Buen día, queridos lectores. En esta ocasión quiero relatarles la vez que por accidente descubrí a mi esposa haciendo un servicio especial a un amigo, todo para ayudarlo con su depresión.
Todo comienza cuando por motivos de seguridad, compré algunas cámaras IP para vigilar nuestra casa, ya que por trabajo, mi esposa y yo salimos mucho del hogar.
Decidimos colocar una cámara en el patio de entrada a nuestro departamento y una en la sala de estar. Mi esposa nunca quiso instalar la app para checar los videos así que yo era el único que de repente accedía a vigilar y la verdad era algo que con el tiempo dejé de hacer regularmente. De hecho durante algún tiempo dejaron de funcionar y hasta nos habíamos arrepentido de comprarlas porque pensábamos que ya no transmitían nada.
Un día que yo me encontraba fuera de la ciudad, recordé el tema de las cámaras y comencé a intentar hacerlas funcionar, dándome cuenta de que sólo era cosa de reiniciarlas. Quise echar un vistazo para estar tranquilo, así que me conecté a la app y comencé a recorrer con las cámaras la sala y la entrada. Mi esposa me había comentado que ese día vería a un amigo suyo que con el tiempo se había vuelto muy cercano de ambos y que últimamente estaba pasando por una ruptura amorosa y una depresión, por lo que le pedí que me lo saludara bastante y le diera un abrazo de mi parte.
En el video todo normal y yo seguí en mis asuntos. Después de unas horas, mi amada esposa me platicó por mensajes que la estaban pasando a gusto y que nuestro amigo, a quien llamaré Miguel, la pasaría a dejar a casa después de cenar para que yo estuviera tranquilo. Nos despedimos con mucho amor y le desee que la pasaran muy bien.
Pasaron las horas, tal vez serían las 10 pm y yo en la distracción de mis pendientes había dejado la app de las cámaras en espera, por lo que cuando detectaron movimiento me avisaron con un sonido leve. Yo miré de reojo el celular y ví a mi esposa, a quien llamaré Daniela, llegando junto a Miguel a casa muy animados platicando. Me daba gusto verlo sonriendo sabiendo lo mal que la estaba pasando en aquel momento.
Pensé en cerrar la app y continuar con mis asuntos, pero algo me dió curiosidad y quise espiar un poco su conversación, en ese momento no lo hice por morbo, sólo fue curiosidad. Mi esposa y Manuel entraron al departamento, estaban platicando cosas genéricas y parecía que estaban a punto de despedirse cuando Manuel algo quería mostrarle a Daniela en su celular, era algún chisme de su exnovia o algo así. Se comenzaron a reír como cómplices de algo, yo no entendía y me daba mucha curiosidad, resulta que con el tiempo deduje que era algún video cachondo entre Manuel y su ex y eso era lo que despertaba esas risitas entre ambos.
Me dio risa a mí también pero más curiosidad, pensé: bueno, somos abiertos cuando hablamos y ellos son muy buenos amigos, no creo que Daniela lo vea como algo más allá. Pero no sé, así como contaba en un anterior relato sobre el masajista… me despertó un morbo de repente y para mis adentros quise ver a dónde llegaba eso.
Al final, la plática y las bromas continuaron. Destaparon un par de cervezas y brindaron por el desamor y por la ex de Manuel, risas y plática normales. Yo seguía trabajando en mis asuntos y de reojo echaba una vista a la plática que se llevaba en mi hogar. Después de un rato y varias cervezas, se notaban más relajados, se notaba que la cerveza hacía su trabajo de relajarlos, lo noté cuando estando sentados en el sofá de la sala, mi esposa recargó sus pies en el posabrazos del lado de Miguel, preguntándole si no le importaba, a lo que él respondió:
“Es tu casa, ponte cómoda” y soltaron unas risitas cómplices.
Continuaron platicando pero yo noté que Miguel se tardaba en contestarle a Daniela y sus ojos de repente seguían el trayecto de las piernas de mi mujer hasta llegar a sus pies. Daniela llevaba puesto un vestidito super lindo y unos tacones que me parecían super sexys. En algún momento Daniela lo notó y le preguntó a Miguel si todo estaba bien. Él le respondió algo nervioso: “amiga, la verdad no sé si es el alcohol, pero debo decirte que tienes unas piernas muy bonitas y unos pies hermosos”. Se quedaron mirando unos segundos y de repente estallaron en risas y mi esposa le respondió: “ay Miguel, el despecho y el alcohol te hacen ver cosas que no son, andas muy bromista!”.
