Esa tarde, Stephany llegó a su apartamento con el bolso colgando del hombro y una energía ligera en el paso. Dejó las llaves en la mesita de la entrada y se quitó los zapatos mientras el aroma de algo cocinándose —probablemente obra de su novio— llenaba el aire. Él estaba en la cocina, removiendo una olla con esa actitud relajada que siempre tenía después del trabajo.
“¿Qué tal tu día?” preguntó él, girándose a mirarla con una sonrisa mientras ella se dejaba caer en el sofá.
Stephany suspiró, acomodándose el cabello detrás de la oreja. “Bien, pero pasó algo curioso en el aula” empezó, con esa chispa en la voz que aparecía cuando tenía algo que contar. “Hoy formamos equipos para el trabajo final, y había un chico, Erick, que se quedó solo. Nadie lo invitó, y… no sé, me dio cosa. No podía dejarlo así.”
Su novio soltó una risita, apoyándose en el marco de la puerta con un trapo en la mano. “¿En serio? Lo hubieras dejado, Steph. Que se las arregle.”
Ella frunció el ceño, aunque no estaba molesta de verdad. “No, no sé hacerlo así” replicó, encogiéndose de hombros. “Se veía tan perdido, pobrecito. Igual no es gran cosa, voy a hacer el trabajo con él y listo.”
Él se acercó al sofá, sentándose a su lado con una ceja levantada. “¿Erick, dices? ¿El flaco raro de los lentes que siempre está callado?” Había oído de él alguna vez, probablemente en una de esas charlas casuales sobre la universidad. Para él, Erick no era más que un personaje secundario en las historias de Stephany, alguien demasiado tímido y nerd como para ser una amenaza. “Bueno, mientras no me vayas a engañar con él” añadió en tono de broma, riéndose mientras le daba un codazo suave.
Stephany puso los ojos en blanco, riendo también. “Ay, por favor, qué exagerado” dijo, dándole un golpecito en el brazo. “Es un chico súper tímido, ni siquiera me mira a los ojos cuando habla. Además, ya sabes cómo soy.”
“Sí, sí, la salvadora de los raritos” bromeó él, levantándose para volver a la cocina. “Solo no te enredes demasiado con sus dramas, ¿eh?”
Ella sonrió, sacudiendo la cabeza mientras sacaba el celular para revisar sus mensajes. Erick le había enviado la dirección de su casa esa misma tarde, un texto corto y algo formal: “Hola, soy Erick. Vivo en Calle 12 #45, cerca del parque. Nos vemos mañana a las 4, si te parece bien.” Stephany respondió con un simple “Perfecto, ahí estaré”, y guardó el teléfono.
Mientras su novio terminaba de preparar la cena, Stephany se quedó pensando un momento. No era la primera vez que alguien le decía que dejara de preocuparse tanto por los demás, pero para ella era imposible. Erick le había parecido inofensivo, solo un chico tímido que necesitaba un empujón. Sin embargo, su novio no estaba del todo equivocado al llamarlo “raro”. Había algo en él —quizás esa forma de mirarla en el aula, breve pero intensa— que no terminaba de encajar con la imagen de simple timidez. No le dio mayor importancia; después de todo, solo era un trabajo en equipo.
Lo que ninguno de los dos sabía era que, al otro lado de la ciudad, Erick estaba en su pequeño cuarto, mirando la pantalla de su celular con el corazón un poco acelerado. El “Perfecto, ahí estaré” de Stephany lo había dejado más nervioso de lo que quería admitir. Mañana ella estaría en su casa, y aunque era solo por el trabajo, algo en él —algo que ni siquiera entendía del todo— empezaba a agitarse.
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Erick parece un acosador jaja. Me está intrigando el relato . Gracias por escribir