Conocer personas de otras culturas siempre es enriquecedor.
Aún recuerdo cuando escuché sobre un extranjero que había llegado a nuestra ciudad, a nuestro circulo social.
Teníamos una fiesta en puerta. Al llegar a la fiesta, era un tema de todas las edades, había juegos inflables para niños, pista de baile para adolescentes, bar para adultos… comida y ambiente para todos.
Nuestro amigo extranjero estaba en la fiesta. Él ya tenía conocimiento de las bebidas mexicanas, pero al parecer, algunos mal intencionados, quisieron abusar de sus ganas de festejar y saciaron su sed de forma total.
Con el paso de las horas, el baile se hizo presente y ¡oh, sorpresa! nuestro amigo estaba en el centro de la pista sacando sus mejores pasos, poniendo ambiente… pero el baile le daba más sed, así que como un acto de cortesía y a petición de mi mujer, asumí el rol de cuidador. Con ese rol, me enfoqué a darle agua, quitarle el alcohol y cuidar que no se fuera (ya que traía su propio coche). Como suele suceder con estos procesos de ingesta de alcohol, el sueño se hizo presente y para no exponerlo a la vista de todos, lo subí a su coche y lo llevé a su casa. Otro amigo nos seguía en su coche para que yo pudiera regresar. Esta iniciativa de llevarlo vino de mi mujer, ella me lo pidió expresamente.
Fue bueno que lo llevara ya que, tardamos más de 30 minutos en encontrar su casa, nuestro amigo no recordaba en donde vivía. Finalmente, logramos llegar a su casa. Lo dejamos y rechazamos la invitación a una bebida antes de retirarnos.
Habiendo concluido la misión, emprendimos el regreso a la fiesta, no sin antes establecer un compromiso con nuestro amigo a tener una reunión y festejar con él. En su momento, lo pensé como una propuesta de cualquier persona que enfiestada, busca el pretexto para seguir la juerga en otra ocasión.
Al día siguiente recibí un mensaje de agradecimiento de nuestro amigo, se lo mostré a mi mujer y listo. Se cerró el tema… por ese momento.
Pasaron las semanas y resulto que por actividades ya conocidas, mi mujer compartía espacios con nuestro amigo, algunas juntas o algunos eventos cortos. Siempre había algún comentario de ella respecto a si lo había visto, si lo había saludado, si iba bien vestido.
Sinceramente, creo que pequé de inocente…
Pasado un poco de tiempo, hubo un evento en el cual nuestro amigo iba a estar presente. Mi mujer era del grupo que lo había organizado. El lugar era un restaurante muy cómodo en nuestra ciudad, con espacios amplios, jardines y buena comida. El evento transcurrió sin mayores detalles. Todas las mesas cómodas, buen ambiente, plática y bebida muy controlada. Las organizadoras se distribuían en las mesas para estar al pendiente del desarrollo del evento, a veces pasaban a saludar, en otras se integraban a la mesa por un periodo de tiempo y listo.
A mí me pidieron cuidar una mesa y ayudar a que se integraran los invitados. No tuve ningún inconveniente en hacerlo. Fue bueno y disfrute la noche. Pero en un momento, después de las pláticas recordé que mi mujer no había estado en la mesa durante ya varias horas y que la había visto en una mesa cercana desde ese tiempo… así que al buscarla, la encontré en esa mesa, muy integrada en la plática, en un buen tiempo. A su lado, nuestro amigo.
Cabe resaltar que ese día ella llevaba un pantalón negro que hacía lucir sus piernas de una forma muy sutil, pero clara; su cadera y nalgas no pasaban desapercibidas, una blusa negra de tirantes escotada y sobre de ella, otra blusa también negra, pero de estilo casi transparente. A simple vista la blusa de tirantes no se notaba, pero si ponías atención en su escote, podrías notar la belleza de sus senos tocándose, juntos, perfectos.
La mesa en la que estaban ellos, estaba llena al inicio, pero cuando la encontré de nuevo, ya estaba vacía, solo quedaban ellos dos.
Aproveche y me acerque, sentándome a un lado de ella, la intención era que ella estuviera al centro. Llame al mesero y pedí 3 bebidas y pregunté como la estaban pasando. Al inicio nuestro amigo se puso un poco serio, pero yo, de manera directa le comenté que me daba gusto que la estuvieran pasando bien y que me daba gusto verlos platicando.
Mi actitud fue cordial y amable en todo momento, nada que un buen anfitrión no hiciera; aún y cuando no era mi evento ni yo era el anfitrión, pero finalmente estaba dándole la bienvenida a nosotros dos, a ser amigo una vez más.
La noche llegó a su fin, en esta ocasión nuestro amigo no llevaba coche, pero otra amiga del grupo de organizadoras, viuda y sin compromiso, le había dicho a mi mujer que tenía intención de lograr algo con nuestro amigo. Por ello se había ofrecido a llevarlo.
Al momento de despedirnos, nuestro amigo nos dijo “Ella me va a llevar, iremos a su casa por un par de tragos, ¿quieren acompañarnos?”, mi respuesta fue que si, mi esposa me dijo que tenía ganas de ir, pero no quería obstaculizar cualquier intento que la otra dama quisiera emprender. Por ello yo no insistí, aunque siendo muy honestos, había algo en esa invitación que no quería dejar desatendida, pero por el otro lado, mi mujer me dijo “dejemos que se vayan, ya quiero que lleguemos a la casa y cerremos la noche”. Una oferta así jamás se declina. Así que nos despedimos y emprendimos nuestro camino a casa.
En el corto trayecto, la plática inicio resaltando lo exitoso del evento, pero en un momento muy rápido cambió para trasladarse a ella comentándome que la habían pasado bien (ella y nuestro amigo), que habían estado platicando de todo y de nada y que era un buen tipo. También hizo mucho énfasis en si yo creía que esa noche su amiga y nuestro amigo iban a poder aprovechar el espacio y disfrutar de algo más que una plática y un par de tragos.
Llegamos a casa, mi mente estaba puesta en lo que deseaba hacerle a mi mujer y así llegamos a nuestra habitación en donde ella mostró especial energía y ganas de iniciar la faena… pero esto lo tendremos que seguir en la parte 2 del relato.
Estimado lector: te invito a que compartas tus hipótesis en los comentarios y que sigamos la conversación y desarrollo de este relato.
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