Hoy tenía toda la pinta de ser un día jodido más. El mes de agosto en Monterrey no acaricia. El verano pega con toda su intensidad, el sol ataca con fuerza y dedicarte al transporte de pasajeros por medio de aplicación no parece en estos momentos la mejor de las ideas para sobrevivir. ¿Pero qué más podía hacer? Hace 2 meses me despidieron de la oficina en la que ejercía como contador. Y eso solo fue una parte del desastre de año que llevaba. En enero de este año mi esposa me dejó, se cansó de mis errores, de mi arrogancia, de que siempre antepusiera el trabajo sobre la familia y también de mis deslices.
Pero hoy particularmente parecía un día pesado. La soledad se sintió muy fuerte la noche anterior y por más whiskey que bebí, no pude vencerla. El calor y el tráfico del centro de la ciudad se sienten peor cuando uno tuvo una noche anterior difícil. No hay más, la necesidad me obliga a salir a trabajar y transportar pasajeros por medio de una aplicación fue la mejor opción tras mi despido de la empresa a la que le di 10 años de mi vida. Me entregué, di todo y me dieron una patada en el culo cuando la situación económica no era la mejor para ellos. Así es este mundo. Hoy me quedé sin nada.
Seguía en mi trance, solo esperando que sonara una alarma del celular para subir pasaje. Necesitaba que este día fuera bueno. La cabeza me retumbaba y éramos solo yo y la botella de agua. Hoy ni siquiera tengo el dinero para un electrolito. En la radio sonaba la música que utilizó para relajarme y sobrevivir, el álbum “()” de la banda Sigur Ros. En eso estaba cuando sonó el celular.
La aplicación marcaba el inicio del viaje a unos 5 minutos de donde me encontraba. El problema era que era un viaje de tan solo 10 minutos.
–Puta madre –dije mientras aceptaba porque no estaba en condiciones de rechazar el más mínimo viaje.
Esos son los viajes que no sirven para nada, quitan tiempo, dejan poca ganancia y muchas veces son los usuarios más pesados. Pero me tocó resignarme y aceptar. La aplicación indicaba que recogería a una mujer de nombre “Lucía” y tenía una calificación de 4.8 estrellas. Llegué al punto de inicio y una chica de aproximadamente 25 años esperaba en la banqueta. Me detuve frente a ella, encendí las intermitentes y bajé la ventana.
–¿Lucía? –pregunté.
–Sí, ¿Guillermo? –respondió tímidamente.
–Sube.
Vestía una blusa negra en tirantes con un short de mezclilla bastante corto y sandalias negras. Llevaba el pelo recogido en una cebolla y anteojos. Calculé que medía alrededor de 1.60, tal vez menos. Su figura se veía bastante atlética, piernas torneadas, caderas notables y unos hombros que demostraban que pertenecían a una persona que realizaba ejercicio constantemente.
Bajó para recoger unas bolsas que había colocado en el piso y se acercó al automóvil para abordarlo, acerqué mi brazo a la puerta trasera para abrirla y ayudarle a que entrara. Eso me sirvió para que cuando ella entrara pudiera notar con mayor claridad los preciosos senos que se escondían debajo de esa blusa. No eran enormes, pero sí de un muy buen tamaño.
No sé si era mi falta de sexo, tenía casi 2 meses desde que estuve con una chica que ofrecía servicios en “X”. Para ser la primera vez que contrataba un servicio sexual, fue una experiencia mejor de lo que esperaba. Hubo química y la actitud amigable de ella fue de mucha ayuda.
Pero volviendo al momento, Lucía parecía un ángel. Veía por el retrovisor mientras acomodaba sus cosas y se alistaba para que yo comenzara el viaje. Nunca he considerado que tengo fetiches, pero los hombros y la forma en que su clavícula se marcaban me tenían hipnotizado. Además, siempre me han gustado las mujeres con el cabello recogido y más en forma de cebolla. Estaba volteando a verla por el retrovisor cuando nuestras miradas se cruzaron.
–Inicio el viaje –fue lo único que pude decir.
–Gracias –respondió con una hermosa y pequeña sonrisa en su rostro.
El viaje inició con normalidad, aunque se iba formando un poco más de tráfico por lo que las filas antes de cada semáforo del centro de la ciudad se iban congestionando más. Le di un trago a mi botella de agua y aproveché para verla por el retrovisor. Ella veía por la ventana y en verdad me parecía el ser más hermoso y sexy que había visto en mi vida.
