La señorita R y yo nos conocimos hace ya más de quince años. Las veces que hemos quedado siempre ha sido por temas de sexo, somos muy fogosos, ella, sobre todo, y a mi directamente hace que lo sea. La última vez que quedamos ella ya andaba detrás de un chico, ya que cualquier chico iría detrás de ella, un buen chico, y empezasen un noviazgo. Con el paso de los años, el cambio de casa, de modo de vida, etcétera… seguimos hablando, pero no viéndonos, y manteniendo la amistad. Y bueno del tema del sexo, muchos recuerdos. Los contactos se han reducido a unos whassap, unos mensajes de voz a la semana, pero nuestra amistad sigue hay…
Antes de seguir, os describiré a la señorita R. 1,70, con un tipo normalito, unos pechos tirando a grandes para su altura y un culo rotundo, y que hace que más de uno hace girar la cabeza y seguro que pensar en darle unos azotes y rompérselo (a mí personalmente me pasa). Con el paso de los años y la maternidad, tiene los pechos más grandes y caídos, según dice ella, pero sigue conservándose bien. Tiene los ojos preciosos, el pelo largo, y una sonrisa que ilumina toda su cara. De lo que recordaba de nuestra efímera experiencia en el pasado además le gusta follar, es activa sexualmente –no es de las que se limitan a dejarse hacer- y también multiorgásmica, y bien que pude comprobarlo.
Durante el último año aproximadamente, cada vez que hablábamos, me confesaba que su relación iba estupendamente, con los problemas cotidianos, que estaba encantada, que sexualmente no tenían ningún problema, es más, con su chico se buscaban y siempre tenían un rollo morboso, la existencia de su hija y el buen nivel de vida que le permitía el sueldo de él y lo ahorradora que siempre ha sido, les permitía vivir “cómodamente”. Sus relaciones sexuales estaban en una fase de eterno enamoramiento, como cuando estas en los primeros meses de relación, que solo había un punto de inflexión que era cuando estaba la niña por casa, pero que sin importancia. Yo sin embargo era todo lo contrario, poco y monótono.
Un día, después de casi 7 años volvimos a quedar en persona
Quedamos en un concurrido bar del centro. Entre café y risas de cañas ella me fue contando que el pasado viernes él había salido de noche con sus amigos – algo habitual en él, pero más últimamente- y que al despertarse ella por la mañana y ver que aún no había llegado se alarmó y lo llamó por teléfono. Tardó en contestarle, y cuando lo hizo fue para balbucear una excusa y decir que estaba de camino. Finalmente, y ya en casa, su chico, le confesó que había pasado la noche con otra, pero que había sido por estar borracho y que estaba arrepentido. La señorita R me confesó que rompió a llorar, lo llamó de todo y que a duras penas consiguió mantener el tipo cuando su hija se despertó para darle el desayuno, he ir a casa de sus padres, como tienen por costumbre dominical. Dolida, desengañada y triste apenas tuvieron un rato de intimidad tuvieron una gran discusión; ella le reprochó su infidelidad y él se defendía diciendo que ya no estaba enamorado de ella, que eran solo rutina, y la hipoteca. Tras subir el tono de los reproches y de las recriminaciones ella le pidió que se fuese para estar sola unos días y pensar, y él a su pesar acabó haciéndolo. Aprovechó el domingo para dejar la niña con sus abuelos y así poder llorar a sus anchas y luego intentar serenarse, y para ello, por la amistad y confianza que nos une, me llamó para charlar y descargar conmigo… Yo, que aunque me considero buen paño de lágrimas soy poco amigo de dar consejos – cada uno debe cometer sus aciertos y equivocaciones en la vida, sin luego poder echárselos a nadie en cara- únicamente le dije que no tomase una decisión en caliente, que hablasen pasados unos días y bajada la tensión existente, y que en caso de separación se asesorase legalmente sobre temas como el uso de la vivienda familiar, las cuentas del banco compartidas etcétera. Pero, para animarla, le tomé de la mano, la miré fijamente y mirándola a los ojos le dije que, seguro que en un par de días su chico volvía con el rabo entre las piernas, arrepentido e intentando lo imposible para que lo perdones.
