Madurez y juventud, ahora más madurez (2)

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Recién la vi al día siguiente cuando coincidí con ellos en el ascensor; el saludo fue el de costumbre, pero ella evitó mirarme, seguramente por no haber todavía asimilado lo sucedido ayer y eso la hacía adoptar una actitud dubitativa. Naturalmente me mantuve callado dejándole la iniciativa a Pablo, que aludió al pronóstico meteorológico en el corto trayecto de bajada; mi comentario en son de broma fue:

-“¿Hoy también te toca el sacrificio de la reunión a la hora de la siesta?”

-“Sí, lamentablemente no lo puedo evitar”.

Después de almorzar, ya preparado para dormir la siesta con bermuda pijama y remera amplia, estaba lavando la vajilla cuando sonó el timbre; el deseo de que mi vecina hubiera aceptado la velada invitación hecha en el ascensor hizo que mi corazón emprendiera el galope, algo que no pude detener porque efectivamente era ella.

Al abrir la puerta ambos nos quedamos cortados no atinando sobre el tipo de saludo a usar y, sin pensarlo, opté por dejar de lado las palabras para más tarde; con un ademán le cedí el paso para luego cerrar la puerta y, así con los cuerpos separados, le tomé una mano mientras con la otra le acariciaba la mejilla; en ese recorrido mi pulgar prosiguió la caricia sobre los labios, pero no pudo llegar a la otra comisura pues ella los abrió para acoger al dedo y chuparlo delicadamente.

Ese gesto, de manifiesto deseo, puso en evidencia tres cosas, que de puro milagro no eyaculé, que la anterior vergüenza era cosa del pasado y que el saludo estaba a cargo de los ojos con la mirada fija en los del otro. Era el momento de incrementar el contacto y de eso se ocuparon las manos yendo a sus pechos para recorrer las redondeces antes de dedicarse a los pezones; apretarlos, estirarlos y retorcerlos, a pesar de la ropa, fue la progresión que logró arrancarle quejidos y ayes de complacencia haciéndola bajar los párpados.

Para mis adentros pensé, y lo hice sacándole remera y corpiño sin encontrar oposición para luego guiarle una mano al encuentro de mi pija, totalmente libre al haber bajado la cintura de la bermuda; tomarla del tronco y empezar el movimiento de la paja fueron una sola cosa. Reiniciada la caricia en las tetas fue avanzando en el camino hacia el orgasmo a juzgar por la intensidad de los gemidos y la fuerza con que sujetaba mi cilindro, por lo cual, cuando la hice abandonar la masturbación abrió los ojos en muda interrogación.

Mi respuesta fue acercar una silla y sentarme, induciéndola a que ella hiciera lo mismo pero a caballo de mis piernas; luego de ubicar su sexo sobre mi tallo dio comienzo al beso que le daba un barniz emotivo a la batalla carnal y que cumplido su objetivo, decidió avanzar en el placer; para ello apoyándose en el piso se levantó un poco, tomó mi tronco que permanecía pegado al abdomen para ubicarlo donde debía entrar, pues con la otra mano había corrido la biquini dejando libre el camino para el acople.

El contacto entre el puñal y la vaina fue simultáneo con la bajada de párpados, y el momento de absorber esa carne dura fue anunciado con un quejido intenso y prolongado hasta que la tuvo toda adentro y ahí la atesoró, ya que los siguientes movimientos fueron hacia adelante y hacia atrás, de ida y venida, frotándose y empujando, como si fuera posible aumentar la penetración siendo que ni un milímetro de mi pija estaba fuera.

Poco tiempo pasó hasta que los movimientos se hicieran frenéticos, con su cara sepultada en mi hombro mientras las manos, cual garras, arañaban mi espalda. El lapso relativamente corto para correrse estruendosamente me llevó a pensar que desde la casa ya venía caliente, acumulando presión, que explotó a poco de haberle ocupado al completo la vagina.

El momento de laxitud lo pasó sin soltar el abrazo y sintiendo mi dureza intacta, pues tenía pendiente arrojar la lechada. Muy poco respeté su descanso antes de hacer cabecear el miembro, y eso la sacó del letargo despegándose para mirarme, hice otro cabeceo y la levanté para que el glande quedara justo a la entrada, cuando la vi cerrar los ojos y abrir la boca la bajé de golpe y comencé el bombeo.

Un ronquido acompañó la primera bajada con sus manos apoyadas en mis hombros; al hacer contacto los vellos pubianos la aferré de las nalgas para hacerla rotar como si mi miembro fuera un eje, y ahí empezó a gestarse la siguiente acabada, cuyo efecto más palpable fue sentir que mi pija era estrujada y exprimida hasta soltar todo lo que por dentro de ella transitaba; ahí quedamos abrazados recuperándonos.

