Nunca me gustó estudiar así que al salir del instituto mi tío Roberto me propuso trabajar con él en el bar. No es que sea un local de categoría, más bien una cafetería de barrio, pero tenía su clientela y necesitaba algo de ayuda.
Es el hermano menor de mi madre, grande como un armario de tres cuerpos, a mí me parecía guapo y por ende divorciado. A su ex no le gustaba que pasara tantas horas en la cafetería y tan pocas con ella.
Así que un día al llegar a casa la pilló con otro en su cama. Aunque mi tío es un buenazo y no iba a liarse a navajazos con nadie, como pasaba en la canción. Se limitó a ponerla de patitas en la calle.
Por algo dicen lo de cerrar la puerta del establo después de que se escape la burra, digo, los caballos. Fue cuando me contrató. Yo había cumplido los diez y nueve así que era hora de trabajar. Todo eso me dio a mí un curro que me venia bien para no tener que soportar los sermones de mi madre sobre ser una ni ni.
Pronto mi tío se dio cuenta de que la concurrencia y con ello las ganancias aumentaban cuando yo estaba detrás de la barra. Con diez y nueve recién cumplidos delgada y sexi y con una simpática sonrisa, ni siquiera me hacía falta poneme mis modelitos mas rompedores para aumentar la clientela.
Ademas de que algunos de mis amigos y amigas empezaron a venir rejuveneciendo en más de veinte años la media de edad de los asistentes. Llegaba cansada a casa, pero satisfecha de ganar mi dinero.
A veces los inevitables roces de dos personas trabajando en un lugar estrecho me tenían bastante caliente. ¿Ya dije que mi tío me ponía mucho? Con su aspecto varonil, de tiarrón, hacia que salieran a flote mis más bajos instintos.
Además los piropos que me dedicaban algunos de los clientes y por que no, clientas de buen ver, también ayudaban a que me excitara. Casi nunca había pensado que echarle un vistazo a un generoso escote mientras ponía unas Coca-Colas en la mesa pudiera hacer que mojara el tanga.
Pero estaba descubriendo cosas de mi misma, además del orgullo del trabajo, que podía excitarme con cosas nuevas. Y nunca había hecho nada con ninguna de mis amigas, por muy borracha que estuviera.
Buenooo puede que provocarnos un poquito o algún que otro pico en los morritos y quizá vernos desnudas al cambiarnos juntas también me pusiera un poco cachonda. Vale lo admito, alguna tendencia bisex si que había tenido.
Al principio evitaba, intentaba más bien, evitar los roces con mi familiar echándome contra la barra o la estantería cuando tenía que cruzarme con él. Pero pronto asumí que eso era una tontería y que tendría que estar mas pendiente de apartarme que del trabajo.
Así que no solo deje de evitarlo sino que además los buscaba poniéndome delante de él cada vez que nos cruzábamos. Dejando que mi duro culito enfundado en ajustados vaqueros o mínimos shorts se paseara por su paquete. Y él todavía me pedía perdón cuando eso pasaba. ¡Que dulce!
Sabía que si Roberto no encontraba pronto novia me lo iba a acabar tirando y la verdad es que me apetecía. Aunque había un par de cosillas que todavía me hacían dudar. El que fuera mi tío y el que trabajábamos juntos, al fin y al cabo él me pagaba mi sueldo.
Por lo demás habían pasado algunos meses, el verano iba llegando y no solo mi ropa se hacía más fresca sino también la de la gente que acudía y eso conseguía encenderme todavía más.
Una noche mi amiga Marta, de vacaciones en la universidad, vino con su novio Alex casi a la hora de cerrar. Ella con su faldita más corta y yo lo sabia por que nos las habíamos comprado iguales y un top que no le conocía y que le dejaba un más que generoso escote que le llegaba al ombligo.
El chico con unos ajustados vaqueros que marcaban su culo prieto, su paquete y una ligera camisa. Se sentaron en la mesa más apartada tras saludarme con un amistoso par de besos y pedirme su consumición.
