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Una pareja diferente
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Soy Hans, como ya comenté en mi anterior relato, soy un tipo maduro (47 años) que llegó a la Isla de Tenerife hace más de dos décadas.  Soy bebedor, mujeriego y ludópata. En estos más de 20 años las he visto de todos los colores. He ganado mucho dinero y perdido otro tanto, he visto pagar deudas de juego con sexo y he cobrado del mismo modo. He follado mucho, y en ese aspecto pocas cosas me sorprenden a estas alturas. Divorciadas ávidas de hombres han caído rendidas a mis encantos. Jovencitas calientes en busca de un maduro que las empotre. Y hasta maridos consentidores que querían ser humillados por sus mujeres con otro tipo. Como digo, he visto de todo y pocas cosas me sorprenden.

Como cada noche de sábado, me arreglo para salir a cenar a un restaurante de confianza antes de acudir a jugarme unos cientos de euros en el Gran Casino Tenerife. Y dependiendo de cómo se dé la noche (y las ganas que tenga) acudiré a algún garito en busca de carne fresca. Pero esta noche iba a ser diferente. Al llegar al casino di un par de vueltas para ver la fauna que se movía por allí. Me llamó la atención una pareja atractiva. A diferencia de la vez anterior, esta no era una pareja joven y cándida fácil de engañar.

Era una pareja madura, más o menos mi edad. Él un tipo atractivo, tranquilo, transmitía seguridad y pausa. A su lado una mujer bellísima de atractivo magnético. Transpiraba sensualidad en cada movimiento, en cada gesto. De sonrisa fácil, comentaba junto a su pareja cada jugada. Decidí sentarme en aquella mesa. El tipo me miró, yo le miré haciendo un leve gesto con la cabeza a modo de saludo. Me lo devolvió. Pese a que intenté disimular dejando pasar un par de manos, el tipo me había calado desde el principio. La mujer protestó cuando el tipo decidió que no seguirían jugando:

-Pero Javi, ¿por qué no seguimos jugando con la buena racha que tenemos?

-Es preferible dejarlo ahora que estamos ganando, Lore. –Me sonrió antes de levantarse.

Asentí con la cabeza y media sonrisa aceptando que me había descubierto. En la mesa quedaron un par de incautos a los que, transcurrida hora y media, conseguí desplumar. Ya les dije la vez anterior que soy jugador profesional de póker, pocos se dan cuenta antes de haber perdido una gran cantidad de dinero. El tipo se dio cuenta nada más verme llegar.

Cuando les había levantado más de 1.500 pavos a aquellos dos incautos jugadores de póker (muy malos por cierto) me aburrí y me levanté disculpándome por mi buena racha de aquella noche. El crupier, que me conocía, negaba con la cabeza mientras me sonreía.

Pero aquella pareja me había dejado intrigado. Algo me decía que no era una pareja al uso, era diferente a lo que se movía por la Isla de turismo. Hice un cálculo de probabilidades rápido y decidí que no eran fauna discotequera. Alrededor del casino había un par de garitos alternativos que encajaban más en su perfil. Acerté en el primer intento. En el Bubba, un antro de música noventera, me encontré a Javier en un extremo de la barra con un botellín en la mano mientras Lorena acaparaba las miradas de todos bailando a su aire, en ese momento el Smells Like Teen Spirit de Nirvana.

Estaba en lo cierto, aquella era una pareja diferente. Y me gustaban. Me acerqué a la barra. Me pedí una copa y la levanté en dirección al tipo a modo de brindis. Él me lo devolvió levantando su botellín y me hizo señas para que fuera hacia él. Llegué y nos presentamos:

-Buena mano has tenido en la mesa de póker… –Le dije para romper el hielo.

-No menos que tú… –Me contestó en referencia a mi experiencia.

-Bueno, siempre hay incautos que no saben dónde se meten, jajaja. Te diste cuenta rápido, ¿eh?

