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Soltero por un fin de semana (Parte I)

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Por fin, tras 15 años casado, tendría mi soltería de verano. No es que careciera de libertad o algo parecido, muy por el contrario, sino que quería -por fin- tener la oportunidad de ver una película entera o dormir hasta medio día o sentarme en el wc sin que nadie me apurara.

Tarella y mis hijos partieron un domingo rumbo a la capital por tres semanas completas, dejándome a cargo del fuerte.

El martes de esa misma semana, mi esposa me avisa que su prima María Fernanda o Feña iba de visita a la ciudad y alojaría por una semana en la casa.

Yo: oiga reina. Y me la puedo servir? Perdón cuando llega? Quise decir.

Tare: jajaja eres incorregible. Si ella quiere no veo por qué no... Pero con la condición que lo grabes para mí... Aunque creo, pues no me ha confirmado, va con su esposo... Y llegan el viernes.

Yo: jajaja... Y cuál es el problema que venga con marido. Y miren a la perla. Y resulta que yo soy el incorregible. En fin, si sale algo... Delo por hecho, cariño... Besos... Oye, lo mismo para ti, ¿ok?

Tare: por supuesto, amor. Besos... Cuídate.

La prima de mi esposa es una rubia de pelo largo y liso. Mide 1.67 m. De cuerpo voluptuoso, pero proporcionado de blanca y suave piel. Ojos casi negros y boca de sensuales y gruesos labios, adornan un rostro de atractivas facciones.

Sus tetas son grandes y perfectamente formadas. Cada una coronada por un pezón casi rosado y carnoso. La cintura de avispa remata en un par de femeninamente anchas caderas que profetizan terminar en dos suculentas nalgas.

El culo...qué puedo decir, sino que es una obra de arte. Perfecto. Ni grande ni pequeño, con un par de glúteos firmes y redondeados. Sus piernas largas y contoneadas, terminan su curvilíneo recorrido en un par de delicados y bellos pies. La Feña es una mujer bella, exquisita, risueña, sibarita y con una fuerte personalidad.

Era una diosa y ella lo sabía, pues con frecuencia vestía minis cortas que apenas le tapaban los colaless y poleras de lycra con delgados pabilos, muy ceñidas y, casi siempre, sin ropa interior...

La Feña se lucía. Claudio, su marido, era todo lo contrario. Vestía formal sport, de 1.70, moreno, robusto sin ser gordo y bien formado aunque sin musculatura notoria. Un tipo serio, educadamente distante y de pocas palabras hasta cuando le entra agua al bote.

La mañana del viernes comenzó muy temprano con una video llamada de mi esposa. Estaba desnuda en su cama, masturbándose. Casi como reflejo comencé a pajearme. Mi polla creció rápidamente con la notable visión y el soez lenguaje que mi mujercita utilizaba. Era ver a una estrella porno…

Jalaba de mi polla al ritmo de los dedos de Tare cuando al poco entró otra llamada, era el chico Ernesto. Le grité a mi esposa que contestaría, pero que eso no se iba a quedar así y le colgué.

Yo: espero que sea de verdad importante, chico, o te voy a matar.

Ernesto: hola javo, me puedo ir a quedar el fin de semana contigo? Antes que digas que no, deja que te explique… La Val, invitó a sus amigas de la iglesia a un retiro en nuestra casa, porque la casa parroquial está arrendada a unos locos que organizan fiestas tecno… y… no quiere que esté ahí… qué me dices, bro?

Yo: ok… tengo visitas, pero te quedas en el cuarto de Pablo…

Ernesto: gracias amigo, llego después de las 7… qué llevo?

Yo: tequila…

Ernesto: anotado… nos vemos.

En la calle el termómetro no pasaba de los 18 grados, pero dentro de la casa la temperatura alcanzaba unos agradables 24ºc… Pasadas las dos de la tarde llegaron mi prima y su marido. Tras abrir la puerta todo lo que daba me quedé boquiabierto… La Feña estaba espectacular…

Debajo del voluminoso abrigo que llevaba encima, iba ataviada con un vestido suelto de viscosa, sujeto al cuello por finos pabilos que terminaban su recorrido en un generoso escote. Color rojo italiano le bajaba, vaporoso, hasta medio muslo, luciendo sin pudor y un mal disimulado orgullo, pues no tenía sostén, cada una de sus femeninas y bien formadas curvas… Nos fundimos en un apretado abrazo que me permitió sentir sus bien puestas tetas.

Feña: -saltando sobre mí y abrazándome con vigor- primooo. Tantas lunas sin vernos… cómo has estado… para qué te pregunto, te ves genial… oye, recuerdas a Claudio, cierto?

