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Quiero que me hagas lo que le hiciste a mi madre, tío
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Hugo era un cuarentón divorciado, pelirrojo, de estatura mediana que había ido a la casa rural de su hermana Chelo para aislarse y escribir una novela que debía entregar en su editorial antes de tres meses. Solo salía de su habitación para dar un paseo matinal y para desayunar, almorzar y cenar.

En la casa rural vivía Chelo, su hermana gemela, una mujer pelirroja y voluptuosa y su sobrina Lucía, una joven alta, delgada, pelirroja, pecosa, con el cabello muy largo y rizado, muy guapa e inexperta en el terreno sexual.

A la tercera noche de estar Hugo en la casa rural, una noche en que llovía a cántaros y en la que la tormenta hiciera que se fuera la luz, Lucía vio pasar una luz por el pasillo, se levantó de la cama, asomó la cabeza en la puerta y vio a su madre en camisón meterse en la habitación de su tío iluminada con una vela que llevaba en su mano derecha. Salió de la habitación en camisón y fue a poner la oreja en la puerta de la alcoba donde dormía su tío. Se preguntó a si misma:

-¿Qué tramará mi madre a estas horas?

Chelo apagó la vela, quitó el camisón, se metió en la cama de su hermano, y le dijo:

-Sin ropa hace frío.

-A mi me dejaste con frío hace muchos años.

-Te habías casado, no iba a ser tu querida toda la vida.

-Pues casarte con esa mierda que te dejó por otra más joven que tú no creo que fuera muy buena idea.

-No hurgues más en la herida.

Chelo metió la cabeza debajo de la colcha y de las sábanas y comenzó a hacerle una mamada a la flácida polla de su hermano que reaccionó poniéndose dura unos segundos después. Masturbándola sacó la cabeza de debajo de la ropa.

-Ahí debajo se ahoga una.

Hugo le dijo:

-Sigues mamando de maravilla.

Lucía con la oreja pegada a la puerta se empezó a poner cachonda, y más aún cuando su madre le dijo a su tío:

-Tú también comías el coño de maravilla.

-Tuve una buena maestra. ¿Quiere la maestra que se lo coma?

-Ya estás tardando.

A Lucía nunca le habían comido el coño y las palabras de su tío y de su madre hicieron que se mojara.

Hugo se había metido debajo de la ropa y lamía de abajo a arriba el coño de su hermana. Chelo sabía el calor que había allí debajo, así que se quitó la ropa de encima para que siguiese con la faena. Hugo, le preguntó:

-¿Quieres que siga hasta que te corras en mi boca?

-Quiero.

Hugo tenía las dos manos sobre las tetas de su hermana y se las magreaba mientras su lengua lamía desde el ojete al coño. Cada vez que su lengua estaba abajo, Chelo levantaba el culo para que su hermano pudiese lamer y follar su ojete, luego le ponía la vagina a tiro para que le hiciese lo mismo y movía el culo alrededor al estar la lengua sobre el glande del clítoris erecto y fuera del capuchón.

Lucía, que dormía sin bragas, sintiendo los gemidos de su madre echó una mano al coño y apretó las piernas. No sabía masturbarse, que si supiera se hacía una paja cómo un mundo.

Un rosario de gemidos más tarde, le preguntó Chelo a Hugo:

-¿Preparado?

-Sí.

Hugo le metió la mitad de la lengua en la vagina y con la otra mitad le aplastó el clítoris, Chelo movió el culo alrededor y segundos después, le dijo:

-¡Me corro!

Chelo gimiendo se corrió cómo una fuente y Hugo tragándose toda aquella agua termal la meneó y se corrió.

Lucía con la excitación tuvo su tercer orgasmo. Los dos primeros los tuviera en sueños. Le temblaron tanto las piernas que dio con el culo sobre la madera del pasillo. Ya se sabe que los ruidos de noche se oyen con mucha más fuerza. Chelo y Hugo se miraron, sin decir nada estaban pensando lo mismo, Lucía los estuviera espiando. Chelo puso el camisón. Cuando salió de la habitación de su hermano ya Lucía había vuelto a la suya, pero había dejado su huella, huella de jugos de su corrida sobre la que un pie descalzo de Chelo patinó y casi se rompe los piños. Chelo no fue a habitación de su hija a llamarle la atención, no se veía con derecho a hacerlo.

