Así da gusto cerrar un negocio (3): Mareas en deseo

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T. Lectura: 7 min.

En este relato culminaré con el fin de semana que pasé con María José, la jefe de compras de una clínica muy importante, con la que estaba cerrando un trato comercial.

El sol del domingo caía suave sobre la bahía. El agua, tan quieta como un secreto, reflejaba el cielo sin nubes. Ángel subió al yate detrás de María José, aun sintiendo en la piel las huellas de las noches anteriores, donde las risas y el deseo se habían entrelazado sin pudor y de eso mi espalda era testigo con algunos arañazos de evidencia.

Ella lucía un pareo blanco que apenas contenía el traje de baño rojo que abrazaba su figura como si el mar la hubiese esculpido a su antojo. Lo miró por encima del hombro, con esa sonrisa suya que decía más que mil palabras.

—Hoy quiero que te relajes… sin límites —me dijo mientras me tomaba de la mano y me guiaba hacia la cubierta.

No entendió muy bien a que se refería sin límites, pero después lo descubrí.

Allí estaban algunas de sus amigas, las mismas con las que había salido hace algunas noches y otros chicos más, bronceadas, despreocupadas, con copas de vino en la mano y miradas que no disimulaban la curiosidad. Había una en particular, tenía un aire desafiante, el tipo de mujer que no teme explorar ni mirar directo al fuego. Después supe que se llamaba Claudia.

María José se inclinó hacia mí, sus labios rozando apenas su oído:

—Puedes ver cómo te miran, son mis amigas, ellas saben… y no me importa. Si alguna se te insinúa o te provoca siéntete libre de jugar. Y me dio un beso intenso mientras yo sujetaba sus nalgas.

El comentario fue un susurro que se instaló como una chispa en su pecho.

Durante el día, el yate se movía lentamente por la costa mientras las conversaciones se deslizaban entre risas, música suave y toques sutiles.

Claudia se acercó a mí con naturalidad, cuando estaba en una de la barandas del yate bocanando aire de un cigarro, me extendió una copa de vino.

—Me dijo María José que eres todo un prospecto.

Yo la mire como tratando de intuir a que se refería.

—¿Como así?

—Mi amiga hace mucho que no se sentía tan en confianza con un hombre como para invitarlo a pasar todo un fin de semana con ella.

—Ella es una mujer muy interesante, y sobre todo sexy, así que como se lo dije a ella misma, hombres que quieran compartir con ella no debería faltar.

—Ve hasta caballeroso resultaste.

Yo la mire mientras hacia una especie de brindis silencioso.

Continue conversando de trivialidades con claudia, respecto a nuestras vidas.

María José parecía entretenida con algunas de sus amigas, aunque de vez en cuando sosteníamos la mirada ella o me mandaba un beso o guiñaba el ojo en símbolo de complicidad.

Más tarde, cuando el sol comenzaba a rendirse al horizonte, claudia se despidió de mí, yo había encendió otro cigarro así que seguí en mi sitio, la vi pasar con maría José hacia uno de los camarotes, al poco rato se me acerco María José.

—Como estas bebé, que tal te entretiene mi amiga.

—Hola ricura, bien, una mujer cuando menos interesante Claudia, la forma como se expresa es muy parecida a ti.

—Si por eso somos mejores amigas. Y me dio un beso intenso, sabes te tengo una propuesta.

El beso no fue urgente. Fue una pregunta sin hablar, una exploración delicada pero cargada de promesas. Las manos encontraron piel, las respiraciones se acortaron. Nada se apresuró, pero todo ardía.

—Rico que ya estes así, decía mientras sujetaba mi entrepierna que ya se marcaba en la bermuda que usaba.

—Ve al cuarto, mi amiga a pedido permiso quiere divertirse contigo.

La mire incrédulo, pero con un beso de despedida, me encamino al cuarto.

Al entras pude ver a Claudia totalmente desnuda en la cama.

—Espero que la hagas disfrutar como a mí, mientras me daba una pequeña nalgada.

Claudia era igual de inhibida que María José.

Yo me divertía con su cuerpo, ella le gustaba ser la que mandaba, así que me acostó en la cama, y se subió encima mío a cabalgarme, mientras me ponía sus senos en la cara para besarlos y chuparlos.

La noche aún no había comenzado. Y las mareas apenas despertaban.

Tuve una maratón de sexo, en distintas posiciones con Claudia, el típico misionero, ella cabalgándome (que era su favorita o al menos donde más orgasmos tenía) y en 4 por favor que culito marcaba, todo rosadito, se notaba que no le daba uso, y desde ya pretendía disfrutarlo.