Yo: -posándole mis manos apenas por sobre donde comenzaban su hermoso culo y apretándola contra mi pecho para sentir sus apetecibles tetas- prima… gracias, sobre todo viniendo de una diosa como tú… hola Claudio, por supuesto que lo recuerdo… siéntanse como en su casa… su cuarto es por ese pasillo, la segunda puerta. El baño es la puerta justo enfrente. Quieren algo?

Feña: una ducha y qué tienes para comer?

Esa tarde noche, preparé un pollo al tequila con papas salteadas con mantequilla, cebollín y cilantro. Todo acompañado de una variedad de ensaladas verdes y un buen carmenare. Bueno, admito que fueron 3 y no una, las botellas. Cerca de la media noche, quedamos Feña y yo conversando en el sillón. Reíamos, hablábamos y guardábamos silencio alternativamente.

Feña: Javo, puedes bajar el brillo de la luz? Tengo los ojos cansados, pero no quiero acostarme aún.

Yo: claro, quieres algo más antes de volver a sentarme, vino, tal vez?

Feña: no, no quiero más vino. Tienes algo más fuerte?

Yo: whisky y tequila.

Feña: Uno doble con dos hielos de la primera opción.

Al volver, Feña, sentada cruzada de piernas casi en medio de un sofá de 4 cuerpos, enfocaba toda su atención en la televisión, cambiando de canal a un ritmo atípicamente espasmódico.

Se detuvo cuando en la pantalla pasaba una escena de esas ingenuamente picantes de las 50 sombras de gray en la que el mono semi vestido azotaba tiernamente a la mona desnuda, ciega y gentilmente maniatada.

Me senté en una de las orillas del mismo sofá donde estaba ella. Al poco, el trago hizo su efecto y con sus mejillas prendidas y una sonrisa lobuna en su bello rostro, se quitó la bata como si estuviese sola, quedando con un cuasi baby doll color turquesa que dejaba notar un par de apetitosos y erectos pezones y que a duras penas le tapaba su coño y culo.

La película había terminado. Su segundo trago estaba a medio terminar. De improviso se irguió en su lugar y mirando el vaso que tenía en la mano comenzó a hablar más para sí que conmigo.

Feña: es un desperdicio que te deje servido… oye primo, tienes alguna película como la que acaba de finalizar.

Yo: mmmm… ya sé, dame un segundo.

Fui directo al cuarto de la mesa de pool. Abrí el cajón indicado y… ahí estaba el que estaba buscando. Tomándolo, me devolví raudo al living. En cuanto llegué, subí un poco la intensidad de la luz y junto con ver dónde tenía que insertar el DVD, también vi el tremendo y depilado coño que mi prima se gastaba.

La verga me reaccionó de inmediato. Sin embargo, me hice el de la chacra, bajé nuevamente la luz, pero no como estaba y tomé asiento donde mismo estaba antes.

Tomando el control remoto le dije a Feña que se acomodara para empezar y, ni tonta ni perezosa, se recostó apoyando sus hermosos pies sobre mis muslos, dejando sus piernas lo suficientemente abiertas para verla, pero lo adecuadamente cerradas como para pensar que no era a propósito el estar mostrándose.

Los primeros minutos pasaron sin pena ni gloria. Noté un cambio en la disposición de Feña con respecto a la película cuando se dio cuenta que la protagonista era su prima. Entonces, pude ver, al toparse nuestras miradas, asombro, deseo y vergüenza ajena.

Entonces, volví a dirigir mi mirada hacia la televisión, pero esta vez comencé con suaves caricias, primero en sus pies, subiendo con parsimonia, posando mis manos en sus gemelos desde donde, luego de un par de minutos seguí hasta sus contorneados muslos. Así estuvimos varios minutos hasta que de pronto fue abriendo las piernas lenta pero inexorablemente.

En la pantalla, Tare aparecía clavada por las pollas de dos de mis amigos, uno de ellos era el chico Ernesto. Los ojos de Feña no daban crédito a lo que veían. La vergüenza fue perdiendo terreno en favor de la calentura.

Cuando la separación entre ellas fue suficiente, flexionó las rodillas y al tiempo que levanta sus caderas con rítmicos movimientos ascendentes, dijo con la voz ronca de deseo, -hazme lo mismo que le hiciste a mi prima, por favor o es mucho pedir- Su voz terminó como una súplica en la boca de una puta hecha y derecha.

Sin perder un segundo, reanudé las caricias, pero esta vez el recorrido incluía un depilado y húmedo coño. Con leves gemidos me dio a entender que le gustaba. Entonces me aboqué a su ya medio erecto clítoris. Su rosado coño ya hinchado por el deseo, emanaba fluidos abundantemente, anticipando el venidero orgasmo… Sus gemidos se transformaron en gritos roncos que denotaron su llegada al clímax.