-“Hola hermosura, qué gusto saludarte”.

-“Me alegra recibir tu saludo, antes de sentirla durante el beso pensé que te habían cortado la lengua”.

-“Es que al no saber cómo recibirte me pareció mejor dejar hablar a las manos”.

-“Por favor, cuando alguien nos pueda ver dejá las manos quietas y que hable tu boca”.

-“Trataré de mantenerlas dentro de los bolsillos”.

-“Además fuiste un perverso, aprovechaste que estaba indefensa para travesear mi culito”.

-“No debieras quejarte, fue solo la puntita de un dedo, a manera de explorador que prueba antes de transitar un camino que todavía no conoce”.

-“Tengo que volver a casa, no sea que algún imprevisto lo haga regresar antes a Pablo y me eche en falta; yo venía para que habláramos seriamente pero aquí me resulta imposible, la tentación es superior a mis fuerzas y vos no ayudás, mañana voy a verte al negocio”.

-“Seguro va a estar mi empleada”.

-“Por eso voy, de lo contrario tampoco podríamos conversar”.

-A media mañana del día siguiente cumplió, después de saludar acordamos tomar algo en el café de enfrente.

-“Mónica, nos vamos al café, si necesitás algo llamame que llevo el celular”.

Mi empleada es esposa de José, el dueño del café que está casi al frente, cruzando la calle; ya servidos, la invité a largar aquello que la preocupaba.

-“Preciosa, aquí nadie va a interrumpir, te escucho”.

-“Primero, sentate en frente, si estás a mi lado peligra la conversación; no sé por dónde empezar”.

-“Probemos con decir lo que pensás y luego lo que querés”.

-“Ahí está el problema porque lo que pienso se da de patadas con lo que quiero”.

-“Veamos si se puede atemperar ese enfrentamiento, ¿qué pensás?”

-“Mi conciencia me reprocha lo que hago, me recrimina que pague de esa manera la fidelidad de Pablo, y tiene razón, él podrá ser gruñón, poco afectuoso, a veces áspero y desagradable, pero a su manera me quiere y no me engaña”.

-“Te entiendo, es algo razonable, aunque resulte incómodo al tratarse de un reproche; ahora contame cómo es que tus deseos son contrarios a eso que pensás”.

-“Es tan simple que asusta; no puedo controlar mis ganas de gozar con vos y, para agravar el asunto, tu participación, en lugar de ayudarme a mantener el deseo bajo control, lo aumenta”.

-“Te pido disculpas, pero apenas te veo mi pene despierta y cobra vida, si fuera posible saldría solo de su encierro para saludarte cariñosamente”.

-“¿Ves que tengo razón? Tu ayuda lo que hace es ponerme más caliente”.

-“No lo hago con esa intención, cuando recuerdo el sabor de tu conchita empiezo a segregar saliva, como cuando teniendo hambre veo una rica comida”.

-“Desgraciado, tengo la biquini mojada”.

Ante eso me senté a su lado bien cerca, para que no fuera evidente mi brazo cruzando hacia su falda; ella, sabiendo lo que seguía, puso ambos brazos sobre la mesa y, cuando mi mano llegó a su destino por debajo de la ropa, abrió las piernas diciéndome a media voz.

-“Hijo de puta, eso es lo que sos”.

-“No importa cielo, yo también te amo”.

Y dos dedos resbalaron íntegros al interior de la vagina ayudados por movimiento de la pelvis yendo a su encuentro; en realidad no hacía falta, pero, a manera de refuerzo, llevé jugos hacia el botoncito que, aun bajo su capucha, ya estaba erguido esperando las caricias que llevarían a su dueña al ansiado orgasmo.

El clímax no se hizo esperar, pocos recorridos subiendo y bajando entre los labios fueron estímulo suficiente para que ella, con la cabeza baja, la remera tapando los pezones duros y los puños cerrados, me lo hiciera saber en voz baja.

-“¡Me corro!, los dedos adentro, fuerte, yaa”.

Su recuperación se produjo mientras tomaba mi café ya frío; para beberlo y después seguir con un trago de soda usé la mano izquierda, no iba a perder la humedad que impregnaba los dedos de la derecha que en seguida los llevé a la boca.

-“Necesito ir al baño”.

-“Esperame un minuto”.