–¿Mala noche? –preguntó sorpresivamente.
–Mal año, ¿pero por qué lo dices?
–El trago al agua, el semblante bastante mal y Sigur Ros en el radio. Bastante obvio, ¿no? –sentenció.
–Bueno, que alguien conozca a Sigur Ros ha hecho mejor mi día.
–Jajaja los vi en vivo cuando vinieron a Monterrey –comentó con esa bella sonrisa en el rostro.
–Yo los he visto 2 veces. Cuando vinieron aquí en Monterrey y una vez en CDMX ya hace algunos años. Los 2 mejores conciertos a los que he ido en mi vida.
–Sí, son muy buenos. Pero, ¿se puede saber a qué se debe tu estado? –preguntó.
–Bueno. Un despido, un divorcio y una noche de mucho whisky.
–Suena a una borrachera justificable.
Nos acercábamos a su destino y no podía creer 2 cosas. Haber conocido a una persona tan hermosa que compartiera el gusto por una banda que admiro. Sentía una conexión, aunque no sería la primera vez que me pasa esto. El pensar que porque alguien gustara de la misma música que yo siempre significaba que habría química entre nosotros 2 ya me había ocasionado decepciones anteriormente. Pero ese soy yo y a veces no me puedo detener.
Lo segundo que me sorprendió es lo rápido que me volví vulnerable ante ella. Me tenía contándole cosas que normalmente no comparto con los pasajeros. De hecho, pocas veces interactúo. Como en su caso, siempre espero a que sean ellos quienes inicien la conversación en caso de que tengan ganas de hacerlo.
–Donde ves la buganvilia, por favor –me indicó para terminar el viaje.
–Con gusto.
Estaba pensando en invitarle un café, ir a tomar algo a un bar, salir a cualquier lado, pero recordé que en estos momentos no tenía ni para comprar un electrolito y preferí dejar pasar la oportunidad. Total, todavía existiera la posibilidad de que solo tuviéramos ese gusto compartido por la misma música y no tuviera el mínimo interés en mí.
–Disculpa, ¿ya tienes un viaje asignado? –preguntó para mi sorpresa.
–No, aún no. ¿Necesitas que te lleve a otro lado? –respondí creyendo que lo quería era modificar el viaje.
–No, lo que pasa es que necesito un poco de ayuda. Tengo dentro de la casa un mueble que necesito mover y yo sola no puedo. No he conseguido alguien que me ayude y estoy un poco desesperada. –me dijo con una mueca de preocupación en el rostro.
–Claro, el día se ve un poco tranquilo en la aplicación. Y si paro 15 minutos no pasa nada.
–Gracias –otra vez con esa hermosa sonrisa en el rostro.
Me estacioné frente a su casa. Bajamos los 2 y le ayudé con las bolsas que traía para que pudiera abrir la puerta. –Gracias –me dijo mientras yo solo asentí con la cabeza como diciendo que no era nada. Abrió la puerta y la vi caminar dentro de la casa. Otra vez quedé hipnotizado por su figura, su sensualidad, sus movimientos. Pasé y pude ver que era una casa pequeña. Sala/comedor, una pequeña cocina, un pasillo, y lo que parecía un baño y una recamara. –Puedes dejar las bolsas en el suelo de la cocina, por favor –me indicó mientras ella caminaba hacia el refrigerador y lo abría. Sacó un electrolito, caminó hacia mi dirección y me lo entregó mientras me pasaba de largo. –Lo necesitas jajaja.
Me indicó que necesitaba sacar un mueble del baño ya que le iban a realizar una reparación y el plomero le comentó que por mover el mueble cobraba 500 pesos adicionales y no se hacía responsable en caso de que sufriera algún daño el mueble. –Creí que conseguiría ayuda, pero esta no fue la ayuda que pensé –me dijo mientras sonreía.
Entramos al baño y vi el mueble. Lo quise mover yo solo, y aunque gracias a los años de gimnasio noté que lo podía hacer preferí decirle que sí íbamos a tener que trabajar en equipo. Esto para evitar riesgos y también verla un poco haciendo flexiones y esfuerzo. –Si se ahorró 500 pesos, que al menos me dé un gusto a la vista –pensé.
