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Mis bragas, tu trofeo

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Son las doce de la mañana y todavía estoy templando, a duras penas puedo sujetar la taza de café que calientan mis manos, mirando al infinito a través de aquella cristalera con vistas la plaza donde una marabunta de gente viene y va. Sentada en aquella pequeña cafetería siento todavía mi sexo mojado y mis pantalones se impregnan de los fluidos que han ido saliendo poco a poco del interior de mi vagina, todavía estoy nerviosa, molesta, pero a la vez muy excitada, no ha pasado ni una hora desde que un completo desconocido, me enseñara como puede ser de fuerte una atracción, enseñarme como tan solo que en unos minutos puede hacerme sentir una excitación tan intensa que pierda el control de mi razón, jamás sentí nada igual, soy una mujer tradicional y nunca he pensado que el sexo sea esencial, ni que tenga mucha importancia en mi vida hasta ahora, por en algún sitio, entre el probador del centro comercial y esta pequeña cafetería he perdido todas mis creencias, en unos minutos se han evaporado y he comprendido que mi cuerpo es sexo, que un verdadero orgasmo te cambia una mañana, una tarde, una noche.

Las once y media fue cuando entre en aquel probador que jamás olvidaré de aquel gran centro comercial, un vestido, dos faldas, unos pantalones, tres blusas y una camiseta la ropa que sujetaba mi mano, esta mañana me levanté con ganas de renovar mi vestuario, o más bien ampliarlo en contra de la opinión de mi novio que sigue diciéndome que para qué quiero tantos trapos, quizás tenga razón no lo sé, pero todavía no comprende que soy mujer y coqueta, que no basta con unos pantalones para ponerme durante dos o tres días seguidos y que me cambio a diario de ropa interior incluido los sujetadores.

El vestido la verdad que me gusta, me hace una figura muy bonita y muy femenina, a pesar de su precio casi prohibitivo va a ser una de las prendas que colgaran en mi armario esa tarde, al quitármelo con cuidado y ver nuevamente el precio en la etiqueta lo doblo con cuidado haciendo las cuentas necesarias para el resto de la ropa, en ese minuto, en ese segundo mi vida empezó a cambiar para siempre.

La imagen desnuda de mi cuerpo se refleja en aquellos espejos gigantes que tiene el probador, ajustándome las bragas a mi cuerpo, girándome para ver lo bien que me sientan esas bragas, tapando parte de mis glúteos y subiéndome hasta mi cintura ajustándose como un guante a mi sexo, la verdad que me encantan estas bragas negras que me compré la semana pasada, el encaje de flores, el lazo de satén que las corona, la altura es perfecta resaltando mi figura y en ese momento fue cuando la puerta se abre de golpe, entrando un hombre que enseguida me atrapa entre sus brazos, me abraza y me tapa la boca para que no chille, siento miedo y no entiendo como ha podido pasar, su cuerpo cubriendo el mío por la espalda, desnuda salvo por mis bragas negras de talle alto y mi sujetador a juego, siento miedo mucho miedo cuando su mano me abraza el vientre y la otra me sigue tapando la boca con fuerza.

No me dice nada, noto su excitación, su respiración acelerada, sus ojos mirando hacia la puerta como temiendo que alguien más entrara, como si le persiguiera alguien y sin embargo, no oigo gritos, solo gente hablando, solo los pasos por el pasillo de los probadores, quiero gritar, quiero revolverme contra él, pero no puedo, es más fuerte que yo, me siento paralizada por el miedo y sin embargo siento que poco a poco va desapareciendo, su mano tan suave recorre mi vientre, el olor de su perfume me confunde, tanto que es como si me atrapara y me atrajera, estoy más tranquila, tranquila y excitada, pienso en el libro “El perfume”, pienso que me ha atrapado como un almizclé hecho a medida para mí, mi resistencia es casi nula y ahora más tranquila le oigo susurrarme al oído.

“No te voy a hacer daño Lara, perdóname, no te asustes”

¿Me conoce?, una especie de electricidad atraviesa mi cuerpo y a pesar de esas palabras aún existe en mí algo de miedo y él lo sabe, no deja de presionar mi boca con su mano, no deja de presionarme el vientre sujetándome, su mano derecha llega hasta la goma de mis bragas por debajo de mi cintura, noto como su cabeza se inclina y huele mi cuello, veo tras el espejo como su nariz inspira por detrás de mis orejas el caro perfume que mi novio, me regalo las navidades pasadas y como su cuerpo se aprieta más al mío, en ese momento miro al espejo y nuestras miradas se cruzan en él, no sabría qué decir, no sabría si nuestras miradas son de miedo o de placer, la mirada aterradora que tenía antes parece haber desaparecido, sus ojos azules y muy expresivos me transmiten tranquilidad y a pesar de estar secuestrada y forzada me transmiten confianza.

