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Una entrañable amistad con Carmen

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Conozco a Carmen desde hace 4 años, trabajamos juntos durante mucho tiempo, en una empresa de venta de insumos para la imprenta gráfica, desde mi llegada a esta oficina, fue algo especial conocer aquella mujer, Carmen es una mujer de piel canela, labios gruesos y cabellos rizados, son las facciones que más me atrajeron de ella. A los meses de estar trabajando juntos, la amistad, la confianza, el cariño, fueron en aumento, conversábamos siempre sobre temas personales, nuestras relaciones familiares, sentimentales, aspiraciones en la vida y muchos sueños que compartíamos. Casi sin conocernos teníamos muchas cosas en común.

En aquel momento, ambos sin pareja, ella estaba divorciada ya hace un par de años, y aunque tenía un hijo de 15 años con el que vivía en su departamento, no era impedimento para salir de fiesta con toda la gente de la oficina. Yo en aquel momento pasaba por una relación algo toxica, una relación sin sentido, era una relación un tanto insana sentimentalmente, mientras más nos alejábamos, más nos extrañábamos, una relación que ambos detestábamos, pero que sin embargo, por algún motivo nos gustaba estar en esa situación un tanto perjudicial. Esas cositas me eran imposibles no hablarlas con Carmen.

Sin darnos cuenta pasaron unos 2 años en aquella empresa, siempre consiguiendo buenos resultados en las ventas, clientes muy asegurados a nuestra cartera comercial, nuestros incentivos mensuales, superaban nuestras expectativas. Cada fin de mes organizábamos un almuerzo, para afianzar nuestros vínculos laborales, relajarnos un poco del estrés que supone trabajar más de 10 horas diarias en la oficina. Los incentivos, por los cuales trabajábamos duro, merecían el esfuerzo, un grupo de personas de entre 30 años, sin hijos de por medio, también ayudaba mucho a salir de fiestas, cenas o almuerzos.

Carmen siempre viste con ropa muy ceñida al cuerpo, sobre todo pantalones jeans, colores azules y negros eran los que más usaba, los que hacían que le marcase un culo hermoso, redondo, nalgas muy apretadas a la hora de caminar. Era la fantasía de todos en la oficina, muchas veces he tenido que avisarle desde mi escritorio, que se le veían las bragas al agacharse a recoger cosas de los armarios. Siempre me he puesto algo caliente cuando veía que asomaba la cuerda del tanga, ya sea de color rojo, negro, celeste, madre mía, es que llevaba colores variados, casi siempre tangas, pocas veces había logrado mirarle alguna braga más grande. Eran algo cotidianos aquellos despistes por su parte, más de uno lo agradecía creo yo.

Ella y yo habíamos alcanzado una amistad casi insoluble, ya me había puesto en zona, caí sin darme cuenta, cuando reaccione ya no había marcha atrás, estaba en la primera posición. Pero claro que también tenía sus ventajas, siempre salíamos a comer juntos, muchas veces fuimos al cine, sabia muchas cosas de ella, todo se convirtió en una amistad muy sólida. Siempre atentos el uno del otro, los detalles eran normales entre nosotros, chocolates, bebidas, besos en la mejilla siempre, abrazos, guiños. Hasta me quedaba observando cuando le sobresalía la tanga por encima del pantalón, me quedaba ahí sentado desde mi escritorio, hasta que ella se daba cuenta que la miraba, ya me había cansado de avisarle que le sobresalían siempre. Hasta bromeaba que traía el mismo color del día anterior.

Por intereses de la empresa, me cambiaron de oficina, fui trasladado a una que estaba fuera de la ciudad, debía permanecer 6 meses, para tener participación en aquella zona, era un proyecto de expansión. Claro está que no me lo pensé 2 veces, los incentivos como siempre eran muy alentadores, nadie se enteró de esto, hasta el día lunes que me llamo Carmen para saber qué había pasado conmigo, se había preocupado, le explique el motivo y la verdad se enfadó mucho. No me gustan las despedidas, le explique, mas aun sabiendo que no tenía claro el tiempo que estaría por ese lugar, no quise especular con mi regreso, dos semanas sin hablarnos, sin mensajes, sin oír su voz, fue insufrible, y me quede un año por esa zona.