La noche caía como un velo de terciopelo sobre el mar. Las luces del yate temblaban en la superficie del agua, reflejando el calor de los cuerpos y las emociones que se agitaban a bordo.

Después de tan magnifico encuentro con Claudia, yo me encontraba en la borda del yate, con una cerveza en la mano y un cigarro en otra, cuando se acercó a mi María José.

—Ya me dieron reporte de como te fue con mi amiga, y sabía que la dejarías satisfecha papasito.

Yo la volteé pegándola contra la borda y mordiéndole el lóbulo de la oreja le dije: —Y todavía me faltas tu.

—Ahí que rico, papasito, pero espérate que aún tengo otra sorpresa para ti. Me dijo mientras me daba un beso y se agallaba a darme un oral en plena borda.

Me la estuvo chupando un rato, debido a que no había pasado mucho de haberle llenado las entrañas a Claudia con mi lefa, me costaba venirme, así que María José, cuando hubo saciado su deseo de carne, se paró, metió mi miembro en la bermuda y me dijo.

—Esto solo es un preámbulo, termina de recuperarte, relájate con otra cerveza o algo mas fuerte y yo vendré a buscarte.

Me acerque a unos manes que estaban reunidos, empezaron a increparme de quien era, que de donde conocía a María José.

Siempre he pensado que el que come callado come dos veces, así que respondía de manera monótona, para no dar ninguna información de más.

Pasado un rato, no se una hora creo yo, regresa María José y le dice a los chicos con los que estaba reunido que me necesita y me va a robar un momento.

Me toma de brazo y me dirige nuevamente al camarote.

Al entrar, los besos fueron lentos. Las caricias, cuidadosas, como si cada gesto fuera una promesa. No se trataba de prisa, sino de reconocimiento, de tocar lo que ya se conocía, me pidió acostarme en la cama y ella lentamente fue desnudándome, luego me pidió cerrar los ojos y me vendo con una pañoleta, yo solo me dejaba hacer, sabía bien que con esta mujer no había pierde.

—Así me gusta papasito, con la verga dura, aun después de darle placer a mi amiga, comenzó a saborearme la verga, me daba pequeños mordiscos en la cabeza y me chupaba el tronco, podía sentir como su lengua jugaba con mi glande, cuando de un momento a otro siento otra boca, está en mis testículos. Me trato de incorporar, pero maría José no me deja.

—Tranquilo, tranquilo, disfruta. Y acto seguido pone su vagina en mi boca para que se la chupe.

Trato de saber quien es la otra boca que juega con mi verga.

Si bien no me incomoda sentirme dominado, no me gusta jugar sin saber que esperar, pero aun así sigo como mi labor, chupando esa vagina que no paraba de escurrir jugos.

Al rato de estar dándole placer con la boca a María José y de que me estuvieran dando placer a mí a dos bocas, me quitan la venda, y puedo ver a María José y a Claudia, cual diosas, besándose y chupando mi verga.

No puedo dejar de sentir más que satisfacción, así que tomo a María José del pelo y la hago subir hasta donde mí, para besarla y decirle.

—Eres fascinantemente perversa.

—Te gusta mi sorpresa, quiero que me des placer junto a mi amiga, que nos des placer a las dos.

—Así, me incorpore he hice que Claudia se la chupara a María José, mientras yo me deleitaba con la vagina de Claudia, pero sobre todo su culito, ese culo rosado que había visto hace unas horas, me había prometido reventar.

Claudia al sentir mi lengua y mis dedos en su culito, se sintió invadida, pero no la deje reponerse, sino que le mordí una nalga.

—Auch, amiga como que me quieren reventar el culo. Dijo Claudia, mientras seguía chupándole la vagina a María José.

—Deja, déjate Clau, él sabe lo que hace, prometo lo disfrutaras. Dijo María José dándome vía libre a desatar mis deseos.

Sin miramientos y contemplación apoye mi verga en ese culito, el cual hizo un poco de fuerza para no ser profanado, pero debido a mis ganas y a todo el trabajo bucal previo no se pudo resistir.

Claudia tuvo un profundo gemido entre placer y dolor, que fue ahogado por un beso de María José, mirándome cómplice, yo seguí metiendo y sacando mi verga de ese culito virgen, que poco a poco iba cediendo más a mi intromisión.

Cuando considere que ya era suficiente, se la deje ir toda, haciendo que Claudia soltara alguna lagrima de dolor y placer.

Tuve un mete y saca frenético mientras maría José se había ubicado de bajo de ella y le chupaba la vagina y mis bolas, con cada arremetida mía.