Me levanté para hablar con José, dueño del café, amigo de varios años y esposo de mi empleada Mónica; a él le pedí la llave del dormitorio con baño que era privado de los dueños.

-“José, ¿permitirías que esta señora amiga use tu baño privado?”

-“Por supuesto Rafa, tomá la llave, andá como si estuvieras en tu casa, pero que no se entere mi mujer pues no le gusta, aunque por ser vos no reclamaría”.

El guiño de su ojo fue la muestra de darme tranquilidad, sabiendo que en esa dependencia no solo se iba a usar el baño.

Al entrar al dormitorio la apoyé contra la puerta recién cerrada haciendo que levantara y sostuviera el ruedo de la pollera en la cintura, mientras yo, arrodillado, le bajaba la bombacha y sumergía mi boca en su hendidura; mi lengua incursionando en la entrada, después lamiendo el canal en subida y por último chupando el clítoris como si fuera un pezón, la llevaron a correrse estruendosamente pues mi mano intentando taparle la boca llegó tarde.

-“Ahora cielo desnúdate”.

-“No, así nomás”.

-“Preciosa, para poder ver cada parte de tu cuerpo, mientras madura el próximo orgasmo, quiero que solo lleves aros y anillo”.

-“Ves que tengo razón al decir que te aprovechás de mí”.

-“Sí mi amor, es verdad que soy un degenerado, ahora me acuesto en el piso y vos con un pie a cada lado de mi pelvis te vas a sentar sobre la vara que yo mantengo vertical”.

-“Y encima yo tengo que hacer el trabajo”.

-“Sí mi amor, no tenés que someter a un anciano a este esfuerzo”.

-“Hijo de puta, un anciano no endurece así el pene”.

-“Es un milagro, querida, ahora movete fuerte que quiero escupir leche batida”.

-“Asqueroso, ¿ni siquiera me vas a envestir un poco?”

-“No mi amor, solo voy a mirar el subir y bajar de las tetas, tu cara durante la corrida, la presión de tu culito sobre mi dedo y tu boca abriéndose para berrear; hoy no te voy a hacer el amor, sencillamente te voy a garchar”.

El movimiento hipnótico del cuerpo, bajando en la sentada mientras las tetitas permanecían en su lugar, para luego el torso subir mientras los pechos bajan era algo maravilloso y, a modo de tentación, te surge la pregunta . La respuesta fue llevar mis manos a tomarlos firmemente, estrujarlos y retorcer los pezones; el grito que acompañó la sensación de placer-dolor coincidió con el inicio del orgasmo, por lo que el volumen de su voz aumentó haciéndome temer ser escuchados, pero el temor se fuer al carajo cuando fijé la atención en la manera de unirse los cuerpos.

Ver la barra que hacía de unión ir apareciendo a medida que la hembra se levantaba hasta que tomaba su tamaño total, para luego desaparecer súbitamente al sentarse de golpe era sublime, y a eso agregar que por tener el vientre plano podía encorvarse hacia adelante para mirar fijamente el movimiento de acople era doblemente encantador; el clímax fue exteriorizado cuando cesaron todos esos indicios y quedó totalmente ensartada pero rígida

Después de un par de minutos acostada sobre mí, aun penetrada, pero sin vigor, nos adecentamos para salir; le dije a José que la acompañaba a tomar un taxi y regresaba, y al volver para pagar y agradecer me largó.

-“Casi llamo a la policía, pensé que la estabas matando”.

-“Perdón, ¿tanto se escuchó?”

-“Tuve que cerrar la puerta del pasillo para evitar el escándalo si llegaba un cliente, ¿siempre es así?”

-“Algunas veces un poco más y otras un poco menos”.

-“Te envidio, ojalá yo pudiera hacer lo mismo con mi mujer”.

-“¿Mónica no te deja?”

-“Al contrario, pero yo no llego, pobre, es una puta reprimida porque le doy menos de la mitad de lo que necesita para estar satisfecha”.

-“¿Te lo ha reclamado alguna vez?”

-“Nunca, su amor y bondad no se lo permiten, pero no se necesita ser un lince para ver que algunos días camina por las paredes ansiando la pija que yo no tengo disponible, además de lamentarlo por ella mi preocupación es que algún inescrupuloso se aproveche si justo la encuentra con las defensas bajas”.

-“No creo que suceda, Mónica es ante todo una dama, una señora con todas las de la ley”.

-“Sí, pero es humana, y todos los humanos tenemos algún momento de debilidad, y ahí comienza la cadena, por temor de confesarlo, o por la vergüenza de aceptarlo la cosa sigue y acaba mal”.