–Espero que la diferencia de estaturas no sea problema, ¿cuánto mides? –preguntó viéndome con la cara levantada, haciendo notar más la diferencia de altura entre nosotros.
–Jajaja 1.90 m ¿Y tú?
–Wow –dijo con cara de sorprendida.–Yo mido 1.58 m –concluyó.
–Bueno, yo cargo el mueble de aquí y solo necesito que me apoyes a soliviar el peso para evitar riesgos. –le dije indicando que yo cargaría el mueble de espaldas a la puerta de salida. Nos agachamos y aproveché para volver a ver el hermoso escote que llevaba. Sus senos eran preciosos y no podía dejar de verlos. Creo que notó que la miraba pero tampoco me dijo nada.
Después de algunas maniobras y pequeñas dificultades, pudimos dejar el mueble en la sala. –Si gustas descansa un poco y tómate el electrolito –me dijo mientras señalaba el sillón. Acepté y destapé el electrolito para darle un trago. –¿Me podrías hacer otro favor? No tardó más de 5 minutos –me comentó mientras juntaba ambas manos en señal de estar rogando por otro favor.
–Claro, no tardamos tanto con el primero y puedo aprovechar para terminar el electrolito –concluí.
–Gracias, ya vengo –tomó las bolsas que yo había dejado en la cocina y se dirigió a su cuarto.
¿Qué podría necesitar está chica? Pensaba en las múltiples cosas que me podría pedir, mi ansiedad se disparó pero preferí pensar en otras cosas y aprovechar el tiempo para echar una mirada a su sala. Tenían un hogar bastante bonito. Varias pinturas colgaban en las paredes, en una esquina de la sala había un mueble con una consola para tocar discos de vinilo y en la parte inferior del mueble había varios vinilos. Pensaba en pararme y revisar qué álbumes tenía en su colección pero preferí quedarme sentado y terminar de beber el electrolito, cuando escuché que se abría la puerta de su recámara.
No podía creer lo que veía. Salió de su recámara solo vestida con un conjunto de lencería negro con encaje. Llevaba unos ligueros en sus muslos que acompañaban a unas medias también negras que hacían que la figura de sus piernas fuera un deleite de admirar. Toto terminaba con unos tacones color negro. Caminaba de una manera extremadamente sensual y coqueta, y con cada paso que daba el movimiento de sus senos era hipnotizante.
Al terminar de recorrer el pasillo se detuvo, dio una vuelta en un movimiento por demás sensual y pude apreciar sus nalgas resaltadas por esa preciosa tanga que era parte de su conjunto. Lucía tenía un cuerpo de infarto y mi pene no hizo más que reaccionar al momento a lo que veía.
–¿Te gusta cómo se me ve? –preguntó con una sonrisa en la cara y llevándose un dedo a la boca en una pose bastante sugestiva. Después juntó sus manos a la altura de su vientre juntando sus brazos como si quisiera presumir esos hermosos senos que se ocultaban bajo el sostén. Mientras me sostenía la mirada y sonreía, no podía dejar de pensar en que tenía a una Diosa frente a mi y no sabía ni cómo ni porqué estaba en esta situación.
–Wow. Te ves espectacular. No sé qué decir –dije tímidamente.
–No necesitas decir más. Sólo disfruta –me dijo mientras caminaba hacia mí. Se montó encima de mí, unió sus manos detrás de mi cuello colocando sus brazos sobre mis hombros. La tomé de la cintura, nos vimos a los ojos y nos besamos con pasión. Nuestras manos fueron recorriendo la piel del otro desenfrenadamente.
Ella me quitó la camisa que llevaba y beso mi pecho, mientras yo me aferraba a sus nalgas. –No esperaba que tuvieras tan buen cuerpo jaja –me dijo. –No eres la primer sorprendida, pero aunque este año ha sido muy jodido, el ejercicio es algo que no he dejado –respondí para después lanzarme sobre esos preciosos senos. Desabroché el sostén y procedí a comerle los senos como si mi vida dependiera de ello. Tenían un tamaño perfecto, se sentían suaves, sus pezones eran perfectos y estaba disfrutando como hace mucho no hacía.
–Mmmmm ¿te gustan mis tetas? Bufff, qué rico –me dijo después de que procedí a darles pequeñas mordidas a sus deliciosos pezones.
