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Por favor, padrino, por favor, haz que me corra

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Inocencio estaba en la sala de estar comedor de su casa, que era bien sencilla, tenía un sofá bajo la ventana que daba a una galería, una mesa con diez sillas, un tresillo y enfrente de él otro sofá bajo la ventana que daba al patio, luego el mueble que tenía dos cristaleras en las que se veían platos, juegos de café, etc., en el hueco del medio estaba la tele de plasma con el reproductor de cds, amén de otras cosas y enfrente del mueble una mesa camilla en la que estaba su pc Acer donde miraba un video porno mientras acariciaba la polla. Sonó el timbre de la puerta, guardó la polla y fue a abrir. Los brazos de su ahijada Sara rodearon su espalda y le dio un tremendo abrazo. Olió su encantador perfume. Sintió sus gordas tetas espachurrarse contra el pecho. Ella sintió su polla latiendo, y le dijo:

-Ha reconocido el olor de mi almeja.

-¿Sigue estando igual de rica?

-Supongo que sí.

Inocencio antes de casarse su ahijada había hecho cochinadas con ella. La joven tenía ahora veintiséis años. Habían pasado siete años desde que contrajera matrimonio y se fuera a vivir a Madrid con su marido, ya que allí pagaban muy bien a los albañiles de primera. Haciéndole un gesto con la mano para que entrase en casa y después de cerrar la puerta, le preguntó:

-¿Vienes sola?

Caminando por el pasillo, le respondió:

-Sí, y con idea de pasar un tiempo en casa de mis padres. ¿Sabes dónde van?

-Tu padre, tu madre y mi mujer van en una excursión a Lourdes.

-¿Van en Portugal?

-Van, y vuelven mañana. ¿No traes maleta?

-Está en el maletero de mi coche, pero supongo que esta noche no voy a necesitar ropa.

-Supones bien.

Sentándose en un sofá, sonriendo y cruzando las piernas al estilo Kim Bassinger en Instinto Básico, le dijo:

-Te eché de menos.

-¡Anda que yo a ti!

Sara era alta, morena, de ojos negros, y con un cuerpazo. Ese día llevaba puesto un traje gris, compuesto por una chaqueta, una blusa blanca y una falda cortita que mostraba sus largas y torneadas piernas y calzaba unos zapatos a juego con el traje. Descalzándose, le dijo:

-¿Qué tal las cosas por aquí, padrino?

-Por aquí bien. ¿Cómo te va con tu marido?

-No me va.

-¿Qué pasó?

-Es una historia muy larga.

-Lo que me sobra es tiempo, cuenta.

-¿No me vas a juzgar?

-¿Quién soy yo para juzgarte? Cuenta que pasó.

Sara se puso cómoda y le dijo:

-Luis me pilló en nuestra cama con una chica de color.

-¿Es racista?

Su rostro se puso serio.

-Con esas cosas pocas bromas.

-Era para quitarle hierro a la cosa, mujer. ¿Qué hizo al pillaros?

-Se enfadó y me llamó de todo menos bonita.

-Cuenta cómo conociste a la chica.

-¿Por qué quieres saberlo?

-Es que eso de que se enfadó en vez de hacer un trío, cómo que no me cuadra. Cuenta.

-Te cuento. Un día que estaba con Luis en un pub, vi en la barra a una joven de color muy bella, con un cuerpo de escándalo que no me quitaba los ojos de encima. Me miraba para las tetas, para las piernas, me miraba a los ojos, para las piernas otra vez, para las tetas, a los ojos... Yo miraba para ella y notaba cómo las bragas se me mojaban. Luis también la miraba y me dijo:

-"Le gustas a la morena."

-De morena nada, es de color.

-"¿Nunca tuviste fantasías con otra mujer?"

-A mí me gustas tú.

-"Dime la verdad. ¿Te la follarías?"

-No.

-"Una sola vez, por experimentar. Puedes hablar con franqueza que no me voy a molestar."

