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Una aventura con un hombre joven

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Mi nombre es Ana, tengo 54 años vivo en Barcelona. Soy viuda hace 2 años tengo un chalet y un restaurante que me dejo mi esposo y mi hija de caso hace 6 meses y se fue a otro país desde ahí comienza esta historia.

A los tres meses de haberse ido mi hija decidí alquilar una habitación ya que me sentía muy sola en casa después de entrevistar a varios candidatos un buen día llego un joven de 32 años llamado Carlos llego a mi restaurante a cenar y me dijo que necesitaba una habitación para vivir mientras le entregaban el apartamento, ahí nos pusimos a conversar y me pago 6 meses por adelantado, a los días se mudó a la habitación Desde que llego siempre ha sido amable conmigo, me ayudo a elaborar las planillas del restaurante y cada fin de semana me daba clase de algunos programas contables en la computadora.

Un fin de semana Carlos me llamo al celular y me pregunto qué quería para la cena yo le dije que si antes me podía ayudar en el restaurante que yo ya no daba abasto a los diez minutos llego Carlos y me ayudo pasar los diferentes pedidos, después de terminar los asuntos en el restaurante me llevo a ver una película y de ahí me llevo a un restaurante a las afueras de la ciudad donde me invito a cenar a un restaurante de comida asiática. Ya de regreso en su carro al llegar a casa cada uno se fue a su cuarto.

Un buen día estábamos cenando en la casa Carlos me abrazó y me dejé abrazar. Me besó el cuello y una corriente eléctrica me sacudió el cuerpo, como un latigazo. Hacía años que no sentía nada parecido desde que murió mi marido. Me puse sería y le pregunté que buscaba de mí. Su respuesta fue sincera y clara, mirándome a los ojos. Tan solo me buscaba a mí, como mujer. Desde la primera vez que me había visto, no había podido dejar de pensar en mí.

No me dio tiempo a reaccionar. Cuando me quise dar cuenta ya le tenía encima y sus labios pegados a los míos, lamiéndomelos. No pude evitar ceder a su presión y los abrí inconscientemente. Fue el beso más dulce que jamás me habían dado. Me cogió la mano y lo lleve hasta mi cuarto y al entrar y ver la cama me dijo que me iba a amar como nadie lo había hecho. Volvió a besarme y esta vez sí, me bajo la cremallera del vestido. Antes de sacármelo por la cabeza metió las manos dentro y me amasó el trasero. Me sentí feliz.

Estaba expectante a su reacción cuando me lo quitó. Evidentemente mi cuerpo no es el de una chica de veinte años. Me quitó el sujetador y cuando dejó los pechos al aire, cogió un pezón con los labios y lo besó. Esperó a que se me pusiera de punta para acariciarlo con los dientes. Y de nuevo acusé la sensación entre las piernas.

Me dijo que me tumbara en la cama y empezó a desnudarse. Tenía un cuerpo increíble. Se tumbó encima de mí y me besó apasionadamente. Luego fue descendiendo por mi cuerpo y le pedí que me poseyera. El siguió a lo suyo y descendió hasta los pechos donde se recreó. Descendió hasta el ombligo sin despegar la lengua de mi estómago y se detuvo, dejándome expectante de su siguiente movimiento.

Fue el que me temía. Puso la boca abierta sobre mi sexo y la lengua fue directamente al vértice superior. Era la primera vez en mi vida que alguien me lo hacía. Sus lamidas eran fuertes y largas. Intenté separarle, más por pudor que por falta de ganas y el chico lo sabía. Insistió con un par de lengüetazos, suficientes para llevarme al orgasmo. Me corrí retorciéndome y presionando con las manos su cabeza contra mí pubis.

Sin darme tregua ascendió por mi cuerpo hasta colocarse a la altura idónea. Se cogió el pene con la mano y me lo puso en la entrada de la vagina. Empezó a entrar lentamente y no tuvo siquiera que salir un poco para lubricarme y volver a entrar. De un tirón estaba totalmente dentro de mí presionándome la matriz un poco. Tenía una buena herramienta.

Esperó a que me amoldara a él y entonces empezó a follarme lentamente, haciéndome sentir cada centímetro deslizarse y la fricción de ambas pieles. Entraba hasta dentro y con la misma parsimonia volvía a salir Cuando solo tenía el capullo dentro, volvía a entrar hasta que los testículos me rozaban el ano.

Ni siquiera aceleró cuando empecé a correrme. Jamás había tenido un orgasmo tan largo. Cuando me abandonó las entrañas, sentí como que me arrancaban algo mío de dentro. Se tumbó a mi lado después de descansar un rato comencé a cabalgarlo a diferentes ritmos, el me apretaba las nalgas con las manos. Y a los minutos me corrí de nuevo.

Una noche estaba con un camisón blanco esperando a que llegara Carlos para cenar algo cuando llego Carlos me beso y me montó en la mesa de la cocina y me desnudó toda, me puso en cuatro y me empezó a coger durísimo por el culo. Nunca antes me había dolido tanto una cogida como la de ese hombre, su pene estaba inmenso y era gruesísimo. Me sentí toda irritada, adolorida y muy excitada, adoraba la sensación que estaba teniendo. Luego de unos 30 minutos se aburrió de mi culo y comenzó a perforarme la vagina, ya estaba toda mojada y fue demasiado divino sentir como mi vagina me quedó partida después de tanto sexo.

Yo gemía fuertemente y no me importaba nada en ese momento. Estábamos a punto de corrernos, empecé a sentir un chorrero de leche y mi vagina está llena, se desbordaba todo ese semen. Me preguntó si ya estaba lista para un nuevo orgasmo y le dije que sí con la cabeza. Me besó con la lengua tan dentro como pudo y empezó a acariciarme directamente el clítoris. Me corrí con sus besos y a pesar de ser mi tercer orgasmo, fue quizás el más placentero.

Carlos sigue estudiando y trabajando aunque ya tiene su piso se queda en mi casa. Somos pareja

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