Al día siguiente Hugo después de desayunar fue a dar su paseo matinal. Al llegar a su habitación vio a su sobrina sentada sobre su cama con las piernas cruzadas. El cabello le caía cómo una cascada por detrás y por delante. Estaba vestida con una de sus camisas. La camisa la tenía abierta y dejaba ver parte de sus redondas y grandes tetas, la gran mata de vello pelirrojo de su coño y sus largas, delgadas y preciosas piernas. Hugo, desde la puerta, le dijo:

-¿Y tú madre?

Lucía salió de la cama y caminando sensualmente hacia él, le respondió:

-Va en el mercado.

Hugo cerró la puerta, Lucía le rodeó el cuello con los brazos y le dio un beso con lengua que le puso la polla dura y latiendo, luego le dijo:

-Quiero que me hagas lo que le hiciste a mi madre, tío.

-¿Y si vuelve del mercado?

-Aún va a tardar.

-Entonces antes te voy a hacer lo que llevo tiempo deseando hacerte.

-¿Qué me quieres hacer?

-¡Romperte el coño!

Lucía se asustó.

-¡No! Métela poquito a poco.

Hugo cogió a su sobrina por el culo, la levantó en alto en peso, la arrimó a la pared, sacó la polla empalmada y le clavó la cabeza en su pequeño coño. Lucía se quejó.

-¡Me haces daño!

Se la sacó y la volvió a llevar a la cama. Allí con los brazos estirados y las manos apoyadas en la almohada, le dijo:

-Cógela y métela tú.

Lucía le cogió la polla, la puso en la entrada de la vagina, le echó las dos manos al culo y fue tirando de él. A medida que le iba entrando y le dolía, le clavaba las uñas en las nalgas, al hacerlo Hugo le comía la boca… Al final, con toda la polla dentro de su coño, la folló con delicadeza, o sea, muy, muy despacito. Lucía al principio aún se quejaba, pero pasado un tiempo le comenzó a gustar… Entre besos y gemidos le fue gustando más y más y más, hasta que le gustó tanto que le dijo:

-Para, tío, para, para qué me corro.

Hugo, extrañado, le preguntó:

-¿No quieres correrte así?

-Sí, pero quiero que dure.

Hugo no paró. Le dio caña brava.

-Malo, malo, malo, malo. ¡Me viene!

Lucía se corrió cómo un río. Hugo la siguió follando para que se corriera otra vez y pasó lo que suele pasar en estos casos, que le vino a él. La sacó y se corrió en los labios del coño y sobre el clítoris. Sintiendo cómo la leche empapaba todo su coño le dijo Lucía:

-La próxima vez dámela en la boca.

Le llevó la polla a la boca, Lucía se la chupó y aprovechó las últimas gotas de leche, después le dijo:

-Hazme lo que le hiciste a mi madre, tío.

-¿Quieres que te coma el coño?

-Sí.

Hugo metió la cabeza entre las piernas de su sobrina y lamió su coño empapado. Con la lengua pringada de leche y jugos la besó y Lucía se tragó parte de ellos, luego le comió las tetas, por poco tiempo, no fuera que volviese Chelo del mercado. Al volver a su coño le retiró con un dedo la capucha del clítoris y lamió el glande.

-¡Qué gusto! Todo, hazme todo cómo se lo hiciste a mi madre.

Hugo le levantó el culo con las dos manos, le lamió el ojete y se lo folló, lo dejó bajar un poquito, le lamió los labios y le folló la vagina, luego le volvió a lamer el glande del clítoris. Volvió a levanta su culo y volvió a lamer y follar el ojete. Lo dejó caer para agarrar sus tetas y magrearlas y ya Lucía levantó el culo para que le siguiera lamiendo y follando el ojete y su vagina, después bajó el culo para que lamiera bien su clítoris… Siguió subiendo y bajando el culo hasta que gimiendo cómo una llorona, le preguntó:

-¿Preparado?

-Sí.

Hugo le metió la mitad de la lengua en la vagina y con la otra mitad le aplastó el clítoris, Lucía, cómo si su madre le hubiese dicho lo que tenía que hacer, movió el culo alrededor y se vino en la boca de su tío, diciendo:

-¡Me corro!

Estaba Lucía sacudiéndose con el placer y jadeando cómo una perra cuando sintieron una voz que decía:

-¿Dónde andas, Lucía?

Lucía andaba con los ojos en blanco volando entre nubes de placer.

Quique.

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