Estaba ansiosa por tener esa reunión, por conocer a ese hombre que se escondía detrás de una voz sexy. Obviamente, no me importaba si me tenía que quedar después de hora. Mi objetivo del día: conocerlo…
Una llamada que yo no llegué a contestar, un audio esperando por ser reproducido… y sí, señores, era él, el que me decía:
—Hola Lorna, ¿cómo estás? Recién me estoy desocupando de una última reunioncita. Si querés y estás desocupada, podemos hablar. Si no, bueno, hacemos un meet.
El meet no era opción. Yo quería conocerlo a ese hombre: conocer su olor, conocer su estatura, conocer sus ojos, conocer sus manos… conocer el conjunto del ingeniero.
Haciendo caso a mis instintos, le contesté:
—Buenas tardes, ingeniero, ¿cómo estás? Todavía estoy en horario laboral. No tendría problema en recibirlo.
Su respuesta fue:
—Okey, ahí voy.
De pronto, la puerta de mi oficina se abrió. Un hombre de unos 43 años, alto, castaño claro, con una sonrisa impactante, una camisa negra, unas manos grandes, una boca carnosa, unos ojos verdes, una tez blanca… el verdadero qué hombre.
Recién estábamos saliendo de la pandemia y, por ende, saludar con un beso en la mejilla no era algo habitual, pero yo me moría por comerle la boca. Pero ya vamos a llegar a eso… Solo atiné a preguntarle:
—¿Cómo te saludo?
Obviamente, yo quería darle un beso en la mejilla, sentir su perfume, su piel, el rigor de su barba…
Él contestó:
—Sí, obvio, sin problema, nos saludamos con un beso.
Automáticamente, lo miré a los ojos e hice de ese simple beso un recuerdo permanente.
Su piel era suave, como me imaginaba. Recién afeitado. Un perfume que bajaba cualquier ropa interior con el solo hecho de sentirlo.
Fueron 5 segundos, pero para mí fue una eternidad. Lo invité a sentarse y le dije:
—Comencemos.
—Bueno, mirá, yo estuve analizando las proyecciones de venta y me parece…
Justo levantó su mirada, y yo le clavé mi mirada… la misma mirada que le haría si le estuviera haciendo sexo oral. La verdad, las proyecciones de venta me importaban muy poco… Yo solo quería saber cómo sabía su miembro. Me imaginaba pasándole la lengua por la cabeza, haciendo círculos, lamiendo cada gota preseminal que salía de él. Seguir jugando con mi lengua por todo su tronco, acariciar sus testículos mientras él me pedía que me lo trague todo, y así poder cogerme toda la boca…
Intenté volver en sí. Él ya estaba yendo por la segunda diapositiva y yo no había entendido ni la primera. Pero había unos números raros que no proyectaban el total de ventas reales del 2022, a lo que le consulté el porque… Y mientras le pregunté, noté que él me miraba y se mordía el labio.
Mi inseguridad me llevó a pensar que yo estaba mal en lo que pensaba… pero no, en realidad, a él le estaba pasando lo mismo que a mí. Noté cómo su mirada se dirigía a mi boca. Mientras hablaba, me acomodé el pelo y me lo puse de lado… Noté cómo, con ese gesto, él acompañaba mi movimiento. Me miraba el cuello, la boca, mis ojos…
Le tocó seguir hablando de las benditas ventas. A esta altura, ¿a quién le interesaba? ¿Se le habrá parado?, pensaba yo. No creo… No había nada sexual, pero cómo me calentó ver cómo se mordía los labios. Noté que se me empezaron a poner duros los pezones. Me imaginaba cómo me los mordía lentamente, casi como acariciándolos con los dientes, suavemente, jugando con su lengua ahí… Dios, está difícil pensar en el futuro de la empresa con semejante hombre…
Llegó el momento de la última diapositiva. Habíamos intercambiado un par de cosas interesantes de la empresa. Me tenía que concentrar. Pero cuando conseguí concentrarme, él se para y yo aprovecho para verle su pantalón y ver su bulto. Se notaba que era grande: unos 20×4 (usaba unos pantalones ajustados). ¿A dónde me llevaría su miembro? Al más allá, de eso seguro… Unas ganas de sacarlo y jugar con él, que me ponga en cuatro, que me tire del pelo, que me pegue, mientras me da unas embestidas bien adentro, que me diga que soy su putita, cabalgarlo y con cada sentada mirarlo a los ojos y sentir sus manos cómo me aprietan el culo…
¡Qué bien nos llevaríamos en la cama con este hombre!
Volviendo en sí, la reunión había llegado a su fin. Nos despedimos y él se fue. Yo, a esta altura, agradecía no ser hombre, porque si no tendría una erección de aquellas. Pero sí, estaba toda mojada por dentro. No veía la hora de llegar a casa a masturbarme…
En lo que volvía a mi hogar, me sonó el corporativo. Era él, agradeciendo por la reunión.
Y esta historia continuará.
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Dios que forma tan explícita y deliciosa de calentar con esta historia, te felicito son pocos los relatos que me hacen excitar, eres buenísima en textos.
Espero ansioso la tercera parte me encanta como escribes. Saludos
increíble historia me dejaste picada. yo igual amo los hombres maduros y no hay mejore juego que proponerse el ocasionarles una erección.
Que rico leer algo así. Tu y yo tenemos en algo en común, nos encantan los hombres maduritos y deliciosos. Muero por la segunda parte…