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Nuevo hogar. Nuevas experiencias (2): Visitas inesperadas

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Desperté temprano a la mañana siguiente por culpa del celular.  Olvidé que había puesto varias alarmas con 5 minutos de diferencia entre cada una para viajar temprano el día anterior y comenzaron a activarse una tras otra hasta que me di por vencido y me vi obligado a levantarme de la cama. No eran ni las 6 am. Por su parte, Anna estaba profundamente dormida a mi lado, juro que esta mujer podría dormir durante un terremoto sin enterarse de nada. Las sábanas le cubrían de forma irregular algunas partes del cuerpo y la escena me recordó a una antigua musa griega intentando tapar su cuerpo con un velo. Antes de levantarme le di un suave y delicado chupete en la teta que estaba descubierta y le acaricié la concha levemente por encima de la tela, emitió un leve sonido dándome a entender lo había disfrutado pero decidí no insistir ya que ella aún podía descansar algunas horas más y parecía que tenía un importante día por delante.

Por fin me levanté de la cama y noté que tenía la polla como un rifle. De pronto las imágenes de la noche de sexo intenso que tuve con mi esposa me inundaron y no pude distinguir si lo que sentía eran sus labios o culo comiéndome la verga. Estaba demasiado excitado aún después de correrme varias veces en todos sus orificios. Sonreí al preguntarme ¿cuántos hombres de mi edad podían darse aún ese lujo? sin recurrir a suplementos u otros remedios y me alegré de poder todavía disfrutar de los placeres del cuerpo junto a mi amada esposa. Quisiera decir que no había pensado en lo que sucedió ayer en la terraza pero la imagen de esa mujer fue un potente afrodisíaco que me impulsaba a tratar de darle más placer a mi mujer. Mentiría si dijera que mientras cogíamos no había tenido la esperanza de mirar mientras penetraba a mi esposa contra la ventana y verla de nuevo ahí con las tetas al aire. Incluso en ese mismo instante me asomé, todas las luces estaban apagadas y claro... tampoco estaba la rubia. También mentiría si dijera que no me sentía preocupado porque aunque al descubrirme mirándola desde la terraza tuvo una reacción bastante tranquila, imaginé que a pesar de no parecer algo tan grave, las consecuencias podrían ser muy grandes. De momento lo mejor será no pensar en eso.

A tientas, busqué en la oscuridad algo de ropa para cubrirme. Entre las prisas de anoche, lanzamos todo por todas partes así que fue una tarea difícil para un ente que estaba prácticamente en calidad de bulto debido a la falta de descanso como yo y no quise encender la lámpara del móvil para no despertar a mi mujer. Finalmente desistí pero recordé que habíamos dejado unas maletas con ropa en la entrada, ahora ese era mi nuevo objetivo.

Primero fui al baño que está en nuestra habitación, estaba haciendo lo mío y escuché un pequeño ruido, como un golpe muy ligero en la planta de abajo. Supuse que se trataba de los típicos sonidos que hacen algunos materiales cuando se contraen o se expanden durante la noche así que no le dí mucha importancia. Me lavé la cara para intentar mitigar un poco el sueño y me eché un vistazo rápido en el espejo.

Estaba consciente que había ganado algo de peso estos últimos años, no mucho, pero sí podía notar esos kilos de más. Sobre todo en la parte del abdomen que se veía abultado y los pectorales algo caídos. Vi que la erección había disminuido un poco pero no del todo, todavía podía sentir un calor inquieto recorriéndome el falo. Desde muy joven me sentí seguro con lo que me colgaba de entre las piernas. Con lo que no me sentía seguro era con mi capacidad de relacionarme con el sexo opuesto. Siempre imaginé que al tener un pedazo de carne grande y grueso, las mujeres esperarían que supiera cómo usarlo en automático. No basta con llevar una buena arma a la guerra si no sabes cómo usarla.

Así que me auto-impuse una presión irracional por tener que ser excepcional durante el sexo para respaldar aquello, la presión era tan grande y yo tan malo para ligar, que preferí evitar esas situaciones durante mi adolescencia a toda costa. Cuando conocí a Anna, apenas había estado con dos mujeres. Mi primera experiencia fue con una teibolera cuando cumplí la mayoría de edad gracias a mis amigos y la otra con una compañera de la universidad, pero esas son historias para otro momento. Anna siempre me dijo que mi polla era la mejor que había sentido y probado, no sé con cuántas y de quienes me habrá comparado y nunca le pregunté. Pero con ella no me importaba si era bueno o no para el sexo, simplemente lo hacía y ella parecía disfrutarlo y con el tiempo creo que fui mejorando ya que nunca se ha quejado y siempre quiere más. Entonces creo que algo estoy haciendo bien.

