Buenos días!! Me llamo Laura y necesito contaros una cosa que aún me pasa y que llevo arrastrando toda mi vida.
Solo busco comprensión y si a algún lector le ha pasado me de algún consejo en los privados de esta página.
Estoy completamente atrapada por mi pasado.
Como bien he dicho, me llamo Laura y tengo 48 años. Soy rubia y rellenita. Ojos azules, con buenas tetas y buen culo. Con 20 años salí con un chico llamado César y desde entonces no me he olvidado de él. Por distintas vicisitudes no vienen al caso lo dejé y lo he lamentado hasta ahora a pesar de estar felizmente casada y con 2 hijos. Soy funcionaria de Hacienda y mi marido, Fernando policía local en Bilbao.
Un buen día, salí con mis compañeras de trabajo. Hará de esto como 20 años y me encontré en un garito del cual no me acuerdo con César, mi novio de juventud. Así las cosas, me explicó vivía en Valladolid que se había casado y también era funcionario pero de Justicia. Tenía un hijo de 8 años. Aquella noche nos intercambiamos los números de teléfono y a pesar de ese fugaz flirteo la cosa no fue a más. Él estaba en Bilbao por motivos de trabajo.
Aquella noche no podía dormir y no hacía sino repetirme…
-Dios mío!! Laura… Qué guapo estaba y le has dado tu número de teléfono… la has liado totalmente…
Nada más levantarme me tomé un café bien cargado y me decidí a lo prohibido. Mandarle un mensaje.
-Hola! Qué tal la resaca?
-Correctamente, Laura. No bebí mucho. Hoy vuelvo a Valladolid. Y tú?
-Mal… no he podido dormir casi.
-Ohhh… lo siento. Yo he dormido como un madero. Estaremos en contacto, ranita…
Lo de ranita me sentó como un tiro. Precisamente él siempre me había llamado así…
Pasaron los días y sus mensajes eran cada vez si no más cercanos… más cariñosos. Con palabras tipo, cariño, amor y emoticonos al uso. Hasta que un día me dijo…
-Buf… Laura… esta mañana me he masturbado pensando en ti. Lo he hecho siempre desde el día en que te conocí… Muchas gracias.
Estaba en el trabajo y me daba vueltas todo… ni siquiera le respondí.
-Vienes a almorzar, Laura?
-No, Carmen. Tengo mucho trabajo.
Abandoné la mesa y me dirigí al cuarto de baño tan terriblemente húmeda que notaba como los labios de mi coño rozaban el uno con el otro al caminar. Encerrada en un cubículo comencé a masturbarme. Con esa frase, César me había puesto terriblemente cachonda. Toqué mis pechos que sobresalían de mi blusa y bajé por mi estómago hasta acariciar mi clítoris.
Imaginaba como chupaba su gran polla de cerca de 20 centímetros y de como me penetraba a cuatro patas diciendo mi nombre. Él siempre me hizo el amor así y si bien estaba dispuesto a cualquier iniciativa por mi parte siempre llevó la voz cantante agotando todas las posturas se le imaginaban, puesto que lo largo y grueso de su miembro daba para todas formas sin salirse de mi coño.
El trajín de las puertas del baño y cubículos me ponía más cachonda todavía. De no ser porque ese sitio era público hubiese sollozado su nombre en mi orgasmo pero esta vez fue del todo mudo. No quería levantar sospechas en el ministerio. Me corrí justo imaginando él lo hacía en mi coño diciéndome cosas cariñosas.
Salí con las piernas temblando y casi no pude concentrarme en mi trabajo. Tal era mi deseo y anhelo hacia él.
Cuando llegué a casa y estaba mi marido preparando la cena tuve un gran sentimiento de culpabilidad. Me había prometido el día de mi boda no volver a pensar en César y había sucumbido a mi promesa.