Ya a mi vuelta, a la sede central, había muchos cambios, ella escalo de posición, fue enviada a otra oficina, tenía más responsabilidades, ya no jugábamos a vender cosas, ya teníamos sobre nuestros hombros cosas mayores, el destino de la empresa dependía de aquel grupo que fue fortaleciendo sus habilidades. Las oficinas se descentralizaron, nuevas caras, la empresa tomaba nuevos rumbos y eso era muy alentador, eso nos ponía muy excitados laboralmente, teníamos poder a la hora de tomar decisiones, mucha seguridad en cuestión laboral. Se podían sentir los ingresos en nuestros bolsillos, nuevas adquisiciones materiales, muchos de nosotros estábamos contentos con los cambios, con todo lo logrado en estos 3 años. Decidimos reunirnos, ya que estábamos todos en la ciudad, y que mejor motivo, que el cumpleaños de Carmen.

Me sentí muy nervioso de camino a su casa, había ido muchas veces, pero en casi un año era la primera vez que volvía a su barrio, durante este tiempo, solo cursábamos mails, video llamadas laborales, uno que otro whatsapp, pero nuestra amistad la sentía casi nula, -casi que mejor- aunque no sé porque lo digo. Pero al llegar al timbre de su departamento, lo pensé, pensé un instante en no entrar, quizá llamarla antes de subir y conversar un poco, pero ya me habían abierto la puerta y no había marcha atrás, nuestro encuentro fue tan ansiado, nuestro abrazo se detuvo en el tiempo, los relojes dejaron de marcar los segundos, nuestros cuerpos sentían esa falta de calor entre ambos. Fue algo maravilloso para ambos volver a vernos y estar cerca.

Había poca gente en aquel momento, lo que motivo un largo y extendido abrazo, no fue necesario pronunciar palabra alguna, un beso en cada mejilla, como solíamos hacerlo cuando dejábamos de vernos por más de 1 semana. Era lo único que nos hizo sentir que todo estaba bien, que nuestra amistad se mantenía, que nuestro alejamiento se había hecho sentir, sabíamos que todo estaba como siempre. Los pocos compañeros que había en la sala, sabían que estábamos distanciados y que nos merecíamos aquel tiempo a solas, para poder reconectar nuestra amistad. Nadie dijo nada, era como si estuviéramos solos, en el medio de la nada, nuestras vibraciones se volvían a encontrar y formaban una sola onda. Fue tan maravilloso aquel encuentro en su casa, que hasta el día de hoy lo recuerdo.

Luego de unas horas de risas, comidas y tragos, la gente poco a poco se iba retirando, pero todos estábamos contentos y muy motivados a seguir en aquel camino. Cuando ya casi no quedaba nadie, también pase a despedirme, aunque no tenía intenciones de abandonar aquella casa, y más aun sabiendo, que no se por cuánto tiempo dejaría de ver a Carmen. Ella lucia tan hermosa, tan radiante con aquel vestido color rojo que llevaba puesto, los amigos se estaban retirando, ya solo quedábamos ella y yo, Carmen me invito a tomar una copa más, le habían sucedido tantas cosas, que me pidió que me quedara un poco más, como le dices que no a una mujer tan hermosa. Fue a ponerse algo de ropa mas cómoda, ya que entre nosotros había mucha confianza y no era necesario que siga encima de aquellos tacones que le estaban machacando los pies, se soltó el cabello y lo tenía recogido hacia un lado de su hombro.

No recuerdo el tiempo que demoro en salir de su habitación, yo miraba algunas fotos que tenía en su álbum, y vi una que nos tomaron en la oficina, la había conservado hasta ahora, nos veíamos tan felices, yo como siempre a su lado. Nos acomodamos en el sofá, copa en mano y hablando de las cosas que le habían sucedido durante todo este tiempo, en más de una ocasión nuestros ojos se llenaron de lágrimas, al escuchar la falta que nos hicimos, nuestras manos se rosaban tímidamente ante cualquier sensación de recuerdo, intentando calmar aquella ansiedad de haber estado solos en aquellos momentos. No sé si terminamos de contarnos todo lo que habíamos pasado, todo lo que habíamos dejado de contarnos durante este largo tiempo, lo que si tenía claro era que estábamos juntos nuevamente, y eso era lo que necesitábamos.

Al ver la hora, que ya era casi de día, caímos en cuenta que debía partir, yo debía regresar, ella debía descansar, nuestros cuerpos debían separarse, una vez más. Pero nuestra angustia por saber cuándo nos volveríamos a encontrar era muy grande, era muy palpable en aquella atmosfera casi madrugadora. Nosotros en aquella habitación sentíamos que no debíamos separarnos. Nos besamos en los labios, nos dejamos llevar por el calor de nuestros cuerpos, era la primera vez que sentía sus labios, su aliento dentro del mío. ¿Fue algo planeado? la verdad que no, pero no importaba. Estábamos fundidos en un eterno beso, mis manos tímidamente abrazaron su cintura delgada, su espalda recta y vigorosa, sus caderas anchas y contorneadas, la tome entre mis manos como si fuera una delicada mariposa, se dejó llevar, dejo que la fuerza de mis brazos tomaran el control sobre su cuerpo. Lo bien que olía su delgado cuello, el aroma llegaba hasta los lóbulos de sus orejas, era muy erótico besar esa parte de su cuerpo, le estaba gustando mucho. Arañaba mi espalda, se pegaba más a mi cuerpo, se levantaba en puntillas para que nuestros besos fueran eternos, no era necesario decir palabra alguna.