-“Lo lamento, vos sabés cuanto los aprecio y me encantaría que todo mejore para bien de los dos, si en algo puedo ayudar solo tenés que decírmelo”.

-“Es un tema difícil, si rejuvenecés mi lívido es porque sos capaz de obrar milagros, si diminuís la de ella otro milagro, aunque podría darse de otra manera, difícil, pero posible”.

-“Veamos qué se te ocurre”.

-“Reemplazarme de vez en cuando”.

-“Creo que más fáciles son los milagros”.

-“No me parece, ella te quiere mucho, te considera un hombre de bien, y a veces, pareciera que sos el varón que quisiera tener entre las piernas. De mi lado te considero un tipo incapaz de perjudicar nuestro matrimonio; hagamos la prueba, si la tratamos respetuosamente no habrá resentimientos”.

-“No voy a negar que me parece una hermosa y deseable mujer, y por el afecto que le tengo no quisiera ofenderla o lastimarla interiormente”.

-“Probemos, yo te aviso cuando”.

Días después, al atender el teléfono, escucho la voz de José diciéndome que había hablado con su mujer pero que, a pesar de su negativa, le pareció ver un atisbo de duda, que la había observado, y a todas luces estaba en esos períodos de calentura que la ponían de muy mal humor; por último me deseó suerte.

-“Qué quería ese insoportable”.

Mi respuesta fue mirarla fijamente.

-“Perdón, no debo meterme en tus cosas, estos días ando con el ánimo revuelto”.

-“No hay problema, te voy a responder porque te aprecio muchísimo y sé de tu discreción, tu marido, después de saludarnos y hablar de cosas sin importancia me deseó suerte; por favor, podrás cerrar y poner el cartel , quisiera que veamos algo adentro”.

Me miró con extrañeza, pero no puso objeción y me hizo caso, pero me llamó la atención que se demorara mirando hacia afuera moviendo el puño cerrado con el dedo largo levantado, seña harto conocida para mostrar desagrado; como estaba cerca me arrimé tomándola de la cintura desde atrás.

-“¿Quién es el destinatario de esa muestra de cariño?”

-“Mi esposo, el entregador”.

-“Que mucho te ama”.

-“No estoy tan convencida”

Suavemente la atraje hasta apoyar mi pija en sus nalgas

-“Yo estoy seguro, y por eso hace esto para evitar que alguien, a quien solo le importe su placer, se aproveche de un momento de debilidad tuya, por favor, termina de cerrar”.

Cuando corrió la cortina tapando los vidrios la volví a tomar restableciendo el contacto y, ante su pasividad, llevé mis manos hacia adelante, una acariciado debajo de las tetas y la otra encima del pubis; cuando echó la cabeza hacia atrás sobre mi hombro la besé en el cuello subiendo hasta el lóbulo de la oreja y al primer quejido la llevé al sillón grande. Para disminuir la posibilidad de un arrepentimiento tardío, ya sentada le abrí las piernas y, haciendo a un lado la biquini, separé hacia los costados los vellos para dedícame a pasar la lengua sobre los labios unidos; al tercer recorrido escuché el pedido en tono de ruego.

-“Por lo que más quieras, pasala por dentro”.

-“Entonces vas a tener que abrir esa flor”.

Con la cabeza ladeada y gesto desfalleciente bajó las manos, se sacó la prenda y, poniendo los pies bien separados en el borde del asiento, con los dedos separó los labios para mostrar la mucosa rosada brillando por el flujo.

-“¡Madre mía!, si me viera José, aquí, abierta como una puta yegua, separando los labios y así despejar el camino para mi patrón, rogando que me la coma, se beba mis jugos y consiga de mí una corrida de burra arrecha”.

Esas palabras, denotando cierto arrepentimiento, podían terminar en un retroceso, cosa que no debía permitir, así que rápidamente cerré mis labios sobre el botoncito erguido para chupar y recorrer con la lengua.

-“¡Sí papito! Sí, haceme acabar como una zorra, ya voyyy”.

Su recuperación la hizo entre mis brazos con algún beso en la frente.

-“Me alegro que hayas podido gozar con mis caricias”.

-“Ya lo creo que gocé, sin embargo los tres somos una mierda, José por entregar a su mujer, yo por ponerme en tus manos mansamente y vos por aprovecharte de mi deseo y de la debilidad de tu amigo”.

-“Algo de razón tenés, pero me surge una duda, los tres mierdas ¿estamos sufriendo?, lo que hacemos ¿es contra nuestra voluntad?, ¿alguien nos obliga a tener esta conducta?”

