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Recuerdos de hermanos (II)
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Tiempo de lectura: 8 minutos

En la casa paterna.

Continuando con la historia de mí hermano Francisco y la mía. He de contarles lo que sucedió después de que nos hiciéramos novios y amantes de tiempo completo, pues ya nos dábamos el lujo de no tener tiempo para hacernos de otros novios o parejas consideradas “normales” a no ser que compartieran nuestros propios gustos por aquello que se define muy bien con la palabra “incesto”

Por aquel entonces ya nuestra madre nos había logrado sorprender en algunas ocasiones de nuestras acostumbradas prácticas sexuales, cuando mi hermano se pasaba a mi cama estando desnudos ambos. La primera vez nos preocupamos mucho de que nos hubiera cachado cogiendo, pues fue precisamente en el momento en que ambos estábamos llegando al clímax, mi hermano se estaba viniendo de lo más rico dentro de mí y yo le estaba respondiendo mojando su pene con lo mío, estábamos sudando mucho y con lo entrados que estábamos ni nos habíamos preocupado en apagar la lámpara del buró, que aunque no alumbra mucho, sí lo suficiente para poder ver lo que sucedía en nuestro entorno.

Ella, había entrado en nuestra recámara sin tocar siquiera, creyendo que se nos había olvidado apagar la luz y que nos habíamos quedado dormidos. ¡Vaya menudo susto el nuestro! No pudimos articular palabra alguna, yo montada sobre mi hermano, ambos totalmente desnudos, yo con mis pechos sobre el suyo, ambos dando nuestros últimos gemidos que ya no supimos si fueron de placer o de terror al sentirnos descubiertos por nuestra propia madre que se quedó viéndonos todos sudados y con nuestras caras desencajadas. Los tres nos quedamos estáticos y nuestra madre jaló las sábanas para comprobar lo más obvio de la situación. Francisco se paró con su pene semi erecto, más bien por el susto, porque de otro modo, hubiéramos continuado con lo nuestro.

– Francisco, Ana Luisa, ¿Qué están haciendo?

Pensé para mis adentros aunque muy espantada en ese momento, ¿no es obvio, lo que estamos haciendo madre?

– Vístanse, miren nada más cómo están haciendo sus cochinadas, se parecen a mis her… pero ahorita se lo voy a decir a su padre.

– Madre, no estábamos realmente haciendo nada malo –se me ocurrió decir en ese momento- es que teníamos frío y por eso nos encontraste así.

– ¿Así?, encuerados los dos y con tu hermano mostrándose así de impúdico.

– Mamá…. –sólo atino a balbucir Francisco- mientras por otro lado se le escurría una baba larga de semen de la cabeza de su pene que caía en ese momento al suelo, ya que aún no había tenido el tiempo suficiente para que hubiera podido albergar todo su esperma dentro de mí…

– ¡Están mal! Eso no se hace entre hermanos, no es la educación que les enseñamos –dijo nuestra madre al percatarse de ver eso… ¡qué vergüenza! –bueno, eso estaba por verse más adelante según nos enteramos tiempo después.

Nuestra madre se retiró y alcanzamos a escuchar que algo se decían entre nuestro padre y ella, nos pareció haber escuchado que papá solo le contestaba que solo se estaba imaginando las cosas y algo que no alcanzamos a escuchar, nos quedamos extrañados con lo que habría querido decir con eso de que nos parecíamos a no sabíamos a qué o a quienes, pero que se refería a algo que había sucedido. Luego hubo un largo silencio en la casa y entre nosotros, que nos apresuramos a ponernos algo para cubrir nuestra desnudez en medio del miedo de que viniera nuestro padre a vernos y probablemente a pegarnos o a castigarnos fuertemente, tal como habíamos visto en la película “El Castillo de la Pureza” donde Claudio Brook le pegaba a su hijo, luego de haberlos descubierto a él y a su hermana acariciándose dentro de un carro viejo en el interior del patio de su casa. Nos imaginamos muchas cosas, pero afortunadamente no sucedió nada de eso, aunque ni mi hermano ni yo, pudimos ya dormir hasta más entrada la noche.