“Tal vez sea momento de regresar a hacer ejercicio. Tengo tiempo de sobra ahora que estoy desempleado.” pensé mientras hacía rebotar mi pancita frente al espejo. Ese pensamiento me revolvió un poco el estómago. Por un momento, entre la presión de organizar la mudanza y el largo viaje, la emoción de Anna de su nuevo puesto, llegar a un nuevo hogar, etc., había olvidado que no tenía empleo, lo que significa que no tenía un ingreso y aunque eso no representaba un problema inmediato, ya que durante todos mis años laborales me dediqué a ahorrar un poco de mi sueldo pensando en tener un negocio propio algún día y Anna estaba ganando suficiente por los dos, sí me sentí un poco presionado para encontrar a que dedicarme a mis 45 años. Supongo que ahora también tengo bastante tiempo para pensar en eso.

Salí con todo esto en mente, la casa estaba en completo silencio y por la hora no me extrañó, Anna seguro dormiría una o dos horas más y Camila anoche mencionó que estaba exhausta, así que también estaría dormida en su cuarto.

Bajé las escaleras con mucho cuidado, intentando no hacer ningún ruido y también como precaución. No quería partirme el cuello tropezando y cayendo por las escaleras en nuestro segundo día de estar aquí por no saber como encender la luz del pasillo.

Nota mental: Aprender la ubicación de todos los interruptores de la casa cuanto antes.

Sentí la boca y los labios completamente secos, seguramente debido a la cantidad de fluidos que perdí anoche y, sin hacer ruido, me fui directo hasta la cocina por un poco de agua. Por estar pensando en todo al mismo tiempo, vi que la luz estaba encendida pero no le di mayor importancia.

—¡Coño! ¡Que puto susto! —El grito y el salto que pegó Camila me exaltaron a mi también. Sentí que la fuerza de las piernas se me iba por completo— ¡Papá casi me das un infarto!

Sus ojos recorrieron mi cuerpo de arriba abajo como para confirmar que iba completamente desnudo.

—Creo que a mi si me está dando un infarto —dije mientras me sobaba el pecho a la altura del corazón. — ¿Qué estás haciendo despierta a esta hora?

Camila estaba de pie junto a la barra. En una mano tenía su teléfono, en la otra, un cartón de jugo de arándano que estaba sirviendo en un vaso, que con el susto de antes, se derramó un poco. Vestía únicamente un sostén deportivo color negro y una bombacha color lila, llevaba su castaño y largo cabello recogido en una cola de caballo. Su piel bronceada relucía bajo la luz.

Como mencioné antes, nuestra familia es muy abierta en cuanto a sexualidad se refiere y obviamente eso incluye la anatomía del cuerpo humano. En ese sentido, es común que los tres andemos muy seguido por la casa en ropa muy ligera e incluso en ocasiones... desnudos, aunque esto no es tan habitual. Entiendo que no es común, pero estamos convencidos que el cuerpo humano debe verse como algo natural y mientras Camila crecía queríamos que así lo percibiera y que la desnudez no es algo de qué avergonzarse.

—¿Qué qué hago yo? ¿Qué haces tú? Andando a hurtadillas en la oscuridad y asustando a la gente — se volteó con total naturalidad para buscar algo con que secar el líquido que había derramado. Su bombacha estaba enterrada entre sus glúteos ofreciendo una vista hermosa de unos glúteos bien formados.

—Lo siento hija, no quería asustarte. En realidad bajé a buscar algo de ropa en las maletas, pero quise tomar algo antes. De haber sabido que estabas aquí primero habría ido a buscar algo que ponerme.

—Hay papá, sabes que no es necesario, solo no esperaba que alguien apareciera así tan de repente y tampoco escuché cuando bajaste. Sólo me tomaste por sorpresa, eso es todo.

Mientras limpiaba la barra noté que me miraba de reojo especialmente hacia la zona media del cuerpo y recordé que traía la pinga a medio despertar. No supe si aquello la estaba incomodando y quise intentar esconder mi erección pero tampoco quería hacerla sentir mal. Pensé que lo mejor era no hacer nada más que llevar la cosa tranquila

—¿Y tú? ¿Qué haces despierta tan temprano? —Intenté llevar la conversación con calma y naturalidad pero me salió el tiro por la culata.