Como no había mucha gente me acerqué a llevárselo con la bandeja. Ya desde lejos pude ver como la mano del chico se deslizaba muslo arriba introduciéndose por debajo de la escasa tela de la mini.
Ese día yo me había puesto un short de los de media nalga al aire que había dejado a mi tío sin respiración y con la polla dura, cuando llegué a darle el relevo. Estuve alborotando a todos los clientes que esa tarde habían pasado por el bar, mi pantaloncito había levantado pasiones.
Mi escote no era tan vertiginoso como el de mi amiga pero aun así la camiseta de tirantes les permitió a ambos una buena vista de mis pechos cuando me incliné en su mesa.
Con mi mejor sonrisa lasciva que desmentía por completo mis palabras les dije:
– A ver parejita, cortaros un poco. Yo no tengo compañía y los demás clientes empiezan a miraros.
Mi amiga me respondió:
– Cielo, lo de la compañía tiene solución. Ese tío tuyo, tío bueno, que tienes tras la barra podría estar contigo. Bien que me he fijado en como te mira el culo tu pariente. Y lo de los clientes, ya sabes, lo que se han de comer los gusanos…
Le propuse:
– Cambiámelo por tu novio. Así no tendría que follar con un familiar.
A lo que me respondió con una risa no del todo de broma.
– Podría ser ya sabes que también me pone. O incluso tú y yo solas podíamos hacernos compañía. ¿Para qué nos hacen falta los tíos?
– ¡Pero bueno! Si os poneos en ese plan igual le invito yo a salir y a nosotros no nos harían falta chicas para pasar un buen rato.
– ¿Hablando de fútbol? Cariño.
– Oye que es verdad que su tío está muy bueno, no me pondría a hablar de deportes precisamente.
– Ya sabía yo que eras de gustos amplios, pero no que te iban los maduritos.
Yo me volví tras la barra dándole vueltas, más vueltas mejor dicho, a la cabeza. Si mi tío hasta le gustaba a otro chico. Y empecé a recoger viendo la hora que era.
Ellos no se cortaron un pelo claro. Cuando los miraba ella tenía la mano en su paquete amansándolo con suavidad. Y él la suya entre los suaves muslos por debajo de la falda o por dentro de su escote.
Entre ellos y una pareja de gays que habían estado muy acaramelados en otra mesa durante media tarde a mi me tenían quemando y echando chispas por el potorro, disculpen la burrada.
Entre bromas y chascarrillos se pasó el último rato y cuando llegó mi tío a cerrar me propusieron ir a tomar algo con ellos. Iríamos a un pub cercano que cerraba bastante más tarde que nosotros.
A mi familiar lo dejamos mirándonos el culo a ambas, o incluso puede que a los tres, según salíamos por la puerta. Aunque no fui demasiado mala y me despedí con par de cariñosos besos pegando mis tetas a sus fornidos pectorales.
A esas horas solo quedaba abierto en el barrio el más oscuro pub en el que ponían música suave para animar la conversación y otras cosas que se podían hacer en los cómodos sofás del fondo del local.
Yo seguía pensando en mi tío. Algo me molestaba, y no era solo el haberle haberle dejado solo cerrando el bar. Tampoco me apetecía estar de sujetavelas el resto de la noche. Le pregunté a mi amiga:
– ¿Te importa si llamo a mi tío y le invito a venir?
– Claro que no. Sabes que no me importa volver a echarle un vistazo. Está muy bueno. Y con esa camiseta tan ajustada que llevaba hoy aún más.
– Mira que eres zorra. Así que te vas a calentar con mi tío para follarte a tu novio.
Siempre nos cruzábamos esas bromas y nos reímos, aunque sabía que tenía razón y ella tampoco me lo iba a negar. Así que cogí el móvil y lo llamé.
– Hola tío. ¿Por dónde andas?
– Todavía cerrando. ¿Por?
– Estamos en el pub. Pásate y tomamos algo todos.
– En un rato estoy allí.
– Te esperamos.
