Mi esposa follando con otro

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T. Lectura: 8 min.

Mi esposa Stella una esbelta mujer blanca cabellera negra curvilínea de 1.72 m, 58 kg y 33 años. Sus pechos son firmes con pezones que parecen estar duros todo el día y un trasero de infarto, por donde pasa le miran el culo, soy de 1.8 metros, cabello corto con algunas canas, 35 años y la biología me ha dotado con una verga de 23 centímetros que mi esposa le fascina degustar y mamar.

Un joven de nombre David ha estado trabajando con Stella como tres meses y medio, es su asistente en la clínica en que trabajamos. Le hemos tenido en la casa en varias ocasiones, por razones de trabajo, luego conoce nuestros hijos. No le había dado importancia de la manera obvia como mira a mi esposa, considerándolo un enamoramiento juvenil. Mi esposa y yo habíamos platicado sobre ello, y a ella le pareció “simpático y fantasioso”.

La compañía realizo una fiesta en un hotel cercano a la playa, donde había virtualmente todo: Paseos a caballo, natación, pesca, tenis, golf y demás. Llegamos al hotel y nos distribuyeron en la primera planta, tanto del lado oeste como del lado oriental.

Mis hijos se fueron a la piscina con el asistente David, yo entré con mi esposa a la habitación la tumbe en la cama le baje el short y la tanga y le comí el chocho como a ella le gusta, ella gemía y gritaba, hasta que se corrió, enseguida la penetre y la follé con fuerza y explotamos en un orgasmo apoteósico, me tumbé a su lado y ella me hizo una mamada como nunca me lo había mamado, y pude ver que a David de pie frente a la ventana observando a mi esposita sacándome la leche de los huevos y supongo que nos había visto follar, pues no corrimos las cortinas de la alcoba por la arrechera que llevábamos.

No sé si mi esposa se percató de lo sucedido con David, o a lo mejor se hizo boba, solo dijo: nuestra habitación es esquinera y tiene dos grandes ventanales y las cortinas estaban abiertas. ¡oh Dios!

Al día siguiente muy temprano desayunamos mis hijos, mi esposa, David y yo; mis hijos quisieron ir de pesca y mi esposa insistió en yo los llevara, junto con otros muchachos. El plan del día era salir en bote desde las 10 de la mañana y regresar a las 5 de la tarde, me di cuenta que ella prefería o quería que yo fuera con los chicos. Mi esposa se quedaba en el hotel en compañía de su asistente, quien no podía apartar la mirada de su escote, de sus levantados pezones, de sus largas piernas con los dedos de los pies coquetamente pintados. Su cuerpo sensual apenas cubierto por un ligero vestido veraniego. Me reí entre dientes, adivinando los deseos del joven.

Cuando llegamos a la playa ya la expedición estaba organizada. Había tres botes, cada uno con doce gentes. Ya estaba establecida la supervisión de los adultos y solo quedaba espacio para mis dos hijos. Así que los dejé ir tranquilos. Me quedé platicando con algunos compañeros durante un rato, planeando jugar golf más tarde y me dirigí a la habitación para encontrarme con Stella.

Cuando estaba cerca, vi a Stella y a David entrar por una puerta lateral del edificio. Los seguí, ellos iban con rumbo a nuestra habitación, salí a los jardines y me acerqué a la habitación, conforme me acerqué más, pude ver sus siluetas a través de las delgadas telas de las cortinas livianas que llaman, ¡Se estaban besando!

No más para ver que sucedía, me moví hacia la otra ventana que tenía las persianas abiertas y se veía hacia dentro con total claridad, pero no podía escucharlos, podía ver perfectamente a David y Stella a menos de 4 metros de distancia. Ella estaba sentada en una silla y David desde enfrente se inclinaba sobre de ella, besándole la frente y los párpados. Continuó besando su cara hasta llegar a sus carnosos labios y esta vez pude ver como pasaba su lengua sobre los labios de mi esposa.

“Bueno, veremos qué pasa” pensé, creyendo que ella se pararía y se iría. Pero en vez de eso, volteó su cara hacia David y empezaba a decir algo, cuando el presionó sus labios sobre los de ella y podía yo adivinar que la lengua de él se deslizó en la boca de Stella. La vi entrecerrar los ojos y devolverle el beso.

Se besaban apasionadamente, podía ver que él exploraba con la lengua la boca de ella que sacaba su lengua al encuentro de la de él. En un rato más ella era la que succionaba suavemente la lengua de él, que bajó su mano y empezó a pellizcarle suavemente un pezón.

Ella le tomó suavemente por la muñeca retirándole la mano de su seno, pero él simplemente se agachó más y la deslizó bajo su falda para acariciarle los muslos. Stella separó su boca de la de él y viéndolo con cierto entusiasmo, supongo que le decía que no deberían estar haciendo esto. Podía yo verla sacudir suavemente la cabeza. Pero no se le veía molesta o incómoda.

