Son las 6 am de un sábado soleado, en Aguas de Nogales; un condominio veraniego de Flandes, Tolima. Ángela Pardo, una joven bogotana de 24 años y estudiante de literatura, sale de la vivienda en la que se hospeda para iniciar su rutina de ejercicios, hace 10 años que lleva un estilo de vida fitness.
Luce una licra de colores vivos que remarca su culo generoso y respingón; junto a un diminuto top de color rosa que apenas cubre sus prominentes pechos copa D. Trae la melena castaña y risada recogida en un moño alto: Es una mujer voluptuosa, con un cuerpo que supera mucho los estándares comunes y su piel de porcelana es la joya de la corona. Empieza con un trote suave en dirección norte-sur.
En el extremo opuesto de la amplia copropiedad, Orlando Villamizar; un mozo que recién cumple la veintena y oriundo del municipio de Madrid, Cundinamarca: quien hace tres años practica el culturismo callejero, inicia su rutina de barras en el parque comunitario. Él es un tipo alto y fornido; mide un metro con ochenta centímetros, de bíceps marcados, espalda ancha y pectorales macizos.
Ángela, avanza por la gravilla mientras escucha metal instrumental para amenizar el rato, los pocos hombres que a esa hora se encuentran fuera de sus casas, quedan hipnotizados por el movimiento continuo de aquel par de tetas, ella lo sabe y sonríe, por alguna razón siempre le ha puesto sentirse deseada. Absorta en su sesión de cardio, no se fija por donde va y cuando menos piensa trastabilla al chocar con algo, se quiere morir cuando se percata del objeto con el que chocó su píe: acaba de tirar el termo de agua de un muchacho que se ejercita en el parquecito.
Se detiene por un momento para observarlo: Es un morenazo de brazos prominentes, corpulento y alto; cada que asciende en la barra, un tatuaje de tribal que rodea su bíceps izquierdo resalta sobre su músculo tensionado, sin darse cuenta, Ángela se muerde el labio inferior y sin rodeos se acerca para disculparse. Le toca el hombro un par de veces, él joven, interrumpe su entrenamiento y se gira hacia ella, que se dispone a ofrecer excusas:
—Oye, es que venía trotando un poco distraída y por accidente derrame tu agua. Lo siento mucho.
Orlando la mira de pies a cabeza, especialmente detalla sus jugosas tetas; es una auténtica ricura. Se miran a los ojos durante unos segundos, hasta que instintivamente, Ángela echa un vistazo a la portería.
—No te preocupes, no pasa nada. -repone él a secas- Nunca te había visto por acá.
—Si…si es que es la primera vez que vengo. Un amigo de mi papá vino a mitad de año y le recomendó este lugar.
—Es ameno, tranquilo y eso me gusta. Me llamo Orlando, mucho gusto -se presenta tendiéndole la mano.
—Ángela, encantada -replica ella esbozando una sonrisa sensual.
—Ángela, si que te ha dado resultados el ejercicio. Tienes un abdomen perfecto. -lo recorre con su índice.
—¿Te parece? Me alagas. La verdad es que han sido años de entrenamiento duro y dieta estricta, pero tú no te quedas atrás. -replica ella palpándole el bíceps.
—Gracias, también me he esforzado mucho. Ya que regaste mi agua sin querer ¿qué te parece si me acompañas a casa por más y de paso te invito un jugo? nos tardaremos un segundo.
—Dale, será un placer.
Durante el pequeño trayecto, se enzarzan en una conversación interminable; hablan de vacuidades, se cuentan quienes son, sus oficios y aficiones, la cotidianidad de sus vidas. Hasta que finalmente, dos horas después, Ángela decide regresar a casa. El joven, mira atentamente el vaivén de sus caderas mientras se aleja.
—Vaya zorrita -masculla para sí mismo.
Al día siguiente, Orlando decide escribirle para invitarla de juerga al pueblo y ella acepta gustosa, sin embargo, por cosas del destino su encuentro se tiene que aplazar; pues la abuela paterna de ella ha sufrido una recaída a consecuencia de su insuficiencia cardiaca. El fin de semana culmina y ambos regresan a sus rutinas en Bogotá.