– Que tú eres mucha mujer para él: guapa, lista, trabajadora, sexy…
Ella sonrió entre sus lágrimas y poniendo una mano sobre la mía me replicó
– Tú que me ves con buenos ojos… por algo quería quedar yo contigo, para que me subieses la moral. Pero lo cierto es que me siento vieja, gorda y cornuda. Ya hace tiempo que, con mi chico, aunque intento no tener rutinas con él no es lo mismo, y ahora para colmo se anda follando a otra más joven.
Salimos de aquel bar y fuimos dando un paseo, poco rato, por que entramos en una cervecería y las repetidas rondas de cervezas empezaban a notársenos a ambos, y yo, que además del morbo de habérmela follado años atrás y de tener de siempre la fantasía de follarme a una mujer despechada y que llevaba varios días sin sexo, no pude evitar que mi miembro empezase a despertar y tomar el control de mis actos. Así es que, acercando mi rostro al suyo, hasta que nuestros labios quedaron separados por apenas unos centímetros le repliqué
– Si no lo excitas será porque se ha vuelto eunuco y gilipollas con los años, porque sigues siendo terriblemente sexy y deseable. Y más nos vale dejar las cervezas por hoy y darnos un paseo para despejarnos, o sino no respondo de mis actos
Acto seguido pedí la cuenta, salimos y le dije de ir caminando y charlando hasta su casa, distante unos diez minutos. Por el camino le pasé la mano sobre sus hombros y la atraje hacia mí para consolarla. Ella se recostó sobre mi hombro y me rodeó por la cintura… parecíamos una pareja y no un par de amigos. Mi mirada se iba furtivamente hacia su escote, que sin ser nada exagerado lucía espléndido desde mi ángulo de visión, al ser algo más alto: lucía un canalillo muy apetitoso, sujetos sus pechos por un sujetador de encaje negro de estilo wonderbra. En el acto me imaginé su tanga a juego – sabía por experiencia que la señorita R es muy amiga de los tangas- y mi miembro reaccionó poniéndose dura del todo, de tal manera que era bien visible en mis vaqueros a poco que ella se fijase… Yo me decía a mí mismo que era una amiga y que no quería más que consuelo, que estaba vulnerable y no debía aprovecharme de ella sino apoyarla, pero el diablo que llevo dentro me decía que esa noche estaba más que a tiro…. Casi en silencio recorrimos el trayecto hasta su casa, y llegando a su portal – ya era medianoche pasada- y cuando iba a despedirme fue ella la que se me adelantó y me dijo:
– Te invito a un café, es lo menos que te debo por toda tu ayuda y comprensión. Además, por aquí pedir un taxi es complicado – vivo en una urbanización de las afueras.
Yo me incliné, la besé en la frente y le dije
– De acuerdo, siempre que me prometas no llorar más esta noche.
Al entrar en su casa – en la que más o menos conocía por fotos- ella me dijo que iba a ponerse cómoda, y yo me ofrecí a preparar el café. Habiendo tomado posesión de mí el deseo, y pensando ya en que, de perdidos, al río, sustituí éste por una botella de tequila que había por casa, y junto con un cuenco con sal y un limón cortado en rodajas llevé todo al salón…. Cuando la vi salir del dormitorio, en lo primero que me fije fue en unas caletitas que se había hecho, casi se me cae la bandeja: ella había sustituidos su ropa de calle por una camiseta amplia que le hacía las veces de pijama: era lo suficientemente larga como para evitarle usar bermudas, pero no tanto como para no mostrar la mayor parte de sus muslos, holgada para permitir intuirse el movimiento de sus pechos libres bajo la tela, pero pequeña como para que se le notaran los pezones contra la tela… Nunca había tenido la oportunidad de verla así antes y en ese momento me di cuenta que o bien por estar dolida o algo borracha, pero quería tema. Sonrió el verme – supongo que también por mi cara de alucinado- y poniéndose la sal en el dorso de una mano y cogiendo el chupito de tequila con la otra lo alzó y preguntó
– ¿Entonces por qué brindamos?