Javier dio un trago largo a su tercio de cerveza asintiendo con la cabeza. Eché un vistazo a Lorena que bailaba junto a un tipo que se le pegaba de manera casi lasciva:

-Vaya mujer la tuya.

-Lorena, es impresionante.

-Vosotros no sois una pareja de turistas normales.

-Pues no. No somos, lo que se dice, una pareja normal,

Lorena se acercó a la barra a dar un trago a la cerveza de Javier. Juancho, el lugareño, que bailaba junto a ella, mantuvo la distancia. La mujer tomó el tercio de cerveza de su hombre y bebió. Con toda la sensualidad que transmitía se llevó la botella a la boca y echó la cabeza hacia atrás. Su melena rubia y rizada, cayó por su espalda descubierta por el mini vestido que cubría su menudo cuerpo. Su impresionante busto quedó expuesto a la mirada de todos. El escote de aquella prenda no podía contener la voluptuosidad de su anatomía. Su culo quedaba perfectamente definido bajo el vestido que apenas cubría pocos centímetros por debajo de sus glúteos. Después del trago se me presentó:

-¡Ah, hola! ¿Tú eres el del casino, no? –Me preguntó de manera efusiva. –Yo soy Lorena. –Y me ofreció dos besos.

Tuve que agacharme, dada la diferencia de altura entre ambos. La mujer apenas llegaba al metro sesenta, treinta centímetros menos que yo. Lorena era extrovertida y simpática, lo que potenciaba su sensualidad:

-Bueno, voy a seguir bailando con Juancho. –Dicho esto besó a Javier en la boca y se marchó.

-Lo dicho, es una mujer impresionante. –Alabé ante el tipo. –Eres un hombre afortunado.

-Lo soy.

-Además de paciente, porque una mujer así es capaz de atraer a cualquiera y volverlo loco.

-Jajaja –Javier rio –digamos que nuestra relación no permite mentalidades cerradas.

Poco a poco, y sin que hubiese un comentario explicitito, fui entendiendo que aquella pareja había llegado a la Isla, como posiblemente haría en otros lugares, en busca de una relación diferente. Javier y yo, conectamos de manera que la conversación fue fluyendo de manera fácil y natural hasta que con después de tres rondas, me planteaba la posibilidad de que fuera yo esa persona a la que buscaban para montarse un trío. Sin darme cuenta estaba viendo, en el móvil de aquel tipo, a su mujer completamente desnuda, sonriendo a cámara y con una cadena en torno a su cuello. Sin duda, la imagen era excitante.

En la pista, Lorena seguía bailando, ahora al ritmo que marcaba Axl Roses entonando Sweet Chile O´Mine. Era imposible no mirarla moviendo su melena rubia, botellín en la mano, y haciendo girar aquel minivestido negro bajo el que no se adivinaba ropa interior. Sus senos pugnaban por salir del escote que les oprimía de manera, casi injusta, a la vista de todos. Sus pezones se marcaban perfectamente poniendo cardíaco a toda la parroquia. Miré a Javier con media sonrisa y levantando una ceja antes de volver a brindar con él. El tipo me sonrió guiñándome un ojo. Acabamos de firmar simbólicamente un acuerdo en el que aceptaba acompañarles esa noche en su habitación. Lorena, se sentía como pez en el agua provocando a todo el mundo con su insolente sensualidad. Volvió junto a nosotros después de que se quitase al lugareño de encima. Le sonreí cuando llegó:

-Imagino que Javier te ha mostrado las fotos de su móvil, ¿qué te parece?

-Pues que estoy deseando de verte en vivo.

-Pues no se hable más. Vámonos.