-No sé, si fuera una sola vez, puede que sí, pero pienso que no.

-"Yo haría un trío con las dos."

-¡¿De verdad?!

-"Follarla mientras te come el coño..."

No me agradó la idea de ver a mi marido follando con otra, así que lo corté.

-Déjalo ya. ¿A ti te gustaría hacer un trío conmigo y con otro hombre?

-"¿Quieres hacerlo?"

Su respuesta me sorprendió, pero al momento me di cuenta de que lo decía por decirlo, así que le di donde yo creía que más le dolía.

-Pues sí, y si es con un negro, mejor que mejor. Voy al aseo. Ahora vengo.

Estaba muy mojada, ya que mientras hablábamos la chica no dejara de mirarme. Lo cierto es que desde muy joven tenía curiosidad por saber cómo serían los besos de otra mujer, que se sentiría al comerle las tetas y al comérmelas ella a mí, que se sentiría al comerle el coño y al comérmelo ella a mí. Fui al aseo a darme dedo, pero no pude hacerlo, ya que detrás de mí vino la chica. Se puso a mi lado frente al espejo e hizo lo mismo que hacía yo, pasar el pintalabios por los labios. Haciéndolo, me dijo:

-"Me gustas mucho."

¡Qué coño! Ella también me gustaba. Le dije:

-Estoy casada.

-"Eso aún me pone más."

Le di alas.

-Seguro que tienes mucho éxito con las lesbianas.

Me arrinconó contra la pileta. Pintó mis labios con su pintalabios y me dijo:

-"Y con las heterosexuales. ¿Nunca te imaginaste cómo sería?"

Oliendo su perfume y mirándola a sus ojos negros, le respondí:

-Alguna vez se me rondó por la cabeza esa idea, sí.

Me pasó el dorso del dedo medio de su mano derecha por los pezones.

-"Si pruebas conmigo comenzarán a gustarte. Siendo tu primera vez con una mujer te daría cuatro orgasmos, mínimo".

Me pareció una fantasmada, así que le dije:

-Menos lobos, Caperucita.

-"Caperucita serías tú, yo sería tu loba."

Me cogió por la cintura y me dio un beso con sus gruesos y suaves labios, un beso tan excitante que me dejó temblando y con la piel de gallina. Le di cuerda.

-Aunque quisiera hacerlo contigo este no es sitio para hacerlo.

-"Aquí te puedo dar un orgasmo."

Su mano se metió dentro de mis bragas y encontró el coño chorreando. Me metió dos de sus largos dedos hasta el fondo del coño. No pude contenerme y le devoré la boca. Entró una chica en el aseo y se jodió la aventura. La chica lamió la palma de la mano que mojara con mis jugos, la lamió, y mirándome a las tetas, me dijo:

-"Continuará."

-¿Eso quién lo dice?

-Aminata.

Aminata se fue del pub y yo volví a la mesa con mi marido, que me dijo:

-"¡Qué colorada estás! ¿Te metió mano la morena?"

Le mentí.

-No digas tonterías.

Era sábado y mi marido no quiso salir. Estábamos los dos en pijama mirando la tele en la sala, yo sentada en el tresillo y él en un sofá. Llamaron a la puerta y cuando volvió venía con él un muchacho de color, alto, fuerte a lo Tyson y guapo a rabiar. Mi sorpresa fue inmensa cuando se sentó a mi lado en el tresillo y en un mal español, me dijo:

-"Me llamo Modou y tu ese me trajo para dar gusto, mujer."

Le dije a Luis.

-¡¿Quieres hacer un trío?!

-"Me dijiste que te gustaría."

-¡No lo decía en serio!

-"Pues ahora te aguantas, ya le pagué al fortachón y con ese cuerpo a ver quién lo para."

-¿Haces esto para que hagamos después un trío con otra mujer?

-"Exacto."

