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No me voy sin follarte el culo, tía

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Mi tía Elvira estaba dormida sobre la cama con su bata negra abierta. El brazo izquierdo lo tenía formando una uve y el derecho al lado de su cuerpo desnudo. Tenía la cabeza girada hacia la izquierda. La pierna derecha sobre la otra dejaba ver parte del bosque negro de su pubis. Los rosados pezones de sus tetas eran grandes, lo mismo que sus pezones. A sus pies estaba la colcha gris y la sábana blanca, y bajo sus largos y rizados cabellos negros la almohada blanca.

En la puerta de su alcoba estaba yo, que había venido a esconderme en la habitación de mi primo Pablo, ya que había hecho una de las mías, o sea quitarle unas pelillas a mi madre, y si volvía a casa iba a llevar con el cinto. No me podía creer lo que estaba viendo. Mi tía, la buenorra, la que pensando en ella hiciera más pajas que un mono estaba aún más cachonda de lo que me había imaginado. Comencé a sudar cómo un cerdo y mi polla me quería reventar la cremallera del pantalón vaquero. Me dio un arrebato de locura y me acerqué a la cama. De cerca la veía cómo el príncipe hubiera querido ver a la Bella Durmiente. Le acaricié la rodilla derecha y se abrió de piernas. Vi todo el bosque negro de su coño y no me pudo resistir. Se lo olí. Olía a gloria bendita. Le pasé la lengua por el corte del coño. Mi tía se despertó y se incorporó de inmediato. Con cara de enajenada, me dijo:

-¡Qué haces, condenado!

Me iba a largar de allí a toda hostia cuando sentí que se cerraba la puerta de la casa. Sabía que mi primo se fuera a casa de los abuelos, solo podía ser una persona, su marido. Mi tía me dijo en bajito:

-Métete debajo de la cama.

Me metí debajo de la cama. Mi tío al entrar en la habitación y verla, exclamó:

-¡Coñooo! ¿Me estabas esperando?

-¿Tu qué crees, grandullón?

Vi cómo las ropas de mi tío caían al piso sobre los zapatos y luego cómo el metálico de la cama bajaba varios centímetros debido a que mi tío pasaba de los cien kilos. Luego fue un sube y baja del metálico, y un chirrido molesto a más no poder, tan molesto que aun oyendo los gemidos de mi tía no pude masturbarme. La hostia era que mi tío Javier tenía un infierno de aguante, ya que mi tía se corrió tres veces antes de que se corriera él y se echase a dormir.

Poco después se oían los gritos de mi padre y de mi madre diciendo que volviera a casa que no me iban a hacer nada, lo que significaba que me iban a caer las del pulpo, daba igual que hubiera cumplido los dieciocho años. Hasta los veintiuno se creían con derecho a zumbarme.

Más tarde, a mis padres se unieron mis abuelos y algunos vecinos, y lo que era una llamada a gritos se volvo una búsqueda con linternas y llamadas a gritos. Mi tío con los gritos no podía dormir, así que se le dijo a mi tía:

-El cabronazo seguro que cayó en algún pozo. Voy a ayudar en la búsqueda.

Se fue y salí de debajo de la cama. Me caía la cara de vergüenza. Me iba con la cabeza agachada cuando me dijo:

-¿No querías comerme el coño?

Levante la cabeza y vi que seguía completamente desnuda. Me metí entre sus piernas y le lamí el coño. Lo tenía lleno de leche y de jugos, pero eso aún me puso más lobo. Tal y cómo me enseñara una amiga mía que era un marimacho. Con la punta de la lengua le barrí los jugos y los deposité encima del clítoris, lamí con suavidad alrededor hacia los lados y de abajo a arriba, luego lamí de abajo a arriba ambos labios con mi lengua plana y tragué aquella mezcla espesa con un sabor cómo a coco ácido y después le follé la vagina con la lengua. Mi tía estaba sorprendida.

-¡Quién te enseñaría a ti a hacer esas maravillas con la lengua, traste!

No le respondí, volví a lamer de abajo a arriba... Su coño estaba abierto cómo una flor, cuando me dijo:

-Me voy a correr.

Le chupé el clítoris y explotó.

-¡Me corro!

Supe por qué temblaba la cama cada una de las tres veces que mi tío la hiciera correr y era porque el gusto la hacía temblar una cosa mala.

Al acabar de disfrutar saqué la polla, me eché encima de ella y se la metí. Mi tía metió su lengua en mi boca y ya me corrí cómo un angelito. Mi sorpresa fue enorme al sentir cómo también se corría ella mientras le llenaba el coño de leche. Después subió encima, me puso el coño en la boca y frotándolo en mi lengua, me dijo:

-Folla mi ojete con tu lengua.

Le follé el ojete con la lengua y ella se masturbó metiendo dos dedos dentro del coño. Poco después se sentó sobre mi polla, me dio las tetas a mamar por primera vez, mamándolas le volví a llenar el coño de leche, ella aceleró los movimientos de culo hasta que se vino, diciendo:

-¡Me corro!

Al acabar, con mi polla dentro de su coño me dio un beso, me acarició la melena, y me dijo:

-Tienes que irte.

Le di la vuelta y la follé a mil por hora.

-¡Qué pude volver tu tío!

-No me voy sin follarte el culo, tía.

-¡¿Qué?!

-Lo que oíste.

-¡¿Eres de los dos bandos?!

Le respondí con otra pregunta.

-¿Nunca te corriste follándote el culo?

-Tu tío es muy macho.

-¿Te gustaría correrte así?

Me respondió poniéndose a cuatro patas. Mis manos hicieron de sujetador y de masajeador de aquellas tetazas blandas y de aquellos duros pezones, y mi lengua volvió a explorar su ojete y a lamer su coño mojado. Luego le clavé el glande y le desvirgué el culo a mi tía Elvira. No sintió dolor, lo que sintió fue un gustazo, ya que me dijo:

-Hasta el fondo, traste, hasta el fondo.

Se la clavé hasta que mis cojones se mojaron con los jugos de su coño. Después le di caña mientras cogía su coño con una mano y le jalaba el cabello con la otra. Mi tía frotando el clítoris contra la palma de mi mano jadeaba en bajito. Sus jadeos fueron subiendo de tono hasta que su ojete apretó mi polla. Le pregunté:

-¿Te corres, tía?

-Sí, me corro, traste.

-Yo también.

Mi tía con su coño empapando la palma de mi mano con los jugos de su corrida, y mientras sentía mi leche llenar su culo, dijo:

-¡¡¡Ayyy!!!

Al acabar de correrse, y ya boca arriba, me dijo:

-Esto nunca ocurrió.

Le pregunté:

-¿Lo que no ocurrió pude volver a no ocurrir?

-Si hay ganas de que ocurra y se dan las circunstancias, sí. Ahora vete.

Quique.

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