Liquidé lo que se debía impidiendo que lo hicieran ellos. El dueño de aquel garito era colega y se negó a cobrarles. Salimos a la calle en busca de mi coche. Caminábamos los tres juntos, la mujer entre nosotros con sus manos en nuestras cinturas. Javier le echó la mano por el hombro, mientras yo no dudé en cogerle el culo. Anduvimos por la acera, riéndonos de cómo el bailarín se había quedado con un palmo de narices cuando nos vio irnos a los tres después de haber estado picando piedras durante más de una hora. Las botas de vaquera sonaban con cada paso firme de la mujer. Nos montamos en mi Giulia. El trayecto hasta su apartahotel duró un par de canciones de Joaquín Sabina:

Si lo que quieres es vivir cien años

No pruebes los licores del placer

Si eres alérgico a los desengaños

Olvídate de esa mujer

Compra una máscara antigás,

Manténte dentro de la ley

Si lo que quieres es vivir cien años

Haz músculos de cinco a seis

Y ponte gomina que no te despeine

El vientecillo de la libertad

Funda un hogar en el que nunca reine

Más rey que la seguridad

Evita el humo de los puros,

Reduce la velocidad

Si lo que quieres es vivir cien años

Vacúnate contra el azar

Deja pasar la tentación

Dile a esa chica que no llame más

Y si protesta el corazón

En la farmacia puedes preguntar:

¿Tiene pastillas para no soñar?

Si quieres ser matusalén

Vigila tu colesterol

Si tu película es vivir cien años,

No lo hagas nunca sin condón

Es peligroso que tu piel desnuda

Roce otra piel sin esterilizar,

Que no se infiltre el virus de la duda

En tu cama matrimonial

Y si en tus noches falta sal,

Para eso está el televisor

Si lo que quieres es cumplir cien años

No vivas como vivo yo.

Después de abrir la puerta, Javier nos cedió el paso a Lorena y a mí. Yo seguí a la mujer hasta una especie de salón con acceso a una terraza con vistas al Atlántico. El hombre sacó una botella de Jack Daniel´s y sirvió tres whiskys que terminaron de rematar a Lorena. La mujer se vino hacia mí rodeando mi cuello con sus brazos antes de fundirnos en un apasionado beso. Su lengua buscaba la mía enroscándose de manera lasciva. Mis manos recorrieron su menudo cuerpo de gimnasta. De repente Javier se colocó tras ella, retirando su melena rizada besó su cuello y su espalda.

Como si fuera una orden, Lorena dejó de besarme y se separó lo suficiente para que su hombre pudiera maniobrar. Javier colocó un collar de cuero alrededor del cuello de la mujer para luego enganchar una cadena metálica. Lorena me miró a los ojos con media sonrisa y ojos de gata:

-Hans, ahora vas a conocer a la auténtica Lorena. Una de esas mujeres tan difícil de encontrar. Una de esas que deciden quien merece recibir el placer que está dispuesta a dar de manera sumisa. El tipo del bar no dejaba de ser un pobre diablo incapaz de entender que es ella la que decide cuándo, cómo y con quién.

Javier tiró de la cadena haciendo que Lorena se exhibiese ante mí. Fui invitado a desprenderla de aquel minúsculo vestido para disfrutarla en todo su esplendor. Lorena era una mujer espectacular. En su preciosa cara destacaban unos ojos color miel, unos pómulos marcados y unos labios que prometían placeres prohibidos. Por su cuello se descendía hasta un busto de generoso tamaño, con dos aureolas perfectamente redondas y coronadas por un pezón gordo y oscuro. Era una mujer de piel morena.

El cuerpo se estrechaba a medida que se descendía hasta una cintura de medida extraordinariamente pequeña. No puede resistirme a ceñirla con mis manos arrancando el primero de los muchos suspiros que nos quedaban aquella noche. Su sexo rasurado dejaba ver unos labios vaginales de poco grosor. El culo firme, redondo, propio de una jugadora de vóley brasileña, del mismo color del resto del cuerpo delataba que no impedía que el sol la bañase desnuda ninguna parte de su cuerpo.