Su respuesta me enfadó. Le quise dar en la cara con Modou, así que le eché la mano al paquete y se la saqué. Tenía su gorda verga flácida y descapullada. La metí en la boca, le chupé la cabeza y lo masturbé. Se le puso dura en menos de un minuto. Luis había sacado su polla y se la estaba pelando mirando cómo se la mamaba. La verga de Modou de empalmada tenía un grosor que era el doble de la de mi marido y era más larga. El morbo que me daba mamar la polla de un extraño delante de mi marido hizo que mi coño se empapara. Modou me quitó la chaqueta del pijama y me mamó las tetas. Parecía un león. Debía ser la primera vez que le comía las tetas a una blanca porque me las estrujaba y me las devoraba... Me quitó el pantalón del pijama y me comió el coño con su enorme lengua, poco tiempo, ya que aquella lengua que era más grande que mi coño había sido hecha para dar placer. Corriéndome, miré para mi marido, y le dije:

-Me corro, Luis.

Se me cerraron los ojos y me corrí cómo una fuente. Modou bebió de mi coño cómo beben los perros.

Sara ya había empalmado a su padrino. Ganas Le dieron de follarla allí mismo, pero la curiosidad hizo que le preguntara:

-¿Te hicieron una doble penetración?

-No, lo intentaron, pero con la polla de Modou en mi coño no entraba la polla de mi marido en mi culo, pero eso sí, tuve un orgasmo con Modou cómo nunca lo había tenido en mi vida. Fue potente y muy, muy, muy largo,

-¿Y después hicisteis el trío con otra mujer?

-Ahí, fue donde la cagué. Te cuento. A las cuatro y algo de la tarde del día siguiente Aminata llamó a mi puerta y Luis no estaba en casa. Al abrir y verla recordé los besos y sus dedos dentro de mi coño... No me extiendo... Ya me diera tres orgasmos y yo a ella uno cuando Luis nos pilló follando. Según él le había metido los cuernos y acabamos.

-¿Cómo supo tu dirección la chica?

-No le pregunté.

Sara ató cabos.

- ¡¿Crees que Luis y ella estaban de acuerdo desde un principio?!

-Me huele que sí, y tú caíste en la trampa.

-¡Hijos de puta!

-Lo que no sé es el cual era el fin. ¿Tu marido tiene a otra?

-No sé, pero Aminata no creo que sea.

-¿Por qué no?

Sara recordó con la dulzura que su marido besaba a Aminata, y dijo:

-¡La madre que lo parió!

-Lo mejor será que te olvides, con el pasado no se vive.

-A Luis no me será muy difícil, pero a ella...

-¿Qué te pasa con ella?

-Que no me puedo olvidar de sus besos, eran tan dulces que me derretía con ellos, ni de la suavidad de su piel, ni de los jugos que echaba su coño al correrse, unos jugos espesos del color de la leche que sabían a yogur natural.

Hablaba de ella como si estuviera enamorada. Le preguntó:

-¿Tan hondo te caló?

-Sí, Aminata era un cielo de mujer y parecía que ella también sentía algo por mí.

-Lo mejor que puedes hacer es borrón y cuenta nueva. ¿Te apetece tomar un vino?

-¡Una jarra me tomaría!

Inocencio fue a la bodega y sacó una jarra de vino tinto de dos litros de un barril, luego en la cocina cortó jamón y pan, y le dijo:

-Ven a merendar, Sara.

-Ven tú aquí un momento.

Fue a la sala y vio a su ahijada mirando el video que estaba mirando él.

-Es guapa la rubita. ¿Te la estabas pelando?

-Estaba matando el aburrimiento.

-¿Miramos el vídeo juntos?

-¿No quieres merendar?

-Después.