Yo cogí el mío, me acerqué a ella y le dije
– Por las mujeres guapas, los viejos amigos y los buenos recuerdos
Apuramos la sal, el trago y a continuación el limón de pie uno frente al otro, y luego nos sentamos pegaditos en el sofá: yo recostado en una de las esquinas, las piernas abiertas y mi miembro apreciable bajo mis vaqueros, y ella sentada sobre sus rodillas, con la camisola que se le había subido hasta dejarme adivinar su tanga negro – ciertamente a juego con el sujetador que entreviera antes- e inclinada hacia mi pecho. Sonriendo maliciosamente me dijo
– Si seguimos bebiendo no voy a dejar que te vayas
Yo sin contestarla me incliné sobre la mesita para rellenar los chupitos, y mientras lo hacía contesté
– Entonces tendré que pedirte asilo esta noche
Ella me miró fijamente a pesar de su incipiente borrachera y me dijo
– Tu mujer te echará en falta
Pero yo, acercando mis labios al lóbulo de su oreja la tranquilicé diciéndole que yo estaba donde tenía que estar en ese momento. Sin esperar su respuesta, y dispuesto a quemar mis naves, me giré para coger la sal, eché un poco de la misma entre su cuello y su hombro, y antes de que pudiese reaccionar procedí a succionarla golosamente con labios y lengua desde la clavícula hasta su oreja. Ella se estremeció, entre sorprendida y excitada, y antes de que reaccionara apuré el chupito y a continuación coloqué la rodaja de limón entre sus dientes – ella la mordió como una autómata- y procedía a comérmela, tanto como su boca. Ella cerró sus ojos, empezó a corresponder al beso y a gemir de gusto mientras se inclinaba más hacia mí y sus manos rodeaban mi cuello para que no escapase. Sabiendo que ya no había marcha atrás tiré el chupito al suelo y pasé mis manos bajo su camisa para agarrar sus nalgas y empezar a amasárselas mientras sus tetas y pezones – que notaba ya duros- se empezaban a restregar contra mi torso. Pasado un rato de comernos desenfrenadamente la boca separamos nuestras caras apenas unos centímetros para coger aire, y abriendo los ojos, excitada y ruborizada como estaba, me dijo
– Mira, llevo mucho tiempo haciendo el amor con mi pareja y necesito que me follen, llenar tu cara con mis fluidos y tragarme todo lo que salga de tu cuerpo, estoy más caliente que una estufa.
Yo me levanté para poder sacarme cómodamente los jeans y el bóxer, mientras ella no dejaba de pasarse la lengua por los labios, mordiéndoselos y mirándola fijamente le repliqué
– Aquí donde tu chico te hizo llorar yo voy hacer que grites de placer, y si quieres polla ya puedes ir desnudándote y poniéndote a cuatro patas sobre el sofá para que te monte desde atrás como a la perra que eres
La señorita R, que estaba sacándose la camiseta por el cuello, se detuvo al oírme tratarla de aquella manera tan ruda, pues nuestro efímero affaire de hace años había sido bastante sexualmente hablando bastante convencional, pero enardecido como estaba, y decidido a follármela a mi gusto o perder la oportunidad y hasta la amistad, le di un leve cachete en uno de sus pechos y le urgí
– Venga zorrita, que yo no soy tu chico ni tengo toda la noche, a cuatro patas frente al espejo ya o me marcho y te masturbas sola para bajarte el calentón.
Ella, tras dudarlo apenas un instante, se quitó el tanga, se dio la vuelta y abriendo las piernas, poniendo el culo en pompa y girando la cabeza me dijo por encima del hombro
– De acuerdo diablillo, a ver si eres tan buen semental como te recuerdo y me dejas tan bien follada como necesito
Yo solté una carcajada, le di una sonora nalgada – que la hizo gemir de excitación más que de dolor- y agachándome tras ella acerqué mi cara a su sexo para proceder a comérselo. Estaba brillante, pues a buen seguro llevaba mojada desde antes de que me invitara a subir a su casa, completamente rasurado, con ese calor, de hembra salida a la espera de que su macho la montase… le abrí las cachas con mis manos y le metí la lengua desde el ano hasta el clítoris, penetrando sus labios hacia adelante y hacia atrás media docena de veces, mientras ella suspiraba y me decía
– Siii, por los dioses, que gusto, joder… Sigue chupándome así cabrón, que me derrito
En el acto yo dejé de comerla y comencé a juguetear con mi miembro venoso en su sexo…. Apenas metido el glande – que más que meter yo fue succionado por ella echando las caderas hacia atrás- me detuve y sujetándola las caderas para evitar que se empalase ella sola le contesté
– Primero, aquí se hará lo que yo diga, no lo que tú quieras, y segundo, ¿Quién es el cabrón aquí?