—Solo digamos que fue un poco complicado conciliar el sueño con el show que ofrecieron anoche —me dedicó una sonrisa sarcástica. Exprimió el trapo húmedo en el lavabo y volvió inclinándose de frente a mí con una mirada burlona. Sus pechos, que eran un poco más grandes que los de Anna, colgaban con gracia y delicadeza sobre la barra.

—Mmm supongo que si fuimos algo ruidosos —le dije con sincero arrepentimiento.

—¿Algo ruidosos? ¿Es en serio? Papá, estoy casi segura que todos nuestros vecinos escucharon a mamá decir: "Dame más fuerte" o "Sí... Así... no pares, por favor, no te detengas". O la ganadora de anoche: "Sí... por favor, párteme el culo por la mitad, soy tu putita" — Camila repitió aquellas frases haciendo la mejor imitación que pudo de su madre incluidas muecas y gemidos, mientras recorría su cuerpo con las manos y se apretaba los pechos para aparentar excitación, aunque no esté bien decirlo, creo que lo hizo a la perfección — fue muy divertido, estoy segura que no dejaron a nadie indiferente con su sinfonía de orgasmos.

—No creo que sea para tanto ¿o sí? En el peor de los casos dudo mucho que se enteren que fuimos nosotros. Además si fue tan explícito y deleitable como dices, es probable que en el futuro puedan querer escucharlo de nuevo.

Intenté bromear al respecto para restarle un poco de importancia a la situación, aunque estaba consciente que si podíamos llegar a tener algunos inconvenientes, sobre todo Anna ya que su empresa es la que está en contacto con la administración de este lugar para realizar los pagos correspondientes cada mes.

—¡No, por favor! Por más divertido que sea escuchar sus berridos, dudo mucho que sea algo que otras familias quieran escuchar con frecuencia y los demás si queremos descansar apropiadamente —tomó su vaso con jugo de arándano y le dio un sorbo— Tal vez sólo deberías preocuparte por los que viven aquí junto y detrás. Ellos definitivamente los escucharon. Ojalá no sean problemáticos.

Ese último comentario me trajo de golpe la escena de anoche. Lo que tenía frente a mí era muy similar. Si bien había evidentes diferencias, ver a Camila con poca ropa, su piel delicada bajo la luz, bebiendo el líquido rojizo de su vaso de vidrio me hizo recordar a esa mujer que vive detrás de nosotros y toda la sensualidad que proyectaba. Recordé sus impresionantes tetas, su delgado y natural cuerpo, su fina y delicada piel adornada con tatuajes igual de delicados que acentuaban su hermosa figura. La verga comenzó a darme saltitos solo de imaginarla nuevamente y ya estaba alcanzando su tamaño máximo. Vi que Camila me miraba fijamente la erección con los ojos como platos y su nerviosismo aumentó de golpe al darse cuenta que miraba su cuerpo fijamente.

En 20 años está era la primera ocasión que Camila me miraba una erección como tal, frente a sus ojos, y lo peor es que seguramente imaginaria que ella me la había producido. Aunque no era del todo su imaginación. Por un instante dejé de verla como mi hija y la vi como una mujer sumamente atractiva. En otras circunstancias, habría considerado esa erección como una función normal del cuerpo, nada que esconder, pero me inquietó que hubiera sido producida por mi propia hija. Me intenté cubrir tan rápido como pude detrás de la barra pero ya era completamente inútil. Pocas veces había visto a mi hija incómoda y menos tan incómoda como en ese preciso momento, me sentí como un monstruo.

—Es un milagro que hasta el día de hoy, mamá no haya sido partida por la mitad —Intentó hacer una broma para ocultar su incomodidad, pero creo que el daño estaba hecho— Bueno, supongo que tienes cosas que hacer y yo necesito descansar un poco. Que tengas un buen día pá.

Enfiló directamente hacia su habitación a toda prisa antes de que pudiera decirle algo y escuché cómo cerró con llave detrás de ella. Quise pedirle perdón por la situación, no era mi intención que eso sucediera. Me sentía realmente mal por mi reacción, pero me sentía aún peor por haber alterado a mi hija. Sin embargo conocía bastante a Camila y sabía que antes de hablar con ella debía darle su espacio o si no terminaría empeorando todo. Lo único que realmente podía hacer era esperar que procesara lo que había sucedido y después tratar con las consecuencias. Me quedé ahí, mirando un vaso de vidrio con residuos rojizos sobre la barra y con la verga dura como un poste.

