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No siempre se está bien donde uno es feliz

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Era feliz…

Era feliz y por eso tomé la decisión que por tanto tiempo prolongué.

Nada podría salir mal, me esmeré con los detalles para que todo fuera tal cual ella lo habría imaginado; el lugar, la decoración, la música… todo.

-¿Cómo está la mujer más hermosa? –dije al recibir su respuesta después de hacer la llamada.

-Hola, con mucho trabajo por hacer –mencionó ella con un tono molesto–parece que esto nunca se acaba.

-Prepárate, te tengo una sorpresa, paso por ti a la salida y no quiero un “no” por respuesta.

-¿A la salida?, imposible; ni siquiera se a qué hora voy a terminar y tengo una reunión.

-Vamos –dije– ya son muchos los días que trabajas hasta tarde.

-En serio, no puedo dejar esto sin terminar; es más, te dejo porque debo prepararme para la reunión –diciendo esto último y, sin darme tiempo a protestar, terminó la llamada.

No estaba por darme por vencido tan fácilmente así que subí al auto y tomé rumbo hacia su trabajo.

Durante el trayecto, pasaron por mi mente los momentos vividos con ella, y como las circunstancias habían hecho que hoy mi vida volviera a cambiar.

Primero el perder a mi esposa, para de la noche a la mañana convertirme en papá y mamá de un par de chicos que, aunque no me la pusieron fácil, amaba con todo mi corazón.

Después, resultar el benefactor de ella y sus chicos quién, al perder también a su esposo y papá, tuvieron que enfrentarse no únicamente a la soledad, sino también al hecho que quienes habían sido “amigos” buscaban, en ese momento, aprovechar las circunstancias que ellos, indefensos, les ofrecían.

Ya todos en casa pasamos a ser una familia “disfuncional”, como lo mencionábamos en son de broma ya que, aunque teníamos vidas separadas, por fuera parecíamos una familia común.

Al tiempo que la convivencia se hacía más cercana surgió también el afecto mutuo entre nosotros; bromeábamos, reíamos, en ocasiones discutíamos y, sin darnos cuenta, terminamos enamorándonos.

Nuestro chicos aceptaron de buena manera el vernos juntos, la intimidad era buena y nuestro futuro en general se vislumbraba mas que promisorio.

Había resultado ser un tema difícil el tomar la decisión de dar el siguiente paso, parecía ser que la vida que llevábamos era la conveniente; “juntos pero no tan juntos” nos decíamos, el tiempo dirá si nos decidimos o renunciamos.

Nunca creí esto último, en ocasiones la veía hablando con nuestras niñas de fiestas y vestidos y de cómo se vería de nuevo en uno blanco por segunda ocasión.

Por este y muchos otros detalles no me fue tan difícil tomar la decisión, el día sería hoy y pasara lo que pasara tendría su respuesta después de esta cena.

Llegué por fin sin tomar el lugar donde con regularidad aparcaba, tendría que ser sorpresa y no quería que me viera ya que su lugar de trabajo tiene vista al estacionamiento desde donde, con dificultad, podía verme y de igual forma yo a ella.

Ahí estaba, como siempre hermosa, no solo a mis ojos ya que, en ocasiones, pude darme cuenta que muchos más observaban su figura…

Y en verdad era hermosa! no niego que fue una de las razones para estar con ella; me cautivó su mirada y seguridad, así como el resto de sus atributos físicos que no eran pocos…

Y el sexo, lo disfrutábamos a lo grande, sin restricciones; perderme en ese mar de sensaciones es algo difícil de describir!, por eso estaba tan prendido de ella!

Encendí el auto cuando vi que tomaba sus cosas y apagaba la luz que, ya entrada la noche, iluminaba su lugar; quería llegar cuando estuviera saliendo para sorprenderla.

Y efectivamente hubo sorpresa, pero fue la mía al observarla saliendo con él en actitud un tanto más que cordial.

Obviamente los celos se hicieron presentes y bajé del auto para reclamarle… pero no alcancé a hacerlo; tuve un poco lucidez para utilizar la lógica, me habló de una reunión, podía ser que solo se dirigiera a ella; así que volví al auto y observé como subían al de él y tomaron camino. Los seguí a prudente distancia, no quería mostrarme ante sus compañeros como el celoso de la relación, confiaba en ella, ¿que podría salir mal?

Avanzaron durante unos minutos hasta donde, podría decirlo literalmente, sentí que algo dentro de mi se rompía.

Con mis manos temblando de rabia e impotencia estacioné el auto sin dejar de ver el lugar, iluminado apenas para pasar desapercibido, elegante para ser un motel de paso.

Tomé el teléfono y marqué su número, después de un par de tonos su respuesta…

-Hola, ¿ya estás en casa? –dijo con voz apresurada.