Cuando me fui a la cama le mandé un escueto mensaje de buenas noches a lo que él respondió con un simple…
-Descansa, corazón…
Me dormí haciendo un análisis de la situación. A pesar de estar enamorada de Fernando seguía completamente enganchada de mi deseo hacia César. Me trató bien y nunca me sentí mejor sexualmente con nadie. Quizá fuese el tamaño de su verga y la delicadeza con la que me follaba. Su miembro al ser de tal tamaño me llenó hasta el útero y se deslizó siempre dentro de mi llegando a estar siempre llena de él. Si bien las relaciones sexuales con mi marido eran realmente satisfactorias su polla era de un tamaño medio hacia los 13 centímetros y no daba para más. Pero la de César era de otra forma. Siempre entró y salió hasta el fondo de mi ser. Y su cerebro estaba perfectamente compatibilizado con el mío.
-Por qué lo dejé? Nunca lo supe. Ahora si lo sé. Por inexperiencia.
AI otro día fui a trabajar como siempre y recibí una foto suya. César estaba sentado en una silla mirándome fijamente con su polla en erección. A lo largo del tronco de una trompa repleta de venas discurrían dos gotas de blanco esperma que se deslizaban por sus huevos perfectamente rasurados. Era evidente se había masturbado de propio para mandármela.
Al pie de foto ponía…
-Mira, Laura como me has dejado hoy… Te quiero, amor…
Casi se me cae el móvil al suelo. No atinaba a hilvanar una sola frase por respuesta.
Seguí en mis cosas y solo esperaba volver a casa para masturbarme una vez más diciendo su nombre con un consolador me había regalado mi marido ese año para mi cumpleaños.
Pasó el tiempo y todos los días al despertarme tenía una foto desnudo de César con sus buenos días o frase cariñosa. Las más de las veces erecto como un burro.
Hubo un día su verga subía por su antebrazo casi hasta el codo. Me masturbé directamente mirándola. Además se acababa de cortar el pelo y estaba imponente mientras me miraba dándome un beso al aire.
Las fui archivando en un pen. Tenía cientos de ellas. Una por día a lo largo de años. Cuando estaba sola en casa ponía el pen en el ordenador y me acariciaba el coño y las tetas con mi consolador, aquel me había regalado mi marido. Nunca imaginé lo iba a utilizar de esa manera. Mis orgasmos eran brutales y a veces Fernando me hacía el amor llena del flujo había destilado antes por César.
Lo más extraordinario fue que logré superar mis complejos y eso me encantaba. César era mi fantasía y Fernando y mis hijos mi realidad cotidiana.
Llegué a pensar César se las estaba cobrando todas juntas por dejarlo pero no creo fuese el caso. Era amor sincero. A distancia pero sincero. De verdad me quería y Fernando y mis hijos igual. Además no era sólo sexo. Me contaba cosas de su día a día y de lo bien se sentía con su familia y amigos. Eso me sacaba de mis casillas. Me ponía terriblemente celosa si bien a mi me ocurría lo mismo. Si hubiese podido tenerlo en una habitación como un esclavo para mi no lo habría dudado. Tal era mi egoísmo y deseo hacia él.
A veces, me preguntaba quien sería esa zorra había engatusado a César y que le había hecho un niño. Con lo bueno que era.
A veces, la tomaba con mi marido para desahogarme de mi deseo hacia César.
Necesitaba toda la polla Fernando me pudiera dar. Chupaba su polla hasta los huevos y el paroxismo anhelando el no poderme tragar la de César ni una cuarta parte y mi coño fagocitaba los 19 centímetros de mi consolador siempre pensando era el tamaño de César. En otras ocasiones en el ministerio me encerraba en el baño y me tocaba con cualquier mensaje al uso de César con un vibrador de bolsillo me había comprado para el caso. Él seguía con sus fotos hasta que caí en ese su juego.
Le mandaba fotos con mi coño abierto pensando en él o de mis tetas en erección. En contrapartida recibía videos de como él se masturbaba viéndome. Eso me ponía aún más cachonda.