En mi mente no dejaba de escuchar voces, que sí, que no, cosas así, pero ambos teníamos más ganas de seguir, ambos teníamos la pasión en nuestros cuerpos, las ganas de seguir juntos, las ganas de no dejar pasar este precioso momento, -este beso me hizo recordar mucho los besos de colegio- pero eso no importaba ahora. Nuestras lenguas jugaban rítmicamente, la suya lamia mis labios de una manera tan delicada, una manera tan dulce de pasar su lengua por mis labios. La mía buscaba la suya en su propia boca, nuestras piernas intentaban no desmayar ante tanto placer, las respiraciones de ambos cesaban, tomábamos aire y seguíamos besándonos, con más fuerza, más pasión, más deseo, mis manos acariciaban con ganas aquellas nalgas.

Al entrar en su habitación, con las luces de la mesita de noche encendidas, el ambiente se volvió muy erótico, nuestros cuerpos reflejaban unas siluetas casi difuminadas, solo se podían oír los sonidos de nuestros labios besándose, la saliva de nuestras bocas, la agitación de nuestros pechos. Siento que demoramos mucho en llegar a su cama, al caer yo encima de ella, al engancharse uno de mis pies con un tacón suelto que ella había dejado tirado por el suelo, no importaba el dolor, habíamos llegado hasta su cama y en casi ningún momento nuestros labios se habían despegado, aun tendidos en su cama, nuestras ganas de no querer separarnos se mantenían, mis manos buscaban por dentro de sus ropas, mi nariz olía su fragancia.

Nos habíamos desprendido de nuestras ropas, yo contemplaba su delicado rostro, la pequeña luz de aquella lamparilla era perfecta para admirarla, para contemplar su hermosa figura, para esperar alguna señal que me permita seguir recorriendo su detallado cuerpo. Las gloriosas montañas ante mi eran una invitación a seguir recorriendo aquel monumental cuerpo, había visto muchas veces el canalillo de sus pechos, pero siempre con ropa, ahora estaba a 5 centímetros de mis labios. Deje que unos de mis dedos recorriese aquel maravilloso lugar, que se perdiese dentro de aquel sujetador color negro. Ella tímidamente cerro los ojos y acerco mi cara a sus labios, para luego dejarla caer sobre sus pechos.

Mis dedos ya habían sobrepasado por encima de aquel sujetador color negro, estábamos ya completamente desnudos sobre su cama, yo encima de ella, conteniendo la respiración. Besando sus labios a la vez que saboreaba aquellos pezones rosados en punta, sus pechos blancos y carnosos, apetecibles, muy suaves al tacto y deliciosos para mamar, más de un lunar por besar. Estaban deseosos de que mis afilados dientes, dejaran una huella en tanta carne delante de mí. Mis deseos de morder no cesaban, mis ganas de acariciar sin parar sus senos iban en aumento, la pasión que teníamos en aquella posición era maravillosa, se podía sentir la fluidez de nuestros miembros íntimos, en cada rose intencional, en cada frotamiento por encima. Dejaba más en claro la angustiante espera, la inquietante desesperación por estar dentro, la jugosa pasión de empezar una nueva forma de sentirnos más unidos.

El tiempo lo tenía planeado todo para nosotros, el día, el momento y el lugar, todo había encajado en aquel encuentro, todo se resumía a estar juntos aquella madrugada de primavera. Los primeros ruidos de los autos, el trinar de algunos pajarillos, nos indicaban que ya era una nueva mañana, pero que para nosotros era una nueva manera de sentirnos juntos, estar unidos, el sentir que ahora nos fundíamos en una sola carne. La sensación de estar dentro, la angustiante espera había llegado a su fin, no había más que esperar, estábamos juntos, de una manera que solo ambos podíamos sentir. Nuestros cuerpos no podían estar más unidos, nuestras mentes dejaron de pensar, nuestras pasiones mantenían viva aquella chispa de romance, deseo y sexualidad, la manera que seguíamos el frenético ritmo de nuestros cuerpos rosando, saboreando y gozando, no la podíamos detener, nuestro encuentro en aquella cama, fue lo más unido que se podría haber llegado a alcanzar.

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