Construyendo paraísos

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Cuando llevas la vida soñada te apetece contarla, sin pretensión de levantar envidias, sólo para dejar constancia que la felicidad existe y se puede alcanzar, sin ánimo de ser pretencioso, tampoco sin vergüenza, esto último nos priva de muchos placeres de la vida.

El destino también es importante, pero si te quedas esperando a ver qué te depara, no serás protagonista de tu vida, debemos salir al encuentro de él, pues la fuerza del sino depende de tus decisiones en la vida, del deseo que tengas por alcanzar tus metas y del empeño que pongas en ello.

Esta filosofía me ha llevado a estar al frente de un rancho en Australia de varios kilómetros cuadrados. Me llamo Wily, antes mi vida y mi trabajo era de ciudad, con mi pareja Tara. Ese destino que he mencionado hizo que un tío mío, al que tenía mucho cariño, me dejara en herencia su rancho.

La herencia no llegó caída del cielo, aunque tampoco lo esperaba, en muchas ocasiones le expresé a mi tío lo mucho que me gustaba su rancho. Siempre que tenía ocasión, ya desde niño, cuando era de su padre, o sea, de mi abuelo, me venía para estar con él y ayudar en todas las tareas del campo, por penosas que fueran, a mí me divertían y las hacía con todo el interés y ganas.

Conocía todos los rincones del rancho y la experiencia hizo que dominara todo lo que había que saber para llevarlo, mi tío me llamaba a menudo para que fuera a estar con él, a veces pensaba que lo hacía para que le hiciera el trabajo, a mí no me importaba, al contrario, me apenó mucho la pérdida, tanto de mi abuelo como el inesperado fallecimiento, una década después, de mi tío.

Le había manifestado alguna vez a mi tío que quería que me dejara alguna cosa del rancho, un recuerdo para tenerlo en nuestro piso de la ciudad, lo que nunca me imaginé es que me dejara el rancho entero, no nos cabía en el piso. A Tara le gustaba venir de visita en verano, en invierno ya no tanto y fue reacia a que cambiáramos la ciudad por el campo, al final accedió a ello después de acondicionarlo y llenarlo de comodidades.

Lo primero que pusimos fue una piscina, terreno había de sobra, el primer año fue la atracción de familia y amistades, con el tiempo ya quedó para nuestro disfrute, incluso la pusimos un pórtico para cerrarla en invierno y calentar el agua por geotermia (calor de la tierra) y la verdad es que la disfrutamos todo el año, con sus 25 metros de largo por 5 de ancho hacemos deporte muy sano en ella. Luego vino un jacuzzi y una sauna, completado así un circuito de lo más relajante.

En la casa, dejamos su apariencia de construcción al más puro estilo del Oeste Americano, pero por dentro rediseñada con lo más actual, desde grandes televisiones planas, casi pantallas de cine, cocina de diseño, con su isla central, sueño cumplido para Tara y nuestra habitación con una gran cama de 2 metros por 2 metros, además, Tara tiene su propio vestidor anexo.

Aunque para mí ya era un paraíso, con el tiempo Tara ha construido su propio paraíso, en realidad se puede decir que ha mejorado el paraíso que ya existía, lo ha actualizado a los tiempos, todo lo que fuera necesario para que se sintiera a gusto. Calles de una ciudad, con tiendas y gente, era lo único imposible traer hasta allí, pero eso lo mitigamos yendo un par de veces a la semana, de compras, de visita familiar o de amistades.

Volviendo a nuestra habitación, nuestro lugar de descanso, pero también de placer, del que disfrutamos con asiduidad, pues la llama sigue viva, aún después de tantos años, que los dos ya pasamos del medio siglo, pero en forma. Tara no me canso de contemplarla, es tan atractiva como cuando la conocí, o más, su madurez es espectacular, nadie se cree los años que tiene. Sus formas, sus curvas, siguen tan sensuales, tan deseables. Esas sensaciones me vienen tanto si está desnuda como vestida.

Describiendo a mi querida Tara se me olvidaba que volvíamos a la habitación para decir que, además de la gran cama, tenemos espejos hasta en el techo. Era una fantasía compartida, ya en la ciudad habíamos puesto un espejo grande en una de las paredes. Nos resulta entre divertido y excitante vernos desnudos y si es follando a mí me pone a mil. Por partida doble: Me excita ver cómo me follo a una tía buena, como es Tara y me pone tanto o más ver como folla ella, como disfruta del sexo con sus contoneos, con su tensión, todo reflejado en el espejo.