Él le acarició la mejilla y tomándola por la nuca se inclinó nuevamente hacia ella y pasó su lengua sobre los labios de ella repetidas veces hasta que logró que abriera nuevamente la boca y volvieron a juguetearse mutuamente con sus lenguas.

Él volvió a aventurar su mano bajo el vestido, sin que ella tratara esta vez de retirarla, al contrario, separó un poco sus piernas, permitiéndole pasar más allá de sus muslos. Podía yo ver que él trataba de meter sus dedos en sus pantaletas para acariciarle el chochito. ¡Hombre! Mi verga estaba dura como de acero, me la saqué y empecé a trabajármela, pensando que pronto ella lo cortaría, o yo entraría en el momento preciso.

Él se enderezó y me sorprendí cuando vi que se abrió la bragueta y se sacó la verga, la sostuvo con una mano y lo acercó a los adorables labios de mi esposa. Ella se echó atrás sorprendida, mirándola fijamente, pero él simplemente moviendo sus caderas acercó el glande hasta que empezó a pasarlo suavemente sobre los carnosos labios. La vi sacar la lengua y limpiar con ella la punta enrojecida, movió entonces la cabeza y dejó que todo el largo reposara junto a su mejilla. La vi que tenía los ojos cerrados y estaba hablando con él, quien mientras le contestaba también le restregaba la punta del glande en la mejilla.

¡Hombre que caliente estaba esto! Mi esposa hasta ese momento supuestamente no había visto la verga erecta de otro hombre y ahora tenía una pegada a la mejilla. Volteó hacia arriba viéndolo y él se movió guiando nuevamente su glande hacia los suaves labios. Esta vez ella cerró los ojos sacó la lengua para que apoyara en ella el instrumento y cerró sus labios sobre el glande.

¡Yo estaba en choque! Aquí estaba mi hermosa mujercita chupando la verga de este hombre y yo estaba al tanto de lo bien que ella sabe hacerlo. Ella adora mamar verga. Cuando él estaba volteado hacia abajo viendo como le sorbían y lamían el pedazo de carne, echaba la cabeza hacia atrás y suavemente se mecía introduciendo y retirando la estaca de la hermosa boca, sosteniéndola de la cabeza, acariciando sus cabellos.

Veía yo que ella estaba verdaderamente inmersa en ello. Estaba totalmente posesionada de su papel de mamadora. Moviendo rápido adentro y afuera la verga, retorciendo su lengua sobre el glande y luego introduciéndose toda la estaca hasta la raíz. Él le tomó pronto el ritmo y empezó a meter y sacar al mismo tiempo que ella haciendo cada vez más profundos los empujones.

Sosteniéndola de la cabeza él empezó a cogérsela metiéndole la verga hasta la garganta. Vi que abrió enormemente los ojos y trató de echarse hacia atrás, pero él la sostuvo y empujó su toda verga en la boca de mi esposa y empezó a descargar sus huevos.

Vi como los músculos de su trasero y los de sus piernas se tensaron y empujó más profundamente hasta que el vello de su pubis estaba aplastado contra los labios de mi mujer y empezó a sacudirse. Los ojos de Stella continuaban muy abiertos y la vi tragar y tragar su semen. En ese momento no pude soportarlo más y me vine abundantemente en uno de los orgasmos más fuertes que yo haya tenido jamás.

Una vez que se la sacó, vi a mi esposa lamerse los labios y limpiarse la barbilla con el dorso de la mano. Él se hincó frente a ella, hablándole, probablemente diciéndole lo buena mamadora que es, no se había subido los pantalones y podía verle la verga aún tiesa, aunque goteando.

La abrazó por detrás y la jaló a la orilla de la silla y le levantó la falda dejando a la vista sus pantaletas. Ella trató de incorporarse apoyándose en los hombros de él, moviendo la cabeza de un lado al otro obviamente negándose, pero eso no lo detuvo a él de bajarle los calzones. Una vez que le bajó las pantaletas, acarició tiernamente sus primorosas piernas y la descalzó de sus sandalias y jaló sus pequeños pies, ella estaba todavía protestando cuando él le levantó las piernas y tomándola por debajo de las rodillas, virtualmente se sumergió en su vulva con su lengua y labios. Ella echó la cabeza hacia atrás y sujetó sus dedos sobre los hombros de él, mientras él movía su cara dentro del caliente sexo.

Él estaba succionando y lamiendo furiosamente, podía yo verlo encajando su lengua en el chocho de mi esposa. Ella ya no pudo soportarlo y empezó a venirse convulsivamente. Su cabeza se meció hacia atrás y abrió la boca, ante el empuje de la lengua de él, que continuó lamiendo y lamiendo mientras ella se venía, hasta que ella lo forzó a retirar la cara de su sexo.

Así como se retiró, se levantó aun sosteniéndola por las piernas y si hacer pausa se dejó caer sobre de ella y le encajó toda su verga profundamente en su chocho. Mis ojos casi se paralizan, mi verga estaba palpitando y se ponía cada vez más dura de lo que nunca había estado mientras veía yo a este joven enterrar su verga en el abierto coño de mi mujer.