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Tras el incidente en la cocina, el resto de la mañana fluyó de manera normal. Después de despertar de excelente humor, Anna se arregló, comió el desayuno que le había preparado y se fue a presentarse en su nuevo empleo así que estuve prácticamente solo el resto del día. Camila seguía encerrada en su cuarto y por la conversación de anoche supuse que estaría dormida para reponer las horas que estuvo despierta por nuestra culpa. Así que tenía bastante tiempo para dedicarme a mí.

Encendí un rato mi laptop con la idea de buscar inspiración sobre actividades a las cuales pudiera dedicarme a partir de ahora. Después de un rato entendí que esto sería más difícil de lo que esperaba ya que según los resultados que arrojó mi búsqueda rápida en Internet, las actividades mejor pagadas actualmente estaban relacionadas con algo llamado "in-flu-en-cer" o "Streamer" en inglés y no tengo idea de qué sea ninguna de las dos.

Algunos minutos más tarde, no sé cómo, pero terminé en una página de videos cortos lleno de animales haciendo cosas de animales, mujeres muy hermosas de todas las edades repitiendo coreografías extrañas cada vez con menos ropa y hombres también de todas las edades haciendo retos aún más extraños y sumaban millones de vistas y "me gusta" como si fueran estrellas de rock de mi época. Miraba por enésima vez un video de esas coreografías cuando alguien llamó a la puerta. Aquello me tomó por sorpresa, no esperaba que nadie viniera a visitarnos pues en realidad no conocíamos a nadie en varios cientos de km a la redonda.

Salí a ver de quién se trataba y me topé con una pareja de adultos mayores muy simpática.

El señor que debía tener al menos entre 70 -75, años se llamaba Abraham. Tenía el poco cabello que le quedaba completamente lleno de canas y en su rostro se podían ver infinidad de arrugas que demostraban los años que carga a sus hombros. Sus movimientos eran lentos y hablaba con la misma fluidez. Supongo que había perdido parte de su dentadura pues me costó un poco de trabajo entender lo que decía pero lo hacía siempre con una sonrisa amable. La señora se llamaba Rita, debía tener una edad similar a la de Abraham aunque tenía menos dificultad para moverse. Dijeron que habían salido a dar una de sus caminatas del día pues el doctor les había recomendado algo de actividad física y aprovecharon para conocer a sus nuevos vecinos, viven en la casa de junto y tras conversar un rato sobre nosotros y cómo fue que llegamos ahí y sobre los pesares de envejecer, antes de despedirse, la Sra. Rita se disculpó en nombre de algunos de sus vecinos pues en sus propias palabras <a veces pueden ser un poco fogosos y se dejan llevar por la pasión, como anoche, estoy segura los habrá escuchado, pero son buenas personas, no piense mal de ellos> Trágame tierra. Continuaron con su caminata no sin antes ofrecernos un lugar en su mesa cada que quisiéramos. Me dio gusto saber que esas personas tan dulces viven al lado pero me sentí un poco culpable de que tuvieran que escuchar todo lo que hice con Anna con total claridad.

El resto del día fue bastante similar, Camila no salía de su habitación salvo para buscar algo de comer y volvía a encerrarse y más personas estuvieron desfilando por nuestra casa con la intención de presentarse y conocernos. En ese entonces, no comprendía esa situación. Usualmente los nuevos inquilinos tienen el deber de ir a presentarse, al menos eso es lo que yo sabía. Después nos aprenderíamos cuál era la dinámica detrás de esa práctica. Ese día conocí a Abraham y Rita, después pasó otra pareja, un matrimonio muy joven que me recordaron a Anna y a mí a su edad, sus nombres eran Izan y Romina. Romina es una chica muy guapa, de ojos color miel y por lo bronceado de su piel es obvio que hace actividades al aire libre. Lleva un corte de cabello bastante corto pero que le queda muy bien, usaba unos pantalones deportivos y una sudadera holgada pero era evidente que se mantenía en forma al igual que su esposo. Izan es un chico muy amigable y bromista. Es alto, moreno, musculoso, bien parecido y lleva la cabeza rapada. Ambos irradian una energía muy positiva y alegre. Supongo que podría decirse que son la típica pareja fitness que le imprimen energía y ánimo a todo lo que hacen. Después vinieron Samantha y su hijo Flavio, creí que estaban bromeando pues Samantha se me hizo muy joven como para tener un hijo de 17 años. Me avisaron que en unas semanas se celebraría el cumpleaños 18 de Flavio y estábamos cordialmente invitados. Se veía particularmente emocionada por este evento pero el chico se apreciaba molesto cuando nos extendió la invitación. Estaba seguro que de cualquier forma no asistiríamos. También pasaron Ava y Chloe, dos chicas muy agradables, que supongo son roomies únicamente pues no hicieron mención alguna de cuál era su parentesco o no las escuche. Para ese punto ya estaba algo cansado. Solo recuerdo que Ava era la conversadora y Chloe la tímida. En fin, varias personas vinieron a conocernos, todos fueron muy amables y nos dieron la bienvenida con la peculiaridad de abrirnos las puertas de sus casas cuando quisiéramos. Esto se me hizo muy raro pues de donde vengo usualmente quieres mantener a las personas fuera de tu casa, no invitarlas a pasar. Creí que se trataba de una mera formalidad, nunca imaginé lo enserio que hablaban. También me di cuenta que aparentemente nadie, aparte de Abraham y Rita, tenía ningún comentario sobre el escándalo sexual que protagonizamos mi esposa y yo. Supongo que Camila tenía razón y los únicos que nos habían escuchado eran nuestros vecinos más cercanos. Esto me tranquilizó al mismo nivel que me causaba cierta preocupación.