-“Sos peor de lo que imaginé, con la contestación a esos interrogantes estamos avalando algo que está mal, más aún, la respuesta nos lleva a la conclusión que debiéramos estar felices de ser una porquería”.

-“Es así, aceptamos nuestras imperfecciones, satisfacemos nuestros anhelos y, sin herir a nadie somos felices; ahora mierdita querida poneme bien dura la pija que pienso hacerte berrear de gusto”.

-“Sí mi patrón amado, aunque sigas siendo una mierda te la voy a menear hasta que esté en condiciones de taladrarme y llenarme de leche”.

Y lo hizo con ternura, suavemente como se acaricia algo que se desea muchísimo, yo sentado y ella entre mis muslos separados con una mano cerrada sobre el tronco y otra mimando los testículos; cuando calibró que había obtenido la dureza adecuada tomó un almohadón y lo puso sobre la alfombra, luego se dio vuelta, arrolló el vestido en la cintura, apoyo cabeza y hombros en el cojín poniéndose en cuatro, y abriendo sus dos orificios al separar las nalgas, me invitó.

-“Ahora llename de pija, descargá tu leche dentro, hacé que me felicite de ser tu hembra”.

Y cumplí su pedido dentro del tiempo establecido en el cartel de la puerta. Ya adecentados me interrogó.

-“No me besaste”.

-“Es verdad, y no por falta de ganas, varias veces tuve que frenarme para no hacerlo”.

-“Por qué, yo también lo he deseado”.

-“No hay razón para apresurarnos, es bueno que esa boca siga siendo de tu marido, me encantaría que ahora vayas y le des un beso de agradecimiento por habernos permitido disfrutar”.

Y en seguida salió para cumplir mi pedido; estaba controlando unas facturas cuando recibí una nueva llamada de José.

-“Hola amigo, te escucho”.

-“Te voy a contar qué pasó recién, llegó Mónica diciéndome y trató de darme un beso; espontáneamente la frené y le dije que fuera a lavarse bien la boca, cosa que hizo sin chistar; cuando regresó le pregunté si lo había hecho bien, a lo que me contestó, ¿es verdad?”

-“Así es, yo quiero seguir siendo tu amigo”.

-“Veo que Mónica y yo elegimos bien, va un abrazo”.

-“Igualmente, nos vemos”.

A la tarde apenas abrimos, un poco cortados como es natural, ella largó la pregunta.

-“Y ahora, ¿cómo sigue esto?”

-“Seguirá como lo dispongan José y vos, que no debieran recriminarse demasiado, pues hicieron lo que muchas veces hacemos en la vida”.

-“No te entiendo”.

-“Cuando, ante un problema, no encontramos una solución realmente buena, optamos por aquella menos mala, y en este caso yo soy el mal menor”.

-“O sea que tu nuevo apodo debiera ser ”.

-“De acuerdo, pero solo para que lo usen ustedes dos”.

Unos días después llegó Laura al negocio buscando un conjunto y cuando Mónica la vio puso cara seria; al irse mi vecina después de hacer la compra, mi amante empleada, con un tono que mostraba cierto desagrado, hizo la pregunta.

-“¿Esa es la puta gritona que llevaste al café?”

-“¿Qué dijiste?”

-“Perdón, perdón, hoy ando especialmente irritable, ¿podré poner el cartel?”

-“No sabés la alegría que me da escuchar eso después de tantos días”.

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4 COMENTARIOS

  1. Saludos maestro suruminga un gusto volver a leer una nueva historia hoy con matices diferente ya no es la historia de un marido que se hace justicia por la infidelidad de su mujer sino que se siente complacido con sus cuernos. Cambio de rumbo??? . En fin siempre agradecido por compartir.

    • Querido Avilio Q, gracias por hacerte presente con lectura y comentario. Esta narración es una leve variante sobre el tema, el marido no está contento, está incómodo y, si no manifiesta dolor, es porque el mal menor elegido es en previsión de algo que podría ser catastrófico para su matrimonio. Tanto es así que no impulsa esa conducta en la esposa, solo la tolera y sucede cuando el eventual trastorno se hace presente, nunca como algo buscado. Un abrazo grande

  2. Gracias Josemafacu por leer y comentar, tus palabras me llenan de alegría, recibe mi afectuoso abrazo.

  3. Genio, aunque hay un cambio en sus relatos , lo sigue haciendo con un arte que tienen pocos, me agrado mucho el relato espero que sea el comienzo o continuación de este , lo suyo no pasa por el marido que quiere ser cornudo o decea serlo , como la mayoría de los relatos

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