La mujer se acercó a mí y me besó el cuello antes de morderme. Poco a poco fue desabrochando mi camisa y besando cada centímetro de cuerpo que iba quedando al aire hasta colocarse de rodillas. La erección de mi polla se marcaba en la bragueta de mi pantalón. Lorena no dudó en morder la silueta de mi miembro por encima de mi vaquero antes de proceder a liberarlo. Todo esto sucedía mientras de algún lugar salía la voz de Sade entonando No Ordinary Love dándole a la secuencia un tono más sensual si cabía.

Mi polla saltó como un resorte cuando Lorena la liberó. En ese momento, Javier me cedió el extremo de la cadena. Sonreí y tiré de ella haciéndole saber a la mujer que quería que levantara la cabeza. Un suspiro precedió a su mirada al tiempo que sacaba la lengua para lamer desde mis huevos hasta el glande, a punto de estallar por la excitación.

Lorena se mostró como una auténtica maestra de la felación. Se la introducía poco a poco hasta alojarla en lo más profundo de su garganta para comenzar el camino inverso y apretar sus labios entorno al capullo. Durante 10 minutos estuvo ofreciéndome todo su catálogo de habilidades hasta que la situación pedía ir un paso más allá.

Sin soltar la cadena agarré su cabeza y comencé una tremenda follada. El ruido líquido de mi polla percutiendo contra su boca lubricada con abundante saliva era excitante. Las babas de la mujer se salían y caían sobre sus maravillosas tetas. Ella se aferró a mis muslos para recibir la follada. No se retiró cuando mis piernas tensas anunciaban que el final se acercaba. Un grito anunció que me estaba corriendo dentro de la boca de aquel animal sexual que era Lorena. Se tragó la mayor parte de mi semen caliente. Algunos restos se salieron por la comisura de sus labios.

Caí derrotado sobre un asiento cuando Javier tomó las riendas metálicas que marcaban el ritmo a la mujer. La colocó a 4 patas sobre un sofá. Lorena movía su culo de manera sensual, cómo desafiando a su hombre. Éste no dudó en azotar cada nalga varias veces, muchas vece. Los suspiros y gemidos de placer de la mujer contrastaban con las marcas que los dedos iba dejando Javier en las maravillosas posaderas de ella. Con mi móvil (según me había indicado el hombre) tomé varias fotografías del castigo al que estaba sometiendo a su mujer. Incluso me pidió que grabase cuando se colocó tras ella y la penetró sin compasión:

-¿Era esto lo que querías verdad, perra? –Le preguntaba al tiempo que tiraba de la cadena obligándola a tirar la cabeza hacia atrás.

-Sí, joder, sí. Esto es lo que quería. Ser tu perra.

El hombre aumentó el ritmo de la follada hasta alcanzar el orgasmo con un grito casi animal. La imagen de aquella pareja follando hizo que mi recuperación se acelerase. Otra vez me encontraba con la polla erecta y dispuesta a empotrar a aquella pequeña perra. Me levanté y Javier me volvió a ceder el poder de la cadena. Tomé a Lorena por la cintura y la levanté en vilo. Conseguí que se enganchara a mí. Me rodeó el cuerpo con sus piernas mientras con los brazos me rodeaba el cuello. Contra la pared la penetré. Incluso con el condón que me había colocado notaba lo lubricado que tenía el coño. La mezcla de sus flujos vaginales y el semen de Javier sirvieron para que mi polla, protegida por el profiláctico, avanzase sin problemas por aquel volcán en erupción que era el sexo de Lorena. Le comía el cuello y la oía gemir mientras se la clavaba en lo más profundo de su ser. Javier no perdía detalle con su móvil.

-Joder, que mujer tienes Javier.

-Es una perra muy complaciente.

Lorena me mordió el hombro cuando alcanzó un orgasmo al ver que su marido grababa como estaba siendo follada por aquel desconocido. Grité de verdadero dolor al sentir sus dientes clavarse en el trapecio de mi hombro. Aceleré contra aquel coñito de perra haciendo que su menudo cuerpo chocase contra la pared sin cuidado:

-Sigue, cabrón, sigue joder. Más fuerte… –La mujer me animaba a que no parase en la follada.

