el día, llevo una vida muy normal, en mi juventud fui una chica bastante guapa con más pretendientes de los que yo deseara, al final me case con 27 años con el amor de mi juventud, un chico alto, guapo y que hoy es una sombra de lo que fue, Felipe está medio calvo, gordo y de aquel chico atento que día si y día también me traía flores ha pasado al “Joder Lara, déjame dormir”, “no fastidies ¿mañana es tu cumpleaños?”, ¿Lara, tú te acuerdas cuando nos casamos? si, el amor de mi vida es hoy un verdadero capullo, le quiero mucho, pero es un verdadero capullo.

Que los años pasan factura, lo sé y muchas veces más a nosotras que a ellos, nosotras siempre con nuestras cremas, siempre intentando cuidar la dieta y a ellos les importa cuanto…! Nada ya te lo digo yo¡, Felipe, mi marido lleva sin fijarse en mí, hace ya tanto que ni me acuerdo, no se fija si he ido a la peluquería, ni si me he comprado una lencería solo para estar con él, ya realmente ni hacemos el amor, supongo que tendrá alguna aventura con alguna mujer más joven que yo, solo lo supongo, tengo con el tres hijos y el menor precisamente de 21 años, quizás por eso esos chicos me alegraron tanto el día que hoy ni el capullo de mi marido me lo iba a estropear.

El jueves pasado recibí otra llamada de la clínica, el lunes a las cuatro de la tarde me tenía que pasar otra vez por la clínica, no me dijeron motivo, solo que preguntara por el doctor Pachón y a las cuatro de la tarde me presente, en recepción no sabían nada, de hecho no había consultas de ginecología por las tardes y no conocían a ningún doctor Pachón, estaba extrañada y a punto de irme cuando en la puerta un chico joven con bata de doctor me llamo.

-Perdone la confusión, ha sido un error, soy el doctor Pachón y si me acompaña yo la voy explicando.

Aquel muchacho me resultaba conocido, pero no sabía de qué, era muy joven, pero la verdad que no le di importancia, en la consulta el doctor me paso a una salita para que me desvistiera y que me pusiera la bata que tenía colgada, mientras él me iba hablando de lo que íbamos a hacer, su colega la doctora Martínez, mi ginecóloga, le había pedido una segunda opinión sobre mi última visita, me comentaba que no era nada malo que estuviera tranquila, ¿tranquila?, pero como podía estar tranquila.

Me ayudo a subirme en la camilla y abriéndome de piernas puse los pies sobre los soportes a ambos lados de la camilla, me dijo que necesitaba poner una cortinilla delante de mí, hasta ese momento todo iba bien, extraño, pero bien, el doctor empezó la exploración, notaba como me tocaba los labios separándomelos, como me rozaba con su dedo mi clítoris y como metía un poco su dedo corazón dentro de mi vagina, era todo muy extraño, mi doctora nunca me había explorado así, no obstante le deje continuar aunque me estaba excitando tanto que notando como mi vagina empezaba a mojarse, tenía que reprimir algunos gemidos y apretar con fuerza los pies sobre los apoyos, aquello nunca me había pasado, era todo tan extraño, pero a pesar seguí sin decir nada y entonces caí en la cuenta.

Aquel farsante era ese chico con quien estuvo mi doctora en mi última exploración, el mismo con el que me encontré tomando café con un amigo, estaba tan enfadada que le iba a montar un escándalo allí mismo, pero recordé sus palabras, recode lo que decía de mí, me acordé de mi marido y pensé ¿Por qué no?, vamos a ver a donde me lleva esto, vamos a ver hasta donde.

Al verme tan excitada aquel chico, empezó a meterme ahora dos dedos en mi interior, sacándolos y metiéndolos mientras me decía que parecía estar todo bien, todo muy bien y si sentía algo, ¿si sentía algo?, lo que estaba sintiendo él ya lo sabía, mis jadeos eran evidentes, quite la cortinilla de golpe y nos miramos, él seguía teniendo los dedos dentro de mi vagina, el silencio se podía cortar, le veía avergonzado, pero no quería eso, no quería que parara así que acomode mi cuerpo y cerré mis ojos diciéndole…

-Por favor doctor siga usted, siga.