Las conversaciones vía WhatsApp entre ellos se hacen cada vez mas y mas frecuentes. Ángela lo provoca, es insinuante y le envía selfis sugerentes en ropa interior, con la excusa de pedir su opinión sobre los resultados de su entrenamiento. Hasta que un día todo cambia y Orlando pasa de las incitaciones sutiles a los comentarios directos; Ángela le ha enviado una foto de espaldas subiendo escaleras; en la que luce una minifalda de cuero negro junto a unas medias de malla blancas, que remarcan su culo de manera apoteósica y junto a ello una pregunta:
Ángela: ¿Crees que debería trabajar más mis glúteos?
Orlando: Ese culo de zorra incita a muchas cosas.
Ángela, que había tomado aquello de las fotos como un simple juego, se sorprende al leer esa respuesta; estaba siendo muy directo, nadie le había dicho algo así fuera de la cama, pero le gusta; el que la llame zorra, esa transgresión la excita. Lee la respuesta un par de veces y su sexo responde, siente cosquilleo por toda su entrepierna, pero no sabe qué responder.
Decide enviarle otra foto a ver qué ocurre: esta vez, elige una en la que lleva un diminuto hilo rojo que se pierde entre sus nalgas.
Orlando: Perra… seguro estas deseosa de que te diga más guarradas para dedearte como puta.
Al leer en voz alta aquellas palabras, los fluidos emanan de su sexo y sus pezones se endurecen. Su mano, como si tuviera voluntad propia, se dirige a su entrepierna para empezar a frotar el clítoris y los labios. Esa falta de respeto y esa tónica imponente la están poniendo a mil.
Ángela: Nadie me ha hablado así…
Orlando: Y ¿qué?
Ángela: me gusta, me calienta…
Le envía una foto de sus tetas apretadas bajo un top blanco que apenas deja algo a la imaginación.
Orlando: Eres una puta arrecha, una zorra hambrienta de verga.
Ángela se frota el clítoris como si no hubiese un mañana, su vagina está tan babosa como nunca; pasó de provocar a estar provocada.
Ángela: Orlando… que rico todo lo que me dices…
Orlando: Dilo tú, puta.
Ángela: ¿Decir qué?
Orlando: Que eres una puta arrecha.
A medida que escribe cada palabra, su vagina se convierte en un manantial y no puede evitar meterse un dedo; entretanto, sus pezones se endurecen tanto como el acero.
Ángela: Soy una puta arrecha…
Orlando: Buena noche, zorra.
Ángela: ¿Qué? NO PUEDES DEJARME ASÍ!!
Orlando: Conténtate con los dedos y la imaginación so puta, bye.
Ángela: Orlando! Orlando! Orlando!
Nada, se desconectó. La joven sin embargo, opta por hacerle caso y empieza a masturbarse como nunca lo ha hecho; llega a colarse tres dedos cuando normalmente aguanta dos. No piensa, ni se imagina nada: solo deja que su cuerpo actúe, que su instinto la guíe, se dedea mientras aprieta sus tetas y juguetea con sus pezones que parecen de cemento, entretanto, desliza los dedos por el interior de su vulva experimentando un placer extremo al sentir como revuelcan sus paredes; hasta que después de un rato se corre, tiene un orgasmo que la deja sin aliento y que empapa sus sábanas por completo. Luego se queda profundamente dormida.
A eso de las 5 am, cuando el sol todavía no emerge; el móvil de la joven suena y ella, entre dormida estira la mano hasta la mesita de noche para agarrarlo, es un whatsapp de Orlando:
Orlando: ¿Cómo te fue anoche con los dedos, puta? a que te corriste como zorra.
Ángela duda, incluso siente indignación al recordar que la dejó a medias y por un segundo medita si responderle o dejarlo en visto, pero al final, al recordar la calentura que le provocó y lo ganosa que la puso, decide contestar:
Ángela: Bien… me corrí como nunca, pero…
Orlando: ¿Pero qué, perra?
Ángela: Me calentaste y me dejaste a medias…
Orlando: Eres una perra caprichosa, eso se te nota a leguas, pero yo voy a convertirte en una zorra obediente, algo así como una fiel mascota.