Anna estaba por regresar del trabajo, yo había pasado casi todo el día entre atendiendo la puerta y tratando labores del hogar. Quería terminar de desempacar algunas cosas que habían quedado regadas en cajas o maletas. También tenía intenciones de revisar si el roof garden estaba en condiciones para preparar una parrillada el fin de semana o si necesitaba algo de mantenimiento. No había podido avanzar nada para tratar de encontrar algo a qué dedicarme y el timbre no paraba de sonar. Estaba anocheciendo cuando Anna regresó a casa. Entró por la puerta con una sonrisa enorme de oreja a oreja y estaba sumamente emocionada. Se abalanzó sobre mí enredándome por la cintura con sus piernas y llenándome el rostro de besos.

―¿Y ahora qué sucede mujer? ¿Qué estamos celebrando? ―comencé a dar brinquitos como pude con ella prendida de mi y gritando como niño en dulcería para celebrar con ella.

Anna siguió dando grititos muy emocionada y comenzamos a reír a carcajadas.

―No estamos celebrando nada. Solo tuve un gran día. Estoy muy contenta con mi nuevo trabajo.

―No sabes que alegría me da verte así. ¡Me da mucho gusto verte triunfar y que estés tan emocionada! ¡Dame esos cinco mi amor... ahora choque de culitos… y beso para terminar! ―Ese es nuestro festejo “especial”, lo hacemos para celebrar nuestras victorias.

―¿Y tú qué me cuentas? ¿Cómo estuvo tu día? ¿Camila dónde está?

Estaba por platicarle todo lo que había sucedido cuando el timbre nos interrumpió.

―Justamente eso es lo que ha sucedido todo el día ―señale con un dedo hacia la puerta― ven conmigo para que veas con que he lidiado desde que te fuiste. Vamos a saludar a nuestros vecinos.

―¿Vecinos?

― Solo vamos a la puerta. Ya verás a qué me refiero.

Tomé la mano de Anna y fui a recibir a nuestras visitas por enésima vez en el día.

―¡Vecino, buenas noches, es un gusto conocerle! ―Abrí la puerta de par en par, puse la sonrisa más teatral que pude esbozar en ese momento e hice un ademán como si estuviera presentando una obra.

Esperaba encontrarme con quien fuera, menos aquellas dos personas que estaban en nuestra puerta. Frente a nosotros estaba parado un hombre mayor, bien parecido, canoso, cabello corto, vestía con ropa oscura, simple, pero elegante. En resumen muy bien acicalado. Daba un aire de persona importante y su porte no hacía más que acentuar esa impresión. Junto a él, colgada del brazo estaba una joven mujer rubia impresionante que reconocí de inmediato. Usaba un vestido negro muy ajustado que le daba encima de la rodilla con un escote hasta el ombligo únicamente sujetado por listones entrelazados en el frente. Parte de sus pechos quedaban a la vista, pero no daba una imagen vulgar, al contrario. Al igual que el hombre, la elegancia era el tema principal de su atuendo que no hacia otra cosa que elevar su presencia y acentuar su perfecta figura. Tenía el cabello recogido dejando descubierto su estilizado cuello. Su elegancia, belleza y presencia descomunales eran innegables. Sus grandes ojos verdes me miraron fijamente y me dedicó una sonrisa llena de complicidad.

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