A la mañana siguiente nuestra madre nos sirvió el desayuno cómo si nada hubiera sucedido, no hubo palabras entre ninguno de nosotros. Solo su mirada que aparentemente desaprobaba lo que había presenciado, sacudiendo su cabeza. Nuestro padre había ya salido a su trabajo, como todos los días a la compañía en la cual laboraba. Luego nos apuramos para salir yo a dar mis clases como maestra y Francisco a su trabajo, aunque sí algo desvelados, con ojeras y con sueño.

– Gracias, mamá –le dije yo…

– De nada hija, sólo cuídense mucho… los dos… –dijo algo entristecida

– Sí mamá no te preocupes –pensé en lo que habría querido decirnos… realmente me sentía muy ciscada al igual que mi hermano Francisco.

Por si fuera algo por demás raro, me acerqué para darle su beso en la mejilla como siempre lo hacíamos mi hermano y yo antes de salir y no me rechazó ni pasó nada desafortunado… a excepción de un ligero movimiento de su cara cómo signo de una nueva desaprobación a lo que había presenciado. Mi hermano también se acercó con cautela y le dio su beso, a él tampoco lo rechazó. Al salir de la casa y tomar cada quien nuestros carros, Francisco me nalgueó como acostumbraba hacerme sin que mamá se diera cuenta y yo simplemente le sonreí diciéndole que luego platicaríamos sobre lo sucedido.

Lo más curioso pasó luego, cada quien por la tarde noche tomamos por separado nuestro acostumbrado baño en la regadera del cuarto trasero de la casa, el cual utilizaba paquetes de aserrín para calentar el agua, pues aún o teníamos un boiler de gas, mientras nuestra madre cocinaba la cena, más tarde nuestro padre regresó a casa como siempre y sin que hubiera ningún tipo de reclamo por parte de ambos nos sentamos a la mesa para saborear las ricas dobladas de frijol que había preparado mamá acompañadas con café de la olla y pan dulce. Mi hermano y yo nos retiramos a nuestra recámara como de costumbre, aparentemente nada había cambiado, todo continuaba igual. El ropero rosa con sus dos puertas con espejos donde tantas ocasiones vimos nuestros reflejos abrazados, apuntando hacía mi cama, el buró con su lámpara para alumbrar antes de acostarnos y las luces de las lámparas de tres platos colgando del techo que iluminaban nuestra habitación.

Comenzamos a desvestirnos como siempre cuando escuchamos que mamá tocaba a la puerta.

– Dejé sus pijamas debajo de sus almohadas para que no pasen frío, así que pónganselas. –dijo con voz serena.

– ¡Sí mamá!, gracias por eso –le contesté,

Volteé mi mirada al ver que el cajón del buro se encontraba medio abierto, por lo que quise cerrarlo, pero grande fue nuestra sorpresa al encontrar varias envolturas redondas como los sellos de las botellas de leche de sello rojo o amarillo que se expendían antes y que eran de vidrio. Pero estos sellos eran dobles y al abrirse… había condones… dentro.

Nos quedamos viendo asombrados mi hermano y yo.

– ¿Será posible? –atiné a balbucear

– Ahora que lo veo, no lo creo, pero al parecer por lo visto no han desaprobado lo que hemos hecho… ¿O tú qué piensas?

– ¡Me parece increíble!, pero no quiero que hagamos nada, todavía por favor, hermano.

– No te preocupes, pero me he quedado de una pieza, hermana

– Yo también estoy sorprendida.

Nuestro padre varias veces había discutido con nuestra madre de ciertas cosas que a nosotros nos parecían sin sentido y que no entendíamos, algo que al parecer tenía que ver con los hermanos de ella. El hecho parecía girar sobre el por qué la tía Luz y el tío Carlos que eran hermanos de nuestra madre, nunca se casaron y continuaban siendo solteros, y es que los dos eran de muy buen ver, la tía Luz Marina parecía estrella de cine al igual que el tío Carlos, y no es por menospreciar a nuestra madre que también era muy guapa. Sucede que al morir el abuelo, dejó una gran herencia con la cual compraron una casa grande en la Colonia Nueva Santa María y todavía les sobró buen dinero, algo también les tocó a nuestra madre de esa herencia con lo que pudo comprarnos unos buenos carros tanto a mi hermano cómo a mí, un terreno y algunas cosas más.