– Tú, gimió… un diablillo… pero fóllame ya…
Yo me eché a reír, retiré mi polla y pasándosela arriba y abajo a lo largo de su encharcado coño le dije:
– Muy bien, ya sabes quién soy en realidad, y dime quién eres
Ella, completamente entregada y fuera de sí por el alcohol y la calentura que tenía, ya no dudó en contestarme
– Soy una golfa salida y necesitada de polla que quiere que la follen y la hagan correr como una loca…
Ahora sí la ensarté de un golpe hasta el fondo, notando su coño caliente y mojado inundar mi polla, y mis huevos depilados tocando sus muslos… Ella, fuera de sí, empezó a gritar más que a gemir en voz alta de puro gusto, mientras yo la embestía cada vez más fuerte y más excitado viendo su cara de gusto reflejada en el cristal, sus grandes tetas balanceándose y su coño atravesado una y otra vez por mi polla… al poco su cara pareció descomponerse, se puso rígida y berreando como una cierva en celo empezó a correrse aullando
– Síííí… joder, me corro… que gusto…
No aguanto, sus brazos dejaron de sostenerla y enterró su cara y sus tetas en el suelo, mientras su culo permanecía expuesto puesto que yo la sujetaba por las caderas impidiéndole derrumbarse. Continué ensartándola salvajemente presa de mi propia excitación, sintiéndome aún más cachondo todavía al notar mi polla encharcada en un mar de flujos vaginales que se escurrían fuera de su sexo y resbalaban desde mi rabo hasta mis depilados huevos, y al oír el chop, chop que sonaba cada vez que se la empujaba hasta el fondo, como si quisiera metérsela tan al fondo que pudiera sacársela por la boca. Inclinándome hacia adelante, la agarré del pelo con la mano izquierda y tiré de su melena para hacerle levantar la vista hasta el espejo, mientras con la derecha empecé a azotarle las nalgas y le pregunté:
– ¿Gozas, zorra?
Ella, con la mirada perdida de puro vicio, cachonda perdida y camino de su segundo orgasmo, respondió:
– Si, joder, que ganas tenía de que me echaras un buen polvo, llevo años haciéndome dedos pensando en ti y fantaseando con este momento, y aún es mejor de lo que me imaginaba.
Y gruñendo como una cerda, la cara desencajada de placer y roja como un camarón empezó a soltar orgasmos de nuevo, dando unos alaridos que sus vecinos no debieron dejar de oír… yo, para evitar correrme todavía, me quedé quieto dentro de ella, dejando que poco a poco su cuerpo dejase de lubricar succionándome la polla, saliéndome de ella y permitiéndole desplomarse sobre el sofá bajando las caderas. Verla así, toda desnuda, mojada, abierta de piernas y en estado catatónico, entregada al placer, en una palabra, sacó mi yo más perverso, no aguante más y tuve que meter mi cara entre sus muslos, tenía que empapar mi cara con ese líquido.
Empecé solo a rozar mi perilla junto a su sexo y sacando la lengua moví su clítoris con la puntita de la lengua mientras 3 dedos míos entraban en ella. Otros dos órganos le vinieron de esa manera, sujetando mi cabeza con sus manos. La miré y le dije:
– Pues si quieres más polla, saca la lengua fuera y empieza a lamer como tu sabes…
Se levantó a duras penas la vista, entornados los ojos, visiblemente agotada, y se encontró con mi rabo a apenas 5 centímetros de su cara. Como quiera que parecía dudar, bien fuera por el agotamiento de su cuerpo tras los tres orgasmos sucesivos o bien porque creía que me correría en nada, retiré mi polla de delante de ella e inclinándome hacia ella la miré fijamente a los ojos y le dije:
– Ya sé que te tienes por una mujer decente y una madre modelo, pero te recuerdo que no estamos haciendo el amor, acabas de follarte a otro en tu hogar conyugal, y no solo eso, sino que te has corrido como seguro que hace años que no lo hacías. Te prometo que si te dejas llevar y te comportas como la chica mala que en realidad eres no solo te desencajare la boca y el culo, sino que aún te correrás unas cuantas veces más, y te quitarás el resquemor de los cuernos de tu chico…
Ella ahora sí pareció despertar en sí de su letargo, me miró fijamente e incorporándose lentamente me contestó…
– Eres un cabrón degenerado, pero nunca había estado tan salida ni excitada como esta noche.