Estaba nerviosa. Me apetecía estar con mi tío fuera de nuestro bar, en un ambiente más relajado. Aunque fuera en compañía. Y esos dos salidos hasta podrían ayudar. Y ver lo qué podía pasar.
Ellos no habían dejado de sobarse y yo seguía caliente como un horno cuando lo vi aparecer por la puerta. La camiseta parecía todavía más pegada a sus pectorales y bíceps. Con razón movía barriles de cerveza con una sola mano.
Le saludé a que viniera a nuestra mesa pero pasó antes por la barra a pedir su copa y se quedó charlando un rato con la camarera de allí. Una chica bastante guapa por cierto.
Admito que eso me dio celos. Esa noche lo quería solo para mí. Aunque tuviera que sentarme en sus muslos como cuando era pequeña.
Por fin vino a reunirse con nosotros. Le dio dos besos a mi amiga y un firme apretón de manos a su novio. A mí en cambio me sujetó de la cintura con una de sus grandes manos. Y me pegó a su cuerpo.
Evidentemente yo colaboré haciéndole notar mis firmes tetas en su poderoso torso. En ese momento me pareció que su mano bajaba de mi espalda a donde esta pierde su casto nombre. Pero puede que solo fueran ilusiones mías tan concentrada estaba en sus preciosos ojos, su bonita sonrisa y el roce de sus labios en la mejilla, tan cerca de mi boca.
Desde luego que no hice ningún esfuerzo por separarme. Sino que me pegué más a él. Volvimos a sentarnos yo con Roberto en un sofá y en de enfrente Marta y Alex.
Mi amiga siguiendo en su línea de toda la tarde se dedicaba a separar sus torneados muslos. Nos dejaba ver su tanguita para provocarnos. Su novio colaboraba con ella acariciando con suavidad su fina piel. La mano cada vez estaba más arriba sobre una de sus piernas.
Yo no me iba a quedar atrás así que pegué el muslo a la pierna de mi tío y como él llevaba unas bermudas bastante cortas nuestras epidermis se rozaban.
La mano que antes tenía casi en mi culo había pasado a mis hombros. Pero yo estaba tan encajada bajo su axila y su brazo es tan largo que pude sujetar su mano para llevarla hasta una de mis tetas. Tenía los pezones duros como escarpias.
Conversábamos relajados pero había cierta tensión sexual entre ambos sofás. Marta cada vez mas descarada no se cortaba ni en meterle mano a su chico ni en proponer temas cada vez más subidos de tono. Hasta que llegó el colmo y le preguntó directamente a mi tío.
– Roberto, ¿Cuanto hace que no echas un buen polvo?
Este siempre tan amable y dulce hasta tuvo la consideración de responderle sin escandalizarse.
– Una buena temporada, ya sabes que ahora estoy solo.
-¡Pues que desperdicio! Con un cuerpo como el tuyo seguro que no te faltan candidatas, ni candidatos si quisieras.
– Algunas proposiciones he tenido, sobre todo en el bar. Pero me gustaría hacerlo con alguien a quien quiera, me quiera a mí o por lo menos aprecie.
– Pues no se si que esperas. Ahí mismo tienes a una persona que te quiere mucho. Y si no te vale nosotros también te queremos.
– Pues claro que te quiero un montón, tito. Y tú pedazo de golfa, no intentes quitármelo.
– Eso es por que te pago un sueldo.
– Nunca he dicho que quiera quedármelo, solo compartirlo.
– No sólo te adoro por eso. Hay más cosas. Siempre fuiste mi tío preferido.
Todos nos reíamos con esas bromas. Pero a la vez pensábamos en cómo llevarlas a la realidad.
Y para no dejarlo tranquilo me subí sobre sus muslos de lado y rodee su cuello de toro con mis brazos. Apoyé la cabeza en su pecho y noté como su corazón empezó a latir con mas fuerza. Admito que me estaba encantando ponerle nervioso.