-Aún no, pero ya estoy en camino.

-Aún tardo un poco, todavía tengo algunos pendientes que no pueden esperar a mañana.

-Entiendo, ve con cuidado cuando salgas del motel, el lugar no se ve muy seguro. –dije esto y corté la llamada.

Arranqué y tomé dirección con rumbo a casa, he de confesar que lloré en cada ocasión que sonaba el teléfono con una llamada de ella.

-¿Que hice mal?, ¿qué fue lo que hice para que me pague de esta forma? -no tuve respuesta a ninguna de mis preguntas…

Me detuve calles antes de llegar, estaba descompuesto y no quería que los chicos me vieran así; después de unos minutos aparqué y entré a casa.

-¡Papá!, ¡papá!, qué bueno que llegaste – dijeron las chicas colgándose a mi cuello.

-¿Lloraste?, tus ojos están muy rojos…

-Los hombres no lloramos –dije sin creérmelo –solo que pase mucho tiempo frente al monitor.

-¿Mamá ya no tarda? –me dijeron.

-Espero que no pequeña, espero que no…

Subí al despacho y cerré la puerta tras de mí, no sabía qué hacer ni cómo reaccionar cuando llegara; la vida no es justa, pensé; al menos no para mi en este momento.

Después de algún tiempo tocaron a la puerta.

-¿Puedo pasar? –Dijo ella –necesito que hablemos.

-¿Que puedes decirme que no sepa?, los detalles no me interesan.

-No está bien lo que hice, lo sé; quiero que sepas que no volverá a pasar.

-¿Qué fue lo que te hice para que me hagas esto?, ¿tan mal te traté?

-No fue tu culpa, no sé porque lo hice –dijo esto último con lágrimas en los ojos -te juro que ya se terminó!

-¿En verdad valió la pena un rato de calentura por una vida en familia?

-Perdóname!, por favor perdóname! –me dijo llorando y con un temblor generalizado en su cuerpo.

-Te amo y lo sabes, perdoné lo que me hiciste desde que entré a la casa.

-Te juro que haré todo para que veas que es verdad que te amo! –casi lo gritó al tiempo que se echaba a mis brazos.

-No te confundas –dije quitando sus brazos de mi cuello –te perdoné por el cariño que le tengo a los chicos, no se merecen un cambio tan brusco en su vida.

-Pueden quedarse el tiempo que necesiten, exceptuando lo nuestro todo seguirá siendo como hasta ahora, ya buscaremos la forma de decírselo para que no les afecte tanto.

Tomó asiento, de la mujer hermosa y segura de si misma solo quedó la apariencia; pude ver que, al igual que yo, la vida le daba un giro donde ya nada sería igual. Tal vez en ese momento se preguntó si hacer lo que hizo valió la pena por la que estaba pasando.

-¿Puedo ser yo quien se los diga? – Me preguntó –no se los ocultaré, solo no quiero perder su cariño sabiendo cuanto te quieren.

-Hazlo.

Salió y, después de un rato, yo tras ella.

Quería abrazarla y decirle que intentáramos continuar, olvidar y seguir adelante; bajé buscándola y la escuché con su hija hablando.

-¡Mami!, ¿te dijo? –alcance a escuchar antes de llegar con ellas.

-No mi vida, ¿Qué me tenía que decir? –escuché su voz de asombro.

-¡Papi habló con nosotros!, pero nos dijo que no dijéramos nada.

-¿Qué les dijo papá? – Diciendo esto en voz más alta –dime.

-No le vayas decir, ¿sí?

-Ok, solo dímelo – esto último tratando de suavizar el tono.

-Nos dijo que quería ser nuestro papá de verdad!

-y que te va a hacer una fiesta!

-y que te vas a vestir de blanco!

-y que hoy te lo iba a pedir cuando salieras de tu trabajo!

En ese momento ella se dio la vuelta al escucharme llegar a su lado, nuestras miradas se cruzaron y, por un momento, pensé en abrazarla… no lo hice; sus ojos se llenaron de lágrimas y salió corriendo en dirección a su recamara.

-¿Por qué llora mamá?

-Está triste corazón –le dije –a veces nos ponemos tristes pero luego se nos pasa.

-Le dije nuestro secreto, ¿me perdonas?

-A ti no tengo nada que perdonarte –le dije abrazándola muy fuerte y llorando tratando que no se diera cuenta.

El día de hoy se ve triste, no solo por el clima que amenaza lluvia; sino porque estamos en la puerta despidiendo a la que hasta ayer era parte de nuestra familia.

Con ellos se van parte de nuestro futuro, un futuro que daba por hecho y que, de la noche a la mañana, dejó de serlo para pasar a ser incierto.

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