Es algo que no puedo explicar, su olor me embruja, pero fueron sus labios que al empezar recorrer mi cuello con sus besos cortos, bajaron todas las defensas que aún seguían en pie y empiezo a disfrutar con sus besos y caricias, siento no obstante como mi cuerpo se sigue resistiendo e intento zafarme de él, intento gritar, pero mi cabeza ya se ha rendido y mi cuerpo tenía los segundos contados al notar su mano abrirse paso por debajo de mis bragas, me sentía atrapada, mis ojos se empapaban de lágrimas cuando sentí sus dedos sobre mi clítoris, esperaba algo salvaje, pero sin embargo era suave y cariñoso con mi sexo, sus dedos profundizaban más metiéndose entre mis labios y buscando la entrada de mi vagina.

“Perdóname, no sé lo que hago, eres una mujer realmente hermosa”

Nuestros ojos se clavan en el espejo como puñales, sus labios recorren mi cuello, mis orejas, poco a poco el sentimiento de escapar se ha desvanecido y mi vagina empieza a mojar sus dedos que se han metido dentro de mí, no sé por qué no escapé, quizás sus palabras, quizás sus ojos o sus manos, no lo sé, pero cuando su mano dejó de presionar mi boca pude hacerlo y sin embargo me dejo besar por él, su cadera me presiona por detrás y sintiendo la erección de su pene luchando por salir, mi interior empezaba a lubricar del placer que me está dando con sus dedos y los gemidos apagados en su boca mientras me besa. Que estoy haciendo, no entiendo nada, el miedo se había ido tal como vino y tal como vino el miedo, lo que siento ahora es una excitación increíble, algo que nunca había sentido, algo que parecía necesitar a tenor de lo que hago, porque mi culo se mueve hacia atrás buscando el roce con aquel pene, porque mis piernas se relajaban y dejo que su mano me apriete el sexo por debajo de mis bragas, de apretar su mano contra mis pechos los cuales han sido liberando de las cazoletas de mi sujetador.

Miro al espejo y me observo el rostro que tengo, es el placer personificado, es la lujuria desatada en mí, mi boca abierta sin emitir ningún sonido, hasta que siento como su pene penetra por detrás de mí, llenando mi vagina, me ha bajado las bragas hasta las rodillas y por los espejos puedo ver como su pene entra y sale de mi vagina, dejo que mis gemidos empiecen aparecer y que tenga una vez más que taparme la boca con su mano, mis manos hacia atrás cogiendo su trasero y acompañando los dulces empujones que me hacen gemir, me penetra muy suave, sus empujones hacen bailar mis pechos que ahora se aceleran, ha apoyado su mano en mi cadera metiéndome más rápido ese enorme pene que desaparece y aparece como un coloso mojado por el interior de mi vagina que no para de convulsionarse cada vez que la noto entrar, no puedo abrir los ojos, el placer que me invade no lo puedo explicar, penetraciones fuertes, profundas y pausadas, estoy llegando al éxtasis, mmmm más rápidas, más rápidas y profundas, empujando mi cara contra el espejo, un orgasmo empieza a recorrer mi cuerpo, me inunda el interior de mi vagina tanto que mis muslos empezaron a empaparse de mí.

Dos, tres y hasta cuatro empujones tan fuertes que la siento entrar tan dentro de mí como nunca pensé que fuera posible, siento como su semen se derrama dentro, en mi interior, en esos momentos sus dos manos en mis caderas sujetándome con fuerza y sin darme cuenta nuestros gritos de placer envuelven todo el probador, todo el pasillo, toda la planta.

Nada más terminar, sacó su polla de mi interior se subió los pantalones y tal como vino como mi miedo se fue sin mirar atrás.

Ahora todavía asustada y avergonzada, tomo café en esa pequeña cafetería, sin ninguna bolsa de compra en el suelo, con la vergüenza de haber salido del aquel probador ante las miradas inquisitorias de las dependientas y de la gente cercana al probador, cuando salí de allí con la cabeza agachada dejando la ropa en un mostrador y sin las bragas negras que él me había quitado y se había llevado quizás como trofeo, aquel hombre que seguro a partir de ese día seria dueño de mis sueños, aquel que despertó en mí, el sexo que tenía oculto y aunque nerviosa y asustada todavía no le guardaba ningún rencor, todo lo contrario me había despertado cuando estaba dormida, me había encontrado cuando estaba perdida y pensaba que se merecía tener mis bragas para recordarme y quien sabe, quizás otro día me las devolvería.

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