Y está de nuevo; esa actitud autoritaria la pone a mil e inmediatamente siente un calor intenso apoderándose de su cuerpo. La chica nuevamente se queda sin palabras.
Orlando: ¿Ya estás caliente como callejera, verdad?
Ángela: Lo estoy…
Orlando: Tócate el coño y repite en voz alta “soy una puta, soy una perra, soy una zorra”
La joven obedece sin chistar, al tocarse la cuca; se le resbalan los dedos por la humedad; se aprieta el clítoris, se abre los labios hinchados; sentirse insultada, humillada por aquel tipo, es tan excitante que no puede resistirse a ello.
“Soy una puta, soy una perra, soy una zorra”
“Soy una puta, soy una perra, soy una zorra”
“Soy una puta, soy una perra, soy una zorra”
“Soy una puta, soy una perra, soy una zorra”
Se repite una y otra vez; frotándose el clítoris compulsivamente hasta que su celular suena de nueva cuenta.
Orlando: ¡NUNCA ME DEJES EN VISTO PERRA DE MIERDA!
Ángela: Lo siento… es que me excite tanto que no pude parar de tocarme.
Orlando: Mandame un video dedeandote, golfa.
Ángela se lo envía al instante.
Orlando: Rica cuca de zorra.
Ángela: Será tuya cuando desees.
No puede creer lo regalada que acaba de ser, pero le es imposible contenerse, su puta interna la está controlando por completo y en ese mismo instante, daría el mundo porque Orlando se la estuviera metiendo.
Orlando: Ya lo ves, ya eres mi puta, mi perra, mi juguete sexual.
Ángela: Si! lo que digas Orlando.
Orlando: Nada de Orlando; desde ahora dirígete a mí como Amo ¿entendido puta?
Ángela: Entendido, amo.
Orlando: Muy bien puta, así me gusta. ¿Hoy tienes clase?
Ángela: Hasta medio día, amo.
Orlando: Así que estas disponible en la tarde, golfa.
Ángela: Si, estoy disponible y dispuesta para ti, amo.
Orlando: Muy bien, vas a vestirte como una vulgar puta. Más tarde te daré indicaciones, bye.
El corazón de la joven late desbocado a la par que una excitación insoportable se apodera de su ser ¿qué tendría planeado Orlando para ella?
Los primeros rayos del sol se cuelan por la ventana y Ángela se mete en la ducha; disfruta de un baño caliente frotándose la piel húmeda mientras fantasea con la culeada que seguramente Orlando le dará en un par de horas. Sale del baño envuelta en la toalla y tiritando de frío. Su nuevo amo, le ha ordenado llevar un look de puta; piensa detenidamente en qué ponerse y al final se decide por una falda púrpura tipo colegiala, que termina a medio muslo; junto a unas botas de cuero rojas que le llegan hasta la rodilla. Para su torso, elige un crop top negro y de tirantes que deja su abdomen descubierto. Debajo solo lleva un tanga de encaje color rosa.
Empaca un jean y una chaqueta en su mochila e inmediatamente sale para evitar que su padres la vean con semejante pinta. En el transmilenio, se lleva las miradas morbosas de todos los tipos que hay en el vagón y tiene que soportar uno que otro comentario atrevido. Disfruta observando a todos los que la miran embelesados deseando follarsela y sonríe con picardía. Ya en la universidad, la cosa no cambia mucho, sus compañeros sorprendidos se fijan en su facha y cotillean a sus espaldas, ella sin embargo decide ignorarlo por completo.
Pasadas las 10 de la mañana recibe un mensaje de Orlando:
Orlando: Muéstrame tu pinta de perra.
Ángela: En seguida, amo. -se dirige al baño donde se encierra en un cubículo y se saca un par de selfies- ¿te gusta, amo?
Orlando: Nada mal, puta, nada mal; tienes vena de zorra. Te quiero aquí a las dos en punto -le envía una ubicación de google maps- ¿entendido perra?
Ángela: Si, amo, entendido.
A partir de ese momento, Ángela, sufre un suplicio; siente los minutos como siglos, no puede esperar porque llegue la hora indicada para ser follada por ese macho que tan puta la ha puesto. En la última hora de clase, su calentura crece a tal punto que con disimulo se lleva un esfero a la entrepierna y se frota el clítoris con él; mientras mordisquea el cable de sus audífonos. Se moja tanto, que sus jugos vaginales le escurren por el muslo. Y justo cuando está por alcanzar el orgasmo se detiene en seco; no quiere gemir como zorra frente a todo el curso.