Por fin noté un avance por su parte. Pasó un brazo por mi espalda y dejó la mano en mi cintura. Noté un escalofrío al sentirla y me pegué más a él. Mi teta y su pecho apenas separados por dos finas capas de algodón estaban muy calientes. El lateral de mi muslo se apoyaba en su polla cada vez más dura.
Puse mi cara en el hueco entre su hombro y cuello y empecé a darle besitos suaves. Mimosa y morbosa a la vez. Mis amigos nos miraban con cara de lascivia y sin dejar de meterse mano.
Sabía que lo estaba excitando. Notaba su rabo cada vez más duro contra la piel de mi pierna. Roberto también había tímidos avances acariciando mi espalda y bajando hasta donde esta pierde su casto nombre.
Cuando noté su mano rozando mis nalgas supe que ya era mío. Nunca había puesto las manos allí ni para darme un merecido azote cuando de niña lo incordiaba demasiado.
Pero ahora sí. Me acariciaba el culo cada vez con más confianza y firmeza. Buscando incluso la piel de la nalga bajo el pequeño short.
Para entonces Marta ya había separado los muslos lo suficiente como para que nosotros que estábamos enfrente pudiéramos ver su tanguita de encaje rosa. La mini se le había subido casi hasta la cintura.
Su vez Alex pasaba sus dedos por allí como si la vulva de mi amiga le perteneciera. Y cada vez que lo hacía la reducida prenda dejaba ver un poco más del xoxito pelado. Ya contemplábamos asombrados uno de los labios y un momento después como con dos dedos acariciaba el clitoris.
Ella jadeaba en la boca de su novio y yo estaba mojando mi tanga. Así que me decidí y acerqué los labios a la boca de mi tío. Era el primer beso que le daba en los labios y lo recibió sin ningún gesto de rechazo.
Al principio fue suave. Jugábamos con los labios mordisqueando los del otro. Mientras dejaba que sus manos fueran más aventureras explorando mi piel. Poco a poco las lenguas entraron en acción y al rato ya nos estábamos dando saliva cantidad.
No sé en qué momento sus dedos llegaron a mi pezón bajo la camiseta. Pero recibí esa maniobra con un gemido que acalló con sus besos.
Marta se vino a nuestro lado con la sonrisa cómplice de Alex.
– Nena, ¿me dejas probar? Parece que besa bien.
– Tio, ¿le haces un cariño a mi amiga?
Para inclinarse hacia los carnosos y sensuales labios de mi familiar mi amiga tuvo que apoyar sus voluptuosos pechos en mi nuca. Gracias a la poca tela de su top era piel con piel. Era una sensación muy agradable.
Justo al lado de mi rostro Marta le estaba metiendo la lengua hasta la garganta. Hasta el punto de dejar caer la saliva de ambos sobre mí hombro y brazo desnudos.
Roberto mirando a los ojos de Alex que le daba permiso con una sonrisa desplazó la mano que no tenía en mis tetas al rotundo culo de mi amiga. Sentí cuando le clavó un dedo en el ano apartando la gomita del tanga porque Marta pasó la lengua por mi oreja.
Mi querido tío parecía ambidextro con cada mano nos acariciaba a una de nosotras sin dejar de repartir profundos besos. El paquete de Alex parecía muy duro mientras no dejaba e contemplar el espectáculo que me estábamos dando.
– Aquí empezamos a llamar la atención. Deberíamos ir a un sitio más discreto.
– ¿Queréis venir a casa?
– Nosotros estamos vacaciones y Olga seguro que puede poner desayunos con legañas en los ojos. ¿Nos vamos?
Nos limitamos a levantarnos y buscar el vive de mi tío. Mientras él conducía nosotros mandábamos mensajes a nuestros padres para decirles que pasábamos la noche fuera y dónde y con quién.
El piso de Roberto es un ático en el edificio más alto de su barrio con una terraza enorme. El suelo cubierto con una alfombra de césped artificial muy suave.
Por supuesto yo había estado muchas veces. Les hice una gira por la casa a mis amigos mientras mi familiar preparaba las copas. Marta se quedó prendada de la terraza, las vistas y poder estar desnuda bajo las estrellas.