Acompañaban al intenso orgasmo, espasmódicos movimientos que trataban de sacar mi mano de su clítoris. Mientras se calmaba y quitaba el pijama, con mis dedos anular y corazón penetré su vagina sin previo aviso y sin más la masturbé a un ritmo frenético desde el principio, apretando sus tetas alternativamente con rigor, pero sin violencia.

Los gritos roncos dieron paso a aullidos cuando su vagina eyaculaba sin poder detenerse una y otra vez durante casi un minuto completo… Cuando nada más eliminó por el coño se dejó caer exhausta, satisfecha. Entonces, le acerqué mi verga a la boca. Ella, abriéndola, se la tragó casi completa de una sola vez.

A esas alturas lo único que quería era acabar, por lo que durante algo más de 5 minutos le follé la boca como si de un coño se tratara, acabando abundantemente casi en su garganta… Fue exquisito, pero la corneta no quedó del todo muerta por lo que, con gestos, le pedí que se pusiera en 4 patas.

La visión de ese culo majestuoso me puso de nuevo a mil… jugaba con la polla en la entrada de su coño cuando ella misma, echando el culo hacia mí, se enterró la verga hasta la bolas y ahí la dejó por dos segundos para acto seguido iniciar un mete y saca a un ritmo de los mil demonios que acabó conmigo al cabo de unos 10 minutos de frenética follada.

Quedé encima de ella… Jadeaba en su oreja… y susurrando, le dije:

Yo: Eres maravillosa, Feñita… maravillosa. Y debo confesarte que siempre soñé con este momento. En serio… Sin ir más lejos le pedí permiso a tu prima para intentar algo. Idea que deseché casi de inmediato tras saber que venía Claudio, pero en fin… aquí estamos. –Terminando la frase en tono malicioso y guiñando, alternadamente los dos ojos.-

Feña: -enfocando la mirada mientras terminaba de reírse, volteó para mirarnos a los ojos.-jajaja… eres divertido, Javo. Puedo decirte Javo? Yo también tengo que confesarte que desde que Tarella llegó contigo a la familia he deseado estar así. Y… no has cumplido las expectativas… las superaste mucho más allá de lo que puedo expresarte con palabras.

Yo: no te pongas empalagosa, prima… no me vas a salir con eso de que nunca te habías sentido así antes y que mi esposa es afortunada con tenerme y bla, bla, bla… o no?

Los dos: jajaja jajaja

Feña: si y no… eres un bruto, javo. No me mal entiendas. Con Claudio tenemos rico sexo y me hace llegar al orgasmo frecuentemente. No me quejo, pero el orinarme encima por la calentura es nuevo para mí…

En la televisión se podía ver a Tarella con una verga tapando cada uno de sus orificios. La cara desencajada por el placer, mi mujer gozaba de verdad cada una de las pollas que la penetraban con vigor y celeridad. Pronunciaba las últimas palabras, observando con atención la escena.

Yo: te gustaría hacer lo mismo que tu prima, Feña?

Feña: mira tonto, soy caliente, pensaba que más que la Tare, pero parece que no, porque no me veo en esa.

Yo: y si es así como tú dices, por qué estás nuevamente excitada, primita? – Mientras me acercaba a su ojera, le hablaba cada vez más despacio al tiempo que le tocaba, suavemente, el coño.

Feña: obvio, Javo… acabamos de hacerlo… es obvio que esté mojado allá abajo o qué crees… ay que rico. Sigue… ahhh…

Follamos una vez más largo y tendido donde, de acuerdo a sus deseos, la traté como si fuera una puta, para finalmente rematar la noche, haciendo el amor considerada y tiernamente hasta las primeras luces del alba. El cielo se iluminaba cancinamente cuando Feña entraba en su habitación no sin antes tirarme un beso a la distancia.

No podía creer que había conseguido follarme a esa tremenda hembra. -Aún no me la creo,- me dije, -y todavía quedan 3 días con sus noches más por delante. Pero pase lo que pase ya me doy por pagado.- Me dormí respirando su olor, aún presente, en mis dedos, deseando que ésa no fuera la primera y la última.

Hasta acá la primera entrega de dos donde relato lo que me pasó un fin de semana largo como viudo de verano. Obviamente todo con el consentimiento de mi esposa, la que, luego me contó, tuvo su noche de puta… Si les gustó dejen su comentario o su voto. Así me motivo y les escribo pronto la segunda parte y final donde… ahí les digo. Nos vemos.

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