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Sí… pero si te bañas conmigo
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Hola. Les comparto mi segundo relato.

– Pues me da gusto que ya tengas dinero, primo. La última vez aquí en la familia estuvieron hablando mal de ti y ahora les callaste la boca.

Sonreí. Lucy tenía razón. Quienes hayan vivido algo así conocen lo satisfactorio que es cerrarle el hocico a gente que te critica… en especial cuando son de tu familia.

– Gracias, prima. Sabes que contigo nunca ha habido problema, así que si quieres algo con todo gusto pídelo y yo te lo invito.

– No, primo, cómo crees. Es tu dinero, te lo ganaste merecidamente con ese proyecto, no tienes por qué gastarlo en mí.

– Pero yo quiero invitarte aunque sea un helado.

– Bueno, el helado sí te lo acepto. Dicen que un vaso de agua, los besos y los helados no se le niegan a nadie.

Reímos. Casi no platicaba con ella por vivir en ciudades diferentes, pero con el cuerpo que Lucy tenía era imposible no querer llevarse bien.

– De seguro todo mundo te está pidiendo prestado.

– Ni lo menciones; de pronto comencé a caerle mejor a muchas personas.

– Yo siempre te dicho que estás bien guapo, ¡eh!

No supe si era una señal, pero obvio intentaría aprovechar.

– ¿Yo? Me disculparás, pero aquí la de la cara bonita, los ojos preciosos y el cuerpo que invita a pecar eres tú.

Río. Yo fingí que lo hacía porque realmente sólo analizaba su reacción.

– ¿Y sí les prestas?

– A veces. Luego no quieren pagar y se enojan cuando les cobras.

– Así son los hombres, por eso no confío en ellos.

– También mujeres. Por eso a ellas les ofrezco alternativas de pago.

– Como plazos e intereses y así, ¿no?

Reí. Tampoco esperaba que captara a la primera, aunque sólo necesito ver mi risa para entender.

– ¡Ah, ya! De seguro algunas te pagan de otra forma.

Con sus manos agarró sus tetas, las levantó juntándolas y las movió de una forma que no debía porque terminó de alterar mis hormonas a tal punto en el que decides que sí o sí tienes que comértelas.

– Exacto, aunque manejo promociones más sencillas.

– ¿Cuáles promociones?

– Algunas me comparten sus packs, y yo les comparto un poco de dinero. Me parece un trato justo.

– ¿Cuánto?

– Depende; no es lo mismo una foto que un vídeo, y no todas me gustan igual.

Quedó pensativa. Era hora de jugar otra carta.

– Por ejemplo, a ti te pagaría más que a otras.

Obviamente no supo qué decir, pero su carita colorada indicaba que no le molestó el comentario, así que podía continuar.

– ¿A mí? ¿Por qué?

– Porque eres mi prima y te quiero mucho. Además, ya te dije que tienes un cuerpo que invita a pecar. La neta sería un deleite ver tus pechos y tus nalgotas.

Tomé sus manos, las alcé un poco y recorrí descaradamente su cuerpo con la mirada, de arriba a abajo, dándole una vuelta para poder observar sus nalgas. Cooperó.

– Pero eres mi primo.

– Con más razón no habría problema; conmigo sabes que hay confianza, que nadie se enteraría y jamás compartiría tu material con nadie… además de que no es algo que no hayas hecho antes.

Reí mostrando que “estaba jugando”. Lucy se apenó más.

– Sí, pero sabes que me descubrieron, y por lo mismo mis papás tienen como rastreado mi teléfono; si hago eso corro el riesgo de me descubran y me vaya peor que la otra vez. Y si se enteran de que fueron para ti…

– Entonces usa mi teléfono. Mi cámara toma muy buenas fotos… y graba muy bien los vídeos. Lo que gustes.

Quedó pensativa unos instantes, pero sin duda estaba interesada en la oferta.

– ¿Cuánto me darías?

Le expliqué que podrían ser fotos de sus tetas, de su vagina, de su culo, vídeos donde manoseara sus pechos, se masturbara, diferentes combinaciones y sus respectivos precios. Solté cifras relativamente bajas para averiguar qué tan fácil era, y no me sorprendió que le parecieran bien. Lucy quedó pensativa de nuevo.

– ¿Y si tú mismo me tomas las fotos y me grabas me pagarías más?

Ok, acepto que eso no me lo esperaba.

– Te pago el doble.

Siguió pensativa.

– Es que quiero comprarme algo.

– ¿Qué cosa?

Me mostró un kit de maquillaje bonito, y recordé que le gustaba mucho maquillar. Ahora yo me quedé pensando unos segundos.