No le tomó mucho tiempo, él empujó las piernas de ella hasta atrás e incorporándose apalancó su verga dentro de ella hasta el último centímetro y empezó a venirse nuevamente. Demonios, nunca había visto algo tan excitante, pero mi cara ardía y la verga me dolía. Acababa de ver a mi esposa mamarle la verga a otro hombre y ahora él acababa de cogérsela a conciencia.

Se quedaron ahí yaciendo abrazados sin moverse. Me regresé, subiéndome la bragueta y saliendo del jardín empecé a gritar “¿Stella… Stella?” Sabía que me escucharían desde afuera.

Mientras le daba la vuelta a la puerta había gente caminando, una camarera tenía una charola con copas de champaña, tomé una, me la tomé de un solo trago y tomé otras dos. “¿Stella… Stella?” Volví a gritar y al acercarme a la entrada tomé las dos copas con una sola mano y abrí la puerta.

Stella estaba nuevamente recostada en la silla. David ya no estaba. El vestido de ella estaba bien ajustado, sus sandalias nuevamente calzaban sus hermosos pies y supongo que su rezumante coño estaba cubierto por sus empapadas pantaletas.

“Hola Cariño” dijo ella medio adormilada “Pensé que estabas con los niños y estaba tomando una pequeña siesta”. “Bueno” le respondí “Te tengo una agradable sorpresa, ellos no regresarán en algunas horas, ten, te traje champaña”. Ella tomó la champaña y yo le di un sorbo a la mía y decidí que la “pescaría” por haber hecho algo. “Me alegro que estemos solos aquí Cariño” le dije “Traigo muchos deseos de ti”.

“Oh No” Dijo ella retorciéndose y tratando de escapar “No, no ahora no quiero, podrían vernos”, “No lo creo Cariño” le respondí mientras le subía el vestido y sujetaba sus pantaletas “Solo nosotros estamos aquí o quieres más compañía”. A ella se le cayó un poco de champaña, luchó y trató de mantener sus preciosas piernas juntas, mientras yo se las abría y me metía entre ellas, pero yo fui más fuerte que ella observando que no tenía pantaletas.

“Voy a comerte este maravilloso coño tuyo, querida vas a venirte como nunca antes”, Le dije, mientras acercaba mi boca a su vulva.

Mi plan original era abrirle el coño y encontrarlo lleno de semen, entonces acusarla de andar follando con otros y hacerle una escena para darle tratamiento completo. Miré su chochito y se veían los suaves labios llenos con una traza de crema entre ellos escurriéndole hasta el culito. Decidí entonces que podría hacerlo peor aún. Me di cuenta de que quería probar ese chochito lleno de semen, supuse que, al lamerlo, tendría la prueba de lo que había pasado para mostrárselo a ella.

“Nunca te había visto la vulva tan húmeda, mi amor”. Gemí “No cabe duda de que me estas deseando tanto como yo”. Me agaché, aspiré su aroma y recorrí con mi lengua toda la rajita de su chocho, probando el semen de él, sentí como si unas suaves plumas recorrieran a todo lo largo de espalda, sentí mi cabeza pesada, nunca mis papilas habían sido asaltadas de esa manera por ningún sabor. Un tanto salado. Introduje mi lengua explorando en su vagina lamiendo y sorbiendo. Ella gimió fuerte y abrió aún más las piernas, mientras yo hambriento lamía una y otra vez su húmedo chochito. “Oh Dios mío” gimió ella, y decía: ”chúpame.. chúpame duro muérdeme el clítoris, ¡oh! Dios mío”

“Que sabor tan rico tienes querida” Y empecé a cogérmela con la lengua, desde su clítoris hasta su culito, tragándome el semen de David junto con los jugos de ella, no le tomó mucho tiempo para venirse. Tuvo el orgasmo más fuerte que jamás le propiné, literalmente me quitó el aliento. Me jaló hacia ella y la monté tal como él lo había hecho, la follé fuerte, intensamente y con furia.

Su chocho nunca había estado tan suave, tan húmedo y pegajoso, me tomó solo unos minutos para explotar dentro de ella. Permanecimos, así como unos diez minutos o más. Me di cuenta de que acababa de tener el mejor polvo de mi vida, entonces le dije: “busca a David y haz que te coma el chocho con mi semen, que deguste mi semen junto con tus flujos; de la misma manera como yo me comí su semen con tus flujos”.

Mi esposa abrió los ojos como platos mirándome con interrogación, yo le dije: “mira, no sabía que eras tan putita, te vi follando con David, quería hacerte una gran escena, pero la calentura me ganó y gocé follándote con el semen de otro en tu chocho, quiero hacer convertirte en una verdadera puta y follarte junto con tu asistente, vamos a hacer un trío, por favor llámalo”.

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2 COMENTARIOS

  1. Su padre ve a mi mujer Nicoll con muchos deseos como hombre y he decido compartirla con el,
    pues mi fantasía es ver a mi preciosa y joven mujercita Nicoll, cachar con otros hombres.

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