Inocencio se sentó en el sofá y se pusieron a mirar el vídeo. Un par de minutos más tarde, cuando el tipo frotaba la polla en el coño de la chica, Sara se quitó la chaqueta y las bragas y las echó encima del tresillo. Fue al lado de su padrino, le sacó la polla, le dio la espalda, subió la falda, cogió la polla, la puso en la entrada de la vagina, bajó el culo, la metió hasta el fondo, y le dijo:

-Miremos el video con la polla dentro de mi coño y sin movernos ninguno de los dos.

-Esto es algo nuevo.

-Se me acaba de ocurrir.

Al rato la polla dentro de su coño tenía vida propia, ya que latía sin parar. Sara, le dijo:

-Mira cómo le entra y le sale mojadita. La chica está tan mojada cómo yo.

A medida que pasaron los minutos su coño se contraía y apretaba la polla, polla que le respondía con latidos. Sara volvió a hablar.

-Esa putita cómo siga tocándose el clítoris se corre en un par de minutos.

Inocencio le desabotonó la blusa, le abrió el sujetador, le magreó las esponjosas tetas y con dos dedos jugó con sus pezones, retorciéndolos y apretándolos. Sara, le dijo:

-La comería viva. ¡Qué polvo tiene la cabrona!

Inocencio sentía los jugos del coño de su ahijada bañar la polla... Más adelante la polla, que seguía latiendo en su coño encharcado, le empezó a picar, y le dijo:

-Muévete un poquito, Sara.

-Aún no.

Aquel polvo era una tortura. La polla le picaba cada vez más. Pasado un tiempo, Sara, le dijo:

-Me voy a correr, padrino.

-Si te mueves un poquito me corro yo también.

Levantó el culo, dejó solo la cabeza de la polla en la entrada de la vagina, y le dijo:

-Quiero que me llenes el coño de leche, padrino.

El tipo del vídeo sacó la polla y se corrió en el vientre de la chica y ella al ver cómo se corría se corrió cómo una bendita. Inocencio le clavó la polla hasta el fondo, Sara movió el culo alrededor con la polla metida a tope. Su coño la apretó y jadeando y temblando se la anegó con una tremenda corrida, y la polla, la polla le llenó el coño con toda la leche que tenían guardada sus amigos los cojones.

Al acabar merendaron y después de contarse infinidad de cosas acabaron en la habitación de matrimonio, habitación donde Inocencio desvirgara a su ahijada. Inocencio le comía el coño, y ella le decía:

-... Ya casi me olvidara de lo bien que usas la lengua, padrino.

Inocencio estaba separando con dos dedos los labios vaginales, y a la velocidad de un caracol lamía un labio, le metía y sacaba la lengua en la vagina siete u ocho veces, le lamía el otro, se la volvía a meter y sacar otras tantas veces, lamía el clítoris, y volvía a empezar... Después de casi veinte minutos de juegos, entre gemidos, le dijo Sara:

-¿La quieres?

-No, aguanta, aguanta si quieres ver lo que tanto te gusta.

-Entonces no sigas.

Dejó de comer su coño y le dio la polla a mamar al tiempo que le metía y sacaba la punta de su dedo medio en la vagina, vagina que al sacarlo intentaba apresar el dedo, era cómo si lo quisiera comer. Sara gemía y mamaba. Inocencio con la otra mano le magreaba las tetas y jugaba con sus pezones. Sintió que le venía, y le dijo:

-Para, padrino, para si no quieres que me corra antes de tiempo.

Inocencio paró, le sacó la polla de la boca, le metió la punta en la entrada del coño, la meneó y se corrió dentro de ella.

Sara estaba que no podía más. Cuando su padrino volvió a meter la cabeza entre sus piernas y sintió su leche salir del coño, le dijo:

-Por favor, padrino, por favor, Haz que me corra.

Inocencio le cogió el culo, la levantó y lamió desde el ojete al clítoris. Sara después de cuatro lamidas, se vino diciendo:

-¡¡¡Me corooo!!!

Les quedaba casi toda la noche... Y a Sara una nueva vida, ya que Aminata apareció un día en la puerta de su casa y se fueron juntas.

Quique.

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