Nuestras vacaciones en Acapulco.

La aventura que vivimos con Luis y Carmen, no fue en verdad del todo agradable. Cuando nos invitaron a su casa resulta que nos recibieron los hermanos de su mamá los cuales eran dos trasvesti muy hermosas, dos hombres con cuerpos de mujer, aunque realmente muy agradables y simpáticas, ellas sabían lo que sus dos sobrinos hacían a espaldas de su madre que recién había enviudado. Luis y Carmen continuamente acostumbraban salir de vacaciones a Acapulco o a cualquier otro lugar como si fueran pareja, donde se hospedaban ya fuera en una casa de huéspedes o en un hotel. Cuando salimos a Acapulco junto con ellos, resulta que llegamos a un lugar muy agradable, no de muchas estrellas, pero sí con comidas incluidas.

A nuestra madre le agradó saber que yo era la “novia” de Luis y que Francisco era el “novio” de Carmen, sin embargo, por el hecho de que nosotros tuviéramos una relación con ellos, hacía que las cosas fueran distintas entre nosotros dos como sus hijos, pues les hacía pensar a nuestros padres que tal vez la relación entre nosotros dos había sido producto de algo ocasional, o tal vez de una curiosidad propia entre hermanos que estaban despertando a la promesa de una vida sexual más plena, aunque no necesariamente entre ellos dos sino como preámbulo preparatorio para otras parejas que pudieran tener, lo cual no significaba que el incesto se tratara de algo malo, sino tal vez de algo pasajero que ocurriría en el interior de otras familias. Pero entre Francisco y yo no se trataba de algo solamente sexual y romántico, combinado con su pizca de morbo y promiscuidad.

Lo que sentíamos el uno por el otro, era amor puro, en nuestros corazones ya estaba interviniendo muy fuertemente el enamoramiento, independientemente de nuestras prácticas sexuales aún con otras personas, lo cual le daba un toque más de sazón a nuestras vidas.

Y digo novia yo de Luis y novio mi hermano de Carmen entre comillas, porque ese fue el acuerdo entre nosotros, pues con el tiempo que llevábamos de tratarnos, nos atrevimos a develar el pacto secreto que nos unía a ambas parejas. Por tal motivo fue que consideramos que sí nos presentábamos como novios, yo de Luis y Francisco de Carmen, eso haría que nuestros padres, en este caso la madre de ellos, vieran con buenos ojos nuestra unión. Pero había un detalle que hacía que nuestra relación no fuera más allá de lo que pudo haber sido un intercambio de parejas, yo acostarme con Luis y mi hermano con Carmen. Resulta que Carmen además de posesiva era muy celosa con su hermano y lo tenía muy dominado, de tal forma que pensar en algo cómo eso, se hacía prácticamente imposible.

Cuando llegamos al hotel “X” en este caso, un lugar hermoso, este no contaba con playa cercana, aunque sí con alberca, al llegar nos registramos mi hermano y yo como esposos y Carmen y Luis otro tanto. Yo siempre he sido come años, así que todas las personas me veían como una chica cuando mucho de 20 años.

Así de tal forma que no nos quedaron ganas de estrechar más nuestra amistad con ellos, aun cuando compartíamos los mismos placeres asociados con el incesto. De cualquier manera mi hermano y yo nos la pasábamos encerrados cogiendo a más no poder y de todas las formas posibles, aunque nada digno en realidad que contar, más sí acaso pensábamos que aquellas hermosas damas, que en realidad eran más como hermanas de la madre de Luis y Carmen, parecía que entre ellas había un entendimiento que iba más allá de una relación en la que el sexo estuviera separado de los sentimientos de aquellas mujeres, considerando que la madre de ellos también era de muy buen ver a sus 45 años de edad al lado de sus dos hermanas algo más jóvenes que la recién viuda.