Y sin más se inclinó sobre mí y comenzó a succionarme el glande suavemente, como quien come un cucurucho. Ciertamente se le notaba experta, así que, al cabo de unos segundos, satisfecho con lo que estaba viendo y recibiendo, la aparté, me recosté en el sofá y levantándola del mismo ante mí le dije
– A ver zorra no necesito que me chupen la polla: en primer lugar, ponte de rodillas entre mis piernas para tener un cómodo acceso, luego has de mirar siempre mi cara para excitarme aún más. Además, tienes que comértela toda, no solo la punta, con la lengua, con los labios y con la boca; así que vete metiéndotelo un poco más al fondo cada vez, hasta la campanilla. Y no uses las manos: una buena chupapollas no las necesita si se la ha tragada toda, y además quiero que las emplees en sobarte las tetas y el coño mientras me la comes.
Y agarrándola suavemente por la cabeza – era su primera vez y se atragantaba con facilidad- la guie en el proceso… lo cierto es que ella era experta y estaba con ganas, porque poco a poco pero relativamente rápido se puso en situación, y en menos de cinco minutos ya se metía la polla hasta la base. Ciertamente respiraba con cierta dificultad – pero eso sin duda era debido también a lo excitada que estaba-, boqueando de cuando en cuando y chorreando saliva que caía no solo sobre mi rabo y el suelo sino también sobre sus tetas. Sus sonidos guturales y sus gemidos de excitación eran música celestial a mis oídos, y cada vez más excitado acabé levantándome – ella se irguió sin dejar de estar de rodillas en ningún momento, pero sin dejar de machacarse el clítoris ni perder el compás de las mamadas- para contemplar la escena en el espejo del pasillo, y mientras sujetaba firmemente su cabeza por detrás para que no pudiese retraerse le dije:
– Gira la vista de reojo y mírate cómo me corro en tu boca…
E impidiéndole retirar la cabeza descargué todo el semen que llevaba acumulado en los últimos días en su garganta, obligándola a tragárselo para no ahogarse. Mientras lo hacía le ordenaba.
– Traga, señorita R traga, que una buena chupapollas no sólo come el rabo a sus amantes, sino que además lo bebe todo… si quieres tener a un hombre bien satisfecho debes saber cómo hacerlo, Y NO DEJES DE TOCARTE NI DE MIRARME MIENTRAS LO HACES, GUARRA
Verla mirarme con los ojos llorosos, el rímel corrido y el semen escapando por sus labios babeantes en dirección a sus tetas mientras yo apuraba mis espasmos me produjo el orgasmo más morboso y satisfactorio en mucho tiempo. Al cabo de unos instantes retiré mi polla de su boca – la abrió a duras penas, buscando aire, y mostrándomela aún con restos de semen en dientes y encías- y sin tiempo para recuperar el aliento me contestó:
– Joder, qué cabrón eres y cómo me excitas… Dios
Y acto seguido comenzó a tener orgasmos de nuevo, cayendo hacia atrás hasta apoyar la espalda en la alfombra, tres dedos de la mano izquierda en el coño y sobándose el clítoris con la derecha, mientras sus piernas abiertas se agitaban como si acabasen de electrocutarla y no dejaba de bufar con voz roca
– Que gusto, joder, que gusto… otra vez…
Otra vez empezó a hacer un squirting tal que me salpicó a mí – que me había dejado caer derrumbado frente a ella- a la alfombra y al sofá. Cuando hubo acabado quedó en un estado catatónico del que tardó unos minutos en volver: sus ojos estaban en blanco, sus tetas subían y bajaban sin control debido a su respiración acelerada… me recreé en la vista mientras yo mismo me recuperaba, y cuando consideré que estábamos de nuevo dispuestos la incorporé, la volteé y la puse a cuatro patas diciéndole
– Como aún tengo que romperte el culo no vas a tener que limpiarme la polla tras correrme, pero como en adelante vas a ser mi perrita vas a ir a cuatro patas hasta tu dormitorio, pues te lo voy a desvirgar en tu lecho… vamos, niña mala
Tambaleante pero sin replicar – nada más me echó una mirada mezcla de sorpresa y vicio- ella comenzó a dirigirse lentamente hacia el pasillo, mientras yo me ponía en pie a duras penas motivado por la visión de sus grandes nalgas balanceándose y de sus tetas colgando cual ubres… Nada más llegar a su dormitorio quiso subirse a su cama, pero yo necesitaba una nueva dosis de morbo y juegos previos para ponerme de nuevo “a tono” – ni soy un chaval ni estaba puesto de viagra, por lo que necesitaba un rato para recuperarme-. Por ello la sujeté del pelo, me arrodillé a su lado y le susurré al oído
– Tranquila… veo que te mueres de ganas de que te sodomice, pero antes necesitaremos relajarnos y alguna ayuda. ¿Tienes algún bote de lubricante o crema que pueda ayudarme a preparar tu culo? Me muero por desvirgártelo, pero tampoco quiero hacerte daño, ya lo sabes. Quiero que lo disfrutes para que repitas
Ella giró su cara y me dijo
– Ya lo sé. Confío en ti, y por eso y por lo bien que me estás follando esta noche voy a dejar que entres por detrás. No, no tengo ningún gel lubricante, pero voy al baño por un bote de aceite corporal hidratante y por una crema de manos de efecto suavizante. ¿Valdrá con eso?