En eso estaba cuando me paró en seco, se levantó y me guiñó un ojo. –Ya quiero ver lo que llevas debajo de tu pantalón. No me puedo concentrar con solo sentirlo –me dijo mientras se ponía de rodillas frente a mí que seguía sentado en el sillón. Desabrochó mi cinturón, luego el pantalón y de un solo movimiento me quitó tanto el pantalón como el bóxer liberando mi pene que estaba completamente erecto. La verdad tengo muy buen tamaño y siempre me han dicho que también tengo buena forma. Erecto mide unos 20cm y aunque no es muy grueso, tampoco es delgado.
–Dios, qué rica verga me voy a comer –me dijo mientras se mordía el labio inferior y procedía a llevarse mi verga a la boca. Me estaba dando una mamada de infarto y una que otra vez se la sacaba para darse golpecitos en la cara. –Que delicia, eres una Diosa –fue lo único que alcancé a decir cuando de repente se colocó mi verga entre sus tetas para darme una rusa.
Ahora me tocaba a mi hacerla gozar. La sujeté de los hombros y la traje hacia mí, haciendo que se sentara sobre mí con su espalda a mi pecho. Comencé a besarle los hombros y el cuello, mientras mis manos se dirigieron una a sus tetas y la otra bajaba por su abdomen hasta su entrepierna. Mi mano derecha se abría paso entre su piel y la tanga para llegar a su clítoris. Ahí me detuve y comencé a acariciarlo. –Pfffff no te vayas a detener, sigue así –me decía mientras comenzaba a gemir delicadamente.
Mis dedos se introdujeron en su vagina y pude sentir toda su humedad. Saqué los dedos y me los llevé a la boca para probar sus jugos. –Qué mojadita estás, preciosa. Y tus jugos saben a gloria –le dije mientras volvía a llevarme los dedos a la boca y después procedí a con ambas manos darle suaves pellizcos a ambos pezones. Ella se retorcía y gemía. Mi mano derecha regresó a su entrepierna e introduje 2 dedos dentro de su vagina. Con mi boca comencé a besar su cuello y subí a su oreja.
Después de estar un rato así, la coloqué en 4 con sus rodillas a la orilla del sillón y la cabeza en el respaldo. Me agaché e hice a un lado el tanga. –Que deliciosa panochita –le dije mientras con 2 dedos recorría toda su vulva, desde el clítoris hasta casi llegar a su ano. Mientras gemía comencé a comerle esa deliciosa panochita que sabía delicioso. Mi lengua se enfocó en su clítoris para luego recorrer toda la raja. A veces retiraba mi boca para introducir 2 dedos y darle pequeñas mordidas al clítoris. –Puta madre, vas hacer que me venga. Qué delicia, por favor ya reviéntame, te lo suplico –me decía mientras gemía.
Me puse de pie, le di 2 azotes a cada una de esas preciosas nalgas y le escupí a su panochita. –Qué culazo tienes, chula. Te voy a clavar la verga hasta el fondo y quiero que todos tus vecinos se enteren del cogidón que te voy a dar –le indiqué mientras llevaba mis manos a mi caderas y me preparaba para penetrarla. La vista de sus nalgas en esa posición era impresionante y de una le clavé la verga hasta el fondo.
–¡Aaaah qué delicia por favor no tengas piedad y cógeme como un animal! –gritaba mientras gemía.
–Lo que tú ordenes, mi putita –le respondí para proceder a bombear. Me la estaba cogiendo como una bestia. Los choques de nuestros cuerpos y sus gemidos inundaron la sala en un ruido sensual que no tenía duda los vecinos estaban escuchando. De vez en cuando le daba una nalgada y le sacaba la verga para volver a llevar mi boca a su panocha. Subí una de mis piernas al sillón para clavarle con más fuerza la verga y ella gemía y golpeaba el sillón.
Decidí cambiar de posición ya que deseaba ver como rebotaban esas preciosas tetas mientras cogíamos. La recosté boca arriba en el sillón y me fui sobre sus tetas. –No te entretengas mucho, mi panocha quiere más de tu verga –me dijo con una sonrisa coqueta en el rostro. –Ahora yo te pido que no digas nada y disfrutes –le respondí viéndola a la cara y con una mano sujetando su cuello.