Al verme y oírme decir eso el muchacho muy despacio fue acercando su cabeza entre mis piernas sin parar de mirarme, sin para de mirar como me recostaba, jadeaba excitada con sus dedos que entraban y salían de mi vagina, note como empezaba a mordisquear mis labios metiéndoselos enteros en su boca, lamiéndome el clítoris hasta hacerme gemir de placer, su lengua recorriendo mis labios y metiéndose en mi vagina, entrando y saliendo de ella y moviéndose con rapidez de un lado a otro, profundizando dentro de mi sexo, explorando lo inexplorado desde hacía tanto tiempo.

Se levantó y mirándome como esperando mi aprobación se empezó a quitar los pantalones y su bóxer dejando libre un hermoso pene en forma de media luna, con un glande gordo y rosado, despacio se iba acercando a mí pidiéndome en silencio permiso para meterla en mi rajita, el permiso se lo concedí en el momento que nuevamente me recosté la cabeza hacia un lado y cerrando los ojos mordisqueaba mi labio inferior lascivamente y empecé a levantarme el camisón apretando con mis manos los pechos.

No tardo nada en reconocer el permiso de mi silencio, su glande empezaba abrirse camino entre mis labios, metiéndose en mi vagina, entraba y salía despacio, sacando con él, el flujo que ya me empezaba a salir, desde el momento que la note dentro de mi vagina, mi boca se abrió y abrí los ojos mirándole, quería mirar como ese muchacho de 21 años me empezaba a follar, estaba entre mis piernas y con sus manos sobre mis caderas se iba acercando cada vez más a mí, robando cada centímetro de mi vagina a su paso, deslizando su pene en mi interior, mi boca abierta sin emitir sonido alguno, su enorme pene de más de 23 centímetros me iba dilatando despacio, poco a poco llenándome con su polla hasta llegar al fondo cuando solté todo el aire acumulado gritando esta vez de placer.

Antes de sacarla, intentaba penetrar más sin resultado, estaba tan dentro que no podía llegar más y sin embargo aquellos pequeños empujones me estaban volviéndome loca, la sentía tan dentro de mí, una polla que hacia muy pequeña la de mi marido y aso que tenía un buen tamaño, mis gemidos empezaron a anunciar que se había puesto en marcha una vez más, metiendo y sacando su polla de mi vagina, su cadera una y otra vez golpeaba mi pelvis metiendo y sacando su pene e inundando la consulta del sonido de nuestros cuerpos al chocar, un sonido hueco como de palmas, sus manos apretaban con fuerza mis caderas, más y más rápido, más y más gemidos, mis piernas apretaban los apoyos cuando este muchacho provoco lo que tanto y tanto tiempo había ansiado, desde años un orgasmo no atravesaba mi cuerpo de punta a punta haciéndome temblar y gritar.

El muchacho empezó a metérmela con tanta fuerza que salía despedida hacia arriba, nunca antes me la habían metido con tanta rapidez, estaba alargando mi orgasmo y tenía que taparme la boca para acallar mis gritos sus gemidos también evidentes se unían a los mis cuando se empezó a correr sacándola corriendo y eyacular sobre mis labios vaginales y mi vientre, yo estaba como anestesiada del placer, cuando sin decirme nada se limpió el pene, se subió el bóxer y el pantalón y se marchó, yo me quede allí tumbada un rato más, disfrutando de lo que me acababa de pasar, sentía como mi vagina expulsaba parte de mi flujo que empezaba a caer por mis muslos al levantarme juntándose con el semen que recorría mis labios.

En casa no podía pensar más que en aquel chico y como podría verlo de nuevo, le busque en la clínica, espere a que entraran a que salieran, incluso en el bar donde le oí hablar de mí por primera vez, pero en las tres ocasiones sin éxito, habían pasado dos semanas perdiendo ya toda esperanza hasta que un día le vi aparecer, el muchacho me reconoció nada más verme e intento esconderse de mí.

-Hola,

-Hola yo… Yo… ¿Qué tal está usted?

-Bien ahora que te he visto

-Yo… si… Siento de verdad lo que…

-Pues yo no lo siento.

El chico estaba muy nervioso, dubitativo en sus comentarios, avergonzado.

-No te preocupes, que no muerdo, bueno todavía no y te andaba buscando. –Le dije guiñándole un ojo.

-Pasa algo, no estará…

-Hui hijo no, Ja, ja, ja no te preocupes ja, ja, ja.

-Solo quería saber a qué hora sales y si te gustaría tomar un café luego para comentarte algo.

-Ah pues… pues… no sé, ¿usted querría?

-Ja, ja, ja, a ver céntrate, soy yo la que te lo pide ja, ja, ja.

-A pues, pues, pues salgo a las cinco.