Muchas veces le digo que le voy a hacer unas fotos con el móvil o un vídeo y así tenerla disponible y hacerme un paja cuando ella no esté, a lo que me responde que mejor que cuando tenga ganas que se lo diga y me baja el calentón. Nos reímos y al final no se las hago, porque es verdad, siempre está, y si me apetece nos ponemos a ello, igual que cuando a ella le apetece.

Nos da igual la hora y el lugar, aunque si estamos en casa terminamos en nuestra cama. A lo largo del día estamos cada cual a sus cosas, no nos falta qué hacer, ya sea porque es necesario o por placer, hay muchas cosas que se hacen por placer que no es sólo sexo, tenemos una casa con muchos placeres a nuestra disposición, desde ricas viandas criadas en nuestro huerto o nuestro establo, hasta juegos de mesa, incluida una de billar y otra de ping-pong, video-consolas, hilo musical, biblioteca, cineteca, conexión Internet, campo para pasear caminado y a caballo, las instalaciones acuáticas ya las he mencionado, pero es que también tenemos playa particular.

Quizás sea por eso que nuestra hora más habitual de echar un polvo sea por la mañana, a la noche ya acusamos el cansancio de la actividad diaria, durante el día las distracciones son casi infinitas. Así que al despertar, casi como deliciosa rutina, nos despertamos con el sol iluminando la habitación, acentuada con los espejos. Nos miramos, nos besamos, nuestras manos empiezan a recorrer nuestros cuerpos, sin pararse en ninguna parte en particular, uno casi espejo del otro, si uno acaricia la espalda, el otro también, si uno acaricia los muslos, el otro también, si uno acaricia las nalgas, el otro también. Todo ello sin dejar de besarnos, fundiendo nuestras bocas.

Algunas veces no puedo esperar a que Tara abra sus ojos, en verano sobre todo, porque dormimos desnudos, por lo que la veo al natural y en el espejo. Me resulta irresistible tener que posar mi mano en sus sinuosas curvas de la cadera con su redondito culo, a la visión se suma la sensación, la suavidad de su piel que noto al deslizar mi mano de arriba abajo y de abajo arriba.

Contemplando esa belleza es la mejor manera de despertar y poder unir a la vista, el tacto y luego el gusto, todos los sentidos se van activando, decir todos es decir hasta los que no engloban los sentidos propiamente dichos, pero también lo son: la atracción, la excitación, el deseo, la pasión… con los efectos que eso produce y que nos lleva al éxtasis orgásmico.

Muchas veces me despierto haciendo la tienda de campaña, con el mástil enarbolando la vela si hay sábana de por medio, y si no la hay se muestra apuntando al techo, con orgullo de quien lo cuenta, pues llegados hasta aquí, ni en mis mejores fantasías sexuales habría imaginado llevar una actividad tan activa y con mi edad, ya que cuando era joven pensaba que en la edad que tengo ahora sería ya una víctima de la “viagra”, será para más adelante.

Nuestros retoces mañaneros siempre terminan en la posición que se denomina de “las cucharas” en el Kama Sutra, libro que he ojeado alguna vez, pero hemos practicado poco, experimentamos alguna postura diferente a las habituales nuestras y nos daba más la risa que las ganas de seguir en esa postura buscando el placer.

De los buenos días iniciales pasamos a las caricias por todo el cuerpo se van haciendo más frecuentes en las zonas erógenas, donde las sensaciones hacen aumentar el deseo, pues nos adentramos en lo más íntimo de la otra persona, que la excitación mutua hace que vaya permitiendo acceder, notas que quien tienes al lado desea que lo haga, sumando deseos mutuos, llenos de pasión que nos lleva a abandonarnos al desenfreno de las sensaciones.

Su suave, redondo y terso culo acapara mis manos, que no pueden dejar de apretarlo y sobarlo, los dedos se hincan en esas blandas nalgas, pero a la vez turgentes que recuperan su ser cuando cede la presión de mis dedos. Esta maniobra tan cerca de su entrepierna, no pueden evitar toparse con su perla escondida, mejor dicho, con su almeja, que no necesita una perla para ser deseada, sí, aunque Tara me lo niega, tiene una almeja muy apetecible.