– ¿Donde estáis?
Se escuchó el grito de mi Roberto desde la cocina.
– En la terraza, tío.
Pensando en que me iba a follar me daba morbo seguir tratándole por el parentesco y no por su nombre.
Mientras tanto Alex no había pedido el tiempo y había cogido a su novia entre los brazos. Le estaba metiendo la lengua hasta la garganta y le subía la faldita hasta la cintura para agarrarse a su generoso culo.
Marta tendió una mano hacia mí para unirme a ellos y el beso, en un segundo, en convirtió en uno a tres lenguas.
Cuando llegó Roberto se nos quedó mirando desde la puerta con los vasos en las manos y una sonrisa en los labios. Le gustaba lo que estaba viendo. Y además ya venía sin camiseta luciendo el poderoso torso.
– No me habéis esperado.
– Pero te puedes unir. Todos te queremos aquí.
Fue Alex el que dijo eso.
Se acercó despacio dejando las copas que a nadie le interesaban en la mesa. Nosotras le acariciamos cuando llegaba a nosotras tocando los marcados pectorales. Pero el que primero alcanzó su boca fue Alex.
Roberto no rechazó el beso en absoluto. Nosotras alucinadas y excitadas a ambos lados mirábamos como cruzaban las lenguas. No sabía que a mi tío le gustara la carne y el pescado pero eso me puso aún más cachonda. Si lo sospechaba de Alex en cambio.
Sin dejar de mirar la lascivia de aquellos dos dejé caer mi short al suelo. Y pronto noté una mano deslizándose por mis nalgas, no sabía de quién era ni importaba. Estábamos los cuatro en sintonía.
Eché mano a la cintura de mi tío y abrí sus pantalones. Cayeron al suelo con el peso de las cosas que llevaba en los bolsillos. Su slip pequeño y blanco marcaba esa polla que tantas veces había notado tras la barra del bar y deseado.
Acaricié ese paquete por encima de la tela deseándolo más todavía. Giró la cabeza hacia mí y me dio lengua y saliva. Le correspondí, vaya si le correspondí. Puse en ese beso toda la lascivia y saliva que pude. Mientes notaba como un dedo juguetón apartaba la gomita del tanga y acariciaba mi ano.
Yo empecé a hacer lo mismo con el tanguita de mi amiga. Y cuando puse una mano dentro del slip de Roberto, en su nalga, ya había una mano allí. Me dejó el sitio y cuando deslicé un dedo dentro de su ano se le escapó un gemido.
Conseguimos separarnos un poco tanto para recuperar la respiración como para ver cómo estaban reaccionando los demás. Al ver sus amplias sonrisas y expresiones lascivas me di cuenta de que todos lo deseábamos.
Aprovechamos también para terminar de desnudarnos y arrojar a un rincón las pocas prendas que nos quedaban. Las dos vergas apuntaban al frente duras como piedras tanto como los pezones.
Tenía muchísimas ganas de mi tío, lo empujé al suelo alfombrado. Me arrodillé junto a su cadera con mi mejor amiga enfrente. Juntas nos dedicamos a lamer el tronco venoso. Una bajaba a por los huevos y la otra subía hacia el glande.
Roberto gemía y suspiraba pero sólo hasta que agarró la bonita polla recta, larga y fina, bien depilada de Alex. La cogió con su mano y tirando del chico se la llevó a la boca. Entonces la tenía muy ocupada como para hacer otra cosa que lamerla.
– Joder tito, si llego a saber que tienes tanto vicio me hubiera tirado sobre ti hace meses.
Se sacó los huevos de Alex de la boca lo justo como para respirar y contestarme.
– Hemos perdido este tiempo pero así está siendo más morboso y con todas las cartas boca arriba.
– Nena, es tu tío. Tu debes ser la primera en montarlo.
Roberto tenía cuerda para rato. Mi amiga me ayudó a incorporarme y subir sobre su cadera. Me fui poniendo en cuclillas. Mientras los dedos de Roberto abrían los labios de mi vulva el glande poderoso se fue abriendo camino en mi interior.