Cuando llega la hora de salida; sobre su asiento puede observarse un pequeño charco y por la cara interna de sus muslos, se extiende una fina capa de humedad que le otorga un brillo especial a su piel blanca. Revisa la ubicación que su amo le envió; es en la zona industrial, a medio camino entre la carrera 36 y la calle 12. Sonríe emocionada y observa el reloj, ansiando que prontamente anuncie la hora del candente encuentro.
A las dos de la tarde, Ángela llega al punto de encuentro; es un callejón solitario, sucio y maloliente, la joven empieza a arrepentirse de haberse prestado para aquel juego, en realidad no sabe mucho de Orlando ¿y si es un tratante de blancas? ¿un asesino? o ¿un violador? Experimenta un horripilante vacío en el estómago al imaginarse prostituida en un burdel de mala muerte, quien sabe en qué país. Observa el reloj: ya son las 2 con 10, decide que si Orlando no llega en cinco minutos, se marchara y lo bloqueara de redes.
El plazo se cumple y Ángela se da media vuelta para regresar a casa; pero cuando ha dado tres pasos, alguien la toma del pelo y le dobla un brazo en la espalda pegándola contra un muro ennegrecido y derruido; ella forcejea e intenta gritar, sin embargo, su atacante le tapa la boca. Aquel tipo, le restriega la verga por el culo sin ningún respeto ni pudor, la joven se encuentra aterrada, tanto que dos lágrimas se desgajan de sus ojos. Siente la lengua de ese hombre deslizarse por su mejilla:
—Ummm… sabor de perra en celo.
Al escuchar aquello, su temor mengua y se excita levemente. Es Orlando, sin lugar a dudas; le ha reconocido la voz. Sosteniéndola con fuerza, la conduce hasta el interior de una vieja bodega abandonada y al entrar en aquel lugar, que se encuentra iluminado por una tenue luz rojiza, la empuja con rudeza contra la pared y tirando nuevamente de su cabello, se dirige a ella:
—¿Acaso pensabas dejar metido a tu amo, perra miserable? -le espeta propinándole una sonora nalgada-
—Ahhh… -gime ella ahogadamente- Perdón, perdón amo… vi el lugar y me asuste…
Orlando, guarda silencio mientras le jala el tanga con violencia hasta meterlo entre sus labios vaginales; le muerde la nuca y de nueva cuenta, le azota el culo sin piedad -tas tas tas- resuenan las nalgadas; el trasero de la joven rebota como gelatina, se enrojece y punza.
Aquel castigo, produce una explosión hormonal en Angela; siente un cosquilleo intenso por toda la vagina y un agradable vacío apoderarse de su pecho, no puede hacer nada más aparte de gemir:
—Ahhh… ahh… amooo…
Orlando se detiene, le chupa el lóbulo de la oreja y le espeta en tono imponente:
—Te llegó la hora de saber lo que es un hombre de verdad, puta zorra.
Ángela solo asiente, deseando que aquello continúe.
El joven la voltea con rudeza y la empuja de los hombros; la chica se acerca a su entrepierna, dispuesta a hacerle una felación, pero en respuesta recibe una bofetada.
—Aún no, puta golosa.
Inmediatamente, se despoja de su cinturón para ponérselo a la joven a modo de collar; —ahora sígueme, a cuatro patas como lo que eres; una miserable perra -le espeta sosteniéndole el rostro con sus manos para finalizar escupiéndola.
La chica se humedece al instante; se caliente como bistec al carbón y su perra interior sale a flote para responder emocionada:
—¡Si, amo! como usted ordene.
—Muy bien; puta. -Recorre un pasillo largo que desemboca en una habitación mediana; donde hay un sillón; una cama, un televisor viejo; una pequeña mesa de madera y unos cuantos baúles.
La deja justo en la mitad de la sala y él sigue hasta el sillón, donde toma asiento. Se sirve una copa de vino para darle una nueva orden a la joven:
—Acércate gateando; mientras bates el culo y ladras como perra.