Yo le repliqué
– Será perfecto. Y como premio por tu buen comportamiento voy a dejar que te levantes. Pero eso sí, no podrás limpiar los restos de semen que tienes en tu pelo y en tu cara, a tu regreso deberás volver a tu rol de sumisa y harás todo lo que te ordene. A cambio te prometo otra serie de orgasmos antológicos.
Ella se abalanzó sobre mí para besarme – un beso, con lengua, en el que el sabor al semen que acababa de tragar era notorio- pasándome una mano por el cuello y sobándome la polla con la otra, y tras comerme la boca y restregar sus tetas contra mi torso se acabó separando acalorada y me contestó:
– Joder, no sé qué me pasa, pero estoy excitada como nunca en mi vida. Hasta que me hables así me pone a mil esta noche.
Yo le nalgueé sin piedad, pero sin excederme – una única vez, ya que no quería dejarle marcas que el cornudo pudiese reconocer en días siguientes- y riendo le dije
– Eso es que por fin estás dejando atrás todos los convencionalismos sociales, tus miedos al que pensarán de mí, etcétera, y te estás comportando como lo que en realidad eres: una loba sexualmente sumisa, muy satisfecha en la cama y con ganas de vengarte con creces del cabrón de tu chico… y ahora corre al baño y no tardes en volver.
No se lo hizo repetir y salió corriendo hacia el baño. Mientras esperaba su regreso, empecé a masturbarme lentamente y a urdir en mi cabeza un plan de acción para la segunda parte de la noche. Quería romperle el culo, sí, pero también la voluntad: aprovechar su noche de alcohol, el resquemor para con su chico por su infidelidad y la tensión sexual de años entre nosotros que habían explotado y la habían desmelenado, para que en el futuro no fuese para mí más que lo que yo quisiera, mi amiga o mi esclava sexual, y para ello debía hilar fino para ni excederme ni quedarme corto en el trato a darle a continuación…
Cuando la vi regresar del baño, las tetas balanceándose con los pezones duros, y la sonrisa en la cara, supe que venía más que dispuesta a obedecerme, que los remordimientos si los tendría serían mañana, no esta noche, y que con tal de seguir follando y corriéndose como hasta ahora la muy puta haría lo que le dijese. Así que nada más verla mi polla recuperó todo su esplendor – ella no pudo dejar de mirarla como atraída por un imán- y antes de que se tumbase en la cama a mi lado le ordené:
– Para la siguiente fase del plan necesitaré unas cuerdas o bridas para atarte a la cama. Seguro que tu chico tiene algo en su cajón de herramientas, así que apura mientras yo acabo de prepararlo todo en el dormitorio.
Salió corriendo hacia la cocina en busca de lo que le había pedido, mientras yo descolgué una foto de los dos de la pared y lo puse sobe la almohada, en el cabecero de la cama. Cuando volvió con las bridas de plástico que le solicitara – a dios y a los chinos gracias todos las tenemos en casa, como las cuelgas fáciles o los desatornilladores – la coloqué a cuatro patas mirando hacia la pared y la até al somier dejando piernas y brazos bien abiertos y la cara pegada a la foto con su chico. Acto seguido empecé a sobarle el coño y lamerle la cara interna de los muslos para calentarla de nuevo gradualmente hasta ponerla hirviendo: su respiración se iba agitando por momentos, veía sus tetas colgar agitarse más y más cada vez, sus muslos moverse a espasmos cada vez que los lamía, como si sufriesen una descarga eléctrica, y su coño empezar de nuevo a segregar flujos… La señorita R mantenía los ojos cerrados, como concentrada, pero su cara acalorada, su forma de morderse los labios y sus bufidos cada vez más seguidos daban buena cuenta de su excitación creciente. Con todo, para mí que se dejara hacer no era suficiente, así es que me puse detrás de ella y empecé a restregar mi glande por su coño, con el doble objetivo de lubricarlo para lo que estaba por venir y de ponerla aún más cachonda si cabe. Mientras lo hacía – ella meneaba sus caderas buscando ensartarse mi polla en el coño- le dije:
– Quieres que te folle?