El teléfono móvil de Javier grabó un nuevo orgasmo. Esta vez captó la imagen de mi cuerpo desnudo, de pie, empotrando a Lorena contra la pared mientras la cadena se balanceaba entre los dos, pendiendo del collar que abrazaba su cuello. Aquella mujer había conseguido que me corriese en poco tiempo dos veces. Ella también se mostraba agotada después de haber sido utilizada por dos hombres sin apenas descanso. Sentados cada uno en un sofá degustamos otro whisky que nos sirvió Javier.

No supe calcular el tiempo que transcurrió hasta que Lorena, con su media sonrisa de “femme fatal", se dirigió hacia su marido gateando, arrastrando la cadena metálica. Javier la esperaba tumbado. La mujer comenzó besando sus piernas, desde las rodillas hasta la cara interior de los muslos para encontrarse ante el miembro erecto de su hombre. Sabía lo que tenía que hacer. Se esmeró en lamerle polla, desde la base y los huevos hasta el capullo. Pero el hombre no le permitió acabar la faena y la hizo que se colocase sobre él. La mujer se sentó sobre la cara de su marido y disfrutó de una comida de coño. Desde mi posición, podía ver el perfecto cuerpo de Lorena sentado sobre la cabeza de Javier.

La mujer gritaba extasiada por el movimiento de la lengua de su marido sobre su clítoris. Ella tiraba del pelo y movía su pubis contra la cara de Javier. Antes de llegar al orgasmo, Lorena, se colocó sobre el regazo de su marido y agarrándole la polla descendió sobre él. Sintiendo como el capullo topaba en lo más hondo de su coño.

La mujer comenzó una lenta cabalgada sobre su marido. Su maravilloso culo rebotaba contra el pubis de él mientas las manos del hombre acariciaban su figura hasta sus glúteos. No perdí detalle de las imágenes con mi móvil. La melena rubia de Lorena se movía en su espalda con cada movimiento de ella sobre la polla. Javier tiró de la cadena obligándola a inclinarse sobre su torso y comerle las tetas. Ella se agarró las nalgas y las separó ofreciéndome una espectacular visión de su entrada trasera en lo que era toda una declaración. No me hice esperar y tras lubricar mi polla con un gel me acerqué a ellos y la sodomicé lentamente. Sintiendo como los dos miembros erectos horadaban sus agujeros entre gritos de la mujer. Durante 10 minutos, Lorena, aguantó la doble penetración a la que la sometimos su marido y yo.

Aquel menudo cuerpo de mujer era un juguete entre nosotros. Poco a poco fuimos acelerando el ritmo de la follada. La mujer gritaba, gemía, suspiraba, con su cadena pendiendo del collar del cuello. Anunció que llegaba al orgasmo con una espectacular corrida que acabó mojando los huevos de su marido. Por mi parte, antes de correrme, me salí de su ano, y quitándome el condón, me coloqué frente a ella para masturbarme. Tiré de la cadena para que se incorporara y me masturbé hasta correrme en su cara y sus tetas. Mi leche caliente manchaba su perfecto cuerpo de gimnasta. A Javier le pudo el morbo de ver la cara y las tetas de su mujer manchadas con el semen de un desconocido y terminó por derrarmarse dentro de su coño.

Caímos rendidos los tres, el matrimonio junto, ella sobre él. Yo en un asiento a la derecha. Sin darnos cuenta nos dormimos. Varias horas después desperté, solo en el salón. Entendí que ellos se habían ido al dormitorio. Sin despedirme (por discreción) me largué de aquel apartamento a mi casa. Por la noche, recibí un whatsapp:

-Gracias por la noche que nos ofreciste. Javi y Lore.

Junto al texto entraron más de 15 fotografías y un par de vídeos con la sesión de sexo que nos habíamos dado. Pese a que sigo manteniendo su número de teléfono no nos hemos vuelto a poner en contacto.

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