Ángela, presa de la excitación y del deseo, lo hace; se pone en cuatro y avanza a gatas lentamente; mueve las caderas de lado a lado, con una sensualidad insuperable e imita los ladridos de un canino -Guau, guau, guau.
Se siente como cualquier basura; tan poca cosa, tan miserable, tan puta y aquella transgresión de lo tradicional solo ocasiona que su excitación aumente, finalmente llega hasta su amo y se arrodilla frente a él, esperando órdenes.
Frente a sus ojos, Orlando se descalza y al dejar sus pies desnudos le ordena besarlos y lamerlos; ella lo mira incrédula, cosa que no le gusta para nada al joven y en consecuencia le propina una bofetada:
—¿Acaso eres sorda, puta?
—Perdón, perdón mi amo -Se disculpa ella un tanto temerosa.
Sin rechistar hace lo que su amo le pidió: empieza dando pequeños picos sobre el empeine, recorriéndolo de arriba a abajo con lentitud y alternándose de pie en pie, continúa recorriendo toda la extensión con su lengua; lame como si fuese un helado del más exquisito sabor y finaliza chupando, uno a uno, todos los dedos con auténtica devoción. Al terminar, los fluidos de la joven emanan del interior de su vagina.
Orlando la mira complacido y decide premiarla:
—Muy bien, perra, muy bien, ahora vas a tener tu premio.
—Gracias, señor -replica ella expectante-
—De rodillas, con las manos sobre los muslos y la mirada al suelo, mientras yo regreso.
Ángela adopta la posición con apuro.
En cuestión de minutos Orlando regresa con dos platillos de mascota. Los pone frente a ella; uno contiene concentrado y el otro agua:
— Anda perra, come, disfruta tu premio.
La joven obedece y en cuatro patas se acerca hasta los cuencos, hunde el rostro en el que contiene la comida para empezar a tragar; entretanto, Orlando se ubica a sus espaldas para levantarle la falda y empezar a juguetear con su trasero; lo acaricia, lo amasa, lo rasguña y lo mordisquea, mientras que Ángela emite quejidos cada vez más fuertes.
—Ahhh… que rico…
Orlando, continúa magreando el trasero de la joven durante unos minutos; viendo de primer plano como su humedad aumenta; está tan mojada que los jugos le escurren a borbotones por los muslos, esto le produce al joven una erección inmediata. De un jalón le quita las tanguitas y separándole las nalgas, prueba su vagina; siente los fluidos tibios y viscosos; junto a un sabor salado, Ángela, se retuerce al sentir como la lengua de su amo le recorre la vagina de principio a fin:
—Ahh… Siii… más, mas, mas!
El joven dominante, recorre su clítoris con experticia; yendo de arriba a abajo, con lentitud, pero intensamente; generando hendiduras en el pequeño bulto carnoso a medida que su lengua lo transita. Los músculos de Ángela se tensan, mientras siente como si un oasis estallara dentro de su vulva; que parece manguera abierta, mientras por su garganta se escapan decenas de gemidos excitantes:
—Ahhh… -gime mordiéndose los labios y apretando los puños-
Tras unos minutos, Orlando se detiene en seco:
—Ya fue suficiente perra, es hora de empotrarte como callejera.
El rostro de la joven se ilumina y no tarda en reponer:
—Hágalo señor, follese a esta perra que está hambrienta de su verga. -cuando el joven se pone incorpora ella se inclina para besarle los pies.
Orlando toma el cinturón para conducirla hasta el borde de la cama; una vez allí, la jala del pelo y con rudeza la tira sobre el colchón:
—En cuatro, zorra caliente -le ordena mientras hurga en uno de los baúles.
Al regresar, le pone los brazos en la espalda y le esposa las muñecas. Sube su minifalda, dejando culo y coño expuestos; tras ponerse el preservativo enrolla el tanga húmedo en su verga y de un espetón la penetra hasta el fondo.
—Ahh -grita Ángela, al sentir como aquel trozo de carne descomunal se inmiscuye en su interior y como la tela del tanga raspa sus paredes internas, la verga de Orlando la llena por completo, hasta golpear su cérvix.
