Tavo, Sandra, yo y… (1)

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T. Lectura: 9 min.

A mis dieciocho años, me hice amigo de chicos de otro barrio mayores que yo. En promedio me llevaban cinco años de edad más o menos. La mayoría de ellos vivían en la misma calle. A pesar de la diferencia de edad me aceptaron con ellos. Creo que ayudó que mi apariencia era mayor a la edad que tenía.

Casi siempre pasábamos el tiempo en la calle, otras veces nos reuníamos en casa de Tavo, teníamos tanta confianza con él que era común entrar a su casa como si fuera la nuestra.

Se podría decir que Tavo era el líder del grupo. Creo que esto más que nada era porque siempre teníamos su casa a nuestra disposición, su familia era muy amable y siempre nos recibían muy bien.

Yo hice mucha amistad con Tavo que ese entonces tenía veinticinco años. De alguna manera se convirtió en una especie de mentor para mí. Siempre me ayudaba a entender cosas de la vida y en un momento dado también de mujeres y sexo.

Básicamente Tavo tenía tres reglas.

1) Nunca obligues a una chica a hacer algo que no quiera.

2) Si vas a coger, siempre usa condón, si no tienes uno, mejor ve a jalarte la verga y no hagas estupideces.

3) El único orgasmo que importa es el de la chica con quién estés, ella siempre debe de venirse primero.

Tavo me decía que siempre llevara conmigo un condón, me regalaba unos, pero nunca los acepté por temor a que mi madre o mis hermanas me los encontraran. Me dijo que cuando necesitara uno pasara a su cuarto y lo tomara, aunque él no estuviera.

Una tarde llegué y no había nadie en la calle por lo que supuse que estaban adentro y entré a su casa. Vi a Tavo, lo saludé y me preguntó sorprendido que hacía en su casa, lo cual me extrañó, parecía que había hecho algo malo.

–Wey, estoy esperando a Sandra, no puedes estar aquí.

Sandra era una de las tres “buenotas” del barrio. En ese entonces tenía veinticuatro años. Era alta, delgada con buenos senos y trasero, parecía modelo, de hecho, tiempo después trabajó como edecán. Tavo ya le había pedido que fuera su novia, pero ella lo había rechazado, no era una chica fácil de conquistar. Lo que llamaba más la atención de ella, es que se sabía que era abierta al sexo.

–Wey, la invité a ver una película, ¡la película!

Tavo había preparado un videocasete vhs, era una película como cualquiera, solo que como a los cinco minutos de iniciada aparecía una pareja, ella dándole la espalda, pegando su cuerpo hacia él mientras movía la cadera sensualmente, la escena continuaba con él acariciando sus senos por encima de su ropa mientras ella levantaba lentamente su falda dejando ver su entrepierna.

La escena duraba apenas unos segundos, lo suficiente para darse cuenta que no era parte de la película, y dejar en la imaginación que esa pareja tendría sexo. La película normal continuaba hasta que había otro corte en el que la chica lamía una gran verga, un corte a él chupándole la vagina a la chica, esta parte duraba un poco más. Seguía más de la película hasta que un nuevo corte aparecía con la chica montando y teniendo un orgasmo bastante intenso y escandaloso, el resto del video era porno.

Tavo afirmaba que era un método infalible, casi siempre le daba buen resultado. Decía que en el segundo corte podía saber si la chica con la que estaba en ese momento con él, aflojaría o se apretaría. Ninguno de nosotros podía saber si solo alardeaba, aunque habíamos visto el video, nunca quiso prestarle a nadie el casete, lo cuidaba como un gran tesoro. En ese tiempo era común comprar o cambiar películas, fingía que así venía el video.

Uno de sus hermanos vivía en Estados Unidos, Tavo le pedía que le mandara revistas porno, tenía una buena colección, algunas veces también le mandaba películas de adultos, todos teníamos acceso a ese material, pero no a su videocasete.

–Wey, vete que me vas a echar a perder las cosas con Sandra, tengo que aprovechar que tengo la casa sola.

En ese momento llegó Sandra, llevaba una playera azul claro y unos pantalones de mezclilla ajustados. Aunque en otras ocasiones mi mirada ya se había perdido en su cuerpo, esta vez vi con más detalle sus formas, sus senos redondos a través de su playera y la forma redonda y bien formada de su trasero, pensar que estaba viendo a una chica que posiblemente estaba a punto de tener sexo me hizo verla más a detalle.

Nos saludó de beso y preguntó qué película íbamos a ver. Tavo discretamente me hizo una seña para que me fuera.