– Si, me contestó con voz ronca
– Pero tu coño ya ha sido saciado, tu boca ya ha sido desvirgada, y ahora le toca el turno a tu culo, lo sabes. ¿Quieres que te encule?
– Haz lo que quieras, pero fóllame y hazme correr de nuevo, cabrón… me contestó ella cada vez más excitada
Yo empecé a comerle el culo con la lengua, abriéndole las nalgas con las manos y ensalivándoselo a cada paso, y sin dejar de bajar a su coño cada vez más chorreante de vez en cuando. Cuando su excitación fue mayor y su lubricación aceptable me unté un dedo en la crema suavizante y lentamente fui introduciéndolo en su ano mientras a la vez le mordisqueaba el clítoris. Ella contrajo instintivamente el esfínter al notar el intruso, pero yo dejé de comerla y le dije:
– Si quieres gozar como nunca en tu vida, relaja el culo y déjate hacer, ya verás cómo al final acabarás agradeciéndomelo.
Se relajó poco a poco, mientras yo retomaba mi trabajo en su sexo con mi lengua y empezaba a mover lentamente mi dedo índice en su recto dentro y fuera, lentamente pero un poco más profundo cada vez, hasta llegar al fondo. A continuación, le embadurné de crema, unté un segundo dedo en la misma y pasé a introducir dos dedos simultáneamente en su esfínter hasta entonces nunca profanado. La muy puta no protestó, pero gimió quedamente cuando ambos dedos se abrieron paso dentro de ella hasta el fondo. Para evitar dolores innecesarios y rechazo por su parte, los dejé quietos en el fondo, para que se fuese acostumbrando, y aproveché para embadurnarme la polla de crema. Al cabo de un rato ya no se quejaba.
– Venga puta, deja de gimotear y abre los ojos, quiero que mires a la cara a tu chico mientras te desvirgo el culo, le des un beso con lengua a su foto y le digas quien está montándote esta noche y cómo lo estás disfrutando.
Ella giró la cabeza sobre sus hombros, me miró fijamente y me contestó:
– Eres un maldito cabrón, no te contentas con follarme de todas las maneras que además quieres humillarnos a mí y a mi chico.
Yo solté una carcajada y tirando de su cabeza hacia atrás agarrándola por el pelo le repliqué al oído.
– Te recuerdo que tu querido chico te pone los cuernos con otra, así es que respeto no se merece ninguno por tu parte, y en lo que se refiere a ti ahora mismo no eres más que una viciosa, una salida que goza de que la folle de todas las maneras posibles, que tiene los pezones duros, el coño encharcado y el culo abierto para su amante en su lecho… pero bueno, tú misma, yo me voy y aquí te dejo.
Antes de que pudiese levantarme siquiera, sacó la lengua, lamió con lujuria la foto situada en la cabecera de la cama y me dijo:
– Venga cabrón, déjate de cháchara y rómpeme el culo, a ver si consigues que me corra otra vez.
Yo, en cuclillas tras ella, separé sus nalgas con una mano, enfilé mi glande y lentamente, pero sin pausa empecé a metérsela en su culo, ajeno a sus quejas y a sus gemidos de dolor, diciéndole:
-¿Querías polla? Pues polla vas a tener. Te voy a dejar el culo más abierto que el túnel del metro, y cuando acabe contigo le habrás cogido el gusto y serás tú quien me pida que te la meta.