Miguel rio y puso sus manos, que anteriormente tenía cruzadas en su cabeza, sobre las piernas de Daniela, hizo algo de presión y dijo: “bueno, entre broma y broma… pero qué trabajadas están, se nota que van al gym muy frecuentemente” y rio pero de una forma nerviosa. Yo era un manojo de nervios y de morbo, algo me disparó las sensaciones y pensaba: “mira qué cabrón este amiguito, con las piernas de Daniela a cualquiera se le olvida su ex”, comencé a sospechar que esas manos no se quedarían tranquilas…
La plática continuó en la posición en que se encontraban: mi esposa ya había recargado cómodamente sus piernas por encima de Miguel y hablaban cosas genéricas mientras él discretamente le masajeaba los muslos, le recorría de arriba a abajo hasta llegar a las pantorrillas, todo por encima del vestido. Daniela hablaba un poco desorientada y yo noté que con sus manos se recorría los cabellos, de repente se acariciaba ella misma el cuello e inmediatamente pensé: ¡se está calentando carajo!
¡La situación lejos de molestarme me ponía super cachondo, agradecí haber instalado esas cámaras!
En un momento el par había dejado de platicar y sólo se miraban. Miguel ya acariciaba las pantorrillas de mi mujer por debajo del vestido, mi esposa estaba inmóvil. Después, ella comenzó a levantar una pierna y flexionarla dejando su pie con su tacón aún puesto, a centímetros de la cara de Miguel, a lo que él comenzó a acariciar su pie para después de unos minutos, acercarlo a su cara y acariciar su mejilla con el pie de mi esposa.
Eso me pareció super erótico, le retiró el zapato y comenzó a acariciar su pie desnudo con su cara, sus labios, sus mejillas, era algo que se volvió frenético, era algo muy excitante de ver.
Yo casi sin darme cuenta ya había comenzado a acariciarme por encima del pantalón, estaba muy excitado. Mi mujer se quitó el otro zapato de tacón y lo aventó lejos. No hablaban una sola palabra, no había necesidad. Miguel comenzó a besar las pantorrillas, los muslos de Daniela y ella se dejó llevar, soltaba ligeros gemidos y se contorsionaba cada vez más. Yo estaba seguro de que estaba perdida de excitación.
De repente la ropa les estorbó, se levantaron del sofá mientras se retiraban frenéticos la ropa, cada cuanto se detenían para besarse, para acariciarse. Daniela le tocó el bulto que se le hacía en el bóxer ¡y puso una cara de traviesa que me volvió loco! Le arrancó el bóxer y se dejó caer de rodillas, llevando su cara cerca del pene de Miguel, lo tocó, lo miró de cerca y después de lamerlo un par de veces, se lo llevó a la boca. A Miguel se le escapó un suspiro y no lo culpo.
Daniela lo sabía hacer de maravilla. Todo pasó en el sofá (para mi fortuna, porque lo vi todo desde mi celular mientras me tocaba con locura). Él se sentó y ella se lanzó sobre él, ayudando con la mano a dirigir el miembro de Miguel hacia su vagina, lanzando un gritito cuando habrá entrado, comenzó a cabalgarlo mientras Miguel le azotaba las nalgas, le tiraba del cabello, la sujetaba con fuerza. Era una escena deliciosa: mi hermosa mujer cabalgando a su amigo hasta tener varios orgasmos intensos en nuestra casa, en nuestro sofá.
Yo me tocaba como loco. Cuando Miguel le dijo que casi se venía, Daniela se levantó de repente, le dijo: “¡aún no!”. Lo hizo ponerse de pie, ella se sentó y tomando sus testículos lo atrajo para introducir su miembro a su boca. ¡Era una locura! Yo siempre disfrutaba de que Daniela masajeaba mis bolas mientras me comía el miembro, es una experta. Miguel se volvía loco pero faltaba la estocada final.
Daniela se escupió la mano y mientras volvía a meterse aquel miembro a la boca, observé con una risita lo que ocurría: sin preguntarle (y no creo que hubiera sido capaz de negarse) le metió un dedo en el trasero a Miguel, que se limitó a contraerse y soltar un gemido de sorpresa y morbo, dando paso a grandes contracciones de sus nalgas y espalda y más gemidos (seguro estaba teniendo un orgasmo increíble).
De repente, paz, silencio. Se sentaron uno al lado del otro sin hablarse, sin mirarse (¿por culpa?). Después de unos minutos, se vistieron en silencio, algunas risitas y se despidieron con un gran beso.
De este lado de la pantalla yo me había venido de forma tremenda, me volvía loco de morbo, de excitación. Sabía que llegaría un par de días después a hacerle el amor de forma salvaje a mi mujer…
Este relato continuará…
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