–Nos vemos luego. –les dije para dejarlos solos.

–¿No te vas a quedar? –Dijo Sandra. –No tienes que irte, veamos la película juntos.

Tavo en muchas ocasiones había presumido su método del video, ¿sería posible que Sandra supiera las intenciones de Tavo y pedirme que me quedara era como una forma de que no pasara nada?

–Anda, quédate. –Insistió Sandra.

En la parte de arriba estaba la televisión. La construcción dejaba a la sala en medio, como un área común, y alrededor las habitaciones de la familia, cada habitación tenía una ventana que daba hacia esa sala. Subiendo las escaleras estaba la puerta del cuarto de Tavo.

Al centro de la sala estaba un sillón para cuatro personas, a un lado un sillón para dos personas y al otro lado un sillón individual en el que me senté para dejar que ellos estuvieran juntos.

–Vente para acá, aquí cabemos todos. –Dijo Sandra.

Me sentía un tanto nervioso y ansioso de saber lo que iba a pasar. Quería estar en el sillón individual para poder ver sus reacciones, pero ante la insistencia de Sandra me acerqué a ellos. Sandra quedó en medio de los dos.

Inició la película y llegamos a la primera escena, Tavo fingió sorprenderse.

–Qué pena, no sé qué pasó, lo voy a quitar. –Dijo Tavo al tiempo que se levantaba por el control remoto de la videocasetera.

Tavo no tenía prisa para quitar la película, todo estaba fríamente calculado para dejar que continuara. Por mi parte sentí algo de pena.

–Ay chicos, ¿se espantan con eso? He visto cosas más candentes, eso no es nada. –Dijo Sandra.

Tavo me miró con cierto orgullo de que Sandra estaba pasando la primera prueba.

Durante la segunda escena de sexo, no parecía haber reacción alguna por parte de Sandra, estaba como si nada. Tavo nuevamente fingió sorprenderse.

Los dos veíamos a Sandra para ver como reaccionaba, ella no dijo nada, solo miraba fijamente la pantalla.

–Así la tengo de grande. –Dijo Tavo.

Sandra no hizo ningún ademán, yo en respuesta al silencio reí, solo hice que el momento fuera más incómodo para nosotros.

Tavo alcanzó el control de la videocasetera nuevamente, pero se quedó inmóvil, estaba sorprendido de que Sandra no tuviera ninguna reacción, no sabíamos si estaba molesta, a punto de decirnos algo e irse. Tavo se sentó con el control en sus manos, Sandra miraba la pantalla fijamente, y nosotros a ella esperando una reacción. Tavo le preguntó a Sandra si quería seguir viendo, pero ella no le contestó.

La sensación de tensión y expectativa, saber que seguiría la escena fuerte del video había hecho que se me pusiera dura, algo que no podía esconder, el bulto en mi pantalón me delataba, pero no era algo que me preocupara esconder.

Sandra había permanecido inmóvil con las manos sobre las piernas, cuando terminó la escena del orgasmo apretó sus puños.

–¿Quieren hacerme eso? –Dijo Sandra.

–Solo si tú quieres. –Le respondió Tavo.

–¿Los dos quieren cogerme? Nunca he estado en un trio.

–Solo si tú quieres, si no te sientes cómoda no.

Sandra continuaba inexpresiva, lo único que había cambiado era la tensión en sus brazos.

–¿Los dos me quieren coger al mismo tiempo?

–Los dos al mismo tiempo o yo primero, tengo muchas ganas de hacerlo contigo, lo sabes.

Tavo se acomodó al filo del sillón esperando que Sandra contestara. Yo también la veía esperando una respuesta, con los gemidos de los actores teniendo sexo, el silencio de ella se volvía eterno. Sandra me gustaba, pero, si no había querido ser novia de Tavo siendo él más experimentado que yo, y por la diferencia de edad, nunca pensé que podría tener algo con ella.

–¿Qué dices?, si quieres vamos a mi cuarto tú y yo.

También me puse a la orilla del sillón esperando su respuesta, en ese momento vi que la entrepierna de Tavo no dejaba nada a la imaginación, usaba un pants, y la delgada tela de la prenda no oponía resistencia a un miembro duro y grande, Tavo no mintió cuando dijo que la tenía igual de grande que el actor porno.

–Vamos a ver qué pasa, que las cosas fluyan. –Dijo Sandra.

Tavo no perdió el tiempo, de inmediato se acercó a ella para besarla, yo no sabía qué hacer.