Nuestros tíos

Eso nos hacía recordar durante nuestras pláticas, que los hermanos de nuestra madre, siendo aún de buena edad, como lo eran, nos cuestionábamos del porque no se habían casado y que preferían seguir siendo solteros. Las personas que los conocían, vecinos del lugar, pensaban que se trataba en realidad de un matrimonio callado y que no externaba y se mantenía separado del resto de las personas de su calle, aunque las amistades de ambos fluían por todas partes.

Fue precisamente cuando Francisco habló con papá sobre la posibilidad de irnos a pasar una temporada con nuestros tíos Luz Marina y Carlos que nos habían ofrecido un cuarto que habían construido en el terreno donde estaba fincada su casa. El pretexto era poder tener un poco más de independencia entre nosotros y de convivir un poco más con la familia. En el terreno había un jardín lleno de flores que la tía junto con el tío, habían cultivado y a un lado estaba dicha construcción con una pequeña alberca. Para nuestro beneplácito papá aceptó la propuesta de Francisco con la condición de que siempre nos mantuviéramos en contacto con ellos, así también nuestra madre solo nos sugirió que nos comportáramos siempre como buenos hermanos y que no hiciéramos cosas buenas que parecieran malas.

Luz Marina era la hermana más chica de mamá con 38 años de edad, una mujer muy guapa, delgada y bastante parecida a Stella Stevens una de las artistas que salían en la serie de Flamingo Road, junto a Morgan Fairchild. La tía Luzma como le decíamos de cariño también se dedicaba al arte de la pintura y la fotografía al igual que su hermano, nuestro tío Carlos, muy buen tipo de 42 años, el hermano de en medio de nuestra madre y de la tía Luz Marina, he de confesar que a veces llegué a fantasear con él, luego de que en una ocasión me tomara desprevenida y me diera un beso en la boca, él cual me gusto tanto por su atrevimiento como por lo morboso de la situación, pues a unos pasos estaba la tía Luzma que pareció darse cuenta del hecho, eso se lo conté a mi hermano.

Su casa estaba adornada con cuadros muy interesantes tanto de paisajes como de desnudos muy bien logrados. Había dentro de su casa dos habitaciones que rentaban a dos mujeres jóvenes que también estudiaban arte en la Academia de San Carlos. Siendo el tío Carlos un sujeto simpático y coqueto además de astuto, comprendíamos el por qué no se hubiera casado, no así pensábamos igual con la tía Luz Marina que decía que ella vivía para el arte y vaya que lo hacían bien ya que ambos eran muy bohemios. También la casa era asistida por dos sirvientas jóvenes y muy guapas que venían de un típico pueblito de Puebla, ambas también eran gemelas de unos 20 años de edad cuando mucho, aunque para distinguirlas una tenía el cabello recortado y otra lo llevaba largo.

– También toma en cuenta que tu hermano es hombre y cómo tal se comporta. –vaya sugerencia de nuestra madre, ¿entonces para qué eso de poner condones en el buró?

– ¿De dónde piensas eso madre?

– Porque los vi y no me pueden negar lo que estaban haciendo, además me encontré unos papelitos debajo de tu almohada donde te hace otro tipo de propuestas tu hermano. No quiero que los dos vayan a salir con su domingo 7 y que vayas a embarazarte de él ¡Imagina lo que pensaría la gente!, por eso es que les puse condones, para que tengan cuidado. -¡Vaya con nuestra madre! Pensaba en todo.

– Además me siento más tranquila de que lo hagan entre ustedes para que no vayan a contagiarse de tantas enfermedades feas estando con otras personas que son muy promiscuas, sé que ustedes son muy limpios y eso me tranquiliza.

Vaya forma de nuestra madre de contar con su autorización para poder coger con mi hermano. También eso me dio mucho gusto y selo hice saber abrazándola y besando su mejilla.

Continuara…

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