Tardé en decidirme porque temía no le gustase mi cuerpo después de 25 años. Tengo mis arrugas, estoy llenita, canas que rodean mi concha y mis pechos caen un poco al haber criado a dos niños pero él me decía que aún le gustaba más así. Cosa que me hacía sentir joven y lozana. Él siempre me respondía con un…
-Gracias, amor.
Con el tiempo fui asumiendo una situación que se tornaba sempiterna. Y di el paso de masturbarme pensando en Fernando y César me tomaban a la vez uno detrás de otro con sus pollas las dos en mi boca y que se corrían en mis pechos, cara y cuerpo diciéndome cosas obscenas y cariñosas. Muchas veces soñaba con eso y nada más levantarme me masturbaba no sin antes habérselo dicho a César. Quien me respondía…
-Me gusta mucho eso, amor… y que me lo digas, mi tesoro. Disfruta de nosotros dos…
Un día al salir del ministerio no pude más. Aparqué el coche en el garaje, abrí mis piernas y me acaricié los pechos en el asiento trasero tocándome el coño y metiendo mi vibrador de bolsillo en el ano por debajo de mi vestido. Un desconocido pasó a mi alrededor sin verme y eso me excitó cantidad. Me excitó hacer algo prohibido y clandestino. Mientras miraba a hurtadillas a ese alguien me corrí como una perra en celo pensando era una puerca capaz de ser follada de cualquier forma por un intruso en un garaje. César había alterado por completo mi cuerpo en cualquier sentido y mi marido me jodía como nunca. Llegué a pensar que posiblemente una pareja no son dos sino tres aún en fantasías.
A veces, hablaba por teléfono con César si no estaba mi marido en casa o en el garaje y me tocaba el coño escuchando su voz. No se lo decía pero cuando colgaba estallaba en un profundo orgasmo. Con el tiempo esas mismas fotos le mandaba a César lo hacía con Fernando compartiendo dos hombres a la vez. Él llegaba cachondo perdido a casa y por fin supe Fernando adoraba ya mi maduro cuerpo de mujer. Me jodía con más fuerza todavía.
Me sentía zorra y dichosa con dos hombres. Uno real otro imaginario.
Un día recibí un mensaje de César que rezaba…
-Mañana sábado arribaré Bilbao. Quieres quedar?
No pude otra cosa que dar vueltas de cabo a rabo en el salón. Estaba totalmente desconcertada. Por un momento pensé que no. Pero al final dije que si. Que quería quedar con César.
Le dije a mi marido se quedara con los niños porque tenía una cena con las chicas del trabajo y acudí a la cita con César en un restaurante a las afueras de Bilbao con habitaciones.
Cuando lo vi todos los sentimientos reptilianos tuve en mi cerebro se alteraron por completo. Se le veía guapo y seguro de si mismo. No tenía claro como iba a ser ese encuentro lo que si tuve claro fue que iba a ir sin bragas debajo de mi rojo vestido. A sus 50 años estaba electrizante.
Nos sentamos a la mesa y me cogió de las manos. Unas manos largas y cuidadas. Preciosas. En ese momento las imaginé tocando mis pechos y mi cuello. Una especie de corriente bajó de mi cerebro pasando por mis pechos y estómago para acabar en mi desnudo coño ya encharcado de flujo.
En las copas, César me dijo…
-La última vez, Laura?
-Si, César. Estoy preparada para mi última vez contigo.
Seguimos hablando y cuando se hizo un silencio interminable César se dirigió a la recepción y pidió la llave de aquella habitación. Para más señas… la 69.
En el ascensor estaba nerviosa pero César me cogió de la mano y me adentró en la habitación.