La mano de Sandra comenzó a acariciar mi pierna al tiempo que hacia lo mismo con Tavo, sujetó su pene y Sandra le dijo que la tenía muy grande, apenas podía hablar por los besos que él le estaba dando.

Tavo la jaló para acomodarla hacia él y acariciar su cuerpo, Sandra quedó casi de espaldas hacia mí, me dejaba poco campo de acción.

Acaricié uno de sus senos, pero con las manos de Tavo recorriendo todo su cuerpo era imposible no estorbarnos. Me di cuenta de que él iba por lo suyo y parecía que no quería compartir.

La posición en la que quedó Sandra no le permitía seguir acariciando mi miembro fácilmente. Traté de levantar su playera, pero, con él encima de ella era imposible.

Por un momento me quedé como un simple espectador, me había puesto muy caliente, sentía que mi pene iba a estallar, comencé a frotarlo por encima de mi pantalón tratando de aliviar un poco ese deseo de que Sandra siguiera tocándome.

Acaricié su pierna subiendo hacia su cadera, seguí subiendo por su cintura siguiendo su contorno hasta su seno, pero seguía chocando con la mano de Tavo. Sandra seguía acariciando el pene de Tavo por encima de sus pants. Yo también quería que Sandra me la jalara, me estaban dejando fuera del juego.

Tavo se puso de pie, su actitud era muy orgullosa, la longitud de su miembro se notaba por debajo de la tela, la sujetó de la base para que no hubiera duda de su tamaño, Sandra lo veía fijamente, sus labios se entreabrieron, volteo a verme, me vio masturbándome y se acomodó para alcanzar nuevamente mi pene que aún seguía adentro de mis pantalones.

Tavo comenzó a bajarse lentamente el pants dejando ver la base de su miembro, poco a poco bajaba la prenda, Sandra se mordía los labios mientras su mano apretaba mi pene.

Tavo continúo bajando su pants, haciendo que su miembro quedara paralelo a su pierna, y se fuera descubriendo poco a poco presumiendo su longitud. Toda esa zona estaba rasurada por lo que su miembro y sus testículos se lucían más. Cuando llegó a la punta, su pene se liberó golpeando hacia su abdomen como si tuviera un resorte. Su glande llegaba hasta su ombligo. Parecía que tenía ensayado ese movimiento.

Mientras Tavo hacía su show yo había levantado la playera de Sandra y había metido mi mano entre su brasier para acariciar su seno, redondo, abultado y firme, pellizqué suavemente su pezón y deslicé mi dedo por el contorno de su areola. La mano de Sandra trataba de bajar el cierre de mi pantalón, su movimiento era torpe, no lograba hacerlo, no sé si estaba impactada por el pene de Tavo o era por la posición en la que estábamos por lo que se le dificultaba.

Tavo acarició la punta de su pene embarrándose una gota que salía de él, lo sujetó por la base para apuntar hacia Sandra como si fuera una lanza, ella se incorporó lo suficiente para chupársela.

Bajé el cierre de mi pantalón y lo desabroché, para que Sandra tuviera acceso a mi pene, su mano se envolvió en mi glande el cual ya estaba chorreando bastante. El masaje a mi pene y tocar su busto era en lo único en lo que había podido participar.

Tavo se hizo para atrás y se masturbó mientras le pedía a Sandra que se quitara la ropa, ella se quitó la playera, su brasier desacomodado dejaba ver uno de sus senos, se lo desabrochó para dejarlas al descubierto, sus tetas eran hermosas. Antes de que Sandra pudiera hacer otra cosa, Tavo la tomó de las piernas, y la jaló de una manera un tanto brusca, como posesiva, Sandra quedó con la espalda apoyada en el sillón, casi acostada, Tavo le acarició los senos y comenzó a chupárselos alternadamente. Nuevamente quedé como espectador de una escena porno.

La respiración profunda de Sandra y los chupeteos que Tavo le estaba dando me ponían muy ansioso, yo también quería tocar a Sandra y que ella me diera placer.

Tavo se incorporó para desabrochar el pantalón de Sandra, ella levantó un poco su cadera para que el pudiera jalarlos. Sandra me miró, pero no me atrevía a besarla, se la acababa de mamar a Tavo, y sus senos estaban mojados de las chupadas que él le acababa de dar.

Tavo levantó y separó las piernas de Sandra para chupársela, el vello de su sexo estaba recortado casi al ras. Tavo lamía su vagina, ella de inmediato le respondió con ligeros gemidos de placer, ella se sujetó los senos y exclamó.