– Podría comprártelo, pero…

– ¿Pero qué? Dime.

Su emoción me dio confianza para soltarle la propuesta que se me acababa de ocurrir.

– ¿Me lo comprarías?

– Sí… pero si te bañas conmigo.

Fue lo primero que se me ocurrió. Pero era muy buena idea. Ella quedó en silencio.

– No sé, me da mucha pena.

– No pasa nada. Hasta puede ser divertido.

– ¿Crees?

– ¡Claro! Supongo que nunca lo has hecho, pero te encantaría.

Su nerviosismo mostraba que sí quería, pero tampoco debía presionarla.

– ¿Y ahí me tomarías la foto?

– Qué buenas ideas se te ocurren.

Sonrió, y aceptó, aunque en ese momento no se podía porque había fiesta en su casa, así que acordamos buscar una oportunidad para hacerlo. Yo deseaba que sucediera pronto ya que no estaría mucho tiempo en la ciudad, y en caso no poder cumplir ese plan tendría que cambiarlo, porque ni loco me quedaría con las ganas de cogérmela.

Al día siguiente regresé con el pretexto de que quería aprovechar mi estancia allá para pasar más tiempo con mi familia, algo que alegró a mi tía porque siempre nos hemos llevado muy bien y jamás sospecharía de mis traviesas intenciones. Y por lo mismo, el milagro ocurrió.

El esposo de mi tía había ido a trabajar, y ella necesitaba ir a comprar unas cosas al mercado; fuimos invitados, pero Lucy comentó que quería quedarse a estudiar para su próximo examen y a mi tía, sabiendo que yo detesto estar en el sol y que a esa hora en esa ciudad el calor está más horrible, se le ocurrió la maravillosa idea de pedirme que le ayudara aprovechando que soy maestro (si leyeron mi relato anterior ya lo saben) y justo domino esa asignatura. Y obviamente acepté.

Nos sentamos un rato en la sala con material de estudio para el examen y comenzamos a actuar mientras mi tía se preparaba para irse. Comentó que no tenía mucho para ofrecerme de comer, que justo por eso iba al mercado, así que me invitaría mi pizza favorita en lo que regresaba. La pidió, y momentos después se fue (POR FIN).

– ¿Quieres seguir estudiando?

– No puedo concentrarme, hace un chingo de calor.

– Pues báñate y ahorita seguimos. Tú sí puedes, estás en tu casa.

– Si quisiera, pero me da flojera.

– Anda, si quieres te ayudo.

Le tomé una mano para levantarla; en el primer intento no quiso pero terminó accediendo. Cerramos con llave y candado la entrada a la casa y la llevé sin soltarla hasta el baño, nos metimos juntos y cerramos la puerta. Se quedó mirándome en silencio, un poco nerviosa.

– ¿Y ahora qué sigue?

– Pues ni modo que te bañes con la ropa puesta.

Reímos. Me acerqué a ella, puse mis manos en el final de su playera y comencé a levantarla. Al principio mostraba un poco de resistencia, yo sólo le sonreí, seguí intentándolo sin parecer insistente, hasta que terminó accediendo. Tenía puesto un brasier que resaltaba unos pechos que si con playera se veían bien, sin ella se miraban mucho mejor. Con una mirada y una sonrisa coqueta le di a entender mi aprobación de lo que escondía su ropa. Lucy sonrió, ya un poco más relajada.

Lentamente empecé a bajar los tirantes y luego todo su brasier, dejando al descubierto unos hermosísimos pechos que me exigían comérmelos en ese momento. Terminé de quitarle el brasier y me quedé unos segundos contemplando tus tetas. Acaricié su rostro tiernamente con una mano y luego la bajé poco a poco, pasando por su cuello, sus tetas, rozando unos segundos esos pezones que me costó muchísimo aguantarme las ganas de comérmelos, en especial porque se estaban poniendo más duros y paraditos.

Al llegar a su cintura jugué tantito con su vientre, me agaché para quitarle el short acercando mi nariz a ese calzón que en ese momento noté que estaba algo mojado porque, al parecer, esa zona tenía algunos momentos humedeciéndose. Seguí recorriendo con mi nariz esa zona al mismo tiempo que le quitaba también ese calzón. Mi nariz hizo contacto directo con su piel, y aunque quería hacerle muchas cosas, decidí solamente pasar mi lengua una vez por sus labios vaginales antes de levantarme, lo que provocó su primer gemido y que rápido se tapara la boca de la pena.

– Descuida, puedes hacerlo las veces que quieras.

– Me da pena.