En esa posición llevé su pierna derecha a mi hombro y le clavé verga hasta el fondo. Comencé a penetrarla como si quisiera partirla en 2 mientras el movimiento de sus tetas me tenía en un trance. A veces soltaba su cuello para pellizcarle los pezones y darle pequeñas palmadas a esas tetas. –Qué rica estás, Lucía. Te mereces todos los orgasmos que desees –le dije antes de que me detuviera con sus brazos. –Ahora me toca a mí llevar el ritmo.
Me recostó en el sillón y antes de montarme me ofreció su vagina para hacer un 69 mientras ella me volvía a dar una mamada. Estuvimos poco tiempo así, se levantó y se volteó. Me montó mientras nuestros ojos se miraban fijamente y comenzó a moverse. –Me encantas, Guillermo. Tienes una verga deliciosa –me decía entre gemidos mientras yo seguía perdido en el vaivén de sus tetas. Sus movimientos no eran rápidos pero lo hacía con una sutileza que me llevaba al cielo.
–Eres una diosa. En estos momentos no sé si estoy soñando o esto es real, pero espero estés disfrutando tanto como yo lo estoy –le dije sonriendo. Llevó uno de sus dedos a mi boca y me guiñó el ojo. Me sujetó del brazo y me volvió a sentar en el sillón ahora con la espalda sobre el respaldo.
–Espero estés listo para lo que viene. No quiero que te vengas, quiero esa leche para mi carita, ¿ok? –me dijo como si me estuviera dando una orden a lo que yo solo asentí con la cabeza. Me dio la espalda y comenzó a bajar, sujetó mi pene con una mano y se lo llevó a la entrada de su vulva. De una se la clavó hasta el fondo. –Qué delicia, hace rato que no disfrutaba tanto de una verga –me dijo para comenzar a subir y bajar. Otra vez la sala se inundó del sonido de sus gemidos mezclado con el choque de nuestros cuerpos. Se clavaba mi verga con una fuerza que creía que su intención era destruir el sillón mientras yo me aferraba de sus tetas.
–Uff no voy a soportar más, Lucía. Estoy a punto de venirme –le dije entre gemidos. Rápidamente salió y se inclinó frente a mi. Sujetó mi verga y bastaron pocos jalones para que toda mi leche saliera disparada hacia su cara y sus tetas mientras ella la recibía con cara de triunfo y los ojos cerrados. La escena era hermosa. Con su mano recogió todo lo que pudo y comenzó a llevar sus dedos a la boca para probarla. –Te viniste demasiado y sabe deliciosa –lo dijo mientras sonreía. La verdad esa siempre ha sido una de mis cualidades, el expulsar demasiada leche. Nos besamos otro rato hasta que se detuvo y me pidió tiempo para irse a limpiar.
Desde el baño me indicó que sacara 2 botellas de agua del refrigerador. Hice caso y regresando a la sala comencé a vestirme, por más que quisiera necesitaba regresar a trabajar. Regresó del baño solo vistiendo una playera oversize de la saga de “Game of Thrones”una de mis series favoritas.
–Vaya, hasta fan de “Game of Thrones”, ¿Qué más puedo pedir? – le dije sonriendo.
–Jajaja te invitaría a comer, pero veo que ya tienes prisa. Al menos esperaste para despedirte –respondió mientras le daba un trago a la botella de agua.
–Necesito trabajar, si no te juro que no saldría de esta casa hasta que me lo pidieras.
–Jaja no te apures, tendrás que volver, necesito ayuda con eso y quiero esa deliciosa verga dentro de mi culito –me dijo indicando el mueble que habíamos movido y guiñándome un ojo.
–Cuando tú órdenes, chula –respondí antes de darnos un beso de despedida mientras yo sujetaba una de sus nalgas y una de sus tetas con cada una de mis manos y ella me tomaba de la entrepierna. Al final tomó mi celular, guardó su contacto y se marcó para tener guardado mi número.
Salí de su casa y me subí al carro dudando de que todo lo que acababa de pasar fuera real. Pero si era un sueño, al menos tenía la certeza de que se iba a repetir.
Y con una sonrisa en el rostro enfrenté el resto de un muy buen día que tenía pinta de ser uno fatídico.
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Que delicia de relato, yo fui taxista muchos años y pude disfrutar de esas clientas que sin uno esperarlo te alegran la noche. Saludos
Gracias! Qué bueno que lo disfrutaste.
Saludos.