–Que rico me la chupas, que rico se siente.

Yo me estaba masturbando esperando un momento adecuado para intervenir. Sandra volteó como buscando mi pene y abrió un poco su boca. No dudé en acercarme, me puse de rodillas en el sillón junto a ella para que me la chupara. Su lengua se movía recorriendo mi glande, me miraba fijamente para ver mi expresión. Lo succionaba como si su boca fuera una ventosa, sus labios se apretaban amoldándose al grosor de mi pene.

–La chupas bien rico, siento mucho placer. –Le dije a Sandra.

Sandra sujetó mi glande con sus dedos, dándole un masaje, lo levantó para darle un par de lengüetazos a mis bolas.

–Me toca cogerte, levántate. –Le dijo Tavo a Sandra al tiempo que me hacía una seña para que me quitara.

La acostó en el sillón, le abrió las piernas y se puso un condón.

–Mira lo que te voy a meter. Ya tenía muchas ganas de cogerte, con esta verga te vas a venir muchas veces.

–Despacio, la tienes muy grande, deja que me acostumbre a ella. –Le respondió Sandra.

Le levantó las piernas y empezó a hundir su miembro, Sandra hacia exclamaciones de placer, entraba y salía poco a poco, y cada vez la hundía más. Las piernas de Sandra se aferraron a él, sus manos se envolvieron en su cuello. Tavo estaba midiendo hasta dónde podía metérsela. Cuando se la había metido un poco más de la mitad, sus movimientos fueron más firmes.

–Un poco más. Métemela más. –Dijo Sandra.

Tavo le estaba metiendo casi las dos terceras partes de su miembro cuando Sandra le dijo que era suficiente. Le había tomado la medida, hasta dónde se la podía meter sin lastimarla, apoyó sus manos a los lados de Sandra, el movimiento para penetrarla era desde su cadera, casi se la sacaba por completo y la metía hasta donde ella le había indicado, más fuerte y rápido cada vez. Sandra gemía y le decía que era una vergota deliciosa.

Con Tavo casi acostado sobre ella yo no podía hacer nada. Me sentí algo frustrado, estaba muy caliente, después de la pequeña mamada que me dio Sandra, masturbarme no era suficiente. No me quedaba más que esperar mi turno.

Tavo se puso de pie levantando a Sandra. Pensé que sería mi turno.

Él se sentó en el sillón y le pidió a Sandra que se pusiera frente a él.

–Móntame, siéntate en mi verga a ver si te la puedes meter toda.

Sandra se acomodó, sujetó el pene para dirigirlo a su entrada y se dejó caer sobre él.

–Qué rica verga, grande y durísima, no me la acabo.

Sandra gemía, sus senos rebotaban con el movimiento de su cuerpo subiendo y bajando sobre el pene de Tavo. Él se aferraba a su cintura guiándola en sus movimientos.

Pensé que podía coger a Sandra por el ano y hacer una doble penetración, busqué si había otro condón y no, sabía en dónde estaban los condones, pero sentí que si no aprovechaba el momento lo perdería, además, pensé que si la penetraba por el ano no lo necesitaría.

Me paré detrás de Sandra tratando de alcanzar su otra entrada. Tavo la abrazó y el trasero de Sandra quedó más accesible para mí, al cambiarla de posición, Tavo se la metía como si fuera un pistón clavándosela con mucha fuerza. Agarré a Sandra de sus nalgas tratando de abrírselas. Tavo la penetraba con más fuerza, moviéndose más rápido, haciendo imposible que pudiera penetrarla.

Traté de mantener firme la cadera de Sandra para poder entrar en ella, esto molestó a Tavo.

–¡Ahorita no cabrón! ¡Déjanos coger en paz! –Dijo Tavo en tono enojado.

Su reacción hizo que me molestara, no sabía si esperar a que él terminara para poder hacerlo con Sandra, o irme y dejarlos solos.

Sandra estaba riquísima, yo sabía que sería imposible estar con ella en otra ocasión, no tendría otra oportunidad. Sandra me llevaba seis años, nunca me haría caso.

Sandra gemía de placer, indiferente a lo que había pasado.

Con tanta excitación que tenía me sentí muy frustrado, estaba muy caliente, aun así, decidí irme, me puse los pantalones. Debía calmarme antes de irme, el bulto de mi pene duro se notaba, si me encontraba a alguien en la calle no podría ocultarlo. Pensé en bajar a la estancia a esperar a que se me bajara, pero con sus gemidos no sería fácil.

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