Tras girarme, la agarre de las caderas, abrí sus nalgas con las manos y tras situar mi glande en la entrada de su culo comencé a presionar lenta pero firmemente introduciendo mi polla en sus entrañas. Aunque mi polla estaba de nuevo dura como una roca y la abundante crema que previamente había puesto facilitaba un tanto el resbalar de mi miembro en su interior, el culo de la muy puta debía estar ciertamente sin estrenar, pues apretaba mi miembro con firmeza, como si quisiera ordeñarme la polla. Ella gruñía y apretaba los dientes aguantando el dolor, descuidando sus obligaciones, por lo que a medida que iba enterrando lentamente mi polla en su culo le dije:
– Venga, detállale a tu chico lo que te están haciendo
Ella gruñó al notar mi polla enterrarse hasta los huevos – yo me quedé quieto unos instantes para que se acostumbrase a la situación antes de empezar a bombearla- y al cabo de un instante se encaró con la foto de su marido y dijo:
– Cariño, como eres un cerdo y me has engañado con otra, he decidido pagarte con la misma moneda. Pero además, me estoy follando a alguien que conoces, que es un auténtico diablo y que no sólo me ha hecho correr como tú nunca has sabido, sino que además le he comido la polla y le estoy dejando que me rompa el culo, convirtiéndome en su putita y a ti en el mayor cornudo de la ciudad…
A medida que hablaba yo comencé a moverme dentro de ella, empezando un lento mete-saca desde el fondo de su culo hasta casi sacársela del todo, para a continuación volver a metérsela hasta el fondo. Sus gemidos de dolor fueron cesando lentamente, y al cabo de unos instantes fueron sustituidos por gemidos de placer. Para incrementar éste, deslicé mi mano izquierda de su cadera hacia su coño – que se encontraba encharcado- en busca de su clítoris, que empecé a masajear con la yema de mis dedos primero y a pellizcar con sumo cuidado después-. Ella estaba cada vez más caliente y excitada, sus caderas empezaron a acompañar a mi polla para enterrársela sin parar, sus gemidos de gusto eran cada vez más audibles, y viéndola totalmente entregada me dejé caer sobre su espalda, me puse a sobar sus tetas con mis manos y a la vez que las amasaba le pellizqué los pezones le rocé el lóbulo de la oreja con mi lengua y le susurré al oído:
– Te gusta que te den por culo, ¿eh? Hasta creo que quieres que te lo rellene de leche esta noche
Ella, con voz ronca, la mirada perdida y pasándose la lengua por los labios contestó:
– Estoy que me muero de gusto, me encanta que me lo desvirgues, que me lo folles, y aunque me siento como una zorra solo por pensarlo quiero correrme de nuevo y que me lo llenes de semen, cabrón.
Yo, que cuanto más guarra y sometida la notaba más excitado me ponía, volví a concentrar mis dedos en su coño, que comencé a escarbar mientras aceleraba mis embestidas y le decía:
– Pues he aquí la solución a tus problemas: sigue viviendo en pareja, viviendo bien con él y gozando como lo que eres a costa de mi polla. A partir de ahora serás mi putita, mi casada infiel, y tus agujeros un depósito de semen a mi disposición cuando y como yo diga… no te dejaré marcas, no destruiré tu relación, pero serás mi esclava sexual…. Venga dilo en voz alta, que yo te oiga.
Ella, roja como un tomate, con la respiración casi entrecortada por la excitación, pero más caliente que el horno de un panadero, replicó sin dudar
– Si, seré tu puta, tu cerda y tu sumisa siempre que me regales orgasmos como estos…
Y vibrando como una poseída empezó a correrse de nuevo, inclinándose para morder la almohada y evitar escandalizar a los vecinos. Yo, ante la visión de su cara encendida, sus tetas colgando y su culo roto no pude aguantar más y me corrí en sus entrañas gritando:
– sí… toma, aquí tienes tu culo roto y preñado de leche. Te la he metido por todos tus agujeros, me he corrido en todos ellos, y tú has gozado como una puta… dios, que placer me has dado, perrita.
A gusto me hubiese tumbado a su lado a descansar, pero agotado como estaba de seguro me hubiese quedado dormido sin poder evitarlo, y además me faltaba el punto final, follarme su mente. Así es que tras romper sus bridas – ella calló desmadejada sobre el colchón, sin importarle que estuviese mojado de sudor y semen- volví sigilosamente al salón, me vestí, y regresé al dormitorio para despedirme convenientemente… Ella apenas entreabrió los ojos cuando la llamé por su nombre.
… espero tu llamada
Afortunadamente para mí, y en apenas unas horas, me whatsapeó para “comentar lo que había pasado”… pero esa es otra historia.
Espero me perdonen por el lenguaje soez utilizado en este relato, pero me salió desde muy adentro. Si les gustó y creen que debo usarlo más, dejen un comentario, es gratis.