Me besó en la boca, cara y cuello y todo me daba vueltas. Noté en un abrazo como su verga estaba en erección. Me senté en la cama y se la saqué rígida como una tabla. Si, era cierto. Las fotos no engañaban. Aún estaba en forma. Comencé a besar sus huevos y pene y definitivamente lo engullí hasta donde pude sin siquiera quitarme las gafas. Bramó como un animal ante tal envite. Lauraaa!
Me saqué mis blancos pechos de la blusa y se los refroté por su duro y venoso miembro tan rectilíneo como lo recordaba. Era considerablemente más grande que el de Fernando sin duda y en esos momentos me di perfecta cuenta volviendo a chupar esa magnífica verga.
César se separó de mi y me quitó el vestido. Advirtiendo no llevaba bragas me dijo…
-Te gustaría grabarte conmigo?
Eso me dio mucha vergüenza pero accedí.
Pusimos ambos móviles al lado nuestro y comenzamos a tocarnos. Comió mi coño como un poseso mientras jugueteaba con mi ano. Se dio cuenta pronto tendría un orgasmo y subió a mis oídos para susurrarme…
-Eres la mejor y te amo con locura…
Si eso me lo llega a decir comiendo mi concha me hubiese corrido sin remedio pero bajó otra vez entre mis piernas y siguió lamiendo mi clítoris.
Por un momento recordé esas sus palabras y me corrí como nunca. Estaba tremendamente excitada. No pude hacer otra cosa.
Mis piernas temblaban como nunca y mi cabeza daba vueltas. Me cogió como a una niña entre sus largos brazos y me besó con pasión. Cuando estuve repuesta César se puso encima de mi y poco a poco apartando los labios de mi coño su polla se fue abriendo paso en mi cuerpo. Acostumbrada a Fernando di cuenta de que por más llenita estaba siempre quedaban varios centímetros más por entrar. Al principio me tuve que adaptar de nuevo a ese tamaño pero lo hizo con tanto cuidado que enseguida lo logré empezando César a bombear despacio.
-Ya, César… dame más… dame fuerte. Lo necesito. Estoy completamente abierta ya.
César se revolvió como un animal ante mis palabras.
Mientras… ambos móviles seguían grabando.
Sacó su dura verga y me tocó el culo y dijo…
-Ven…
Sin darme cuenta me había puesto a 4 patas y me jodía con pasión y locura.
Él advirtió la lentitud de mis movimientos puesto que ya era una mujer madura y rellenita diciéndome…
-Estás preciosa así, mi tesoro…
-Te gusta así, amor???
-Me encantaaa! Creo voy a correrme.
-Córrete, corazón. Córrete… tienes toda la noche para hacerlo. Las veces que quieras…
Me volví a correr una vez más.
Él aflojó sus embestidas en un intento de que me recuperara pero no quise y le exigí siguiera dándome más amor. Sus huevos chocaban con la parte interior de mi vagina y su pubis hacía ruido enfrentado al culo de una mujer voluptuosa, buena esposa y madre de dos criaturas que no se podía creer como un hombre estaba disfrutando tanto de ella. Me sentía válida, joven y capaz.
-Cómo me gusta follarte, Laura. Como en los viejos tiempos, amor…
-Si, si… como en los viejos tiempos.
Mis pechos bamboleaban de adelante a atrás en el espejo. Y a él esa visión le excitaba sobremanera. Jugaba con mi culo como si fuese un flan y apretaba mis mofletes comprimiendo así su rabo y mi vagina tornándose más estrecha en su carrera.
Pude observar sus expresiones y embestidas en el espejo del armario y como se movía dentro de mi. No pude sino correrme una vez más ante mi visión y lo que me estaba haciendo ese hombre de largo conocido. Me sentía una mujer. Una real hembra.
Él, en contrapartida y a punto de orgasmear también sacó su polla y me la puso en la boca midiendo su tamaño para no hacerme daño acariciándome el pelo recogido en una coleta. Esta vez estaba a punto de estallar, roja y congestionada con unas venas parecían ríos de sangre entre rojas y azules y un glande púrpura.
