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Soy el nuevo jefe de mi madre infiel

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Estaba con Miguel en la cafetería de mi empresa. La camarera nos había traído los cafés y los dejó sobre la mesa.

-Verás, como eres el único de aquí que puedo considerar un amigo de siempre, te iba a pedir un pequeño consejo.

-Cuéntame jefe.

Cogí el café y empecé a removerlo.

-Hacía años que no me hablaba con mis padres, y ahora que mi empresa se hizo una de las más importantes de la ciudad quieren buscarme otra vez. Todo después de que mi padre me despidiera de la suya. El muy miserable… Tuve que buscarme la vida tras eso. Y mi madre me ignoraba me decía que sería un don nadie. Pero mírame ahora -le enseñé mi reloj Rolex, sin dejar de remover mi café con la otra mano.

-Sí. Y yo tuve la suerte de que me colocaras como presidente de recursos humanos. Eres una persona increíble Fernando.

-Y tu un lameculos, para ya. Como te iba diciendo, estoy que no me decido. Mi madre me ha llamado, y me ha dicho que la situación cambió bastante. La empresa de papá quebró y están a punto de perder la casa el coche y todo. Ella había estudiado para ser secretaría pero lo único que logró con eso fue trabajar para papá en su pequeña empresa. Ahora mi madre quiere que la contrate a ella, porque papá está ya muy viejo, y ella tiene que llevar dinero a casa como sea. No invirtieron bien ni han logrado adelantarse la pensión, aunque podrían hacerlo con un par de años de papeleos. Anabelle se irá. Yo necesito una nueva secretaría. ¿Crees que debería de contratar a mi madre o solo me estaría metiendo en viejos problemas del pasado?

Miguel negó con la cabeza y sacó su móvil para enseñarme un vídeo.

-¿Pero cómo puedes pensar si quiera en contratar de secretaria a alguien que no fuera una pechugona recién salida del instituto? Mira. Así de bien me la chupan a mí, cuando les hago entrevistas de trabajo.

En el vídeo una chica se la estaba chupando a mi amigo bajo la mesa con total devoción.

-Hay que ver, Miguel. Vaya gestión de recursos humanos ¿eh?

Los dos nos reímos.

-Mi madre necesita cotizar solo dos años para que le llegue antes la pensión, y lo de hacienda no es coña, sabes muy bien que a nuestra empresa vienen a revisar a todos en sus puestos de trabajo periódicamente y todo porque no es que seamos una empresa pequeña, ¿me entiendes? Le dije que le decía algo en diez minutos. ¿Qué hago?

Tomé un sorbo a mi café.

-Yo, le daría una oportunidad.

Bajé la taza y asentí pensativo.

Media hora después, estaba con mi madre en mi gran despacho de sillón de piel y mesa de caoba de primera. Tenía cuarenta y siete años, pero muy bien llevados, los labios gruesos y pintados siempre de rojo. Se había puesto una falda negra y una camisa blanca, que le realzaban sus enormes pechos.

-Como te había contado por el móvil, nuestra situación es complicada. Estamos endeudados totalmente. Podrías simplemente darnos el dinero y dejarte de papeleos o contratarme, como prefieras hijo.

Miré a los lados, rascándome los cojones, como si no me importara en absoluto lo que me estuviera diciendo durante un momento que dejé que se alargara cada vez más…

-Mira -siguió diciendo mi madre-. Sé que no nos hemos llevado bien los últimos años y que te hemos echado de nuestras vidas como a la mierda.

-Exacto y por eso no te pienso contratar ni darte dinero mucho menos, mamá.

-Fernando, estoy desesperada -mi madre alargó las manos juntas (como suplicando) sobre la mesa-. Haré lo que quieras, pero por favor contrátame aunque sea.

-¡Anda! ¡Cómeme la polla mamá!

-De acuerdo hijo.

-¿Qué?

-De acuerdo. Si me contratas te comeré la polla cada día.

Mi madre se metió bajo mi mesa. Me bajó la cremallera y se metió mi polla en la boca tan de golpe, que yo solté un grito que se debió de oír hasta tres plantas más abajo. Mi madre era una feladora nata. Se tragó mi enorme polla hasta la garganta, llenándola de saliva y con sonidos (como si se estuviera ahorcando) incluidos.

-Bueno. Así, no habría problema -dije-. Creo que tras años de desacuerdos nos empezamos a entender al fin.

Se la sacó de la boca para lamérmela. Me la había puesto durísima. Empezó a masturbarme bien fuerte con una mano.

-¿Así te pajeabas pensando en mí de pequeño? ¿Esto era lo que querías, verdad?

Me levanté de golpe y fui hasta el otro lado de la mesa.

-Déjame follarte -le pedí.

Se levantó de debajo de la mesa. La agarré del brazo y la puse contra uno de los armarios que había a los lados del despacho. Le subí la falda negra y se la empecé a clavar en el coño.

-Enséñame de qué eres capaz mamá.

-¿Te crees que no sé cómo va esto hijo? ¿Cómo te crees que me ligue a tu padre, el presidente de su empresa? Anda, llévame a la mesa, escúpete en la polla y métemela por el culo directamente que sé que terminara ahí la cosa cuando soy usada.

Primero me sorprendí, pero luego puse una sonrisa. La llevé y la acosté sobre la mesa, con su culo en pompa detrás. Me escupí en la punta de la polla y se la clavé hasta el fondo.

-Esto sí que es una verdadera madre que se preocupa por su hijo -le dije.

Se la empecé a meter y a sacar. La mesa se movía por culpa de mis fuertes embestidas. Mi madre se agarraba como podía a ella. Desde debajo, le magree los pechos.

La terminé de follar salvajemente. Cuando se la saqué, su culo estaba como la bandera de Japón.

-¡Córreme en tu puta cara, mamá! -le ordené.

Se arrodilló ante mí. Me empezó a pajear con los ojos cerrados. Y me corrí de lleno en su cara. Los chorros y las gotas de semen se deslizaban bajando por el rostro de mi madre, la que me había parido y criado, la que me había amado y luego odiado.

-¡Ooohhh! -grité de gusto.

La puerta se abrió.

-Cariño te has dejado el…

Era mi padre. Nos miraba boquiabierto. Se le cayó el bolso de mi madre de la mano.

Le terminé de dar tres golpes con mi polla sobre la cara a mamá para limpiármela bien.

-Hola, papá. Mamá y yo estábamos celebrando su nuevo puesto en mi empresa. Pero sin rencores eh.

Solté un último chorro sobre la cara de mi madre.

Mi padre seguía boquiabierto, totalmente en estado de shock.

-Oye mamá, ¿decías que también querías que enchufara a la tía Andrea, la del culo gigante? Tú tráela. La familia es lo primero, ¿verdad?

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