Entre tanto, su joven amo; empieza con un ritmo brutal; la tira del pelo haciendo tensar su piel facial al punto de hacerle sentir que se le van a salir los ojos de las cuencas, mientras que la embiste como bestia; con cada empellón sus labios vaginales salen y entran sujetos al miembro del joven; el roce del tanga le hace experimentar una sensación de placer y dolor indescriptible.
—Toma puta, ¡perra miserable! – goza como callejera con mi verga.
—Ahhh amooo, por favorr!! ¡No me saque nunca esa verga de machoo, soy su puta su zorra!! ¡Su esclava!!
Unas cuantas penetraciones más y Ángela, se corre convulsionando de placer. Sus fluidos empapan el colchón, mientras ella grita y se retuerce, aún con la verga de Orlando en su interior.
El joven, sin perder tiempo le libera las manos, para darle vuelta y esposarla a la cabecera; hurga en su vagina para sacar el tanga y amordazarla con él; lo mete entre su boca y de los baúles toma un rollo de cinta transparente junto a unas pinzas para pezones, que están unidas por una cadena. Envuelve su boca con cinta y le pone las pinzas apretándolas hasta producirle un dolor soportable. Ángela se siente indefensa, a su total merced: esa vulnerabilidad, el no poder moverse; hace que un infierno se encienda entre sus piernas; el sentir el sabor de sus propios jugos la hace sentirse la más puta de todas.
Orlando se acomoda entre sus piernas para empotrarla de nuevo; a medida que la embiste con rudeza; pellizca y estira su clítoris hasta casi desgarrarlo, mientras que jala las pinzas tensando sus pezones y ocasionándole oleadas de dolor cada que sus tetas rebotan por las embestidas:
—Mmm… mmm -emite Ángela quejidos ahogados; mientras su calentura crece a un nivel inesperado: la privación del habla, de los movimientos; el dolor que le producen las pinzas y su clítoris sodomizado; es un cúmulo de sensaciones que la lleva al límite –
Orlando le retuerce el clítoris a más no poder y jala la cadena hasta hacer sangrar sus pezones; mientras que la empotra como bestia, hundiéndose hasta su tope y revolcándole las paredes de maneras impensables; la cama tiembla y Ángela se retuerce como posesa alcanzando el orgasmo más intenso de su vida; a medida que se corre siente que se desmaya de placer.
Mientras recupera el aliento, su amo la desata y al terminar, la toma por los cabellos llevándole la cabeza hasta su verga; la joven abre la boca gustosa y Orlando le hunde el miembro hasta la garganta; empezando a follarsela salvajemente; provocándole arcadas, lagrimeos y haciéndola babear; entre tanto le bofetea las mejillas:
—¡Ten! ¡ten! puta perra, recibe en tu hocico de golfa mi verga de macho, zorra, que solo para eso sirves para engullir verga.
Ángela permanece inmóvil recibiendo la verga de su amo; siente que por el tamaño le va llegar hasta el estómago; le arde la garganta y le duele la mandíbula, mientras que sus labios tocan la pelvis de Orlando.
Siente como aquel miembro se tensa en el interior de su garganta; mientras su amo emite un jadeo largo y la sostiene del pelo:
—Ahh…
Segundos después, estalla: descargando chorros y chorros de semen tibio y espumoso, que se deslizan por su garganta. Finalmente, le saca la verga de la boca. Ángela recupera el aliento, mientras con el dorso de la mano se limpia los restos de semen que quedan en sus labios.
—Nunca me habían dado una culeada tan bestial, amo. -le espeta inclinándose para limpiarle el miembro.
Pero Orlando la detiene en seco:
—Estuvo bien por hoy, ya fue suficiente. Apenas para iniciarte, puta.
—Pero amo… aún tenemos tiempo y quiero que me folle más… por favor.
¡Zas! una bofetada: —He dicho que es suficiente, perra.
La joven asiente con lágrimas en los ojos.
—Vete, ya recibirás órdenes
—¿Me puedo cambiar? -pregunta ella- es para que mi familia no me vea así, por favor amo.
Orlando le otorga el permiso.
Ángela sale y se percata que en el mismo punto en el que ella fue citada, hay una joven con pinta de puta, mirando el reloj con impaciencia.
Continuará…