Claudia no paraba de gemir, por el placer de ambos.

—Papasito, y yo que. Dijo María José sintiéndose un poco excluida por mi atención a al culo de Claudia.

—Claro que para ti también ahí. Dije mientras sacaba mi verga del culo de Claudia, viendo que la había reventado, por los pequeños rastros de sangre que salieron junto a mi verga.

—Hijuemadre me reventaste, me dejaste ardiendo el culo.

—No te preocupes ya pasara, mejor chúpamela, para dejarla lista para tu amiga que está pidiendo su ración.

Me recosté en la cama, mientras Claudia me la chupaba y le dije a María José que se subiera. Esta no se hizo esperar y se subió a cabalgarme.

Me estaba cabalgando como poseída, mientras le chupaba las tetas, y claudia se masturbaba a nuestro lado.

—Venga ricura, dije refiriéndome a Claudia, porque no vas preparando el culo de tu amiga, que ella tampoco se va a salvar.

Claudia se hizo detrás de María José aun mientras la sostenía y le daba verga intensamente, podía sentir como chupaba mis testículos y el culo de su amiga, luego de un rato así, claudia tomo mi verga y me la chupo y acto seguido hizo que su amiga se auto empalara y se enterrara mi verga en el orto.

María José no paraba de gemir, y claudia seguía chupándome los testículos.

No sabía cuánto llevábamos en estas, pero sabía que no duraría mucho, y así se lo hice saber a las dos, pero ni maría José ni claudia, querían prestarme atención seguían una cabalgándome con el culo y la otra chupándome las bolas.

Como pude di una última arremetida y solté todo mi semen en el otro de María José mientras ambos gemíamos.

Luego de esto Claudia saco mi verga del culo de su amiga haciendo que sonara como una botella desconchada.

Y comenzó a limpiarme la verga que poco a poco perdía su rigor, también limpiaba con su lengua el semen que escapaba del culo de María José, que estaba tirada sobre mi besándome.

—Gracias por tanto placer, gracias por tanto. disfrute decía María José

—Ahí sí que rico amiga, esto si es un verdadero Trio.

Cuando ya habíamos recuperado el aire un poco, nos vestimos y salimos del camarote, ante la mirada inquisitoria y celosa de todos los demás.

Yo con el ego inflado por haber estado disfrutando de tan despampanantes mujeres, caminaba erguido y satisfecho, con ambas entre mis brazos mientras agarraba con cada mano una nalga de cada una.

Claudia fue la primera en soltarse y fue a la nevera por un par de tragos.

Yo bebi mi cerveza y seguí conversando de bobadas con ellas.

Claudia tomo mi celular y anoto su número y me dijo que le escribiera cuando volviera a la ciudad, en cualquier momento que su amiga no me pudiera atender.

Los tres reímos en complicidad.

Al poco tiempo estábamos nuevamente en la costa, al bajar del yate, veía como Claudia caminaba con algo de dificultad, su culo no se recuperaba de tal profanación.

María José me acompaño a mi hotel, donde nuevamente volvimos a hacerlo entrada la noche, disfrutando por ultima ves el uno del otro por ese fin de semana, pues yo ya estaba pensando en mis próximas vacaciones venir a pasar un tiempo con ella.

Al otro día, ella no me pudo acompañar al aeropuerto, pues surgió algo personal, entregue la habitación del hotel, tome un taxi y me regrese a mi ciudad.

El día martes, temprano como de costumbre estaba en mi trabajo, cuando recibo un mensaje de María José.

—Revisa tu correo, te envié algo que estoy seguro te interesa.

Revise y correo y era una invitación a participar en un importante conversatorio donde estarían los gerentes y jefes de compras de los principales hospitales y clínicas de la región.

Al ver la invitación, inmediatamente la llame.

—¿En verdad estoy invitado?

—Si papasito, no creerías que esperaría mucho tiempo para volver a verte o sí. Y por cierto escríbele a Claudia que no hace mas que preguntar por ti.

—En un rato le escribo, primero debo hablar con mi jefe y cuadrar todo para poder ir a cumplir con una invitación que me acaban de hacer.

—Así papasito, más vale que si vengas y que lo hagas bien preparado, porque voy a volver a devorarte completico.

—Muak te dejo, porque tengo un comité en un momento.

Y me colgó la llamada.

Obviamente mi jefe estaba encantado de dejarme ir al conversatorio, además por el hecho de que ya la clínica donde trabajaba María José, nos había hecho los primeros pedidos, y superaban con creces nuestras proyecciones esperadas.

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