Agradecida besaba los labios de Marta, teniendo clavado el rabo de mi tío en las entrañas. Ella dejaba caer su saliva en mi boca.
– Alex cariño, ¿qué tal maneja la lengua?
– De las mejores mamadas que he recibido.
– Pues déjame a ver si se le dan igual los coños.
Ellos cambiaron el sitio. Mi querida amiga se sentó sobre la cara de Roberto con las piernas bien abiertas ofreciéndole su culito y el chumino. Alex vino detrás de mí para acariciar mi ano y dilatarlo con dos dedos.
– ¿Nos las apañaremos?
Yo estaba viendo lo que pretendía.
– Inténtalo. Me encantaría una doble.
Para ello tuve que inclinarme más hasta besar la piel de mi amiga. Así dejaba mis nalgas bien separadas y ofrecidas al rabo del chico. Que sin prisa pero con firmeza se fue abriendo camino en mi culo. Solo tenía que moverme un poco adelante y atrás para que todos disfrutáramos.
Estaba entre los tres y las sensaciones recorrían todo mi cuerpo. Sus manos, sus caricias, sus pieles todo rozándome y acariciándome. Aunque los chicos habían aguantado como campeones y las dos habíamos tenido nuestros orgasmos era hora de que ellos llegaran.
Recibí el semen de ambos en mi interior. Jadeando y suspirando. Marta que ya se había corrido en la boca de mi tío quiso limpiarme con su lengua. Ellos le hicieron sitio y ella se puso a pasar la húmeda por toda mi cadera.
Pronto noté una segunda lengua hurgando en el agujero que la otra dejaba libre. Buscaban el semen que salía de allí. Eran los dos novios.
Mi tío me estaba besando, cruzando la sin hueso con la mía. Luego fueron los chicos los que intercambiaban saliva y los restos del semen. Y yo lo hacía con mi amiga. Pero todos muy pegados bajo las estrellas en la gran terraza.
Descansamos un rato, siguiendo con las copas y la conversación. Tumbados sobre los cojines que mi tío tenía repartidos generosamente por toda la terraza. Por fin pude sincerarme con él e interrogarlo a fondo.
– Tío, que ganas tenía de pillarte. Llevaba años deseándote pero desde que trabajamos juntos estoy caliente como una fundición.
– Pues no sabes lo que me ha costado a mí contenerme, arrancarte la ropa y tumbarte sobre la barra y lamer todo tu cuerpo.
– Que lentos hemos sido. Pero creo que tienes razón, así ha quedado todo claro y sabemos o morboso que somos los dos. Por cierto, siendo tu así ¿qué pasó con la tía?
– No me enfadé por qué me pusiera los cuernos. De eso ya os habéis dado cuenta. Sino por que no me invitara, por que no tuviera la suficiente confianza, podía haber sido un buen trío o muchos.
= Si, ahora que te conozco mejor. Estoy segura que te habrías follado a su amante.
– Si, a los dos. Haberlo hecho morboso para nuestro matrimonio, ampliarlo. Pero ella no quería eso, iba por su lado y me cabreé.
– Pues conmigo, con nosotros, no hay problemas por eso. Jijiji.
– ¿Queréis repetir?
– ¿Quién ha dicho que se haya acabado ya? Veo que tu polla vuelve a ponerse en condiciones.
– Quería decir después.
– Creo que todos lo queremos y siendo interesado, tienes todo un piso para ti.
Llegamos a un acuerdo muy beneficioso y placentero para todos. En resumen seguir follando cuando y con quién nos apeteciera.
No paramos en toda la noche. Vi como mi tío era penetrado por otro chico. Y al revés mientras nosotras podíamos comer la polla que quedaba libre o hacerles un beso negro para dilatar.
A partir de ahí, hemos repetido, por parejas, tríos o los cuatro. Además de que el almacén del bar, o todo el bar después de cerrar, ha sido el escenario de apasionados encuentros con mi cariñoso tío.