-Me dejas correrme en tu boca, amor…?
-Si… corazón. Hazlo ya!
-Sentí como mi boca se llenaba de blanco esperma que no acertaba a tragar.
Él emitió un sonido gutural como el de un animal herido y cuando retiró su palpitante polla seguían saliendo gotas de esperma. Un esperma dulce y espeso. Era obvio hacía días no eyaculaba esperando para mi. Sin duda un final feliz para esa su abstinencia.
Cayó rendido a mi lado y su pija se movía de lado a lado entre estertores.
Lo abracé y lo besé diciéndole…
-Cesarión eres un campeón. Y yo soy tu Cleopatra…
Él me abrazó y nos dormimos juntos como un ovillo.
Apagamos los móviles. Él el suyo, yo el mío.
Un ruido ensordecedor me despertó a las 12 de la mañana acordándome de mi marido y mis hijos. Eran las obras de la carretera.
-César, César… despierta!! Que van a dar las 12…
-Joder… las 12? Hostias…
Nos vestimos todo lo rápido pudimos y cogí un taxi a casa.
Él me despidió diciéndome…
-Recuerda tienes un video nuestro. Guárdalo bien porque como nos lo cojan tu marido y mi mujer… para qué queremos más.
-Si, César, descuida…
-Gracias por nuestra última vez…
Abrí la puerta de casa y me encontré con mi marido en pijama haciendo el desayuno del domingo.
-Vaya juerga, eh?
-Mamaaa… que se te paró el reloj!
-Si. Al final me quedé a dormir en casa de Carmen. No encontré ningún taxi.
-Estaba ya preocupado. Avisa al menos…
-Hombre… al menos para haberte bebido hasta el agua de los floreros no llevas mala cara, cariño. Haremos hoy el amor?
-Si tu quieres corazón… Pues… si. -Le dije dándole un beso en la frente.
-Pero deja me reponga. Estoy un poco cansada…
Comí un poco, me duché y me acosté para dormir la siesta. Cerré la puerta de mi habitación de matrimonio y saqué mi consolador para masturbarme antes. Estaba deseosa de él porque quería probar pensando lo que me había ocurrido unas pocas horas antes.
Daba el resultado esperado, mas mi marido entró en la habitación viéndome jadear tocándome.
-Vaya, vaya… qué bien le sientan a mi mujercita las resacas…
-Es que el alcohol me pone cachonda, Fernando.
-Ven aquí…
Fernando me tomó con mi consolador y me masturbó mientras comía mi clítoris. Tuve un orgasmo extraordinario a lo que después él se desahogó en mi coño con una buena corrida que ni si quiera me limpié de ella. Me cogió y nos quedamos dormidos como dos amantes no sin antes recordar que en menos de 12 horas lo había hecho con dos hombres. Mi marido y César.
Fue fantástico.
Por la tarde mandé a Fernando a casa de mi suegra por unos asuntos a lo cual aproveché para pasar aquella película a mi pen como señal inequívoca de que había completado un ciclo o bucle en mi vida. Me sentía completamente eufórica.
Pasaron los años y ahora tengo ya cerca de 60 y si bien aún deseo a César seguimos en contacto como siempre. Alguna vez ha venido a Bilbao pero no lo hemos vuelto a hacer aunque lo queramos con locura.
Si tengo problemas de sequedad utilizo lubricantes para masturbarme pensando en César y hacer el amor con Fernando.
Al final, le confesé a Fernando me cruzaba mensajes por el móvil con César. No le expliqué lo de las fotos ni lo aquel último encuentro y él lo aceptó como una de mis fantasías.
-No te preocupes, Laura. Todos tenemos derecho a fantasear…
Estoy loca, ya lo sé. Pero soy una mujer que se siente querida y deseada.
Qué más puedo pedir?
Bueno si… la polla de César de vez en cuando. Aunque sea una vez al año…
TE QUIERO CESAR…