-Bien, pues a las cinco te espero en la cafetería de la esquina, ves que fácil.

Madre mía que muchacho, todo lo que tenía de guapo lo tenía de cortito, aunque la verdad es que estaba muy nervioso con mi presencia allí delante de todos sus amigos.

Las cinco y no aparecía, las cinco y media y estaba a punto de marcharme cuando apareció por la puerta, jadeando después de haber estado corriendo, nada más llegar se sentó y cuando iba a pedir un café le corte, diciendo que nos íbamos, puesto que se había hecho tarde.

-¿Tarde para qué? – Me pregunto

-Pues tarde para que me puedas follar otra vez. –Le contesté directamente y sin darle ninguna otra opción lo metí en un taxi y a los 15 minutos entrábamos en la habitación de un hotel.

Prácticamente le había secuestrado para que me la volviera a follar, no sé si eso es delito, pero si lo es que me detengan, esos si después de que me la volviera meter y para eso faltaba poco, me había convertido en una mujer que no reconocía, deseosa de sexo, de sexo con un chico que podría ser mi hijo, pero el cual tenía una polla que ya había hecho de mis delicias y ahora allí en aquella habitación a medio iluminar nada más pasar y cerrar la puerta me lance como una loba a por él, buscando su polla entre sus pantalones

No deje que se quitara nada de ropa, en medio del pasillo sin preparación, sin juego alguno le saque la polla y se la empecé a chupar, metiéndomela hasta la garganta, aunque de vez en cuando me daba alguna que otra arcada yo seguía saboreándola, no quería ni el mínimo centímetro de su piel sin que mi boca hubiera pasado por encima, lamiéndola, se la estaba meneando fuertemente mirando su cara de sorpresa primero y de placer después cuando empezó a gemir y a correrse en mi cara lanzando parte de su semen a mi pelo y una vez que acabo, volvía a chapársela para limpiársela entera y cogiendo su semen de mi cara con los dedos para acto seguido meterlos en mi boca mientras le sonreía.

-Y ahora… fóllame, métela como tú quieras, pero la quiero ya, quiero sentir tu polla dentro de mí como el otro día en la clínica.

Según le decía esto me iba desnudando lentamente de forma lasciva, meneando con mi mano su polla para que siguiera así de grande, subiéndome en la cama, poniéndome a cuatro patas, mirándole como una gata en celo, moviendo mis nalgas de un lado a otro para que como un toro me embistiera por detrás quitándome las bragas y metiéndome esa enorme polla en mi coño, saboreado desde un principio su polla con mi vagina, disfrutando de cada centímetro que iba metiendo en mi interior, en mi vagina empapada en mis flujos para que no tuviera ningún problema de entrar y salir de mi coño, dándome y regalándome una vez más los gemidos y gritos que estaba deseando dar como una puta en celo que era en lo que me estaba convirtiendo.

Su polla por fin empezó a penetrarme, pero no me quito las bragas, simplemente las aparto, no me dejo tampoco que yo me las quitara, quería follarme así con las bragas puestas, quería que su semen las inundara y que me fuera con ellas empapadas de su leche a mi casa y que durmiera con ellas toda la noche, la idea me excito más aún, la idea de dormir con las bragas húmedas, empapadas con su semen junto a mi marido me resultaba tremendamente excitante.

Una y otra vez sacaba su polla de mi coño, empezaba a gritar como una loba apretando los dientes fuertemente, mis manos arañando sus muslos, mi cara casi empotrada con la pared de sus embestidas y los dos caímos en un éxtasis de placer cuando nos corrimos, dejando parte de su semen en el interior de mi vagina y el resto como me había dicho empapando mis bragas por dentro, sobre la base de mi vagina.

Fue el primero de los cuatro orgasmos que este muchacho del cual no sabía todavía su nombre me provocaría esa tarde, una tarde de sexo salvaje.

Se hacía tarde, la noche caía sobre la ciudad y los dos nos teníamos que ir a casa, no sin quedar para el día siguiente en el mismo hotel, en la misma habitación, donde le esperaría ya desnuda encima de la cama, no quería saber su nombre no me hacía falta, solo quería su polla, solo quería el placer que mi marido ya no me daba y pensando precisamente en él, de camino a casa en el taxi notaba la humedad de mis bragas entre mis piernas, notaba su semen entre mis labios y más tarde ya en la cama, me acercaba a mi marido y frotándome con las bragas empapadas de la leche de mi amante sobre su cuerpo.

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