– Mientras más rápido te la quites y le permitas a tu cuerpo sentir placer y expresarlo, mejor la pasarás. Estás en confianza.

Lucy sonrió. Le pregunté si podía tomarle fotos para capturar la hermosa vista que tenía, y con algo de pena aceptó. Al principio me costó que tuviera la confianza para sacar su naturalidad en las poses que le iba indicando, pero conforme pasaron los minutos y gracias a mis palabras bonitas halagando lo hermosa que se veía fue “soltándose”. Le pregunté si también podía grabar unos vídeos y ya con más confianza aprobó sin titubear.

Le pedí que se acariciara las bubis, que las apretara, al igual que sus pezones. Cada vez lo hacía mejor, y se notaba que lo estaba disfrutando. Después sus manos fueron bajando hasta su vagina, acariciándola de forma que notaba cierta timidez, aunque con confianza su coquetería y la mía se fusionaron.

– ¿Tú no te quitarás la ropa?

– Yo te ayudé.

Nos sonreímos. Lucy se acercó y también me quitó la ropa. Se quedó mirando mi verga con la misma cara que yo puse al ver sus tetas. Le dije que podía jugar con ella y le pedí permiso para grabarla. También accedió. Sólo bastaron segundos para que sus manos me la pusieran muy dura. Sin que yo le dijera nada se agachó y fue metiendo mi verga a su boca. Suavemente la metía y la sacaba con unas chupadas que me sorprendieron un poco por la timidez que había expresado desde la plática del día anterior, pero que definitivamente celebraba que supiera dar. Así pasaron varios minutos.

La levanté para besarle el cuello mientras acariciaba su cuerpo con mis manos. Recorrí su espalda, bajé a sus nalgas, las abrí, jugué con un dedo en su agujero, continué bajando hasta su vagina y la acaricié totalmente contrario a la timidez que Lucy mostró cuando sus manos llegaron a esa zona. Al intentar meter mi dedo me detuvo; le pregunté qué pasaba, y con pena me confesó que aún era virgen, que solamente había mandado nudes pero aún no cogía; que ya se había intentado meter los dedos alguna vez, mas comenzó a sentir dolor y decidió parar.

Bajé entonces mi boca lentamente por su cuerpo. Me detuve en sus pechos, en sus pezones; los besé, los chupé, los mordí, hice todo lo que me aguanté hacerle desde que se quitó su playera. Ella sólo gemía, cada vez más fuerte. Bajé mis labios a los suyos y comencé a lamerlos, chupárselos, meterles la lengua con mucho cuidado. Lucy me tomaba del cabello cada vez con más fuerza y gemía con más intensidad.

Le pregunté si quería irse a su recámara para continuar pero respondió que no, que estaba muy caliente y quería hacerlo ya, en ese momento, así que la coloqué de espaldas a mí, la incliné un poco hacia delante, puso sus manos sobre la pared, volví a acariciarle su espalda, sus tetas, mientras colocaba mi verga en su entrada para penetrarla. Lo hice despacio, ella medio se quejaba, aunque entendía que al principio iba a dolerle un poco, pero que con el paso de los segundos pararía el dolor y solamente disfrutaría… y así fue.

La cogí en esa posición unos minutos. Continuaba acariciando su cuerpo, le jalaba el cabello hacia atrás, y de la nada le daba nalgadas, que como vi que le gustaban pronto se volvieron más fuertes. Lucy no paraba de gemir y llegó el punto de que lo hacía tan fuerte que apostaba a que alguno de los vecinos nos estaba escuchando.

La puse de frente a mí y comenzamos a besarnos. La cargué colocándole mi verga para poder penetrarla de nuevo y así cogimos otro rato. Tomé un banco que estaba en el baño, me senté y sin dejar de cargarla la senté sobre mí. No tenía experiencia dando sentones, pero gracias a lo excitada que estaba no le costó mucho aprender. Le besaba su cuello, sus pechos; con mis manos acariciaba sus nalgas, y como le gustaban las nalgadas seguí dándole unas como toda chica mala hasta que se vino sin avisar.

La senté en el mismo banco que yo estaba y la puse a mamarme la verga un rato hasta que me viniera. Tampoco le avisé cuando me vine así que tuvo todos mis chorros de semen en su boca. No le desagradó, así que se tragó todo.

Después de eso nos bañamos, nos pusimos la misma ropa para no levantar sospechas, y continuamos en la sala “estudiando” para su examen. La pizza llegó. Mi tía también, sin saber hasta la fecha la primera aventura de muchas que tendría con Lucy.

Ah, y por si se lo preguntan… claro que estrenó kit de maquillaje. ¿A poco no se lo ganó?

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