Mis dedos son mis ojos cuando se deslizan por el cuerpo de Tara, ellos me van diciendo por dónde voy y lo que se encuentran. Mis avances son lentos y delicados, no es para menos, también porque me gusta recrearme en su maravilloso cuerpo, satisfacción que se acrecienta cuando noto su humedad en mis dedos, unas veces ya aflorada entre sus piernas y otras al adentrar mis dedos en su apetecible almejita, notar que se deslizan solos, sin yo ejercer ningún esfuerzo, debido a sus propios jugos, aumenta mi excitación.

Esas sensaciones vienen de mis manos, a la vez que mi boca pasa de fundirse con su boca, a sus pechos, a besarlos y mordisquearlos, dos bultos carnosos con esas terminaciones sonrosadas formando sendas aureolas y pezones que atraen tanto mis ojos como mi boca y son lo más goloso que se me ha puesto delante, la primera vez me pareció una visión increíblemente hermosa y me lo sigue pareciendo todos estos años.

Las manos de Tara no han permanecido quietas en ningún momento, seguían por mi cuerpo como las mías por el suyo. Cuando yo me adentré entre sus piernas, ella se agarró a lo que sobresalía de mi de forma erecta y dura, me lo cogió con sus dos manos menudas y disfrutaba de ello como yo lo hacía de ella. No tardó mucho en darse la vuelta y volver a agarrar el mástil para llevárselo a su zona más que húmeda, entre sus piernas.

Sabiendo por mis dedos que Tara estaba bien lubricada, en cuanto mi punta notó la entrada no pude reprimir mi deseo de estar dentro de ella, de llenarla con parte de mí, de juntarnos “cuchara con cuchara” tumbados unidos, yo detrás de ella, disfruto de su cuerpo a la vez que contemplo su goce.

Mientras agarro con una mano una de sus tetas y aprieto su pezón con los dedos, la otra mano masajea su clítoris cuando sus piernas me lo permiten, ya que cuando las junta me expulsa. Los movimientos se van acelerando, mis dedos en su almeja, mi polla en su cuevita, hasta que ella se para en seco, cazando mis dedos entre sus piernas y hundiendo toda mi polla dentro de ella. Así nos quedamos mientras jadea de gusto y le vienen risitas de satisfacción.

Poco a poco nos vamos despegando, ella se da media vuelta, me coge la polla con una mano, toda mojada de sus efluvios, me empieza a pajear mientras me pide que le meta un dedo en su culete y con la otra mano no hace falta que me diga lo que tengo que hacer. Disfruto de su redondito culo mientras un dedo entra su centro, rodeando el músculo todo él, mientras, por delante froto su clítoris cuando la presión de sus piernas me lo permite.

Sus jadeos me excitan muchísimo, ahora me toca a mí correrme, pero no quiero dejar de disfrutar de su clítoris y de su culo, seguimos cada uno con sus maniobras para dar placer al otro, sin olvidar el placer propio, me doy cuenta que Tara me ha adelantado.

Noto sus espasmos en el dedo que tengo metido en su culo, al mismo tiempo que el ritmo de su mano en mi polla ha variado, es mayor la presión que el vaivén, eso me indica que debo mantener el ritmo de mis dedos sobre su clítoris hasta que mayor presión de sus piernas me vuelven a impedirlo por segunda vez, esa presión prolongada también lo noto en su culito, se ha vuelto a correr, lo que me agrada sobremanera y retoma su mano que rodea mi polla a moverse, veo en el espejo cómo me está haciendo una paja, los dos desnudos, hasta que mis ojos se cierran inconscientemente porque me viene la corrida, intento sujetar la erupción pero no llego a tiempo, su mano se llena de mi leche y salpicando el resto.

Nos quedamos tumbados los dos, boca arriba, mirándonos en el espejo del techo, con cara de satisfacción. Me supone cierto fastidio que se me cierren los ojos cuando me viene el orgasmo, es algo involuntario, porque yo quiero ver la escena mientras el placer inunda mi cuerpo, pero no lo consigo.

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