Mi primer pecado con el mejor amigo de mi novio

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Caí, cedí y me gustó. Nunca pensé sentir aquella sensación con una persona que apenas conocía, me dejé llevar por el momento y el deseo me atrapó. Y no importa si regresara el tiempo porque repetiría otra vez.

En el rincón de aquella oscura sala, la sensación más ardiente recorría mi cuerpo, todos mis sentidos invadidos por el más oscuro deseo. Mis piernas chocaban entre sí, sentía como con cada caricia mi cuerpo se estremecía de placer, era algo totalmente carnal. Sin emociones, sin romanticismo, sin ningún compromiso, solo sentir. No me percataba ni siquiera de lo que pasaba a mi alrededor, solo podía pensar en sus manos, sus enormes y ardientes manos que recorrían mi espalda, sujetándome firmemente de la cintura y con la fuerza necesaria para atraerme hacia él, sentía su calor, su aliento, como sus labios rosaban con mi piel, aquella respiración acelerada que me incitaba a querer más.

Su lengua húmeda que recorría mi oído de una forma tan sensual que sentía como apretaba mis muslos. Me tenía loca de placer y él lo sabía.

Lo más excitante fue como con caricias y besos me llevaba al punto más alto de excitación al grado de querer rogarle por más. Su mano rozando entre mis piernas por breves momentos. No lo soportaba quería más y no sabía cómo decirlo. Pero no podía decirlo, él era fruto prohibido y me límite en jugar en esa línea fina de fidelidad.

Mi temperatura subía cada vez más, me mordía los labios para aguantar, pero las sensaciones eran incontenibles, me negaba a probar sus labios porque sabía que con un beso lleno de lujuria y deseo y ya no podría para el curso de lo que podía suceder.

Mis mejillas estaban muy sonrojadas, mis piernas completamente tensas y sus manos, sus manos no dejaban de acariciar mi cuerpo. Sus ricos labios sobre mi cuello me hacían más difícil el resistirme, solo pensaba en cuanto tiempo más podría soportar, ¡Ya no resistía!

Y en eso, encendieron las luces la poca gente de la sala salió poco a poco y fue donde recordé donde estábamos.

Salimos por el pasillo y le dije que tenía que ir al baño, entré a un retrete rápidamente y solo pensé “¡Que carajos acaba de pasar!”.

Después de unos segundos moderé mi respiración, bajé mi pantalón, en eso noté algo inusual, desconcertada bajé mis bragas y, no lo podía creer. Un líquido transparente y viscoso salía de mi vagina, era muy abundante. Con mis dedos palpé mi vulva y estaba muy caliente y mi clítoris hinchado y húmedo. Mi cuerpo quería más, estaba listo para tener más, mucho más. Comencé a financiar con su cuerpo, con su pene, la excitación no cedía, suavemente comencé a acariciaba mi clítoris con mis dedos.

Pero de la nada, la puerta del baño donde estaba se abrió, no me dio tiempo ni de reaccionar, me sentía tan avergonzada, él estaba viendo fijamente mi vagina toda mojada, al ver lo caliente que estaba sonrió con una sonrisa de satisfacción, él sabía que había ganado este juego. Yo rápidamente me agaché para subir mis bragas, pero él me detuvo, entró al baño y le puso seguro.

Sin pensarlo metió sus manos debajo de mi blusa. Nunca había sentido que mis pezones se pusieran tan duros, sus manos enormes abarcaban toda mi teta, alzo mi blusa y empezó a chupar mi pezón tan lentamente que podía sentir la textura de su lengua, estaba ardiendo de placer. Tenía mucho miedo de que alguien nos acachara, pero eso me excitaba cada vez más, esa adrenalina.

Él empezó hacer de mi lo que quería yo solo me deje complacer todos sus deseos. Pero él solo me acariciaba y me tocaba los pechos, ni si quiera me besaba, no entendía su juego. Pero ese comportamiento hacía que yo quisiera más, que me dejara hacer de todo con tal de que me penetrara.

Solo un par de minutos y note como un líquido salía de mi vagina y escurría por mis piernas, ¡Era demasiado¡ por lo que tome un poco de papel higiénico y entonces, él me tomo del cuello firmemente y dijo –¡No! Así estas muy bien.

Yo temblé de miedo y solo asenté con la cabeza, entonces me tomo de la cintura y me subió arriba de la caja del agua del retrete, me quito la ropa y me abrió las piernas. No me resistí no dije nada solo me dejé, cerré lo ojos y sentí como mi cuerpo se estremecía de placer, como si un millón de descargas viajaran en todas direcciones y todas provenientes de mi clítoris. El succionaba, lamia, tocaba y mordía tan exquisitamente que se me era imposible no gemir.

En eso entro una mujer al baño, aún recuerdo su perfume, un perfume de esos que ocupan las señoras mayores. Me dio miedo que nos escuchara por lo que le susurre que se detuviera, pero creo que le éxito más ver como yo me tapaba la boca para que no se escucharan mis gemidos.

Metió sus dedos en mi vagina mojada y me masturbo tan rico, tan exquisito que mi vagina se mojaba más y más, tanto que ya escurría por el borde del retrete, la señora termino de usar el baño y se empezó a lavar las manos, yo ya no aguantaba más, si no se detenía iba a gritar de placer, en eso el saco mi teléfono de mi pantalón y dijo en voz baja –Sonríe. Mientras apuntaba el teléfono hacia mí. Él siguió penetrándome con sus dedos mientras que me lamia mi clítoris, era tanto placer que sentí que mi clítoris iba a estallar, la señora salió del baño y entonces él se detuvo un instante, me acaricio los pechos y me dijo –Creo que es hora de irnos.

Tomó un poco de papel, se secó los dedos y salió del baño. Yo solo me quedé ahí, no entendía lo que había ocurrido, me sentía avergonzada, pero a la vez muy feliz y complacida. Miles de emociones me consumían hasta que el sonido de la puerta me sacó del frenesí de emociones, al parecer era la señora que aseaba los baños, rápidamente me lavé, del retrete tomé papel y sequé el inodoro y me aseé.

Salí del baño y me dirigí al espejo, no podía creer que yo hace unos segundos estuviera con un hombre en un baño público. Me acuerdo que pensé “Si voy a pecar lo voy hacer bien”. Lavé mis manos y salí del baño.

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